martes, 16 de septiembre de 2014

El invitado pobre a la mesa de las figuras traía hambre


Este lunes, en Salamanca, Ponce, Juli, Perera y Del Álamo formaban el cartel con ocho toros de Garcigrande. 8 toros 8. Pasadas las nueve de la noche y superadas las tres horas de corrida, durante la faena al octavo Garcigrande, el invitado pobre a la mesa de las figuras -que no era el Plácido de Berlanga sino Juan del Álamo- dio una lección de clase ante las barbas de los jerarcas del escalafón. El torero mirobrigense tiene aquello que ni se compra ni se vende: naturalidad, improvisación y gusto, sin trampas ni resabios. Es una tauromaquia noble, intemporal, liberada de modas. Y, encima, esta vez mató bien.
 
 
Tras 8 toros 8, prácticamente sólo recuerdo el trasteo de Del Álamo y la faena del Juli al segundo Garcigrande, un toro descastado, malo y peligroso. Con esa prenda, me reconcilié con Juli, justo cuando se rumorea que el próximo año apenas hará campaña en España con el fin de exiliarse en las Américas. Sea como fuere, en La Glorieta estuvo hecho un tío y un maestro. Dio una lección de poderío emocionante. Desplegó la muleta y puso en práctica aquella frase de Muñoz Seca de "mantenella y no enmendalla" hasta que el belcebú rodó sobre el albero. El Juli gana ante lo difícil. No cabe duda.
 
 
En cualquier momento, las figuras pueden ponerle la cruz a Garcigrande si echa dos toros más como aquel. Bien es sabido que la gratitud es una cualidad que flaquea en el corazón de un torero.
 

Fotos: Carlos Pereletegui
 
Estos dos momentos, las faenas de Juan del Álamo y El Juli, son los dos únicos recuerdos nítidos que mantengo de la tarde. Ocho toros nublan la vista y el juicio de cualquiera. También se me ha quedado en la retina la imagen del maestro El Viti y Morante de la Puebla -que torea hoy- contemplando, juntos, la tarde desde una barrera. El primero, impecable, vestido con chaqueta y corbata. Un señor. El segundo, con su estilo bohemio e indescriptible, una chaqueta roja y el eterno puro de dos palmos. Fuera, esperaba aparcado, escupiendo una música infernal, el autobús del arte y el miedo...

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