Tenía prisa por salir la luna, la luna de Madrid, que a las
nueve ya asomaba, creciente, por encima de la andanada del 6. En el ruedo se
lidiaba un jabonero y aquello parecía el resurgir del mito entre Pasifae y el
toro blanco. Todo conato romántico terminó ahí, pues Luis Bolívar no fue capaz
de cogerle la velocidad a aquel jabonero sucio -sobrero de Torrealta-, que embestía
con la cara alta y que le desarmó en varias ocasiones, sobre todo al natural. El
colombiano, que es ajeno a los efluvios de la luna, también desaprovechó al Iban "Provechoso", encastado y de galope alegre, al
que toreó bruscamente, empezando por un “cartucho de pescado” en los medios.
Fue "Provechoso" -aplaudido en el arrastre y espectacularmente
banderilleado por Raúl Adrada- el toro más emocionante de la tarde.
La corrida de Baltasar Iban, prólogo de la semana torista,
ha sacado, en líneas generales, nobleza y calidad, pero poca fuerza. Los Ibanes
-a los que no colocaron en el caballo ni una sola vez- se apagaban pronto y
necesitaban una docena de muletazos de categoría. Por supuesto, el "pronto
y en la mano" no se produjo, especialmente durante las espesísimas faenas
de Serafín Marín, antítesis de la eficacia, quien regresa dentro de una semana con
los Miuras como azote divino para cerrar San Isidro.
Robleño, que tampoco es torero romántico aunque sí algo
melancólico, ha estado serio, digno y sincero, sin alharacas ni fuegos
artificiales. Su aflicción a veces provoca que el público no valore la
profesionalidad de sus faenas, ni siquiera sus excelentes estocadas, de las
mejores de lo que llevamos de feria. A Robleño, los Ibanes no le han enganchado
la muleta ni una sola vez. Ojalá le acompañe la suerte -y un poco más de "fibra"- el martes, durante la corrida de Cuadri. Esa noche, ya sí, lucirá la luna llena.
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