martes, 3 de febrero de 2015

Crêpes de nieve


Dice el refranero que, cuando la Candelaria (2 de febrero) plora, el invierno va fora. Sin embargo, este dicho suele fracasar: muchos años llueve por la Candelaria (en 2015, sin ir más lejos) y el invierno no está "fora" ni por casualidad. En algunos pueblos castellanos, más precavidos, matizan "que plore, que cante, invierno por detrás e invierno por delante". Personalmente, tengo comprobado que, cuando se celebra la Feria de Valdemorillo, hace una rasca monumental. Que se lo digan al pobre de Joaquín Vidal, que cada año se quedaba tieso en la plaza La Candelaria, otrora descubierta. Porque ir ahora a ver toros en Valdemorillo tiene encanto, pero poco mérito.

Como ver la televisión metido en la nevera, así son las corridas de Valdemorillo. Y cuando está despejado, tal que ayer, aún es peor, porque hiela; hiela al raso de la placita serrana, hiela el tendido, y brotes de escarcha brillan en la arena del redondel. Atruena pasodobles la banda de tres músicos, patalea el cotarro los compases para activar el pie […] Mil setecientas pesetas por ver una novillada en la nevera. Se trata de una afición insólita, cumbre, mundial. Sin embargo, pataleando pasodobles y tiritando es difícil degustar el toreo (artículo escrito en 1986). 


A los franceses, coincidiendo con la Candelaria ("La Chandeleur"), en vez de ir a la Feria de Valdemorillo, les da por hacer crêpes. En 1903, el novelista Jules Claretie evocó sus recuerdos de juventud ligados con esta fiesta, cuando la buena de Julie, la criada, le tendía la sartén para que viera si la fina capa de masa se estaba dorando correctamente y si podía darle la vuelta. Según los campesinos franceses, cocinar crêpes por la Candelaria -celebración que recuerda la presentación de Jesús en el Templo- traía buena suerte y aseguraba una abundante cosecha de trigo.

Une bonne Chandeleur équivalait, pour la brave servante, à une certitude de succès. Et, pendant les heures lourdes de toute une année, aux moments de trouble et de doute, quelle consolation de se rappeler la Chandeleur passée et de se dire, quand on a la foi des pauvres gens: «Bah! Tout finira par s’arranger, les crêpes ont été bien retournées!».


Este lunes, para continuar con la tradición y, de paso, fastidiar a los parisinos -que poco entienden de cosechas-, en el bistrot del Institut Français de Madrid han servido crêpes dulces y salados, entre ellos, los populares galettes bretonnes hechos con trigo sarraceno. La receta, aparentemente sencilla, tiene secreto: para que la buena ventura nos acompañe a lo largo del año, el primer crêpe hay que cocerlo y voltearlo con la mano derecha, mientras que con la izquierda se sujeta una moneda. De esta manera, no nos faltará ni el dinero ni el condumio hasta la próxima Candelaria.

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