El cruasán, tan tierno, nació en pleno período bélico, concretamente durante el segundo sitio de Viena de 1683, que marcó el declive del imperio otomano en Europa, cuando el gran visir Kara Mustafá lanzó una campaña contra el emperador Leopoldo I. Los turcos, que avanzaban con una fuerza abrumadora, rodearon Viena por la noche con la finalidad de sorprender al enemigo. A pesar de lo intempestivo de la hora, los habitantes de la ciudad de Danubio fueron alertados de esta invasión por los panaderos quienes, mientras trabajaban en sus obradores, escucharon extraños ruidos al otro lado de las murallas.
Finalmente, los turcos no consiguieron entrar en Viena y los panaderos fueron condecorados por el emperador. El gremio, muy contento, para mofarse de los perdedores, inventaron un pastel hojaldrado con forma de media luna, "Halbmond" en alemán. María Antonieta, la mujer de Luis XVI, se aficionó a este nuevo dulce vienés, introduciéndolo en Francia a la hora del desayuno, instaurando el croissant a la plancha.
Otra leyenda cuenta que Napoleón ideó la baguette cuando, en 1812, camino del frente ruso, pensaba en algo para alimentar a sus tropas, que fuera nutritivo, pesara poco y no ocupara excesivo espacio. Cuando recaló en Viena, los pasteleros le mostraron la baguette vienesa, el pan ideal para hacer bocadillos. Paréntesis de pan, de fiambre lleno... A la Grande Armée no le sentaron bien aquellos bocatas.
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