Dice el refranero que el sol de marzo conmueve, pero no resuelve, es decir, que promete más que da. Marzo también es el tiempo en que llegan las golondrinas y se siembra el garbanzo. Si recordamos Cien años de soledad, cada mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea de Macondo, y con un gran alboroto de pitos y timbales, daban a conocer los nuevos inventos: "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlarlas con el dedo". Al igual que Gabriel García Márquez -que vino al mundo el 6 de marzo de 1928-, Aureliano Buendía nació en el tercer mes del año... y con los ojos abiertos.
"Muchos años más tarde, un segundo antes de que el oficial de
los ejércitos regulares diera la orden de fuego al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía volvió a vivir la tibia tarde de marzo en que su
padre interrumpió la lección de física, y se quedó fascinado, con la mano en el
aire y los ojos inmóviles, oyendo a la distancia los pífanos y tambores y
sonajas de los gitanos que una vez más llegaban a la aldea, pregonando el último
y asombroso descubrimiento de los sabios de Memphis".
Mi manzano
tiene ya sombra y pájaros.
¡Qué brinco da mi sueño
de la luna al viento!
Mi manzano
da a lo verde sus brazos.
¡Desde marzo, cómo veo
la frente blanca de enero!
Mi manzano...
(viento bajo).
Mi manzano...
(cielo alto).
(Federico García Lorca)
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