Fotografía de Antonio Heredia
Hace más de un mes que no llueve sobre Madrid y, desde el último chaparrón, ya casi olvidado, la ciudad acumula sus miserias. En Madrid, sobre todo en primavera, la lluvia cumple una función purificadora. Antes de empezar la corrida, cayeron unas tímidas gotas, insuficientes. La tarde estaba cargada de tormenta cuando rompió el paseíllo.
Lo admito: apenas pude ver a Finito con el que abrió plaza. La gente aún se acomodaba en sus localidades -inconvenientes de una tarde de "No hay billetes"- y tuve que esperar desde la bocana del tendido hasta acceder a mi localidad. Aunque escuché algunos pitos, no me dio la impresión de que el torero de Sabadell estuviera tan mal ante un astado con clase pero de nula fuerza. A lo sumo, anduvo bochornoso, como la tarde misma. Me instalé en el tendido cuando salió el segundo toro de Juan Pedro Domecq, de nombre "Embestido". Gran toro, a la altura de una sobresaliente corrida, con otros tres ejemplares vibrantes: "Destajoso" (3º), "Ballenito" (5º) y el sobrero de Parladé, "Mensajero" (6º bis). Juan Pedro puede enorgullecerse de haber lidiado la mejor corrida, hasta el momento, de este San Isidro 2015, bien presentada, de impecables hechuras y brava, tanto en el caballo como en la muleta.
Sigue sin llover sobre Madrid; a cambio, Talavante ha desencadenado un aguacero de buen toreo. Este viernes, ha estado extraordinario, por distinto e improvisado. De sorpresa en sorpresa, el extremeño ha conjugado el valor con la clase, la naturalidad y la imperfección. No voy a detallar sus dos faenas, de sobra cantadas por los cronistas. Simplemente, fueron como un sueño... el sueño de una tarde de tormenta en la que no llegó a llover. Probablemente, no vuelva a repetirse algo semejante. Lloverá, o quizás prosiga el bochorno, pero Talavante seguirá imaginando sus faenas antes dos excelentes toros de Juan Pedro, de pie, de rodillas, con orejas o pinchando... qué importa. Jamás vi algo igual. Talavante ha estado inverosímil. Seductor.
Ante sus asombrosas filigranas, Luque ha puesto un punto de cordura y realismo a la tarde, de atornillar los pies sobre la tierra, principalmente con el tercero, al que toreó muy de verdad, sin mirarse tras sufrir una escalofriante voltereta. Sin embargo, el sexto pudo con él. Aquel sobrero de Parladé era mucho toro y comenzaba a soplar el viento de tormenta...
Es tarde. Ya madrugada. El cielo ha vuelto a despejarse y la luna ilumina Madrid. Ni siquiera es hora de escribir. Probablemente, no lloverá en este San Isidro. Talavante tampoco será nombrado triunfador del ciclo al no haber abierto la Puerta Grande tras pinchar sus dos faenas. Tampoco importa. Ciertas tardes de toros no se olvidan. Creo que fue Ortega y Gasset quien escribió: "Por eso -porque el gran torero puede estar mal- es por lo que íbamos a las corridas de toros". Talavante estuvo tan imperfecto como mágico. Así es la rosa, también durante la sequía.
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