jueves, 18 de abril de 2013

Tarde y noche en la feria


LA TARDE
 
La feria queda poco tiempo sola. A poco de irse los de la mañana, una mañana que se alarga con unas horas de la tarde, y se fueron a los toros los que se quedaron a almorzar en la feria, empieza a llegar otro público. El que no va a los toros.
 
Por la tarde tiene la feria otra cara. Se han retirado los caballos y han entrado los coches que vienen de la plaza. La mujer que iba a caballo por la mañana, va ahora en el coche con la mantilla y flores. Esta es la hora y el atuendo y el sitio de las flores. Insistimos que a caballo, no. En las casetas empieza el baile por sevillanas, que ya se ha iniciado por la mañana, que ya no ha de cesar hasta que se duerma la feria de madrugada. Se habla de toros. No de toros, que de toros ya no se habla, sino de los toreros que tomaron parte en la corrida, sin mencionar el toro. Es decir, que se habla a medias.
 
En la época de Gallito y Belmonte había tres casetas muy taurinas: la de Joselito, la de Belmonte y la de Rafael el Gallo. Puede que alguno se extrañe de que José y Rafael, hermanos, tuvieran casetas distintas. Sepan que tenían distintos partidarios, porque era distinto su toreo. Entonces los partidarios tenían un sentido del toreo. Los partidos no tienen o no deben tener nombre, tienen estilo. La caseta y los partidarios de Rafael ("El Gallinero") respondían a su estilo. No eran aficionados, eran creyentes.

 
LA NOCHE
 
El ruido de la feria ha llegado a su tono máximo. Pianos, palillos (casteñuelas), palmas, sevillanas cantadas y bailadas, tacones que pisan fuerte en madera, cascabeles de coches, voces que van de un lado a otro como serpentinas invisibles, todo esto, al fundirse, hace el ruido de la feria. Y aún se refuerza con un eco de altavoces y estampidos que llegan de la calle del Infierno. Cuando el día está tardeando para irse, se enciende la feria, y un sol se empalma con otro sol, como si el sol viniera a ver la feria. En el cielo estrellado de Andalucía no se ve esta noche ni una estrella, porque con todas se ha hecho el toldo luminoso de la feria. En las casetas, sobre un fondo de sevillanas, que quiebran las ágiles y flexibles cinturas, y hay un revuelo de lunares, mientras los brazos acarician el aire. ¿Cuántos palillos chocan a un tiempo? ¿Cuántos brazos se elevan en la exaltación del baile?

 
Hay bailes que son un monólogo, solitarios de la dama, como supervivientes de una pareja que la muerte separó. Este de las sevillanas es un diálogo; tiene su pareja enfrente, se acarician con los brazos y con los ojos, se buscan con los pies, y se dicen cosas al oído con los labios de las castañuelas. Aunque parecen esquivarse, es para retardar el momento, para desearse más. Al fin se rinden: la cintura quebrada, las caras juntas, el brazo de él en el talle de ella, los brazos de ellas, después de elevarlos en dos interrogantes, caen desmayados, con los dedos deshechos en cintas de colores, que buscan para ocultarse los flecos donde el mantón de deshace en llanto de crespón.
 
[...] La emoción se había apoderado de la noche; los flamencos, cambiando el gesto de burla por el de admiración, decían, con su acusada sensibilidad, que aquello "no se podía aguantar".
 
GREGORIO CORROCHANO
"Cuando suena el clarín", 1961
 

1 comentario:

  1. bien,templados y largos,despasitos y abrochados en la cintura,enorabuena por tu blog, yo tanbien tengo uno.
    www.chicuelinasalpaso.blogspot.com

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