sábado, 6 de octubre de 2012

Ahí va un hombre, ahí va un torero: hasta pronto, Fundi


Brindó al público sabiendo que no era de brindis. El último toro en Madrid, “Caraserio” se llamaba, salió sin fuerza, derrengado por bajo en el embroque y a la defensiva si se le toreaba por alto. Fundi sabía que no era toro de brindis, ¿pero qué otra cosa podía hacer? Seguir adelante, una vez más, contra las circunstancias, como siempre ha hecho. Hay un pasaje de Baroja en Zalacaín que resume lo que ha sido su trayectoria en el toro: “Hay hombres para quienes la vida es de una facilidad extraordinaria. Son algo así como una esfera que rueda por un plano inclinado, sin tropiezo, sin dificultad alguna. ¿Es talento, es instinto o es suerte? Los propios interesados aseguran ser instinto o talento; sus enemigos dicen casualidad, suerte, y esto es más probable que lo otro, porque hay hombres excelentemente dispuestos para la vida, inteligentes, enérgicos, fuertes y que, sin embargo, no hacen más que detenerse y tropezar en todo. Un proverbio vasco dice: «El buen valor asusta a la mala suerte». Y esto es verdad a veces..., cuando se tiene buena suerte”.

Fotografía: Paloma Aguilar

Para su última tarde en Madrid, Fundi eligió un vestido grana con los bordados en azabache. Era el mismo terno que llevaba el pasado San Isidro cuando, bajo el diluvio, le sonaron los tres avisos y le echaron un Guardiola al corral. Con este detalle, quería el de Fuenlabrada sacarse la espina, pero tampoco pudo ser este viernes. La espina quedará clavada en él, como tantas otras que le curten desde hace 25 años, cuando se hizo matador de toros. Los hombres están hechos a base de astillas que no han sido capaces de arrancarse por los azares de la suerte. Eso los distingue de los niños, que comienzan la vida impolutos y sin un solo arañazo.

Fundi, el pasado 21 de mayo

A otros hombres, como escribía Baroja, la fortuna les visita a menudo. Es el caso del Cid en cada sorteo. Se llevó la bolita con el nombre de “Gracioso”, un toro negro y cinqueño del Puerto de San Lorenzo con galope alegre, pronto, humillado y que hacía el avión por ambos pitones. De lío gordo. El Cid se echó la muleta a la izquierda, la que fue su mano y la de los billetes, para dejar dos tandas de claroscuros hasta que se percató de que “Gracioso” embestía aún mejor por el derecho. De nuevo, anduvo irregular, sobre todo en la colocación, quedándose al hilo en varias ocasiones. Lo mató de múltiples pinchazos y al del Puerto las mulillas lo arrastraron con las orejas puestas. El de Salteras estuvo mejor con el quinto, un animal deslucido y que perdía las manos, al que toreó con pericia. Pero en lo que realmente destacó El Cid este viernes fue en la lidia, tanto para poner a sus toros en suerte, como para echarle un quite a sus compañeros.


Cerró cartel otro sevillano, Daniel Luque, al que siempre describen como una eterna promesa y, a este paso, así seguirá. El sexto toro del Puerto era para cortarle una oreja -se lo descubrió Antonio Manuel Punta con el capote-, sin embargo, la faena de muleta fue violenta y el negro bragado fue recortando más la embestida hasta descomponerlo todo. Trasteo, por cierto, larguísimo que aburrió hasta al más templado. Al tercero del Puerto, un inválido que apenas se tenía en pie, lo lanceó con gusto con el capote. Al igual que El Cid, tuvo el bonito detalle de brindarle un toro al maestro que se despedía.


Seguiremos viendo al Fundi en Las Ventas a la salida de los toros, donde es raro que se pierda una corrida. Cruzaremos el umbral que da al patio de arrastre a su paso, un paso cargado de hombría y dignidad, de persona seria y cabal, murmurando: “¡ahí va un torero!”. Porque torero se es dentro y fuera de la plaza. Gracias, Fundi.

Fotografías: Juan Pelegrín

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