lunes, 2 de diciembre de 2013

Cuando Belmonte descubrió su propia muerte en un cuadro de Martínez de León

Patio de caballos por Martínez de León

Gran amigo de Juan Belmonte, con quien no sólo tenía en común el barrio trianero al que ambos arribaron contando con poca edad, el artista sevillano se convirtió en un magnífico captador de la tauromaquia y de la figura de su amigo, el Genio de Triana. El propio Juan Belmonte se refirió con estas afectuosas palabras a su amigo el pintor: "Merecía la pena ser torero, siquiera fuera para verse plasmado por este paisano mío, Martínez de León, un Maestro que quedará para la historia del arte y de la pintura".
 
Belmonte y Rafael El Gallo en Los Corales (Martínez de León)

Belmonte con sombrero, al margen del torero clásico (Martínez de León)

Hay una anécdota que refleja a la perfección la profunda amistad que unía al diestro y al artista de los pinceles y el carboncillo. Juan Belmonte se encontraba observando una pintura de Martínez de León, y éste reparó en que había suscitado en él un significativo interés, por lo que comentó:
 
- ¿Qué te parece el cuadro, Juan...? ¿Me estás escuchando, Juan...?
- Sí, sí, te escucho... Pero dime, ¿de dónde has sacao esa idea, Andrés...?
- No sé... Las ideas a veces vienen solas, Juan. ¿Acaso no te gusta...?
- Sí hombre, claro que me gusta. Precisamente con ella has plasmao en el lienzo un deseo que siempre tuve.
- Explícate un poco mejor, Juan...
- Olvida eso... pero te voy a confesar una cosa que ha de quedar entre tú y yo.
- Descuida, Juan.
- Ya que no se me concedió la gracia de morir en el ruedo como José, hubiera querido hacerlo como ese jinete en el campo de Gómez Cardeña: a caballo, y garrocha en mano.
- ¡Por Dió, Juan...! ¡Nunca pensé que me dirías una cosa así...
- No desearía otra muerte, Andrés. Pero sé que es mucho pedí.
 
Juan Belmonte en Gómez Cardeña visto por Antonio Casero
(Fuente del texto: catálogo de la exposición "Joselito y Belmonte, una revolución complementaria")

Supo torcer el curso de los ríos,
someter a otras leyes a la naturaleza,
decirle al viento: “Tú de aquí no pasas”.
Y del choque surgían
en la punta del asta una flor roja,
tiras de ropa blanca como plumas de ángel,
hilos de sangre, de saliva, de oro,
la zapatilla acaso (un ave negra).

Un periódico abierto baila en la mecedora;
pasa la brisa hojas de aspidistra;
suena y suena el teléfono;
callan a plomo los olivos;
una jaca ensillada espera en vano.

El suelo falta a quien pisaba firme.
Allá abajo los ruedos son volcanes extintos.

Ahogó el disparo el agua que subía.
 
(Epitafio a Juan Belmonte por Aquilino Duque)

Juan Belmonte (1920)
 

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