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martes, 25 de marzo de 2014

El perrito Sancho


La victoria de las tropas anglo-portuguesas en la Batalla de los Arapiles (1812) liberó a los salmantinos de la presión francesa. La participación española fue escasa en este cruento enfrentamiento, que contabilizó cinco mil bajas en cada uno de los ejércitos contendientes. "Sólo" veintitrés muertos y cuatro heridos eran españoles.
 
"[...] Ciegos y locos, sin ver el peligro ni la muerte, sin oír más que el zumbar del torbellino, nos arrojábamos dentro de aquel volcán de rabia. Nos confundíamos con ellos: unos eran desarmados, otros tendían a sus pies al atrevido que les quería coger prisioneros, cuál moría matando, cuál se dejaba atrapar estoicamente. Muchos ingleses eran sacrificados en el último pataleo de la bestia herida y desesperada: se acuchillaban sin piedad: miles de manos repartían la muerte en todas direcciones, y vencidos y vencedores caían juntos revueltos y enlazados, confundiendo la abrasada sangre" (Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales).
 

Ante la frialdad de la muerte, la imagen del perrito Sancho y la historia que se narra con breve precisión al pie de una lámina de 1814 descubre una anécdota tierna en medio de la crueldad de la guerra. El grabado es obra de J. Clark y M. Dubourg, pareja de éxito en aquellos años que llegaron incluso a publicar una Tauromaquia de doce estampas inspirada en la homónima de Antonio Carnicero; mientras que H.B. Chalon es el autor del retrato de Sancho. Partiendo del aforismo "el caballo ama al perro y el hombre ama a los dos", perros y caballos, tratados como animales de compañía, ilustraban la pintura de género, familiar o deportiva, de nobles y burgueses en la Inglaterra del siglo XVIII. La maestría de G. Stubbs creó una escuela pictórica animalista de fama imperecedera, si bien recurrente y convencional en su temática y estilo.
 

El pie del grabado aporta detalles sobre el perrito Sancho y su peripecia. Traducido dice así: "Propiedad de la Marquesa de Worcester, rescatado en la Batalla de Salamanca por el Marqués de la sepultura de su dueño, un oficial francés, donde fue encontrado exhausto y famélico a punto de morir y fue muy difícil separarlo de su dueño por ser para él un sacrificio a la fidelidad debida".
 
La expresiva mirada del chucho lanudo transmite una consciente lealtad y una viva franqueza.

jueves, 9 de mayo de 2013

Mantoncito de Manila pa´las chulaponas guapas


Ya está aquí mayo, el mes de la verbena, los toros, las rosquillas, el chotis, el organillo, el mantón de Manila y el clavel reventón. El mes de Madrid. Este jueves arranca San Isidro. ¿Qué mas se le puede pedir a la vida?
 
Foto: Javier Arroyo
 
Mantoncito de Manila,
rico pañuelo chinés
que se ciñe y se perfila
de los hombros a los pies
como si de carne fuera.

Pañuelito japonés
que del rastro a la pradera
brillas como una bandera
del barrio de San Andrés.

Con tus vivos rosetones
más rojos que la sangría
del costado del Redentor,
saludas en los balcones
al Cristo de la Agonía
que pasa en las procesiones
al redoble del tambor.

Y en las noches de verbena,
cohetes y algarabía,
cuando la música suena,
como es gitana y morena
por manto te llevaría
la Virgen de la Almudena.


Mantón,
que siempre serás engañador y cruel,
y al paso prendiendo vas en tus flecos
un hombre en cada cairel,
y te los llevas detrás como si fueran
muñecos de papel.

El que acaricia el escote
con una caricia honrada,
el que tendido en la grada,
reluce más que el capote
de paseo del espada.

El que parece sufrir,
estremecerse y gritar,
cuando el torero al matar
está a punto de morir.

El que recuerdas al verte
cuando en el baile revuelas,
la novia de Luis Candelas
y el pañuelo de Reverte.

Pabellón de colorines,
reflejos y tornasoles,
espejo de los jardines españoles.
Esplendoroso y risueño
como una iluminación
en una noche de estío,
maravilloso mantón madrileño
por una vez,
tú eres mío.

(Luis Fernandez Ardavín)

"La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín [el heredero de los Santa Cruz], se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. Juanito no pecaba de corto, y al ver a la chica y observar lo linda que era y lo bien calzada que estaba, diéronle ganas de tomarse confianzas con ella […] Pensando esto, advirtió que la muchacha sacaba del mantón una mano con mitón encarnado y que se la llevaba a la boca" ("Fortunata y Jacinta" de Benito Pérez Galdós).
 

jueves, 2 de mayo de 2013

Madrid y sus "indignados": del 2 de mayo al 15-M


"La irá estalló en la boca del pueblo de un modo tan formidable, que causaba tanto espanto como la artillería enemiga [...] El resultado era asombroso. Yo no sé de dónde salía tanta gente armada. Cualquiera habría creído en la existencia de una conjuración silenciosamente preparada; pero el arsenal de aquella guerra imprevista y sin plan, movida por la inspiración de cada uno, estaba en las cocinas, en los bodegones, en los almacenes al por menor, en las salas y tiendas de armas, en las posadas y en las herrerías.
 
La calle Mayor y las contiguas ofrecían el aspecto de un hervidero de rabia, imposible de describir por medio del lenguaje. El que no lo vio, que renuncie a tener idea de semejante levantamiento".

(BENITO PÉREZ GALDÓS)
 
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