jueves, 26 de diciembre de 2013

Del Papá Noel siniestro al Papá Noel picantón

A comienzos del siglo XX, el disfraz de Papá Noel aún no estaba perfeccionado. La imagen de Santa Claus, más próxima a Halloween que a Navidad, daba tanto miedo como el Golem de Meyrink y nada en él invitaba a sentarse sobre sus rodillas. Hasta 1931, este personaje, ahora cariñoso y tierno, se representaba de múltiples formas, a veces con un aspecto siniestro.

 
La internacionalización del actual look de Papá Noel, de barba blanca, vestido con su traje de terciopelo rojo, así como su perfil rollizo, se lo debemos a la bendita Coca-Cola. En los años 20, la compañía se inspiró en las ilustraciones del alemán Thomas Nast -que imaginaba a Santa Claus como un elfo que ayudaba al Ejército de la Unión- para sus campañas de Navidad.
 
 
Sin embargo, el Papá Noel definitivo llegó en 1931, cuando Coca-Cola contrató al ilustrador Haddon Sundblom, padre del mayor icono publicitario navideño, que diseñó un Santa más realista que el elfo de Nast. Como fuente de inspiración, Sundblom bebió del poema A visit from St. Nicholas, escrito por Clement Clarke Moore en 1822.
 
His eyes—how they twinkled! his dimples, how merry!
His cheeks were like roses, his nose like a cherry!
His droll little mouth was drawn up like a bow,
And the beard on his chin was as white as the snow;
The stump of a pipe he held tight in his teeth,
And the smoke, it encircled his head like a wreath;
He had a broad face and a little round belly
That shook when he laughed, like a bowl full of jelly.  
 
Sólo hubo un detalle que no era negociable: el Papá Noel de Sundblom vestiría de rojo porque era el color corporativo de la Coca-Cola. Y así, desde 1931 y hasta 1964, el definitivo Santa Claus inundó las revistas, carteles y vallas publicitarias estadounidenses, repartiendo juguetes, hablando con los niños, descendiendo por chimeneas y, por supuesto, bebiendo botellines del famoso refresco.


 
A partir de entonces, las versiones que se han realizado del Papá Noel de Thomas Nast son innumerables... y algunas no tan cándidas.
 
 

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