miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las banderillas las carga el diablo

Para el veterano periodista Javier Villán, la cornada más sorprendente que ha tenido lugar en Las Ventas fue el golpe de una banderilla en el cuello del mexicano Armillita. Llegó con un leve puntazo a la enfermería, de forma rutinaria, y al curarle con Betadine lo escupió diciendo "qué mal sabe esto". Entonces se dieron cuenta de que la banderilla le había llegado a la garganta.

Lo recuerda en una entrevista el propio Miguel Espinosa Méndez "Armillita Chico": «A lo largo de mi carrera, he recibido ocho cornadas, afortunadamente ninguna mortal. La más grave fue la de la banderilla en Madrid, que fue una cosa de mala suerte, que se me clavó en el cuello. Sentí que me había partido el cuello y estuve con siete médicos en la enfermería, con el doctor Máximo de la Torre al frente».


El sábado 3 de junio de 1995, publicaba el ABC: «Nadie se podía explicar lo que había sucedido. Unos achacaban la lesión del cuello a un pitonazo. Otros, que estaban en lo cierto, al palotazo de una banderilla. Lo que nadie comprendía es que el palo del rehilete hubiera traspasado el cuello produciendo una lesión tan grave, que pudo producir la muerte del torero de una manera instantánea [...] Los doctores García Padrós, Pascual, Alcorta y Alonso comentaban la gravedad del percance. Por muy poco la madera de la banderilla no se había llevado por delante la yugular y la carótida. El torero, que entró por su pie en la enfermería, con síntomas de asfixia, expulsaba la saliva y las fiernas por el boquete del cuello».
Así fue la crónica que Joaquín Vidal escribió para El País aquella tarde de 1995: «"Armillita, muy grave". Menuda sorpresa. La preocupante noticia venía de la enfermería, a donde había entrado tranquilo y por su propio pie el torero mexicano con un varetazo en el cuello, producido cuando toreaba al cuarto toro. Al pasar de muleta, la madera de una banderilla le golpeó el cuello. Lógicamente acusó el dolor, se dirigió a la barrera, donde le vertieron agua en la herida, que sangraba -no demasiado-, volvió al toro, intentó embarcarlo por redondos y al comprobar que se quedaba corto, resolvió cuadrar y matar. Escuchó aplausos cuando se dirigía a la enfermería, acompañado de un peón.Nadie -ni Armillita- podía imaginar que el palotazo hubiera causado tanto daño. i15 centímetros de profundidad! Se pone uno en su lugar, calcula 15 centímetros de banderilla entrándole en su propio cuello y deduce que lo ha traspasado de parte a parte. Grima da imaginarlo.

[...] En el tendido también acaecían percances aunque, naturalmente, de otro signo. Los varetazos venían en forma de lipotimias y afectaban principalmente a las mujeres. No todas a la vez, sino por turno, con el debido orden y concierto. Quiere decirse que se desvaneció una mujer en el tendido 1 abriendo marcha y los vecinos de localidad se arremolinaron para darle aire venteando vigorosamente el programa oficial. Ocurrió el incidente durante la lidia del tercero. Durante la lidia del cuarto le sobrevino el deliquio a una del tendido 10; durante la del quinto, a otra del tendido 9. La epidemia se iba extendiendo progresivamente y en redondo por el graderío. Menos mal que acabó la corrida y ya no se desmayó nadie más». 

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