Ya inscrito [en la Escuela Taurina de Madrid], ese mismo día me dispuse a entrenar con los demás; mi padre había ido al Rastro y me compró todo el equipo: un capote y una muleta, que por cierto me venían grandísimos, mi espada de ayuda, el palillo para la muleta y el pañuelo de hierbas para hacer el típico lío de los maletillas. Creo que él disfrutó más que yo con el asunto.
[...] Y cuando ya me iba a poner a torear -a mi manera, porque yo no tenía ni puta idea- llegó uno de los profesores y me dijo que dejara los trastos quietos y que me pusiera a andar. Estuve dando vueltas y más vueltas a la plaza hasta que acabaron las clases. ¡Dos horas! Luego me enseñaron a doblar el capote y la muleta, los até en el pañuelo y me mandaron para casa. Al día siguiente se repitió la operación: monté la muleta yo solo y cuando me disponía a torear de salón me volvieron a decir lo mismo: ponte a andar. Y otra vez vueltas y más vueltas hasta el final de la tarde. Tres días me tuvieron así. Pasado el tiempo, cuando ya era uno de los alumnos aventajados, me atreví a preguntar a don José de la Cal por qué hizo aquello conmigo.
- Porque no sabías andar, porque no andabas en torero -me contestó.
Era verdad, porque, como chulito del barrio, caminaba de puntillas y moviendo los hombros. De "vacileta". Hasta que no me vio caminar erguido y posando bien los pies sobre la arena aquel hombre no me dejó coger un capote. Aprender a andar, ésa fue la primera lección que me dieron en la Escuela Taurina de Madrid. Eran, claro, mis primeros pasos en el toreo.
Autobiografía de José Miguel Arroyo, "Joselito, el verdadero"
Los andares, las heshuras, el garbo, la torería, irse andando pa la cara del toro, haserle el embroque en la misma cara y clavarle un para salir de la misma manera: andando.
ResponderEliminarAndando, ojú que cosa.
He leído lo del título de FP Básica de Tauromaquia y sólo pueden matricularse alumnos con 15 a 17 años, condición absolutamente injusta y discriminatoria, porque una cosa es tener un título y otra ejercer la profesión. Yo permitiría que a esa FP taurina pudiera acceder cualquier persona a cualquier edad, varón o hembra, simplemente para adquirir formación en una tarea u oficio que te emociona, como si te expidieran un título de cocinero o cocinera y luego no trabajaras para El Bulli, sino para tí mismo. Perviviría aún más la afición.
ResponderEliminarBasta leer el enunciado de algunas asignaturas para apuntarse con pasión y cariño a la tarea: "Lidia", " Liturgia taurina", "Suertes". Maravilloso todo.
Yo me imagino a Gloria aprendiendo a torear a la verónica, así, adelantada la pierna contraria, cargando la suerte, la barbilla pegándole en el pecho y su pelo rubio recogido, y me apunto rápidamente de toro en el Ministerio del Interior.
Beso Gloria.