Era una pequeña tienda al pie de la carretera, sin ningún otro comercio alrededor, como una ensoñación en el mediodía del verano, con su pizarra a la entrada anunciando "abricots Royal Roussillon" y "pêches et nectarines pays". También vendían "brugnons". "Des fruits d´été", se leía en otro cartel, y de las cajas de cartón, brotaban las tonalidades cálidas: naranjas, amarillas, rojizas. No recuerdo el nombre de la tienda -¡había tantas similares en aquella carretera comarcal!-, únicamente que sólo podía accederse en coche. Y, por supuesto, el calor de justicia y la sed insoportable, aliviada por el jugo de aquella fruta, sembrada en algunas parcelas colindantes a la vía. ¡Qué dulzor tenían los melocotones! Las nectarinas se deshacían en la boca. "Fondre dans la bouche", decían allí, en aquel lugar perdido donde habían obrado el milagro: recuperar el sabor y el jugo de la fruta del verano.
Voici des fruits, des fleurs, des feuilles et des branches
Et puis voici mon coeur qui ne bat que pour vous.
Ne le déchirez pas avec vos deux mains blanches
Et qu'à vos yeux si beaux l'humble présent soit doux.
Et puis voici mon coeur qui ne bat que pour vous.
Ne le déchirez pas avec vos deux mains blanches
Et qu'à vos yeux si beaux l'humble présent soit doux.
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