"Te juzgué melón y me resultaste calabaza"
La expresión "dar calabazas" posee un significado curioso. Los griegos, siempre sabios, sostenían que esta cucurbitácea era "anti-afrodisíaca", por lo que la recetaban para apagar la llama de la lujuria. Más adelante, durante la Edad Media, el clero tomó nota de las enseñanzas clásicas y recomendó mascar pepitas de calabaza mientras se rezaba con el fin de alejar los pensamientos impuros. Ya en el siglo XVII, la expresión comenzó a adoptar su actual significado: desairar o rechazar a un enamorado. Un poco después, en el Diccionario de la Real Academia de 1780, figura la siguiente acepción: "desechar las mujeres la proposición de algún novio". No conviene olvidar que la calabaza es un fruto atractivo y aparente por fuera... pero soso por dentro. Como un mal novio.
Siffler sur la colline es una simpática canción de 1969 que narra la historia de una guapa pastora que manda a un pobre incauto a esperarla, con flores y silbando, en la cumbre de la colina. Y ella, por supuesto, jamás aparece.
Elle m'a dit d'aller siffler là-haut sur la colline
De l'attendre avec un petit bouquet d'églantines
J'ai cueilli des fleurs et j'ai sifflé tant que j'ai pu
J'ai attendu, attendu, elle n'est jamais venue.
De l'attendre avec un petit bouquet d'églantines
J'ai cueilli des fleurs et j'ai sifflé tant que j'ai pu
J'ai attendu, attendu, elle n'est jamais venue.
En el mismo año en que Gainsbourg y Birkin arrasaban con su Je t'aime moi non plus, Joe Dassin hacía lo propio con la pastorcilla que daba calabazas.
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