Algeciras tuvo un coso llamado La Perseverancia (¡qué nombre tan apropiado!) y un café llamado La Taurina. Este último, se encontraba en la Plaza Alta -antigua Plaza de la Constitución-, pegado, pared con pared, a la Capilla de Europa. Bar e iglesia eran vecinos, cumpliendo aquel máximo latino de primum vivere, deinde philosophari, es decir, primero tómese unas cañas y después rece un Padre Nuestro. Por aquel entonces -finales de los 40 y la década de los 50-, Algeciras todavía vivía del mar y de la pesca.
Agustín Coronil Sarriá, padre de Andrés Coronil Rodríguez, comenzó a trabajar en La Taurina con tan sólo 12 añitos. Para llegar al fregadero, tenía que encaramarse a un cajón de cerveza, desde donde escuchaba las tertulias de los aficionados. Allí, entre vasos y clientes, se hizo un hombre. Fue su primer empleo y siempre lo recordó con cariño.
En abril de 1955, con 16 años, el torero Miguel Mateo Salcedo, Miguelín, debutó con picadores en La Perseverancia. A los 17 años, Agustín cambió de trabajo, el Café La Taurina desapareció, La Perseverancia fue demolida en 1975 y Algeciras le dio la espalda al mar.
Los aficionados más veteranos, cuando se reúnen en la Peña Miguelín de la Avenidad Fuerzas Armadas, aún recuerdan cómo su torero -heterodoxo y rebelde- provocaba a El Cordobés. Conocida es la anécdota del San Isidro de 1968, cuando el diestro de Algeciras se lanzó de espontáneo al ruedo madrileño vestido con chaqueta y corbata mientras su rival lidiaba un toro sin casta ni codicia; provocación que le valió una multa de 40.000 pesetas. No obstante, su verdadera venganza tuvo lugar durante la Corrida de la Prensa cuando, ante toros de don Antonio Pérez, Miguelín cortó la friolera de seis orejas, demostrando que era uno de los toreros de moda. El jueves 4 de julio de 1968, el ABC publicó la siguiente crónica: "El rotundo triunfo de Miguelín lo obtuvo a pulso, lo obtuvo con el reposo del torero que sabe lo que hace y lo que hacer, que sabe que esta Corrida de la Prensa era para él la definitiva. Y lo ha sido. Un grito coreado, muy futbolístico, resonó por los tendidos: ¡Miguelín! ¡Miguelín! Era el grito que le alzaba vencedor".
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