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sábado, 17 de octubre de 2015

No vuelvo más a los toros


No vuelvo más a los toros. No en esta temporada. Después de ver a Rafaelillo jugarse la vida en Zaragoza tan puro, tan heróicamente, ¿para qué seguir? Son tardes en las que sales de la plaza con los ojos empañados y el corazón lleno de admiración por un hombre así, que arriesga su existencia por puro prestigio y honor. Y además de valiente, es un torerazo, porque el recibo de capa al cuarto de Adolfo, esa media docena de lances con el remate de la media, soberbia, son dibujos que se te clavan en la retina y no se borran con el paso de los años. Sin chaquetilla tabaco y oro, casi desnudo y transparente, con una costilla rota, un puntazo en la pierna, varios varetazos, los tirantes rotos y la castañeta prácticamente perdida, Rafaelillo se fajó con ese peligroso Adolfo, dominándolo con muletazos de castigo de pitón a pitón primero, y pasándoselo a pies juntos después, al natural y sin mirarse. Una pelea de ganar la gloria o perder la vida. La moneda no podía caer de canto. Y se impuso la hazaña, rematada de media estocada que tumbó al de Albaserrada con un Rafaelillo al borde de la puerta de la enfermería, pero con la oreja en la mano, insuficiente reconocimiento para una hombría tan grande. Van muchas así esta temporada: los Miuras en San Isidro y Valencia, los Adolfos en la Feria de Otoño, lo de Zaragoza... y sólo una docena de corridas firmadas en 2015. En cualquier otra época, en cualquier otra sociedad, Rafaelillo sería considerado un héroe y los niños escribirían su nombre en los márgenes de sus cuadernos. 


Cuando su cuadrilla abandonó el coso de La Misericordia y los tendidos se rompieron en una ovación en su honor, tomé la decisión de no pisar una plaza hasta el próximo año. Una hazaña como la de Rafaelillo, tan inconmensurable, tan épica, es capaz de llenar todo un invierno sin toros.


domingo, 4 de octubre de 2015

Otoño y otra temporada que se escapa


Llegó Adolfo Martín, in extremis, a salvar una Feria de Otoño calamitosa en el plano ganadero. Hasta el domingo, se habían lidiado dos corridas (El Puerto de San Lorenzo y El Vellosino) y una novillada (El Torreón) donde no se vio un toro bravo, sólo mediocridad. Bien es cierto que Adolfo tampoco trajo a Madrid ningún toro de bandera, pero sí un lote de desigual presentación que mantuvo un gran interés a causa de su dureza (emocionante el tercer Santa Coloma, encastado y muy vivo, de nombre "Rizos", y con clase el sexto, "Murciano"). En asuntos taurinos, sabe mejor lo picante que lo soso, aunque clama al cielo que siempre sean los mismos toreros los que bailan con la más áspera, pues el depósito de valor no es eterno.

Los tres audaces del día fueron Rafaelillo, Fernando Robleño y Paco Ureña, acompañados de sus correspondientes cuadrillas, que también sudaron para ganarse el pan. La faena de Rafaelillo al Adolfo que abrió plaza, un cárdeno alto de agujas y grandón ("Aviador"), fue de una enorme emoción y verdad. Se la jugó el murciano cómo sólo pueden hacer los toreros valientes y honrados, sorteando las embestidas del pavo que, orientado, buscaba los muslos, el pecho y hasta la yugular. Si lo llega a matar a la primera, habría cortado una oreja, quizás dos. Y es que la épica de Rafaelillo merece salir de una puñetera vez por la Puerta Grande, para que todo el mundo sepa lo que es un héroe.


La tarde miraba ya hacia Murcia, y con el sexto -de nombre "Murciano" para cuadrar el círculo-, Paco Ureña dio un recital de buen toreo, sobre todo al natural, tras sufrir una escalofriante voltereta. Notable toro este negro entrepelado, ovacionado en el arrastre, por su clase y humillación. Tristemente, el fallo a espadas también impidió que el diestro tocase pelo. Ellos dos, Rafaelillo y Ureña, junto a López Simón, han sido los toreros de esta Feria de Otoño, en la que Robleño se estrelló con los adolfos de menos transmisión.

Y así, bajo los compases de "El Gato Montés", se fue vaciando la plaza de Las Ventas un otoño más, dejando una sensación de inevitable melancolía que no desaparecerá hasta el próximo Domingo de Ramos. Otra temporada que se escapa.

viernes, 5 de junio de 2015

¿Semana torista?


La "Semana Torista" está saliendo de Pasión con un rosario de decepciones ganaderas a cuestas. Ni un toro bravo entre los Ibanes, Pablo Romeros, Cuadris y Adolfos. A falta de lo que suceda en las corridas de Victorino y Miura, a los aficionados al toro se le abren dos caminos: uno que conduce al Calvario y otro al psiquiátrico porque, de momento, el asunto no tiene visos de resurrección. 

Ayer, salió un toro encastado y con muy mala leche que puso emoción en la plaza. Llevaba por nombre "Baratero", como aquel Victorino premiado con la vuelta al ruedo en Madrid, que tomó cinco puyazos y al que Andrés Vázquez le pegó 20 muletazos en el centro del ruedo. Bueno, pues el "Baratero" de Victorino no fue como el "Baratero" de Adolfo, que le marcó el cuello a Escribano varias veces. Este último grano de pimienta animó un poco otra corrida gris, igual que el par de banderillas que colocó Ángel Otero a aquel Cuadri que llevaba la cara hasta el Séptimo Cielo. 

Me contaba un aficionado que, después de la "Semana Torista", empieza a echar de menos la perdida corrida de Martelilla... 

lunes, 30 de marzo de 2015

Amargura


Un viejo refrán dice que el buen valor asusta a la mala suerte. Y aunque en tardes pasadas Fandiño ha demostrado que tiene las faltriqueras llenas de buen valor, este domingo, el día clave, no fue capaz de espantar su mala estrella. Ninguno de los toros que saltaron al ruedo de Las Ventas (un Partido de Resina, dos Adolfos, un Cebada Gago, un José Escolar y un Palha) era de triunfo: ninguno fue un toro bravo para cortarle las dos orejas. Con una actitud más decidida y tesonera, de matar o morir, Fandiño podría haber arañado una oreja a base de valor seco y sopapos con la espada, pero ni en eso tuvo su tarde. Porque, ¿qué es Fandiño sin su extraordinario valor? Como un Sansón sin pelo de donde extraer su fuerza, el David de Las Ventas se empequeñeció ante sus seis "goliats", algunos de muy feas hechuras, por cierto. Pero éste es el riesgo de quien apuesta. Quien desafía a la fortuna sabe que la moneda puede caer por cualquiera de las dos caras. 


Para el filósofo Gregorio Luri, es mucho más sensato enseñar a los niños a superar las frustraciones inevitables que venderles un mundo eternamente feliz y sin desilusiones. Ciertamente, vivimos en una sociedad donde, los medios de comunicación y los estrategas de marketing, nos hacen creer que las apuestas siempre se ganan y que el triunfo siempre llega. En la vida real, a menudo, las gestas del héroe no tienen un final feliz; sin embargo, seguimos necesitando que David se enfrente a Goliat, que se juegue la vida a carta cabal, que mire a los ojos a sus propios demonios, y después, que salga el sol por Antequera. 

Fotografías de Juan Pelegrín

Unos días antes de su gesta, Fandiño declaró que, en su espada y su muleta, se encontraban su destino y su libertad. A la postre, el cuarto Goliat, un peligroso toro de José Escolar, pegó un puntazo en la mano derecha del torero, una herida por donde se escaparon la fe y la esperanza. No obstante, en eso consiste también la nobleza del héroe: en volver engrandecido al campo arrasado de la batalla y plantar cara de nuevo al azar, sin amargura, porque la moneda, a veces, también cae de cara para los toreros de Orduña.

lunes, 6 de octubre de 2014

Un riojano y un "sevillanito" hacen el toreo en Madrid


Con la vendimia prácticamente concluida, todos coinciden en que la uva de este año es excelente, aunque no muy abundante. Igual que el manojo de naturales -largos, templados y de un gusto exquisito- que, de uno en uno, Diego Urdiales ha cosechado ante "Sevillanito", el segundo de Adolfo Martín, un cárdeno, veleto y con las puntas hacia fuera. Una pintura de otoño. El toro no lo puso fácil en el inicio de faena: de embestida vibrante, pegaba un gañafón en el remate cuando Urdiales toreaba con la pañosa en la diestra. Un titubeo y, probablemente, todo se habría ido al traste. Pero el riojano pulseó al sevillanito hasta obligarle a lamer el albero, con el mismo cuidado con que se recolecta la uva. La estocada final fue contundente y eficaz, casi fulminante, y la plaza, de forma unánime, desplegó la pañolada blanca.
 
 
Urdiales no sólo ha recogido una oreja al final de la vendimia, sino que ha dado los mejores naturales de la temporada ante un Adolfo, tapando las bocas de los críticos actuales, quienes vocean que, ante ganaderías así, no se puede hacer el toreo. El arnedano no conoce término medio: cuando está bien, su elegancia y torería acaban con el cuadro. Desgraciadamente, el segundo toro de su lote -un mansísimo sobrero del Puerto de San Lorenzo que sustituyó al de Adolfo, descordado en el recibimiento de capa-, no le permitió rematar la tarde. Habrá que esperar a la cosecha de San Isidro 2015.
 
 
"Sevillanito" no fue el único ejemplar bueno de Adolfo, divisa necesitada de un triunfo en una plaza de primera tras una temporada irregular. También saltaron al ruedo "Baratillo" (6º) y "Tomatillo" (1º), ambos desaprovechados por Serafín Marín y Uceda Leal, respectivamente. El que cerró plaza fue un toro destacado, ideal para realizarle una faena breve pero intensa, de dominio. A Marín lo devoraron las dudas y, a mitad de trasteo, "Baratillo" se lo echó a los lomos. La voltereta sacudió el amor propio del catalán, que volvió espoleado a la cara del cárdeno. Ese arrebato de pundonor tardío le valió una oreja, más que generosa, hermana menor de la paseada por Urdiales. Quien sorteó el lote más desigual fue Uceda Leal. Para abrir boca, se las vio ante el noble "Tomatillo", donde sólo destacó toreando de capote. Después, el peligrosísimo "Madroño" (4º) le cortó la respiración, y probablemente nada más porque lo despachó rápido.
 

Fotografías de Juan Pelegrín
 
¡Qué lástima tener que esperar todo un invierno para volver a catar el toreo de Urdiales!

miércoles, 4 de junio de 2014

Las Ventas y su Torre de Babel (promoción 2x1)


Estos últimos días de San Isidro, los alrededores de Las Ventas rezuman un encanto especial. Al abrigo de las corridas de Cuadri, Adolfo Martín, Victorino y Miura, los peregrinos del toro acuden a besar al santo a la catedral del toreo. Con un poco de atención, en los bares de las estribaciones, se distinguen acentos heterogéneos procedentes de Bilbao, Zaragoza, Valencia, Castellón, Salamanca, Valladolid, Logroño, Mérida y, por supuesto, Francia. Para ser ecuánimes, los dejes norteños superan, por mucho, a los sureños, algo más ateos. Las tertulias y corrillos previos al festejo arrojan una ilusión casi infantil. Alguien recuerda tal faena grandiosa en su ciudad, otro a cual torero, y un tercero se relame sólo de imaginarlo. Sin embargo, tras presenciar las corridas de Cuadri y Adolfo, si en esto consiste la famosa "semana torista" en Madrid, que venga Dios y lo vea. En ambas tardes ha faltado el misterio de la fe, es decir, la casta. El geniudo y emocionante "Macetero" de Cuadri y el templado "Revoltoso" de Adolfo, lidiados en sexto lugar, no fueron lo bastante buenos como para maquillar la decepción.
 
Peregrinos llegando a Ventas con la fe aún intacta
 
Para que la fe mueva montañas, los toros deben arrear en el caballo y, de momento, ninguno lo ha hecho. En concreto, este martes, vimos unos tercios de varas calamitosos, con algunos lanzazos traseros criminales; mientras que el espectáculo protagonizado por el picador de Venegas el lunes, merece un comentario aparte. No se puede admitir que, por ahorrarse un sueldo o devolver un favor, un matador que confirma la alternativa, traiga a Madrid semejante fardo montado a caballo. Es una estafa para el aficionado y una irresponsabilidad por parte del torero, que puede pagar un precio mucho más caro que un jornal.
 
Fotos de Juan Pelegrín
 
Tampoco el capote de seda de Marco Galán, los puros muletazos de Urdiales ni la Puerta Grande de Perera disimulan el desastre. A propósito del extremeño, mucho poderío con la mano baja, templando, ligando y peinando el albero durante su faena al último Adolfo, al que mató de una estocada fulminante, aunque un poco trasera. Y como en Las Ventas, últimamente, las orejas se dan de dos en dos ("llévese dos por el precio de una, oiga"), yo también escribo estos apuntes isidriles con la técnica del 2x1: Cuadris y Adolfos en tres párrafos, que la cosa no ha dado pa´más. No obstante, como la afición es santa, esta particular Torre de Babel que se agolpa en los aledaños de Las Ventas volverá el viernes, a la espera de que Victorino conmueva su peregrinaje.
 
 

lunes, 10 de marzo de 2014

Toreros de bambú


Existen toreros que siguen usando una caña de bambú como ayuda. O que torean monterados. Casi nadie los comprende. Son de otra época. Los últimos románticos, tal vez. Realizan una tauromaquia extraña, sobre los pies, nada parecida al ballet, y excesivamente vigorosa para estos tiempos que corren. ¡Ah! Y jamás les suenan los avisos. Todo resulta raro. Por eso, de vez en cuando, el público les pita o demuestra ante ellos una dolorosa indiferencia. Es como si en el restaurante de Ferrán Adriá, en vez de la ensalada con tomates esféricos, muelles de aceite de oliva y lazos de zanahoria con sorbete concentrado de mandarina, sirvieran una olla de lentejas. Por si fuera poco, estos toreros, que lidian unos bichos que de vez en cuando tiran bocados, no se ponen bonitos. ¡Y se van de la plaza sin cortar orejas a porrón! Puffffff, ¿qué contar mañana a los compañeros de la oficina? ¿Que nadie salió a hombros ni hubo indulto? ¡Qué poco cool!
 

Así está el patio. Rafaelillo, Fernando Robleño y Javier Castaño, con sus respectivas cuadrillas, anduvieron poco cool ante los guapos Adolfos. A cambio estuvieron hechos unos tíos, muy por encima de los siete toros que asomaron por el ruedo de Valencia. Rafaelillo -que en un gesto de hombría brindó a su compañero Antonio Ferrera- sorteó el lote más peligroso y, por tanto, el más entretenido para los espíritus trogloditas. Se fajó con arrojo y dio una merecida vuelta al ruedo tras pasaportar a su primero. Robleño, que tiene la negra, se llevó los dos peores toros, descastados e intoreables. Al quinto bis le metió un sopapo que lo dejó tiritando. Tras el estoconazo, él mismo resumió su tarde con la siguiente frase: "Imposible hacer más". En cuanto a Castaño, realmente valiente, tragó quina esforzándose en torear muy despacio. Lástima que la espada siga fallando. Entre los hombres de plata, destacaron Ángel Otero, Pascual Mellinas, Marco Galán, Fernando Sánchez y David Adalid, que sufrió una fea paliza en el sexto. La corrida de Adolfo Martín salió floja y descastada, con los toros doblando las manos y sin soportar más que dos picotazos de trámite. 
 
 
Sin embargo, este toreo incomprendido, a menudo ruinoso y otras grandioso, casi a extinguir,  sigue llenándome más que el paripé social de Olivenza. Con esto no quiero decir que exista sólo un camino, pues considero perfectamente viable -y deseable- que convivan ambas "tauromaquias", pero con justicia y coherencia: no le pidamos a Adriá un cocido tradicional ni a Casa Paco una tortilla deconstruida.
 

Fotografías de Fran Jiménez, Aplausos y ABC
 

domingo, 6 de octubre de 2013

Plúmbeos Adolfos sazonados con la improvisación de Ferrera

Cuarto y último festejo de la Feria de Otoño. Con lleno en los tendidos, se ha lidiado una corrida de Adolfo Martín, desigualmente presentada, con algunos ejemplares muy armados y otros justos de remate. Mala en los tres tercios sin paliativos. Antonio Ferrera, palmas y oreja tras aviso; Javier Castaño, silencio en ambos; Iván Fandiño, silencio en ambos. Se desmonteraron David Adalid y Fernando Sánchez. También fue aplaudido en la brega Marco Galán.


Decepcionante, y a ratos desesperante, corrida de Adolfo Martín para rematar la Feria de Otoño. A diferencia del entretenido espectáculo que propiciaron en San Isidro, este domingo, de los seis Albaserradas, no embistió ni uno ante una plaza abarrotada.


Entre los matadores, destacó la improvisación de Antonio Ferrera que, con luces y sombras, pero siempre lleno de torería, salvó, a medias, la tarde. Magnífica su lidia al cuarto Adolfo, ejecutando unos quites colmados de sabor añejo. Durante la faena de muleta, estuvo muy por encima de Madroñito, sacándose de la manga unos inesperados pases finales que le permitieron cortar una oreja protestada por parte del público. Si bien este premio puede considerarse excesivo, no es menos cierto que Ferrera ha vuelto a demostrar el grandioso momento profesional que atraviesa, siendo, con diferencia, el mejor lidiador del escalafón.


Javier Castaño, a quien, con razón, ya le pesa la recta final de la temporada, realizó un infructuoso esfuerzo por exprimir alguna tanda limpia a sus Adolfos, mientras que Iván Fandiño volvió a estrellarse contra un lote que no le dio la más mínima opción de triunfo. Durante la despedida, el de Orduña no pudo ocultar su contrariedad por esta Feria de Otoño que debería haber sido la de su consagración en Madrid. A pesar de cortar una oreja durante la corrida de Victoriano del Río, le ha faltado toro.


Dicen que los mejores comienzos nacen de los peores finales. Esperamos que, con este plúmbeo remate de la Feria de Otoño, se cumpla el refrán.


Coda
: después de tomar varios pelotazos en la Sala Alcalá, las juventudes taurinas han acudido a Las Ventas para continuar la fiesta en las gradas del tendido 5 y 6. Los aficionados hemos salido con dolor de cabeza por el tráfico de cubatas, gritos, charlas de espaldas al ruedo y humeantes puros. Los presidentes de estas asociaciones juveniles deberían expulsar de inmediato a sus miembros que, en una plaza de toros, se comportan como si estuvieran en una discoteca.
 

jueves, 3 de octubre de 2013

Las migas del abuelo


Leo en el último libro de Juan Eslava Galán: "Las migas son básicamente harina, ajo y grasa de animal o vegetal. Es una comida inmemorial que en distintas épocas, culturas y lugares admite mil denominaciones: fariñes, farinatos, farrapes, fayueles, gachas, gofio, formigos, alcuzcuz… Para no liarnos más de lo necesario, digamos que hay dos clases de migas: las sueltas y las apretadas. Las sueltas se hacen con harina; las apretadas, con pan.

En mi familia, que es agrícola, es costumbre celebrar con migas las primeras lluvias del otoño. Conservo el vivo recuerdo del abuelo removiendo las migas en la gran sartén, sobre lumbre de palos, en la casería, mientras mi hermana y yo mirábamos llover sobre los olivos, lluvia mansa, lluvia y lluvia casi desdibujada, al fondo de las familiares siluetas de Jabalcuz, la Pandera y el corro Zumel.
Entre la gente del campo, las migas las hacían los hombres, quizá porque requieren mucho juego de muñeca, revolviéndolas con la paleta, y no poca fortaleza física.

Las migas de mi abuelo Juanito eran apretadas, como en tortilla, y la gracia estaba en saber voltearlas en el aire antes de apartarlas para que se tostaran por las dos caras, una habilidad, por cierto, que mi padre, el escritor, no ha heredado. Una vez lo intentó y la mitad de la tortilla miguera se fue el suelo. La miró desolado y dijo: Lo peor es que ni siquiera tenemos perro que se lo coma.
Las migas de pan o harina de trigo con ajo y aceite o tocino se comen preferentemente en la meseta y en el sur. En el norte era más frecuente derretir tocino en una sartén y mojar boroña. Hablo de los tiempos difíciles en que las migas servían para matar el hambre, antes de que se consideraran un manjar y entraran en la carta de algunos restaurantes. Entonces, en el medio rural, sólo se hacían dos comidas: de noche en casa la olla / y al amanecer las migas, como leemos en Tirso de Molina (La dama del olivar)".
Fragmento del libro "Cocina sin tonterías"


El labrador are y siembre
los granos que el hielo cubre
y restituye en agosto.
Llene las cubas de mosto;
coja la fruta en Octubre.
Compre y venda el mercader
en las herias y mercados,
traten de armas los soldados,
vista galas la mujer.
Los sabios estudien leyes,
tienten pulsos los dolores,
dense placer los señores
y ganen tierra los reyes.
Mientras yo apaciento el hato
donde el manso me conoce,
el corderillo retoce
y se encarame el chivato.
Que más precio los halagos
con que el mastín me hace fiestas,
la leche en tarro, las fiestas
que dan el deleite a tragos;
a la noche en casa la olla,
y al amanecer las migas,
que de los ajos amigas,
son deudos de la cebolla;
y tras ellas una misa
al alba en que el sacristán
dice cantando el amén
sobre el sayo la camisa,
que cuanta riqueza guarda
el avaro.

Las migas producen el mismo efecto en mí que una magdalena proustiana. Pensar en ellas y en los toros de Adolfo Martín va de la mano. Cada vez que visito la finca de la ganadería cárdena, Los Alijares, toca desayunar un platito de migas en Miajadas. Reconozco que tanta contundencia a primera hora de la mañana, para una urbanita como yo, tiene una lidia tan difícil como un Adolfo tobillero.


Buena suerte a Adolfo y a los toreros en la corrida
de este domingo en Las Ventas

domingo, 30 de junio de 2013

Adolfo Martín en Soria: una corrida sepulcral

La alegría del toreo hecha carne, piedra y espíritu. Sábado Agés en Soria, día en el que las cuadrillas locales reparten entre los vecinos, la tajada fresca, es decir, un trozo del novillo muerto -y, por supuesto, lidiado- la víspera. ¿Y qué ganadería se anunciaba en Soria la tarde en que se subastan los despojos del toro durante un acto caótico y ancestral? Inevitablemente, Adolfo Martín. ¿Existe, acaso, una divisa que calme mejor la sed de la afición más primitiva y troglodita, anhelante del espectáculo bárbaro de siempre, aquel que repudió Eugenio Noel y que ha fascinado a la Humanidad durante siglos?  


Para cumplir el rito comme il faut, la corrida debería haberse celebrado en el claustro de San Juan de Duero, que es un falso cuadrado..., un octógono sepulcral inspirado en el Santo Sepulcro de Jerusalén. ¿Existe algo más sepulcral en el toreo que una corrida de Adolfo Martín para Diego Urdiales, Javier Castaño y Joselito Adame? Y, como Puerta Grande para los héroes, ¿qué mejor dintel que la fachada románica de Santo Domingo?


La liturgia comenzó a las seis de la tarde bajo un cielo limpio y del color del vestido de Urdiales, que fue el primero en regar con su sangre el Sábado Agés. Nunca hay que enfadar a los Dioses ni tampoco a los Santa Colomas, pues las malas lidias hacen que destapen su peor condición. Eso ocurrió con el Adolfo que abrió plaza que, tras meter la cara con infinita clase en el capote del riojano, varios pases desafortunados y un trasteo demasiado en las cercanías, ahogaron sus virtudes iniciales. En el ecuador de la faena, andaba pues el cárdeno orientado y deseoso de clavar el pitón. Y lo consiguió en el desarrollo de la suerte suprema, cuando Urdiales se perfilaba para entrar a matar quedando levemente destapado. Lo prendió certero en la ingle, sosteniéndolo en el aire unos dramáticos instantes, antes de caer al suelo donde, milagrosamente, no lo volvió a empitonar. Al de Arnedo lo metieron en la enfermería con una cornada de diez centímetros, menos grave de lo que se temió, mientras que Castaño se encargó de darle boleto al cárdeno.


Protagonizó Cataño los pasajes más épicos y emocionantes de la tarde durante la lidia del segundo y quinto toro. Este flaco segundo, el único mal presentado de la corrida, al que dejaron crudito en el caballo con un único puyazo, también desarrolló la listeza que caracteriza al encaste. Aguantó estoico el matador las frenadas a mitad del embroque y tragó paquete como sólo pueden hacer los hombres de sangre valiente. Con el quinto, muy reservón, también tragó quina. Cortó una oreja del primero de su lote y hubiera hecho lo mismo con su segundo si no llega a pinchar. Moralmente, el diestro salmantino abrió la Puerta Grande soriana, al igual que su cuadrilla, que volvió a dar una lección de torería que puso al público en pie. Todos anduvieron soberbios: Fernando Sánchez Muriel y Tito Sandoval a caballo, Marco Galán con el capote, y David Adalid y Fernando Sánchez con los palos.


Tras la cogida a Urdiales, Joselito Adame le tocó el Sábado Agés pechar con tres Adolfos (tercero, cuarto y sexto). Una ofrenda, quizás, demasiado pesada para cualquier mortal. A pesar de la dureza de su cometido, sorteó los mejores toros, con dos de nota: tercero y sexto. El mexicano fue de más a menos, valiente y enfrontilado en el transcurso de su primera faena, metiendo al cárdeno poco a poco en la canasta, ante el que ejecutó, previamente, unas estremecedoras chicuelinas. Digno también con el cuarto, y ahogado y perdido con el precioso sexto. De cualquier manera, como se comprobó en San Isidro, el talón de Aquiles de Adame es la espada, pues no metió ni un sólo estoconazo decente, una debilidad que también le privó en Soria de la salida a hombros. En las corridas sepulcrales la espada requiere estar más afilada que de costumbre o se corre el riesgo de que rueden cabezas.


El anuncio de los toros de Adolfo Martín congregó a unas 4.000 almas a orillas del Duero, casi tres cuartos de entrada en el coso de San Benito. Una vez más, la sangre derramada, injustificable e inexpicable ante la moral burocrática y uniforme de los tecnócratas de Bruselas, calmó el espíritu del pueblo, y los peregrinos, que llegaron desde todas las latitudes (Madrid, Zaragoza, Logroño...), se reconciliaron con su religión más íntima y casi con su razón de ser, tras vivir este Sábado Agés.  


viernes, 31 de mayo de 2013

Crónica del 30 de mayo: coincidencias temporales y carnales


Del mismo modo que San Pedro Regalado es el patrón de los toreros, no resultaría descabellado nombrar a San Fernando como patrón de los aficionados. Si para presenciar un emocionante día de toros en Las Ventas es necesario que los caprichos del destino hagan coincidir en el calendario la festividad de San Fernando, el Corpus y la corrida de Adolfo Martín en una plácida tarde otoñal casi a las puertas del verano, que así sea, hágase su voluntad así en el albero como en el cielo. Finalmente, se obró el milagro: afición reconquistada tras veinte fechas de fiascos. Y no se piensen que este jueves se abrió la Puerta Grande, que las orejas llovieron como el maná o que salió un toro de bandera. En absoluto. Los caminos de la auténtica Tauromaquia son inescrutables.
 
 
En este prodigio fueron cruciales, por supuesto, los bellos ejemplares que trajo Adolfo Martín, con tres de nota -primero, cuarto y sexto-, pero no menos meritorios fueron los tres matadores que se pusieron delante, de enorme dignidad y categoría. Es decir, que ayer no sólo se produjo una coincidencia temporal (San Fernando y Corpus Christi) sino también una carnal, de toros y toreros.
 
 
Antonio Ferrera (ovación y oreja) estuvo inmenso, torerísimo, dominando todas las facetas de los tres tercios, en lidiador, poderoso, cuajado y siempre atento. Tuvo detalles que reflejaron su categoría, como unos pares de banderillas ajustadísimos hacia los adentros -previamente, se había colocado el toro en suerte él mismo-, su maestría a la hora de llevar el animal al caballo -los suyos y el de su compañero Castaño-, la forma de fijar al Adolfo durante el segundo tercio protagonizado por David Adalid y Fernando Sánchez o la estocada al cuarto, Baratillo, al que le cortó una oreja. Magistral y emocionante la tarde del extremeño desde que salió por la puerta de cuadrillas hasta que volvió a entrar por ella. Puede con lo que se le ponga por delante.
 
 
En el sexto toro, Marinero, ovacionado de salida, se produjo otro momento de comunión entre un toro que, cuando se arrancaba, daba gloria verlo, la auténtica lidia, la generosidad de Javier Castaño (silencio y vuelta al ruedo), la excelencia de su cuadrilla y la entrega de la afición. Que Tito Sandoval es el picador más espectacular del actual escalafón no hay ya quien lo niegue. Y que es el único capaz de hacer mover un caballo que, habitualmente, avanza la distancia que separa a tres baldosas, tampoco. Palpitante el tercio de varas de Marinero, a pesar de que en los dos primeros puyazos, al charro se le desvió algo la mano. Quienes sí clavaron en el sitio perfecto y terminaron de poner la plaza boca abajo fueron Adalid y Sánchez. ¿Tan difícil resulta devolvernos a los aficionados los tres tercios de la lidia? Sea como fuere, nuestra gratitud a Castaño que, tras recibir una cornada en la mano durante la faena a su primero y de pasar a la enfermería donde le anestesiaron, salió a torear, y sin mirarse, a Marinero. Doble mérito. O triple. Prueben a coger los trastos con una mano "muerta", sin sensibilidad. Quizás a causa de este percance, a la faena le faltó algo de mando, y el Adolfo -que tenía un buen pitón izquierdo- se fue con la oreja puesta.
 
 
Alberto Aguilar (saludos y silencio), que sustituía a Iván Fandiño, otro de los triunfadores indiscutibles de este San Isidro, pechó con el peor lote: soso el tercero y con peligro el quinto.
 
Fotografías: Juan Pelegrín
 
El refranero es sabio y en Las Ventas comprobamos que hay tres jueves al año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión. Nadie cuenta, sin embargo, que, parte de ese brillo se debe a la casta de los toros de Adolfo Martín y a los tres toreros que, con sus correspondientes cuadrillas, les plantaron cara. A la salida, por los vomitorios de la plaza, se escuchaba:

- ¡Por fin una tarde de toros! ¡Y sin cortar quince orejas!
-  Si es que los aficionados nos conformamos con tan poco...

No tan poco, oiga.