Un buen amigo, desconcertado por la psique femenina, me ha pedido que elabore una "clasificación de hombres". Le contesté que generalizar siempre resulta peligroso e inexacto, sin embargo, accedí a escribir una lista con los tipos de hombres más comunes en la actualidad, es decir, de ciudadanos del sexo masculino, nacionalidad española y nacidos entre 1970 y 1995. Ni son todos los que están, ni están todos los que son... pero allá vamos.
1-. El Narciso. El Narciso, también llamado "metrosexual", se encuentra a medio camino entre el hombre y la mujer. Vive para él mismo y para cultivar su belleza: compra cremas embellecedoras, dedica numerosas horas a su peinado, su segundo hogar es el gimnasio, cuida meticulosamente su estilismo, admira a tipos como David Beckham y escucha música melódica, del estilo Cadena Dial. Habla excesivamente para ser un hombre y las mujeres representan un bonito complemento que remata el "look". Su instinto sexual es, pues, tan nulo como su masculinidad. Resumiendo: se trata de un homosexual, aunque él mismo no lo sabe.
2-. El Pijo. El Pijo vive enamorado de su palo de golf, que abrillanta meticulosamente todos los domingos por la noche. En invierno, abandona temporalmente el "Green" para ponerse los esquís. Desea profundamente pertenecer a la élite, así que frecuenta los "saraos" más esnobs y los "afterworks" más "in", donde pide gintonics con pétalos de rosa. Se le distingue rápidamente porque la esfera de su reloj de pulsera es más grande que el Big Ben. Con sus parejas es bastante meloso, utilizando constantemente apelativos amorosos, como "cariño", "amor", "cielo", "vida", "reina", etc.
2-. El Pijo. El Pijo vive enamorado de su palo de golf, que abrillanta meticulosamente todos los domingos por la noche. En invierno, abandona temporalmente el "Green" para ponerse los esquís. Desea profundamente pertenecer a la élite, así que frecuenta los "saraos" más esnobs y los "afterworks" más "in", donde pide gintonics con pétalos de rosa. Se le distingue rápidamente porque la esfera de su reloj de pulsera es más grande que el Big Ben. Con sus parejas es bastante meloso, utilizando constantemente apelativos amorosos, como "cariño", "amor", "cielo", "vida", "reina", etc.
3-. El Inmaduro. Padece el Síndrome de Peter Pan en grado extremo. Suele guardar la novela de El Principito y la película Amelie en el cajón de la mesilla de noche. Habita bajo el techo materno y, aunque es buen hijo, jamás ha hecho la cama, no sabe qué es una lavadora y le encanta que le llamen a la mesa a la hora de la comida. Tiene un trabajito, sale con los amigotes del barrio, sigue apuntado al equipo de futbito, juega a la consola y vive como un marajá. Es consciente de que una esposa jamás lo tratará tan bien como su madre, así que, para matar el gusanillo, no pasa de fugaces affaires... en casa de ella, por supuesto. A su lado, las mujeres desarrollan su instinto protector.
4-. El Perroflauta. Es el grado extremo del caso anterior, es decir, un Inmaduro que ni estudia ni trabaja, que vive en comuna a pesar de que sus padres financian hasta el más mínimo gasto, que fuma porros como quien respira y que cultiva el estilo guarro (rastas, piercings, tatuajes, pantalones con la cintura a la altura de las rodillas, camisetas rotas de Extremoduro, etc.). Suele buscarse un chucho sarnoso que le hace compañía y, a veces, aprende a hacer juegos malabares o a jugar al diavolo. No abandona el gueto, así que sale con otras perroflautas, góticas, hippiosas, okupas o "miembras" de diversas tribus urbanas.
4-. El Perroflauta. Es el grado extremo del caso anterior, es decir, un Inmaduro que ni estudia ni trabaja, que vive en comuna a pesar de que sus padres financian hasta el más mínimo gasto, que fuma porros como quien respira y que cultiva el estilo guarro (rastas, piercings, tatuajes, pantalones con la cintura a la altura de las rodillas, camisetas rotas de Extremoduro, etc.). Suele buscarse un chucho sarnoso que le hace compañía y, a veces, aprende a hacer juegos malabares o a jugar al diavolo. No abandona el gueto, así que sale con otras perroflautas, góticas, hippiosas, okupas o "miembras" de diversas tribus urbanas.
5-. El Pastueño. De todos, es el mejor marido: manso, obediente, cariñoso, paternal, cumplidor... Causa furor entre las suegras, disfruta viendo las películas de dibujos animados con los niños de la casa, conduce impresionantemente bien el carrito de la compra, no da un dolor de cabeza... pero aburre a las ovejas. Cuando se aproxima a la treintena y obtiene un trabajo más o menos estable, las mocitas casaderas de buena familia se lo rifan. Al llegar a la cuarentena, aquellas mocitas, convertidas ya en esposas, se buscan un entrenador personal para llenar ciertos "vacíos". El Pastueño acaba de niñero mientras la mujer le pone los cuernos en el gimnasio, sin embargo, como es tan bueno, guarda un respetuoso silencio con el fin de no molestar.
6-. El Divorciado. El Divorciado no nace: se hace. Generalmente, comienza siendo un hombre de la categoría 3 (hasta que, un buen día, viendo Peter Pan, cae en la cuenta de que, como una madre, no hay nada) o de la categoría 5 (cuando los cuernos le impiden atravesar el umbral de las puertas). Suele venir con "bebé a bordo" y, por ello, busca desesperadamente a una mujer buena y comprensiva que quiera hacerse cargo del paquete completo. Lo más normal es que el Divorciado con hijos acabe juntándose con la Divorciada con hijos formando una familia de una asombrosa variedad genética.
7-. El Golfo. Todo un clásico que perdura con el paso de los años: atractivo, viril, vividor, infiel, mentiroso, mujeriego, egoísta, simpático, adulador... Adora sentirse deseado y, cuando las relaciones se ponen tormentosas, sale de najas. Las mujeres piensan que pueden domesticarlo -incluso cambiarlo-, fracasando estrepitosamente. El Golfo se adora a sí mismo.
NOTA-. Si algún lector de entre 20 y 45 años no se siente identificado con ningún modelo, que redacte él mismo la categoría octava. Y, de paso, que deje su número de teléfono.
NOTA-. Si algún lector de entre 20 y 45 años no se siente identificado con ningún modelo, que redacte él mismo la categoría octava. Y, de paso, que deje su número de teléfono.
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