viernes, 4 de octubre de 2013

Sonata de Otoño

Segundo festejo de la Feria de Otoño con temperatura, paradójicamente, veraniega. Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron toros de Victoriano del Río (2º, 3º y 4º) y De Cortés (1º, 5º y 6º), desiguales de hechuras y muchos con los cuatro años recién cumplidos. Mansearon en general, salvo el buen cuarto, Berbenero, ovacionado en el arrastre. Manuel Jesús “El Cid”, silencio y vuelta al ruedo; Iván Fandiño, oreja tras aviso y silencio; y Sebastián Ritter, que tomaba la alternativa, saludos y silencio.


Manuel Jesús volvió a ser El Cid, solo El Cid, aquél que ganó batallas después de muerto. Con los moros afilando las espadas en los tendidos de Las Ventas, dispuestos a sepultarle tras una faena vulgar al segundo de la tarde, regresó El Cid, no a lomos de Babieca, sino con la muleta en la mano izquierda, para recordarnos lo que fue: el torero de trazo largo, mucho vuelo y muñecas prodigiosas que nos emocionó años atrás. ¡Y cómo volvió a rugir el quiosco venteño en esta tarde de toreo caro al natural! La gratitud con El Cid de Salteras será eterna. Berbenero, un armado toro castaño de Victoriano del Río que previamente había manseado en el caballo, se arrancó con alegría en las telas del Cid que, desde el principio, comenzó a cuajarlo, torerísimo, al natural, con esa extraña facilidad que se esconde tras las faenas más bellas. Salvo una serie por la derecha, fue una faena a media altura, suave, cincelada con la mano de los billetes, terminada con unos remates clásicos y de enorme gusto. Como de costumbre, El Cid pinchó su gran obra, la que le hubiera abierto la Puerta Grande. La historia estaba ya escrita, igual que el propio Cantar. Sin embargo, la vuelta al ruedo final, con la plaza rendida como la ciudad de Valencia en 1099, resultó apoteósica.


Otra ovación clamorosa la recibió Fandiño al romper el paseíllo. Qué emoción produce ver a un hombre con la determinación de este matador, que no hace concesiones, ni da un paso atrás, ni perdona un quite. A Fandiño esta tarde le faltó toro. Su arrojo es tan grande que ninguno de su lote sirvió para apaciguar la sed que, desde el pasado San Isidro, le azoga el espíritu. Con el tercero, al que le cortó una oreja y cuya muerte brindó al doctor García Padrós, se entregó hasta que el animal claudicó. Imposible hacer más. Y con el quinto, se dio de bruces contra otro pozo seco.

Fotografías: @TierrasTaurinas

El colombiano Sebastián Ritter, que tomaba la alternativa, pechó con el lote más deslucido. El joven matador ha pasado de puntillas por la que es, hasta el momento, la tarde más importante de su carrera. Al igual que a Fandiño le deseamos que salde su cuenta con Las Ventas este domingo durante la corrida de Adolfo, al inédito Ritter esperamos volver a verle con otro ganado porque, salvo el cuarto y el inicio del tercero, a la corrida de Victoriano del Río le faltó fuerza y casta.

A la salida de la plaza, en el epílogo de lo que fue una sonata de otoño, le escuché decir a un espartano aficionado de Valladolid: “Con esto, ya tenemos para resistir el invierno. Sin calefacción, incluso”.

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