Cansado de la marea,
dijo el peón a Pilongo:
- ¿Pero dónde te lo pongo?
- ¡¡En donde yo no lo vea!!
("Recortes", La Coleta - 1906)
Peón de confianza: dícese del subalterno de a pie en el que deposita su confianza el matador; principalmente, por sus conocimientos en la brega y su quehacer efectivo.
Si detrás de un gran hombre hay una gran mujer, detrás de un gran torero, generalmente, hay un gran peón de confianza. Conchita Cintrón, en su libro "¿Por qué vuelven los toreros?", no dejó escapar la oportunidad para darle las gracias a Fernando López Gómez, un hombre silencioso a quien llamaba "su ángel de la guarda".
"...seguía mis pisadas mientras dábamos la vuelta al ruedo"
"Fernando López fue un novillero de postín, a quien una cornada grave cortó el vuelo del triunfo en un momento decisivo. Quizá sea conveniente recordar que hace cuarenta años una cornada grave era cosa muy distinta a lo que es hoy. La recuperación —si se lograba— tardaba meses.
Convaleciente aún y enamorado, como
estaba, de una chiquilla —que un día sería su esposa— Fernando
tuvo la hombría de encarar la realidad: las cumbres del toreo le
estaban vedadas. Para salir adelante tendría que renunciar a ellas,
dejando el sol por la sombra, pasando de monarca a vasallo, supliendo
la arrogancia con la humildad. Qué bonito, qué difícil y qué
torero es eso de cambiar el capote de seda repleto de verónicas
soñadas, por el de percal que sirve apenas para servir. Cuánto
significa esto como valor humano. . . qué calidad hay que poseer
para llevarlo a cabo, sin amargura —antes por el contrario, con
generosidad— y qué poca gente le da su debido merecimiento.
No dudo que la primera tarde que hizo
el paseo como peón de brega, algunas luces de su traje hayan sido
lágrimas de resignación. Pero nadie —si las hubo— se ha dado
cuenta. Rápido y eficaz, discreto, servicial y fino como torero,
apenas cumplía su labor introvertida desaparecía tras el burladero
que lo eclipsaba del toro y de la fama. Fue un peón excepcional, que
actuó durante varias temporadas en la cuadrilla de Chucho
Solórzano...
Yo lo vi por primera vez en Lima —con
Chucho— y en una entrevista reciente celebrada en la televisión
mexicana con Jacobo Zabludovski, Fernando recordaba que esa tarde en
la Plaza de Acho, yo —niña de trece años— le quité el sombrero
a un vecino y se lo tiré a él (había corrido admirablemente un
toro), y que al devolverme el sombrero le dije:
—Ojalá tenga la suerte de que usted
sea un día, mi peón de confianza.
Quiso el destino que dos años después,
en México, Chucho Solórzano se retirara de los ruedos y Fernando se
quedara conmigo. Toreamos juntos unas trescientas corridas, y por
todas las arenas de México y Sudamérica, las huellas discretas de
sus finas zapatillas negras se confundían con las de mis botas de
cuero bordado. Su capote fue mi ángel de la guarda".
CONCHITA CINTRÓN
¿Por qué vuelven los toreros?
"Era tan solo peón de confianza
en la cuadrilla de un bravo matador,
era en las tardes de orejas y vuelta al ruedo
pobre comparsa detrás del matador.
Llorando decía así:
Quisiera esos aplausos conque premian tu valor,
quisiera esos claveles que una guapa te tiró,
quisiera ser el primero dando vuelta al redondel,
quisiera su traje de oro y ser el amo en el cartel".
en la cuadrilla de un bravo matador,
era en las tardes de orejas y vuelta al ruedo
pobre comparsa detrás del matador.
Llorando decía así:
Quisiera esos aplausos conque premian tu valor,
quisiera esos claveles que una guapa te tiró,
quisiera ser el primero dando vuelta al redondel,
quisiera su traje de oro y ser el amo en el cartel".
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