martes, 29 de octubre de 2013

Calenturas otoñales, casi todas son mortales

"Era inevitable: el olor de las almendras amargas
le recordaba siempre el destino de los amores contrariados"

(Gabriel García Márquez)
 

 Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
En el fondo de esta alma que ya no alegras,
Entre polvo de sueños y de ilusiones
Yacen entumecidas mis flores negras.
[…] Guarda, pues, este triste, débil manojo
Que te ofrezco de aquellas flores sombrías;
Guárdalo; nada temas: es un despojo
Del jardín de mis hondas melancolías.

El amor es quizás el sentimiento más bello y noble que el hombre puede sentir. Suele presentarse de muy diversas maneras, todo depende de la edad, del sexo, de las condiciones previas a su inicio, y así hasta el infinito.
 
[...] Pasa la pubertad y lo mismo sucede con la juventud que se va como dice la canción: "De prisa como el viento". Se entra en la edad adulta, entonces todo el fuego, todo el ímpetu desbocado, toda la locura desatada desaparece o se modera. El hombre se asienta y su conducta se hace más normal, se es más calmado, más reflexivo, se piensa y se razona mejor, se vuelve más sensato. Es entonces cuando se busca el complemento, cuando se inicia de manera definitiva el encontrar la media naranja, cuando se sienta cabeza, cuando se piensa fundar un hogar. Atrás han quedado los devaneos juveniles, los recuerdos son guardados en el arcón, y hasta olvidados. Y qué bueno que todo sea así pues: "Quien no la corre de joven, la corre de viejo".
 
Continúa el tiempo su marcha inexorable, la mayor parte de los individuos se tranquilizan, jamás se vuelven a alborotar, se transforman en pastueños, en hogareños, terminan sus días como la Mousmé de la canción: "apacible y dulcemente".
 
Pero en cambio otros dan la siguiente lidia:
 
Algunos que se pensaban que ya estaban más allá del bien y del mal se vuelven, como decía un amigo mío, a bullir, agarran su segundo aire y tratando de emular a José Alfredo Jiménez intentan "sacar juventud de su pasado"; craso error, pues lo único que va a aprender la que "viva con ellos" es a curar reumas y a no dormir, pero por la tosedera del viejo, ya que de "eso de moler, ni un grano". Además el vejete se expone a que su frente se vea coronada, y no precisamente de laureles, o bien a lo que dicen los dichos populares que son, como decía mi abuelita: "evangelios chiquitos". Ya que algunos dicen esto:
 
Casamiento a edad madura,
cornamenta o sepultura.
 
O también éste otro:
 
Calenturas otoñales,
casi todas son mortales.
 
[...] A todo lo dicho antes es a lo que se conoce como Amor Otoñal; se presenta en individuos que hace ya tiempo dejaron atrás sus mejores años, su primavera. A veces este tardío despertar alcanza estratos muy elevados, e inclusive se llegan a incubar pasiones tormentosas e intensas que pueden terminar en tragedia.
 
(HUMBERTO RUBALCAVA VALDIVIA)
 

[...] Muchos años han pasado
y sus guapezas y sus berretines
los fue dejando por los cafetines
como un castigo de Dios.

Solo y triste, casi enfermo,
con sus derrotas mordiéndole el alma,
volvió el malevo buscando su fama
que otro ya conquistó.

Ya no sos el mismo,
Ventarrón, de aquellos tiempos.
Sos cartón para el amigo
y para el maula un pobre cristo.

Y al sentir un tango
compadrón y retobado,
recordás aquel pasado,
las glorias guapas de Ventarrón.

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