jueves, 1 de noviembre de 2012

Las otroras solemnes y sagradas tardes de toros


Los de la Warner (padres de Bugs Bunny y el Diablo de Tasmania) están preparando un armatoste para cubrir la plaza de toros de Las Ventas. Cuenta Martínez Uranga que la tapadera proviene de Finlandia y estará sobre nuestras cabezas a principios de diciembre. Como ya apuntamos hace unos días, el primer espectáculo en el coso cubierto será el I Festival Internacional del Circo. Cuando se marchen los payasos, nos endosarán conciertos de estrellas internacionales, partidos de baloncesto y tenis o desfiles de moda. (leer más sobre el horror aquí). Todo, por supuesto, sobre el mismo albero donde cada año decenas de hombres salvan, a duras penas, una serie de valores que nuestra sociedad destruye: el esfuerzo, la superación personal, la dignidad, el valor, el respeto al rito y la hombría, entre muchos otros. A partir de este invierno, gracias a la dichosa tapadera, Las Ventas dejará de ser la Catedral del Toreo para convertirse en la sede de Warner Bros. Entertainment.


El sacrilegio se completará cuando la Comunidad de Madrid se salga con la suya y cubra definitivamente la plaza, con el fin de incluirla en el odioso proyecto olímpico de Madrid 2020 como sede del baloncesto.


Quizás, para que los aficionados fuésemos entrando por el aro, nos montaron el pasado San Isidro la carpa del Arte y la Cultura -obra de Casas Productions y Antonio Vázquez- a la vera del Patio de Cuadrillas. Aquel chiringuito, donde un espantapájaros disfrazado de corto daba la bienvenida a los maqueados paseantes, resultó ruinoso y dejó un agujero negro, muy negro, de cientos de miles de euros. Tan zaínas se preveían las cuentas que, desde el primer minuto, Taurodelta se lavó las manos. Al respecto, el pasado mes de mayo publiqué un breve texto titulado "Sembrar lirios en un patatal".


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La palabra “cultura” etimológicamente proviene de la acepción latina “cultum” que significa “cultivar”. Tras los acontecimientos de los últimos días, germina la duda, ya que hablamos sobre siembras, de qué rayos estamos cultivando bajo el engañoso concepto de “cultura taurina”. Porque la cultura taurina es maravillosa e imprescindible siempre y cuando el acento recaiga sobre la segunda palabra: “taurina”. Si la base taurina es rica y sólida, la cultura brotará después de forma natural, igual que crece el trigo o brotan uvas de las parras. En cambio, si se confunde lo accesorio de lo fundamental, corremos el riesgo de pretender plantar lirios en un patatal.
Estos nuevos aires del arte y la cultura taurina rezuman misericordia social…; son una petición desesperada de clemencia: “-Perdonadme, me gustan los toros. Está mal. Lo sé… pero, mirad, hay más bárbaros como yo, y son intelectuales. ¡Incluso hemos cambiado de Ministerio!”.
La sociedad nos obliga a barnizar culturalmente la Fiesta, pero no nos distraigamos: el verdadero problema no es éste, sino otro mucho más profundo. ¿Una carpa va a mejorar los carteles de este San Isidro? Ni mucho menos. ¿Una carpa va a captar la atención de la gente joven no aficionada? Posiblemente, si bien, en cuanto entren en la plaza y asistan a un espectáculo falto de emoción, saldrán de najas. Este tenderete puede servirnos para aprobar dibujo y gimnasia, sin embargo, seguiremos suspendiendo matemáticas y lenguaje. Una carpa debe ser el complemento de la feria, jamás el cimiento.
Los toros –que no huelen a Loewe- son cultura, indudablemente, pero también sol y moscas. Y conmoción, sudor, sangre, muerte y vida. Si no emocionamos desde lo más profundo, la cultura, por primera vez en la Historia, se desligará de la Tauromaquia. ¡Que un torero abra la Puerta Grande de Las Ventas de par en par ante un toro bravo y que los “olés” ensordezcan todo Madrid! ¡Que una multitud lleve a ese torero en volandas hasta el Retiro o la Cibeles mientras le arranca los alamares! Ésa debe ser la verdadera razón de ser de la Fiesta, el orgullo de los aficionados, la verdadera semilla de las odas y los laureles».

A los aficionados nunca nos gustó la carpa de la Kultura y el Arte que no se´podía aguantá, como bien la bautizó Javier. A falta de uno, la próxima temporada vamos a tener otro tipi indio el doble de grande. Un ejemplo más de la banalización de la cultura que, por supuesto, también ha devorado a las otroras solemnes y sagradas tardes de toros.
¿Qué escribiría Joaquín Vidal de saber que van a cubrir su plaza?

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