jueves, 3 de octubre de 2013

Las migas del abuelo


Leo en el último libro de Juan Eslava Galán: "Las migas son básicamente harina, ajo y grasa de animal o vegetal. Es una comida inmemorial que en distintas épocas, culturas y lugares admite mil denominaciones: fariñes, farinatos, farrapes, fayueles, gachas, gofio, formigos, alcuzcuz… Para no liarnos más de lo necesario, digamos que hay dos clases de migas: las sueltas y las apretadas. Las sueltas se hacen con harina; las apretadas, con pan.

En mi familia, que es agrícola, es costumbre celebrar con migas las primeras lluvias del otoño. Conservo el vivo recuerdo del abuelo removiendo las migas en la gran sartén, sobre lumbre de palos, en la casería, mientras mi hermana y yo mirábamos llover sobre los olivos, lluvia mansa, lluvia y lluvia casi desdibujada, al fondo de las familiares siluetas de Jabalcuz, la Pandera y el corro Zumel.
Entre la gente del campo, las migas las hacían los hombres, quizá porque requieren mucho juego de muñeca, revolviéndolas con la paleta, y no poca fortaleza física.

Las migas de mi abuelo Juanito eran apretadas, como en tortilla, y la gracia estaba en saber voltearlas en el aire antes de apartarlas para que se tostaran por las dos caras, una habilidad, por cierto, que mi padre, el escritor, no ha heredado. Una vez lo intentó y la mitad de la tortilla miguera se fue el suelo. La miró desolado y dijo: Lo peor es que ni siquiera tenemos perro que se lo coma.
Las migas de pan o harina de trigo con ajo y aceite o tocino se comen preferentemente en la meseta y en el sur. En el norte era más frecuente derretir tocino en una sartén y mojar boroña. Hablo de los tiempos difíciles en que las migas servían para matar el hambre, antes de que se consideraran un manjar y entraran en la carta de algunos restaurantes. Entonces, en el medio rural, sólo se hacían dos comidas: de noche en casa la olla / y al amanecer las migas, como leemos en Tirso de Molina (La dama del olivar)".
Fragmento del libro "Cocina sin tonterías"


El labrador are y siembre
los granos que el hielo cubre
y restituye en agosto.
Llene las cubas de mosto;
coja la fruta en Octubre.
Compre y venda el mercader
en las herias y mercados,
traten de armas los soldados,
vista galas la mujer.
Los sabios estudien leyes,
tienten pulsos los dolores,
dense placer los señores
y ganen tierra los reyes.
Mientras yo apaciento el hato
donde el manso me conoce,
el corderillo retoce
y se encarame el chivato.
Que más precio los halagos
con que el mastín me hace fiestas,
la leche en tarro, las fiestas
que dan el deleite a tragos;
a la noche en casa la olla,
y al amanecer las migas,
que de los ajos amigas,
son deudos de la cebolla;
y tras ellas una misa
al alba en que el sacristán
dice cantando el amén
sobre el sayo la camisa,
que cuanta riqueza guarda
el avaro.

Las migas producen el mismo efecto en mí que una magdalena proustiana. Pensar en ellas y en los toros de Adolfo Martín va de la mano. Cada vez que visito la finca de la ganadería cárdena, Los Alijares, toca desayunar un platito de migas en Miajadas. Reconozco que tanta contundencia a primera hora de la mañana, para una urbanita como yo, tiene una lidia tan difícil como un Adolfo tobillero.


Buena suerte a Adolfo y a los toreros en la corrida
de este domingo en Las Ventas

2 comentarios:

  1. Las migas platos de tiempos dificiles donde se aprovecha grasa del sagrado cerdo bendito plato.

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  2. Me han entrado ganas de comerla. Nada más lejos del litoral que unas migas. Eso, y que son cerca de las tres. Bsss

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