Por todos es conocido el arte de Hércules para burlar y
capturar toros. Quizás por ello, Euristeo le encargó asesinar a Gerión, rey
mitológico de Tartessos, y robarle sus famosos astados retintos que pastaban en
la desembocadura del Guadalquivir. Hércules, eficaz como de costumbre, cumplió
con su cometido; sin embargo, más ducho en asuntos bélicos que cabestreros,
perdió por el camino parte de la manada cuando intentaba llevársela como
ofrenda a Euristeo. Cuenta la leyenda que, tras avatares diversos, algunos
toros del fallecido Gerión quedaron en el Campo de Gibraltar.
A comienzos del siglo VIII, las tropas árabes desembarcaron
en la Península
Ibérica y fundaron una ciudad que llamarían Isla Verde,
embrión de la actual Algeciras. Los musulmanes quedaron sorprendidos por los toros
tan fuertes, lustrosos y bien armados que encontraron en aquella zona… descendientes,
probablemente, del hato perdido por Hércules. Hasta tal punto que, al poco de
tiempo de instalarse, decidieron acabar con los animales más violentos porque
no les permitían arar las tierras.
Dichosamente, algunas cabezas sobrevivieron a la matanza,
formando, muchos años después, las ganaderías de Cebada Gago, Torrestrella, Carlos
Nuñez, Gavira, Núñez del Cuvillo y otras divisas, fundadoras todas ellas de la
mítica Ruta del Toro, entre Jerez de la Frontera y Tarifa. Lo que habría disfrutado Hércules
en la Venta El
Frenazo, a las puertas de Los Alcornocales, con esa sopa de tomate, capaz de
resucitar al mismísimo Gerión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario