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lunes, 21 de diciembre de 2015

Te vi bailar bajo la lluvia


A veces, es necesario que pasen los meses para distinguir los mejores momentos del año. La perspectiva del tiempo despierta emociones que la inmediatez anestesia. Estos "instantes camuflados" suelen estar marcados por sentimientos comunes: la alegría, la libertad o la placidez. Dicha mezcla se produjo una mañana de finales de agosto, en Isla Canela. Bajamos a la playa a pesar de que por el poniente se aproximaba una tormenta. Nunca pensamos que llovería con tanta rabia. Antes de que comenzase el aguacero, dejamos nuestra ropa debajo de la sombrilla y fuimos a pasear por la bajamar. La tromba nos sorprendió en mitad del mar. Llovía con tanta fuerza que la arena desapareció por completo y nuestros pies chapotearon entre el agua dulce y salada. No había un alma a nuestro alrededor. Fue una de esas ocasiones en las que piensas "de perdidos, al río", en las que te calas hasta los huesos y te importa un pepino. Entonces nos metimos en el mar y nadamos hasta que la tormenta de Portugal continuó su camino hacia el este. Cuando salimos del agua, lucía un sol espléndido que lo secó todo: la arena, las hamacas, las toallas, la ropa empapada bajo la sombrilla. No he visto llover tanto desde aquella mañana. Tampoco he vuelto a ver un cielo como aquel atardecer, después de la tormenta. Son momentos que llegan de improviso y nunca vuelven... celajes que echas de menos durante todo un año.


jueves, 3 de septiembre de 2015

Luz de pintor

En 1919, con 56 años, el pintor Joaquín Sorolla recaló en Ayamonte con el objeto de plasmar la tradicional pesca del atún. Fue éste el último lienzo de un conjunto titulado “Visión de España”, encargo de la Hispanic Society of America a un Sorolla ya reconocido como “el maestro de la luz”. El día de San Pedro, dio la última pincelada del cuadro y escribió la siguiente carta: “Ayer estuve nervioso, porque cuando vino el modelo, algo tarde, el sol daba ya en el agua, y me cegaba, y no podía saber cómo tenía el modelo la cara […] Perdí el verdadero tono y empecé a tantear y cansarme, para que, al final, comprendiese que había perdido una tarde. Pero, ¡he aprovechado tantas en esta obra!”. Y no es de extrañar: en Ayamonte, cada atardecer vale su peso en oro. Pocos lugares desprenden luz de pintor.



Aquel modelo cuya cara Sorolla no podía distinguir a causa del sol, se llamaba Francisco Hernández Pérez. Posó durante siete días con un cigarrillo en la boca a cambio de trece pesetas. El marinero -casado con una ayamontina- nunca vio terminada la obra porque tuvo que zarpar antes de que Sorolla rematase el lienzo. Se conformó con una reproducción sobre azulejo que aún adorna uno de los bancos de la plaza de La Laguna.


Después de un mes en Ayamonte, vuelvo a Madrid, que no tiene luz de pintor, pero sí un cielo velazqueño que, a veces, casi se toca.


lunes, 15 de junio de 2015

Echar el anzuelo

La vida de Paquita Rico es un folletín. A los diez años ya trabajaba para ganarse el sustento; a los veinte, era cancionista folklórica y a los treinta, estrella del cine. Y siempre bellísima. Natural que más de uno quisiera echarle el azuelo...


En 1956, Ochaíta, Valerio y Solano compusieron varias coplas para la película Curra Veleta, dirigida por Ramón Torrado y protagonizada por Paquita Rico, quien interpreta el papel de una guapa muchacha que vive con sus tíos en Ayamonte. La cinta arranca con unos espectaculares planos generales de la dársena de Ayamonte, donde los pescadores acuden camino de la lonja, para vender su mercancía. Paquita sale a escena en la parte más alta del pueblo, La Villa, con una cesta al brazo, cantando una simpática coplilla titulada El Anzuelo

El anzuelo,
el anzuelo procura afinarlo,
que no haya camelo
pa que luego,
si en la iglesia 
te ponen el yugo
al irte a casar,
no te larguen
un besugo...
¡qué bar... que barbaridad!

Mocita que en tu ventana,
te dan de pares y nones, 
ten cuidado que no te piquen
los malos y los tiburones.

Y cuando la pesca llegue,
procura con tu gracejo, 
que no caigan en tus redes
langostinos ni cangrejos.

Son pescaítos de plata
las niñas en buen estado, 
en cambio son las gambonas
y las raspas del bacalao.

Mocitos de veinte años,
filetes de pescaílla,
merluzos los solterones 
pa asarlos en la parrilla.


Paquita Rico vino al mundo en una modesta casa del barrio de Triana, en 1929. Mucho antes de rodar Curra Vetela, aprendió a distinguir un besugo de un filete de pescadilla: su padre era vendedor de cucuruchos de marisco por las calles de Sevilla. En 1960, se casó con Juan Ordóñez Araújo, hijo de El Niño de la Palma y hermano del famoso torero Antonio Ordóñez. Cinco años después de la boda, Juan, que en el mundillo sólo llegó a banderillero, teniendo que vivir a expensas de su mujer, se suicidó, dejando muerta de tristeza a La trianera de bronce. A su funeral, acudió el director de cine Orson Welles, quien besó la mano de la hermosa viuda.

lunes, 27 de octubre de 2014

Se vende hotel


El Grande Hotel Guadiana fue proyectado por el arquitecto suizo Ernesto Korrodi en el primer cuarto del siglo XX, debiendo su construcción al fabricante de conservas Manuel Ramírez, con el fin de acoger a los comerciantes portugueses y extranjeros que pernoctaban en Vila Real de Santo António. Situado en la desembocadura del río que le da nombre, y en pleno centro histórico pombalino, el elegante edificio fue inaugurado en 1926 ajustándose a la corriente del Arte Nuevo con cierto toque afrancesado. Su primer director se llamaba Conrrado Wissman, nacido en Alemania y afincado en Lisboa a finales del siglo XIX, donde cosechó un enorme prestigio entre la burguesía portuguesa.
 
 
Aunque en la actualidad el Guadiana se encuentra abandonado, es el hotel más antiguo de los que se conservan en el Algarve. Cerró sus puertas por primera vez en 1987. No obstante, aprovechando la Expo de Sevilla, se reformó y volvió a la vida en 1992, para clausurarse de nuevo, y de forma definitiva, en 2007 a causa de problemas financieros. Hoy está a la venta, esperando tiempos de esplendor que, por supuesto, nunca llegan.
 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Atlántico salobre

Bendito sea el calor en septiembre. Para celebrar este verano dilatado, leemos y contemplamos un soneto del gran Antonio García Barbeito y unas fotos tomadas el mes pasado en Ayamonte, un paraíso entre el Atlántico y el Guadiana.


Verano. Julio. El mar. Atardecía...
Crepuscular silencio de la playa.
Oro templado, el sol, como medalla...
colgada al cuello de la lejanía.

El mar se iba en las olas y volvía
en un querer ganarle la batalla
a la suave marea, que no falla
en su almanaque azul de oceanía.

Y ella, sirena en barlovento, ella
dejando un pie menudo como huella
sobre la arena. Y mi sentimiento.

Nunca podré contar aquella historia:
las cartas que escribí con la memoria
se fueron enhebradas en el viento...
 
 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Bolinhas

“¡Boooolinhas! ¡Con crema, sin crema, con chocolaaate! ¡Boliiiiinhas!”.


Así canta su pregón, cada mediodía, el bolinhero de la playa. Camina por la arena, ya haya bajamar o marea llena, portando dos grandes cajas blancas forradas con alegres dibujos infantiles: una palmera, un mono, un coche de carreras, un hipopótamo, un barco pirata. En los laterales delanteros, con pintura negra, se lee el contenido de los arcones: “bolinhas”.

 
El bolinhero es portugués, flaco y moreno. Viene de Vila Real de Santo António, al otro lado de la desembocadura del Guadiana. Lleva once años vendiendo dulces artesanos por la playa. Le llamamos y abre sonriente la tapa de una de las cajas que ha posado sobre la arena. A juzgar por el tamaño de la mercancía, el diminutivo “bolinhas” -“bolitas” en español- resulta inexacto, pues asoman buñuelos del calibre de un puño, rellenos de crema o chocolate. De los simples ya no quedan. Como buen portugués, introduce las “bolitas” delicadamente y con parsimonia en una bolsa de plástico transparente. Cada bolinha a un euro. Muito obrigado.

 
En la orilla, con los pies dentro del agua salada, probamos una de chocolate. Se parece a nuestras berlinesas, fritas, doradas y crujientes por fuera, mientras que el interior queda hinchado y esponjoso. Rompe una ola y, como impulsada por la marea, asoma una nuez con olor a cacao y avellana. De pronto, se levanta la brisa de poniente y algunos granos de arena se mezclan con el azúcar glass que recubre la bolinha. El bolinhero ya se ha marchado, pero el viento a favor reparte su voz grave, de pregonero antiguo, por toda la playa: “¡Boooolinhas! ¡Con crema, sin crema, con chocolaaate! ¡Boliiiiinhas!”.

 
Las vacaciones se han terminado. La taberna de Contraquerencia vuelve a abrir una temporada más. Sean bienvenidos los parroquianos habituales.

martes, 3 de septiembre de 2013

Las cuatro y ocho minutos del siglo XIX


Este verano, mi padre ha recibido un regalo de su cuñada Emilia. Se trata de un reloj. Hasta aquí, la anécdota tiene poco interés. Sin embargo, la historia mejora cuando descubrimos que se trata de un reloj de bolsillo Remontoir del siglo XIX anclado en las cuatro y ocho minutos.

 
Realizando arduas averiguaciones, descubrimos que aquel peluco lo compró mi bisabuelo, Antonio Pérez Silgado, o quizás mi tatarabuelo, cuyo nombre nadie recuerda. No en vano, en la tapa de oro de 18 kilates aún pueden leerse dos iniciales grabadas: "AP", Antonio Pérez, igual que el celebérrimo ganadero charro. Aquel Antonio Pérez Silgado, nacido en Ayamonte, trabajó de contable en la principal conservera de la zona: "Pérez y Feu", dedicada a la salazón de sardinas y atún fundamentalmente, bajo las marcas de Lola y Rita. Los datos deben ser verídicos porque, si uno se acerca mucho al reloj y sus grandes números romanos, aún desprenden cierto olor a pescado.

 
El ayamontino Antonio Pérez contrajo matrimonio con Amalia Theotonio Feria, una bonita portuguesa nacida en Serpa. Suponemos que, a causa de la hora de diferencia entre Portugal y España, Antonio tuvo que cambiar con frecuencia las manecillas de su reloj. Esto, probablemente, enloqueció a la maquinaria jerezana -el reloj fue vendido por José Ocón, popular joyero de la capital del caballo- y, un buen día, cansada por tanto movimiento, decidió detenerse a las cuatro y ocho minutos.

 
Antes de quedarse sin reloj, Antonio Pérez tuvo tres hijas: Amalia, Carmen y Emilia, mi abuela. Por falta de varones en la familia, el peluco fue guardado en un cajón hasta que este verano acabó en las manos de mi padre, un hombre que se debate entre su nuevo iPad y la hora del siglo XIX.
 
"Reloj detén tu camino...."

El dilema del hombre moderno
mientras resuelve "el truco del almendruco"
 
Y hablando sobre el tiempo, este 4 de septiembre, cumplimos un año. El blog "Contraquerencia" ya es añojo. Gracias por leernos.
 
 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Vuelta al cole

Desde mi más tierna infancia, he odiado la vuelta al cole y pienso que septiembre es como el lunes de los meses. Sin embargo, desde ahora mismo, este blog regresa para acoger a todos los lectores que lidian el devenir a contra-estilo, pero siempre con torería.
 

Atrás queda un mes de baños en el mar, arena suave como una alfombra, atardeceres sobre el río, paseos diurnos y nocturnos, asombrosas conversaciones con pescadores de caña, lectura, escritura, apacibles siestas, radio, familia, luna y helados.

 
Y aunque aún quema la nostalgia, ha llegado la hora de coger, de nuevo, el toro por los cuernos. Que suene, por tanto, el clarín y desenchiqueren al que abre plaza. Estamos de vuelta. Jodidos, pero contentos.

miércoles, 31 de julio de 2013

Cerrado hasta septiembre

Mis pies, que representan la única parte de mi cuerpo con espíritu sindicalista, reclaman mejorar su situación laboral y cambiar el asfalto metropolitano por la arena de la playa. Si no se cumple su petición en un plazo breve, amenazan con ponerse en huelga, o lo que es peor, solicitar la baja sine die. Y como los pies son la parte más importante de la anatomía humana, los cimientos y la base del edificio, no deseo emborricarlos. Me veo obligada, pues, a abandonar un mes la ciudad, y con ella, el Internet.
 
 
Pasen, queridos lectores, un agradable mes de agosto. Nos reencontraremos en septiembre, como no, en la contraquerencia.
 
 
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.
(Antonio Machado)
 
 

martes, 30 de julio de 2013

En busca del mejor helado del mundo


Los señores eurodiputados, que están en todo y son unos linces, han aprobado la creación del Día Europeo del Helado Artesano. ¿Y qué fecha han elegido para tan veraniego motivo? El 24 de marzo, coincidiendo con el deshielo y la Semana Santa. Euro-parajódico.
 
 
Dicen que, gracias a los helados, 300.000 personas tienen un puesto de trabajo en el Viejo Continente, donde existen unas 50.000 heladerías. Un poco más hacia el este, en Rusia, también se pirran por los helados. No en vano, el pasado mes de abril, la cadena de yogurt helado Llaollao abrió su primer establecimiento en San Petersburgo y amenaza con montar otro chiringuito en Moscú. ¿Se imaginan ustedes saboreando una tarrina en plena Plaza Roja, a quince grados bajo cero? Curiosamente, el país más heladero del planeta es Nueva Zelanda, seguido de Estados Unidos, Australia y Suiza. ¿Cuál es el sabor más consumido? El de vainilla. ¿Y dónde sirven el mejor helado del mundo? Sobre esta cuestión transcendental debaten cada dos años en Rímini, durante la Coppa del Mondo della Gelateria.
 
Ante Paul Newman no sólo se derriten los helados

Mi hermana antropófago, cada verano, elabora un ranking con sus helados favoritos (la vainilla le parece una simpleza). Todas las tardes camina hasta una heladería de Punta del Moral llamada Popeye y, tras un detenido estudio de las neveras -la que acoge las Cremas Artesanas y las Cremas Premium-, elige un sabor, que luego puntúa con extrema severidad. El top five está compuesto por: "Philadelphia con fresas", "Bombón Noisette", "Limón Glacé", "Fresas con fresitas" y "Chocolate Fondant". Este verano le voy a dar una alegría porque en Popeye hay tres sabores de estreno: "Triple Mix", "Cacahuetes con trocitos caramelizados" y "Crème Brûlée". También he visto por ahí un "Pink Pastel" que me huele a Pantera Rosa y, conociendo su afán catador, seguro que cae.

 
Hasta no hace mucho, en este país subsistíamos con fresa, nata, vainilla y chocolate. Teníamos menos sabores, pero valores más sólidos... y menos eurodiputados:

Manuela la del puesto vendía los helados que ella misma hacía en su casa. Algunas tardes, antes de que con su pregón se acabara solemnemente la siesta en el pueblo serrano del veraneo, íbamos a verla hacer los helados. Era una mágica barrica de corcho, sobre la que tenía colocada una manivela con la que dos aspas daban dentro vueltas a la dulce melaza del helado de vainilla, oloroso y amable, como el barrunto de aquel pregón que poco después estaría por las esquinas proclamando la hora del paseo de la tarde, pescadoras recién planchadas y bicicleta con guardabarros niquelados:
--- ¡ Hay mantecado helado, qué riquillo es...!


Hermana antropófago con su tarrina Bombón Noisette:imagen de la felicidad, inquebrantable al paso del tiempo, que proporciona un helado de chocolate

martes, 16 de julio de 2013

¡A ver los barcos pasar!


Incluso soportando las inclemencias estivales en el interior, cada 16 de julio, todos los que hemos nacido en puerto de mar celebramos el día de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Es jornada de bellas procesiones marítimas y de sentarse en el muelle para ver los barcos pasar. ¿Existe momento más sereno durante la tarde que la hora en que los pequeños pesqueros parten a faenar? ¿Y el olor a mar que traen prendido cuando, a la mañana siguiente, regresan a puerto escoltados por las gaviotas? Recuerdo con especial cariño la romería que sale de la ermita de Canela, una barriada a las afueras de Ayamonte bañada por el Guadiana. Buena oportunidad para recordar dos bellas coplas dedicadas al mar y sus marineros que Carlos Cano compuso en 1981.

Ermita de Canela con la luna llena al fondo
 
Aguadulce, pueblo en ferias,
en la solapa un clavel
cordobés en la cabeza,
y cómo duelen los pies.

Vengan palmas y sevillanas,
que mañana Dios dará:

Y a ver los barcos venir,
y a ver los barcos venir...
¡Y a ver los barcos pasar!

Ya han regresado de tierra extraña.
¡Menudas ferias vamos a pasar!
Que este verano, se han contratado
en la caseta municipal,
bailes y orquestas, grandes artistas,
de las penitas mejor ni hablar.

[…] ¡Vamos niños, pipas, globos
y puritos p'al papá!
No sus hagáis los longuis
y comprarle al tito Juan.

Venga alegría y jarana,
que mañana Dios dará:

Y a ver los barcos venir,
y a ver los barcos venir...
¡Y a ver los barcos pasar!
 
 

Ya se van los marineros cantando por alta mar,
y ni la Virgen de Carmen sabe cuándo volverán.
Ya salen por el Estrecho los barquitos a faenar
pa´las aguas de Marruecos en busca del calamar.
¡En busca del calamar! ¡En busca del tiburón!
¡Marinero! ¡Marinero! ¡Qué vienen por estribor!...
En un barco trainero yo me quisiera enrolar
pa´traerme en los anzuelos, madre, la Estrella Polar.
¡Qué bonita está la playa desde la gavia mayor,
llena de pañuelos blancos al viento, diciendo adiós!
 
 

Fotografías tomadas en Ayamonte y Punta del Moral
 
 

domingo, 28 de octubre de 2012

Las risotás de los pastores y el dolondón de los cencerros


Más de dos millares de ovejas, 50 vacas y decenas de caballos han atravesado el centro de Madrid este domingo con motivo de la Fiesta de la Trashumancia, una práctica que comenzó en época de Alfonso X El Sabio, quien instauró las primeras cañadas reales. Hasta mediados del siglo pasado, era habitual contemplar cómo los rebaños de ovejas cruzaban la calle de Alcalá, cuando iban o volvían de Extremadura en otoño y primavera. Por aquel entonces, los pastores desayunaban mataburrillo (pan frito que añadían a la leche hirviendo) y se echaban a la bandolera algo de morcón antes de emprender camino. Ahora, en estos domingos en los que desayunamos muffins y donuts, cruzarse con un pastor y su oveja produce el mismo efecto que encontrar a un extraterrestre. Los muy imbéciles de los ecologistas están encantados con la ganadería trashumante porque, según ellos, es "un ejemplo de sostenibilidad" (¿sabrán que estos bichos también se comen?).

Venía clareando;
s´oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros..."

(Luis Chamizo)

Esquilador e idilio pastoril de principios del siglo XX

Aún en Ayamonte, durante las tardes de verano, solemos ver en la orilla de la playa al pastor y a su fiel perro de aguas vigilando un nutrido rebaño de cabras y ovejas que comen la retama del camino. A veces se despendolan y corren acera adelante.

Cabras locas en la acera que une Isla Canela con Punta del Moral


En el último ejemplar de Tierras Taurinas, José Manuel Sánchez, ganadero charro, cuenta cómo cada invierno conducían a los toros desde su finca de Salamanca a otra que poseían en Cáceres: “Todos los machos iban para Extremadura en diciembre o enero, cuando salían los cochinos. Los  llevaban hasta allí andando, como era natural. Un año, por Carnavales, los tíos de Ciudad Rodrigo abrieron la puerta cuando los vaqueros estaban dormidos y metieron a los toros por las calles. Es el año con el mejor espectáculo que se recuerda: ¡gratis y varios vecinos con la pata rota! Luego se perdieron diez o doce novillos. No daban con ellos. Los vaqueros iban pa´un lado, pa´otro y nada. Ya, desesperados, regresaron a Castillejo de Huebra -la finca desde donde habían partido- y encontraron a los animales dando vueltas alrededor de la puerta para entrar. ¡Eran mucho más listos los becerros que los vaqueros! ¿Dónde iban a ir? Hay una foto famosa de nuestros novillos cruzando el río, de la parte de Ciudad Rodrigo hasta Extremadura. La última vez que se hizo esto fue sobre el año 70. Un mayoral de esta casa pasó un mes y medio sin bajarse del caballo, visitando las vacas de una finca a otra. ¡Mes y medio! Después, sus gastos apenas superaban las cuatro mil pesetas: un par de herraduras en no sé qué sitio, tres cenas para los criados...”.

Feria de ganado bajo el Puente Romano de Salamanca