Mostrando entradas con la etiqueta Humphrey Bogart. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Humphrey Bogart. Mostrar todas las entradas

sábado, 14 de septiembre de 2013

Meterse en un jardín: la "Vogue Fashion Night Out"

"La mode n'est pas quelque chose qui existe dans les robes seulement. La mode est dans le ciel, dans la rue, la mode a à voir avec les idées, notre façon de vivre, ce qui se passe" (Coco Chanel).


Afirmaba Yves Saint Laurent con sencillez que el traje más bello que una mujer podía lucir eran los brazos del hombre que amaba. Pero, para aquéllas que no tuvieron la suerte de encontrar esa felicidad, se encontraba él: "Le plus beau vêtement qui puisse habiller une femme, ce sont les bras de l'homme qu'elle aime. Mais pour celles qui n'ont pas eu la chance de trouver ce bonheur, je suis là".


El pensamiento sobre la belleza femenina y la moda de Louis Scutenaire era más prosaico: "Une femme nue n’a jamais fait de mal à personne", es decir, "una mujer desnuda nunca le hizo mal a nadie". Sin embargo, desnuda estaba Eva cuando la expulsaron del Edén. Y pasó lo que pasó. Tal vez por eso, la moda, como designio divino, medida y sin excesos, es de agradecer.

 
 
De la desnudez de Eva a la Vogue Fashion Night Out que se celebró el pasado jueves en el barrio de Salamanca de Madrid, va un abismo. Y no de buen gusto, precisamente. En los últimos tiempos, los desfiles de moda se han convertido en lecciones sobre aquello que las mujeres nunca deberíamos vestir. ¿Hemos perdido el sentido de la belleza? "La mode passe mais le style reste". La moda pasa, el estilo permanece, decía una Coco Chanel que hoy, con un rápido vistazo a nuestra calles, se antoja excesivamente optimista.


"Pour être irremplaçable, il faut être différent"... Chanel dijo "ser diferente", no un mamarracho. Tal y como está el patio de los gurús de la moda, quizás una mujer desnuda hace menos daño -a la vista- que una vestida. La idea de Yves Saint Laurent de cubrirse con los brazos del hombre amado, mejor la descartamos: hoy por hoy, la mayoría están tatuados y no resultan muy estéticos. No andaba tan desencaminado el poeta surrealista Scutenaire.
 
 


viernes, 9 de noviembre de 2012

Casablanca 2 (¿siempre nos quedará París?)

Leo en el New York Post que la Warner Bros. (los mismos que van a construir la cubierta de Las Ventas) están maquinando una secuela de la mítica "Casablanca" y los pelos se me ponen como escarpias. ¡No la toquen ya más, que así es la rosa! O, como gritaría Tejero, ¡quieto todo el mundo! En el periódico neoyorkino aseguran que los partidarios de la película llevamos 70 años preguntándonos qué fue de Rick e Ilsa. Juro por Dios que no: en primer lugar, porque no habíamos nacido; y en segundo, porque es mejor no cuestionar los caprichos de la vida y sus circunstancias, ni siquiera en el cine.


En el guión de "Return to Casablanca",  Ilsa, que ha vuelto con Laszlo a los Estados Unidos, da a luz a un niño, un hijo de Rick, al que llaman Richard. Laszlo, que es bastante calzonazos, adopta a la criatura y la trata como si fuera fruto de sus entrañas. Ricardito crece y se convierte en un buen mozo muy parecido a su verdadero padre, aunque más sensible y moderno. Tras escuchar las aventuras de Rick, le entran unas ganas locas de conocerlo personalmente, así que, a comienzos de los años 60, viaja a Casablanca. Sin embargo, aquello está tomado por los árabes y el panorama pinta mal. Un viejo camarero le cuenta a Ricardito que los nazis explotaron el café de su padre cuando Ilsa y Laszlo huyeron, pero el paradero de Rick -al que algunos vieron combatir en el Norte de África- continúa siendo un misterio.

Ricardito, a diferencia de su padre, tendría que ser un enemigo público del tabaco:
en Hollywood ya no se fuma

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La respuesta perfecta la tendría Juan Belmonte en el filo de los labios: "Mu faci, endegenerando".  El tiempo pasa (as time goes by), la industria cinematográfica se arruina a ritmo galopante y a algún iluminado se le ha ocurrido sacar tajada de los réditos del Hollywood dorado. Si eligen a un guaperas metrosexual para interpretar a Ricardito, quién sabe, tal vez la secuela tenga cierto éxito de taquilla. En cualquier caso, no me gusta nada como caza la perrina.

Ya puestos, me quedo con esta versión: "Carrot Blanca"

martes, 11 de septiembre de 2012

Ejercicios de erotismo, insinuación y sensualidad

El domingo pasado, sobre las cinco de la tarde, cruzaba andando Chamberí camino de Las Ventas. Iba delante mía una muchacha de no más de dieciocho años que, a cada paso, tenía que sujetarse la camiseta que dejaba al descubierto tres cuartas partes de su espalda y, por supuesto, la ropa interior. No sé adónde se dirigía, pero seguro que llegaría desnuda. Hasta que la adelanté en un semáforo en Ríos Rosas, me preguntaba: ¿qué ha sido de la insinuación (dar a entender algo sin más que indicarlo o apuntarlo ligeramente), del arte de dejar ver sin enseñar? ¿Desde cuándo nos hemos convertido en una civilización tan soez?
Hace poco, leía este artículo de Vargas Llosa: "El erotismo ha desaparecido, al mismo tiempo que la crítica y la alta cultura. ¿Por qué? Porque el erotismo, que convierte el acto sexual en obra de arte, en un ritual al que la literatura, las artes plásticas, la música y una refinada sensibilidad impregnan de imágenes de elevado virtuosismo estético, es la negación misma de ese sexo fácil, expeditivo y promiscuo en el que paradójicamente ha desembocado la libertad conquistada por las nuevas generaciones. El erotismo existe como contrapartida o desacato a la norma, es una actitud de desafío a las costumbres entronizadas y, por lo mismo, implica secreto y clandestinidad. Sacado a la luz pública, vulgarizado, se degrada y eclipsa, no lleva a cabo esa desanimalización y humanización espiritual y artística del quehacer sexual que permitió antaño. Produce pornografía, abaratamiento procaz y canalla de ese erotismo que irrigó, en el pasado, una corriente riquísima de obras en la literatura y las artes plásticas, que, inspiradas en las fantasías del deseo sexual, producían memorables creaciones estéticas, desafiaban el statu quo político y moral, combatían por el derecho de los seres humanos al placer y dignificaban un instito animal transformándolo en obra de arte".

Las películas del Hollywood clásico reflejaban esta "refinada sensibilidad" a la que hacía referencia Vargas Llosa. Los hombres se enamoraban de Rita Hayworth sólo con aflojarse un guante o entonar una canción a medianoche sobre una mesa.


En aquellas películas de cine negro, la seducción era un arte dentro y fuera de la pantalla. Bogart se enamoró de Lauren Bacall, "La Mirada de Hollywood", en el rodaje de "Tener y no tener". Ella tenía 19 años. La frase: "si me necesitas, silba", se hizo mundiamente famosa tras la película.


En el verano de 2010 fallecía Patricia Neal, la actriz que se enamoró locamente de Gary Cooper. "Es una de las cosas más maravillosas que me ha sucedido en la vida. Le sigo amando, incluso ahora", escribió en su autobiografía. Cooper estaba casado y el romance con Neal terminó cuando su mujer rechazó concederle el divorcio.



Su actuación en "El cartero siempre llama dos veces" lanzó al estrellano a Lana Turner y a sus infinitas piernas. Fuera del restaurante-gasolinera donde trabajaba Turner colgaba un cartel: "Se necesita hombre" ("Man wanted"), un juego de palabras que encerraba un doble sentido: la necesidad de un hombre para trabajar, pero también para amar.


Continúa Vargas: "Hacer el amor en nuestros días, en el mundo occidental, está mucho más cerca de la pornografía que del erotismo y, paradójicamente, ello ha resultado como una deriva degradada y perversa de la libertad [...] Por ello, si queremos que el amor físico contribuya a enriquecer la vida de las gentes, liberémoslo de los prejuicios, pero no de las formas y los ritos que lo embellecen y civilizan, y, en vez de exhibirlo a plena luz y por las calles, preservemos esa privacidad y discreción que permiten a los amantes jugar a ser dioses y sentir que lo son en esos instantes intensos y únicos de la pasión y el deseo compartidos".

Burt Lancaster y Deborah Kerr en "De aquí a la eternidad"