lunes, 28 de octubre de 2013

Cajas de música


«-No sé si usted se ha fijado en mi caja de música -dijo-. Tiene sobre la tapa cinco muñecos músicos, articulados, en fila, con trajes de 1830 al 1850, o quizá más tarde. El de en medio, con frac azul, de botones dorados, chaleco blanco, barba y melenas, dirige la orquesta; a sus dos lados, uno toca el violín, y el otro el violonchelo; en los extremos, un negro toca la flauta, y el otro el tambor. Alrededor de ellos corren y giran dos bailarinas.

La caja no tiene marca de fábrica ni fecha. Delante, bajo un cristal, hay un tarjetón en el que se leen, con letras manuscritas, las piezas de música que tiene. Éstas son: El carnaval de Venecia, de Paganini; Ecco ridente il cielo, de El barbero de Sevilla, de Rossini.

Carlota y yo estábamos ya aburridos de oír todo esto. El viejo señor Lorenzo no se cansaba, y miraba con ojos ansiosos a sus muñecos para ver si realizaban sus movimientos con toda perfección o fallaban en algo».
 
(Pío Baroja)
 

Desde 1890, existe una tienda en Madrid donde sólo venden cajas de música, relojes de cuco, joyeros, bolas de agua y pianos. En una discreta esquina de la Plaza de las Salesas tienen su establecimiento, sacado como de un cuento. Dentro, en un ambiente mullido y cálido gracias a una gran alfombra de terciopelo rojo, se escuchan las notas de El Cascanueces de Tchaikowsky. Lamento la calidad de las fotos, pero las realicé con el móvil mientras paseaba ante las impolutas vitrinas.
 
 
A la salida, una excelente opción es merendar en Mamá Framboise, doblando la esquina. Una taza de chocolate caliente y una ración de bizcocho de la abuela ponen el broche perfecto a la tarde entre cajas de música de otra época.

 
"[...] ¿De qué templo,
De qué leve jardín en la montaña,
De qué vigilias ante un mar que ignoro,
De qué pudor de la melancolía,
De qué perdida y rescatada tarde,
Llegan a mí, su porvenir remoto?
No lo sabré. No importa. En esa música
Yo soy. Yo quiero ser. Yo me desangro".
 
(Jorge Luis Borges)

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