martes, 6 de noviembre de 2012

El buey suelto ya no se lame tan bien


De vez en cuando, me gusta echar un vistazo a los blogs argentinos. ¡Son estupendos! En "Tengo mal de amores" han clasificado a los solterones en siete categorías: el gordo y negligente, el quisquilloso e histérico, el raro, el mujeriego, el serio, el Rock Hudson y el que vive con la madre. De todos ellos, me quedo con este último. Así lo describen: "Bueno, no es tan grave que viva con la mamá, pensás, en un rapto de entusiasmo inicial. Después de todo, ella es macanuda. Este solterón ya pasó los cuarenta. Pero esto no importaría si no fuera que los domingos, después de pasar un fin de semana romántico en la playa, quiere llegar temprano a su casa. Para estar con mamá. La revelación llega una madrugada fatídica, después de soñar que te estás casando con tu suegra".


A finales de la primera década del siglo XX, se estrenó en el madrileño teatro de La Zarzuela un pasatiempo que llevaba por nombre "El club de las solteras", del libretista Luis Pascual Frutos. En la obra figuraba una canción inmediatamente popularizada por su intérprete, la saladísima Consuelo Mayendía.

"Yo conozco muchos hombres
que abominan del casorio,
porque temen a las suegras
y a otras cosas que no nombro.
Y por eso hay en el mundo
tanto viejo solterón,
que concluye por quedarse
como el gallo de Morón".

El pequeño azulejo de "Solterito y cuarentón, qué suerte tienes, ladrón" que encontré paseando por el barrio de Santa Cruz está pasado de moda. Ser hombre y soltero vuelve a ser una desgracia (eso dicen, al menos, en El País).



"Qué desolación me da
ver la nevera vacía,
con lo bien que yo comía
en casa de mi mamá.
A la vuelta de una farra,
bien mamao como es debido,
qué bien sienta una cenita
pa´luego dormir tranquilo.
No se sueña nada ilustre
cuando el buche está vacío".

Los malabaristas del marketing dejaron de rifarse a los singles porque estos también se han quedado tiesos con la crisis (en las librerías ya no se agota el best-seller "Microondas para uno"). Y encima pagan más impuestos. Habría que reescribir un "A la lima y al limón" paritario. ¡El soltero de oro ha pasado a la historia, oiga!



"Y los niños cantan a la rueda, rueda,
Esta triste copla que el viento le lleva.
A la lima y al limón,
tú no tienes quien te quiera.
A la lima y al limón,
te vas a quedar soltera/o.
Qué penita y que dolor,
la vecinita/el vecinito de enfrente soltera/o se quedó.
Solterita/o se quedó.
A la lima y al limón".


Una solución para acabar con el maleficio del single consiste en peregrinar hasta la preciosa iglesia de Santa Ana, la Catedral de Triana, para pegarle un puntapié en la cabeza a Íñigo López. La leyenda cuenta que el hombre/mujer (la paridad,recuerden) que le pegue siete patadas a su lauda sepulcral contraerá matrimonio. Esta lápida, por cierto, obra de Niculoso Pisano (1503), es sumamente original porque sustituye el mármol tradicional por el azulejo pintado. De tanto taconazo, el dibujo de la cara de Íñigo López ha ido desapareciendo con el transcurrir de los siglos.

Hoy por hoy, el difunto Iñigo López sigue siendo un enigma.
Su título o profesión también ha sido borrado del epitafio que le enmarca

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