sábado, 13 de octubre de 2012

Hopper: alegoría de la soledad

Josephine Nivison dijo sobre su marido, el pintor Edward Hopper: "Hablar con él es como tirar una piedra a un pozo, solo que no suena un golpe cuando llega al fondo". En silencio, fueron un matrimonio feliz durante más de 40 años, hasta que él falleció en 1967. Parecían incompatibles, cuando, en realidad, eran inseparables. Ciertos silencios hacen más y mejor compañía que multitudinarias tertulias.

Duke Ellington interpreta "Solitude" (1934)

"Una pareja descansa en el salón de su casa. Se trata de una escena de tranquilidad doméstica en la cual un hombre y una mujer se dejan absorber por sus propios pensamientos y parecen cómodos en el encierro de su pequeño apartamento. Pero ¿están realmente cómodos? Se trata de uno de esos momentos muertos que son más característicos de nuestras vidas de lo que estamos dispuestos a reconocer. El aislamiento puede florecer en compañía de otro. El hombre y la mujer están atrapados, fijos en un equilibrio triste. Nuestra mirada se dirige a un punto entre los dos, a la puerta, que no se ha cerrado para cada uno, sino para ambos a la vez".


"En los cuadros de Hopper se encuentra el cuestionamiento de nuestro modo de afrontar el tiempo: qué hacemos con él y qué hace él de nosotros. En muchos cuadros de Hopper hay una espera aconteciendo. La gente a la que Hopper pinta parece no tener nada que hacer. Son como personajes que se hubiesen quedado sin un papel que desempeñar, y ahora, atrapados en el espacio de su espera, deben hacerse compañía, sin lugar adonde ir, sin futuro".


"La gente mira al vacío: parecen estar en cualquier parte menos en donde efectivamente se encuentran, perdidos en un misterio que los cuadros no pueden revelarnos y que solo podemos intentar adivinar. Es como si fuésemos testigos de un acontecimiento que somos incapaces de nombrar. Sentimos la presencia de lo que permanece oculto [...] Hopper ejerce su poder sobre nosotros con extraordinario tacto: dándole forma a la privacidad, otorgándole un espacio donde pueda ser atestiguada sin ser violada. Las habiaciones de Hopper son tristes refugios del deseo".


"Cine de Nueva York. En uno de los lados del cuadro vemos a una acomodadora sumergida en sus pensamientos. En el otro, a unos cuantos espectadores viendo una película. La elección de la acomodadora, la privacidad en lugar de la pantalla iluminada, su introversión, se gana nuestra simpatía... ¿No es cierto que sólo somos capaces de mirar realmente cuando apartamos la mirada de lo que está frente a nosotros y la dirigimos a nuestro interior? Es en la intimidad de nuestros pensamientos donde retenemos las imágenes, y donde éstas, eventualmente, pasan a formar parte de nuestro conocimiento del mundo".

(Textos: Mark Strand)

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