lunes, 23 de febrero de 2015

Álvaro, el nuevo discípulo de los Lozano


En las últimas filas del Palacio de Vistalegre, varios estudiantes de la Facultad de Veterinaria insuflaban ánimo a su compañero con una pancarta escrita a mano; cada vez que Álvaro Lorenzo daba la vuelta al ruedo paseando un trofeo, los jóvenes agitaban alegremente el letrero. Los alumnos de la Complutense tuvieron mucho trabajo el pasado sábado, pues el novillero toledano cortó la friolera de cinco orejas. Después de este hartazón de pelúas a las puertas de Madrid, Álvaro tendrá que apartar los apuntes de veterinaria por un tiempo.


¡Mira que son buenos maestros los Lozano! Unos auténticos magos "haciendo" toreros, sobre todo Pablo padre. Con la ayuda de sus mentores, Álvaro se ha aplicado a fondo. A los presentes -un tercio del aforo-, nos sorprendió su toreo de capa, con las manitas bajas, templadísimo, casi meciéndose. Si esos capotazos los llega a pegar Morante, lo habrían cantado hasta en la China. Con la muleta, el aspirante a veterinario no anduvo tan soberbio, pero aprobó con holgura, especialmente al natural, enganchando adelante y rematando bien atrás. Por si fuera poco, mató con eficacia. ¿Qué más se le puede pedir a un novillero?

Fotos: Conchita Ledesma

Para que esta gratísima sorpresa surgiera al inicio de temporada cual truco de brujería toledana, los Lozano no se la jugaron con los mimbres: los experimentos, con gaseosa y en casa, esto es, en el laboratorio de Alcurrucén. Para el festejo en Vistalegre, apostaron por una ganadería de garantías como la de Domingo Hernández que, cumpliendo con el pronóstico, embarcó tres novillos gachos que eran máquinas de embestir, principalmente el negrito que hizo segundo.


Más osado fue el apoderado de David Martín quien, desafortunadamente, eligió utreros de Guadajira, procedencia Martelilla. ¡Arrea! El invento no salió bien y el novillero de Galapagar anduvo aperreado con su lote, a veces excesivamente blando y, otras, muy violento. Aunque cortó dos orejas por su valor y voluntad, al final del festejo, durante la salida a hombros, de quien hablaba todo el mundo era de Álvaro, el nuevo discípulo de los Lozano. 

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