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lunes, 6 de junio de 2016

Desde el corazón de las tinieblas

Este San Isidro queda resumido en dos imágenes llegadas, directamente, desde el corazón de las tinieblas: del retrato de un hombre que abraza, con la mano ensangrentada, a quien le ha salvado la vida, a la lucha desesperada de otro que pone todo su empeño y voluntad en sobrevivir, haciendo surgir la belleza y el orden de la fiereza y el caos. David Mora, después de cortar las dos orejas de "Malagueño" de Alcurrucén, con don Máximo García Padrós. Y Alberto Aguilar ante un toro decimonónico de Saltillo. "En el fondo de toda belleza habita algo inhumano". Lo escribió Camus y ambas fotos -una de Sánchez Olmedo y otra de Cruz- lo demuestran.


"Penetramos más y más espesamente en el corazón de las tinieblas. Allí había verdadera calma […] Si aquello significaba guerra, paz u oración es algo que no podría decir […] Nos podíamos ver a nosotros mismos como los primeros hombres tomando posesión de una herencia maldita" (Joseph Conrad).


Y es que, probablemente, la tauromaquia sea la última manifestación visible de una herencia maldita: el recordatorio de que mañana podemos amanecer rodeados de belleza o en el mismo corazón de las tinieblas. Esa inhumanidad consustancial a la Fiesta, alejada del triunfalismo, es la razón y justificación de su existencia, mucho más que mil faenas hermosísimas de Manzanares.


lunes, 14 de marzo de 2016

La cultura no se hereda, se conquista #13MValencia

"La conquista del poder cultural es previa a la del poder político"
(Antonio Gramsci)


La cultura ne s'hérite pas, elle se conquiert. La cultura no se hereda, se conquista. Esta cita de André Malraux se pronunció por primera vez en 1959 con motivo de un discurso sobre la belleza y la riqueza de la civilización griega. Malraux creía que las obras de arte debían "ser accesibles" para el mayor número de personas, porque un arte, para sobrevivir, necesitaba ser inteligible y universal. Diez años más tarde, en otra conferencia, Malraux completó su teoría: la cultura no es un conjunto de conocimientos sino, en primer lugar, un ejercicio de voluntad y "una herencia particular de la nobleza del mundo". Ce qui doit nous unir, c'est l'objet de cette conquête. Lo que debe unirnos, es el objeto de esta conquista.

Sin saberlo, una tarde del mes de marzo, el mundo del toro ha puesto en práctica la filosofía de Malraux: se ha unido y se ha echado a la calle, concretamente a las de Valencia, para reconquistar su cultura, herida por la sociedad y la política. Por supuesto, el pobre Malraux (1901-1976) no tenía idea de hastags ni tuits, ni que, en el siglo XXI, la "conquista cultural" se libraría en los platós de televisión, en las redes sociales y en unos ayuntamientos de pandereta, a menudo por gente que no sabe hacer la "o" con un canuto.

No obstante, para tener éxito a medio plazo, toda conquista -cultural, de territorio o amorosa- debe ir precedida -o seguida- de una estrategia. Porque, manifestarse a lo loco, como rabieta popular, es legítimo pero, a la larga, sirve de poco. Por ello, el 13 de marzo de 2016 debe marcar el despertar del mundo del toro, una fecha en la que todos -toreros, ganaderos, aficionados, etc.- tomamos conciencia de que debemos "conquistar" nuestra cultura, que no somos invisibles ni mártires. "De los resistentes es la última palabra", escribió Camus.


Por ello, con #13MValencia comienza una batalla, de defensa, promoción, enseñanza y comunicación, a veces de malabarismo, para defender de una puñetera vez nuestra cultura, la del toro -tanto en la calle como en la plaza-, nuestra identidad, nuestra forma de vida, nuestra afición y, en algunos casos, nuestra profesión. Porque, a veces, hay que estar en misa y repicando, o corremos el riesgo de que la marea del buenismo nos lleve por delante, y entonces poco habrá que conquistar.

miércoles, 20 de enero de 2016

Los días normales

"Yo creo que lo que hay que hacer es amar a la vida, no a la felicidad [...] Además, no creo que existan los niños felices [...] Estoy empezando a pensar que hay un sector de educadores postmodernos que se han convertido en el aliado más fiel de la barbarie, que lo que hacen es ocultar la realidad y sustituirla por una ideología buenista, acaramelada, y de un mundo de «teletubbies». Personalmente, me resultan más atractivas la valentía y el coraje de afirmar la vida. Tenga usted un hijo feliz y tendrá un adulto esclavo, o de sus deseos irrealizados o de sus frustraciones" (Gregorio Luri).


Acabamos de superar el Lunes Triste (Blue Monday), nombre asignado al tercer lunes de enero por ser, según la pseudociencia, el día más deprimente del año. La deuda acumulada durante la Navidad, el tiempo invernal, la falta de nuevas vacaciones hasta verano o Semana Santa y el fracaso de los propósitos de Año Nuevo explican la melancolía que se encierra tras el Blue Monday. Esta hipótesis -idiota, sin duda- sólo puede nacer en una sociedad enferma donde, desde la cuna, nos educan para ser eternamente felices: "Hazte un favor y se feliz", "Moldea la mente para ser más feliz", "Las 50 claves de la felicidad", "Cosas a las que debes renunciar para ser feliz"... La lista de eslóganes es interminable. Hasta tal extremo que, algunas personas, piensan que la vida es Disneyland y se deprimen cuando el cielo no está cuajado de estrellas, los animalitos no hablan o las amapolas se mustian. Y así, a la espera de una infancia eterna o de una felicidad ficticia, estas personas dejan escapar las jornadas entre suspiros, encerradas en una rutina banal, porque la realidad no se corresponde con los cuentos de hadas. Viven encadenando... días normales.

Llegan
y se van sin hacer ruido
-como buenos
clientes-,
luego el tiempo
los confunde en la memoria,
y ya ni sabes
si aquel lunes era jueves
o al revés.

Que no te engañen,
no son tan poca cosa
como parecen:

suelen poder
con el amor.

(Karmelo C. Iribarren)


Camus fue un hombre que buscaba la felicidad ("no hay amor a la vida sin desesperación de vivir"), un panteísta mediterráneo que adoraba el sol y el mar, y que consiguió escapar de los días normales. Él lo explicó así: "En las profundidades del invierno, finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible". Cuando uno es capaz de encontrar ese "verano invencible" (es decir, cuando uno es capaz de amar la vida a pesar de que ésta, a menudo, es dura e injusta), los lunes tristes pasan de largo.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los "sísifos" del toreo


Dice Antonio Ferrera que quiere matar seis victorinos en la Feria de Abril. Con semejante apuesta sobre el tapete, vuelve el guerrero de las 36 cornadas. Todo o nada. Acaba de recibir el alta definitiva tras fracturarse el brazo derecho el pasado mes de junio -lo que le obligó a cortar la temporada- y es consciente de que la partida comienza desde cero. Durante su convalecencia, otros matadores le han tomado la delantera en la ruleta de los carteles. Rafaelillo, sin ir más lejos. El toreo es implacable -a veces injusto- y el menor tropiezo se paga con el ostracismo o el olvido. De hecho, Ferrera no es el único "exiliado" de la temporada 2015. 

A causa de una mala tarde -la desafortunada encerrona del Domingo de Ramos en Las Ventas-, tanto detractores como partidarios hicieron de Fandiño un auténtico proscrito. Él, que encarna mejor que nadie el mito de Sísifo, también vuelve a empujar su pesada carga desde el pie de la montaña. Por otros motivos -dos espeluznantes cornadas a las que sobrevivió milagrosamente-, Jiménez Fortes es otro diestro que "renace" en 2016; sin olvidar a David Mora, quien, a partir de Fallas, retoma una lucha que quedó truncada en el San Isidro de 2014. 

Por cornadas físicas o morales, estos cuatro matadores reciben al próximo año bajo los sones de Begin the Beguine. Volver a empezar. Su mérito es inconmensurable y su cometido, aún mayor: encarnar la grandeza  -y la crudeza- del toreo como recientemente hizo Padilla. Por justicia, la afición no debe mostrarse cicatera con su inminente destino, pues incluso los valientes merecen magnanimidad de vez en cuando. Ya lo escribió Camus: "No hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza". Suerte y gratitud, pues, para los "sísifos" del toreo. 


"Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura" (Albert Camus, El mito de Sísifo).

jueves, 2 de julio de 2015

¿Cómo morir feliz?

La mort heureuse es el título de la primera novela de Camus. Aunque fue escrita entre 1936 y 1938, el escritor argelino decidió no publicarla y hubo que esperar hasta 1971 para que viera la luz. Gran parte de la trama -inspirada en la propia vida de Camus- ya apuntaba algunos de los temas que serían recurrentes en el resto de su obra: la búsqueda de la felicidad, el aislamiento del ser humano, la ambigüedad moral, la pobreza de Argelia...


- "Con la paz extraña que lo embargaba ante el anochecer, más fresco de repente en el mar, ante la primera estrella que cuajaba despacio en el cielo donde la luz moría verde para volver a nacer amarilla, sentía que después de aquel tumulto tan grande y aquella tormenta, lo oscuro y lo perverso que llevaba dentro se iba quedando en el fondo para dejar, transparente a partir de ahora, el agua clara de un alma que había vuelto a la bondad y a la decisión".

- "Y la cañada se llenó de claros ecos burlones que el cristal del cielo llevaba cada vez más arriba. Un poco vacilante, se detuvo, sin embargo, y respiró vigorosamente. Del cielo azul bajaban millones de sonrisas blancas. Jugaban sobre las hojas todavía llenas de lluvia, sobre la toba húmeda de las calles, volaban hacia las casas de tejas de sangre fresca y volvían a subir con vuelo rápido hacia los lagos de aire y de sol de los que desbordaron unos momentos antes. Un ronroneo dulce descendía de un avión minúsculo que navegaba allá arriba. En medio de la plenitud del aire y la fertilidad del cielo, parecía que la única tarea de los hombres fuese vivir y ser felices".

- "Había dejado en la puerta un pedazo de cartón gris, desflecado en los bordes, en el que su madre había escrito su nombre con lápiz azul. Había conservado la vieja cama de cobre, cubierta de rasete, el retrato de su abuelo con una barbita y sus ojos claros e inmóviles. Sobre la chimenea, pastores y pastoras rodeaban un viejo reloj parado y una lámpara de petróleo que no ardía casi nunca".

- "Esta noche que caía sobre el mundo, en el camino entre los olivos y los lentiscos, sobre las viñas y la tierra roja, cerca del mar que silbaba dulcemente, esta noche entraba en él como una marea. Tantas noches parecidas habían sido para él como una promesa de felicidad, que experimentar ésta como una felicidad le hizo medir el camino que había recorrido desde la esperanza a la conquista".

- "Aceptaría [...] ciego, mudo, todo lo que quieran, con tal de sentir en mi vientre esa llama oscura y ardiente que es mi yo y mi yo vivo. Y ya no soñaría en otra cosa que en agradecerle a la vida que me hubiera permitido seguir ardiendo".

- "Cuando observo mi vida y su secreto color [...] descubro que es a un tiempo la lluvia y el sol, el mediodía y la medianoche".

- "Frente a todo lo que de elemental y de noble hay en el mundo, confunde su vida y su deseo de vivir, y su esperanza se funde con el movimiento de las estrellas".

- "Siempre nos equivocamos dos veces con los seres queridos, primero a su favor y luego en su contra".

- "El error [...] consiste en creer [...] que existen condiciones para la felicidad. Lo único que cuenta es la voluntad de ser feliz".

- "No se vive más o menos tiempo feliz. Uno es feliz y punto, no hay más. Y la muerte no impide nada (en este caso, es un accidente de la felicidad)".

- "Un hombre se juzga siempre por el equilibrio que sabe aportar entre las necesidades de su cuerpo y las exigencias de su espíritu".

miércoles, 17 de junio de 2015

La guinda sobre el pastel

Un gato dura trece años, el amor tres: primero hay un año de pasión, luego un año de ternura y, por último, un año de aburrimiento. Esta clarividente teoría es del escritor francés Frédéric Beigbeder. Después de los tres años, la pareja debe separarse, suicidarse o tener hijos, que son tres maneras de confirmar el fin. Cuanto más obsesionados estamos por encontrar la pasión, más decepcionamos nos sentimos cuando la llama se apaga. Según Beigbeder, lo que necesitamos es buscar el aburrimiento: la pasión no puede "institucionalizarse", puesto que el aburrimiento es el estado natural... y la pasión, una guinda sobre el pastel.


"Un chat dure treize ans, l’amour trois. C’est comme ça. Il y a d’abord une année de passion, puis une année de tendresse et enfin une année d’ennui. Après trois ans, un couple doit se quitter, se suicider, ou faire des enfants, ce qui sont trois façons d’entériner sa fin. Plus on cherche à être passionné et plus on est déçu quand ça s’arrête. Ce qu’il faut, c’est chercher l’ennui, comme ça tu seras toujours surpris de ne pas te faire chier. La passion ne peut pas être «institutionnelle», c’est l’ennui qui doit être la normale –et la passion une cerise sur le gâteau".


El amor es una catástrofe espléndida. La única decepción programada. Sin embargo, vivimos en la "sociedad de la soledad", según palabras de Beigbeder. Ya no hay familias, ya no hay ciudades, ya no hay Dios. Esta declaración hizo que recordara una entrevista radiofónica a la actriz María Casares, el gran amor de Albert Camus: "Fuera de mis padres, con Camus aprendí que uno puede no estar solo en el mundo... porque siempre pensé que estábamos solos. Y, con él, supe que no podía estar sola... Incluso después de su muerte, nunca estuve sola. No es que piense que está ahí... No. Pero no estoy sola porque sé que, una vez, no lo estuve, por consiguiente, no lo estoy". La mujer que corre por la playa al final de El primer hombre es ella, María, aunque en opinión de Catherine, la hija del Premio Nobel de Literatura, "nadie fue la mujer de Camus infinitamente".  

sábado, 6 de junio de 2015

Los espejos del pasado


Dice el tango que veinte años no son nada. Diez tampoco. El 4 de junio de 2005, Zabala de la Serna publicaba la siguiente crónica en ABC: "Por fin la tierra prometida, ese trocito de cielo que se respira bajo la arcada de la Puerta Grande, Cid [...] Con permiso de Rincón, eres el torero más puro de los activos. Quizás por eso le brindaste al César". Diez años después, Zabala escribe en El Mundo: "Victorino y El Cid se suicidan de la mano". Entre medias, el 19 de abril de 2007, una tarde gloriosa en La Maestranza, cuando Manuel Jesús abrió la Puerta del Príncipe gracias a Borgoñés: "Como guante a la mano, y qué mano la de El Cid, así le cae el encaste de Victorino al torero de Salteras. O viceversa. Tan suprema compenetración, como la del Beluga al Moët, se precipitó por la Puerta del Príncipe en esa hora mágica cuando la tarde se asoma a la noche. El Cid y Victorino, Victorino y El Cid, son pareja de hecho inseparable desde que hace un lustro se volvieron locos de pasión en las arenas de Bayona" (Zabala para ABC). Cuatro meses después, tuvo lugar la encerrona de El Cid en Bilbao ante seis Victorinos... Ante los espejos del pasado, no somos naide. Pero El Cid y Victorino fueron mucho, y mucho debemos agradecerles los aficionados. 


"Compréndelos a todos. Ama y admira sólo a unos pocos", escribió Camus. El Cid y Victorino se ganaron a ley nuestra admiración y devoción. Por eso, la reciente caída sabe más amarga. ¿Qué pensaría ayer Rafael Perea "Boni" contemplando la debacle desde el callejón? A veces, una retirada -o un descanso- a tiempo es la solución más decorosa. ¿Volverá a salir un "Borgoñés"? Seguramente sí. ¿Y un guante que sepa entender el encaste Santa Coloma como aquel de El Cid? Posiblemente. La fe del aficionado es parecida a la piedra de Sísifo: estamos condenados a cargar con ella. Porque, cualquier tarde y en cualquier plaza, un torero hará un faenón a un Victorino de bandera. Y eso es algo demasiado inconmensurable como para dejarlo pasar. "Todo el gozo silencioso de Sísifo se encuentra en eso. Su destino le pertenece. Su roca es todo lo que posee [...] La lucha por alcanzar las cimas basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginar a Sísifo feliz".

jueves, 7 de mayo de 2015

Breves. De Albert Camus

De 1935 a 1951, Albert Camus escribió un diario donde incluyó reflexiones filosóficas, esbozos de proyectos literarios, notas de viaje, citas... He aquí una selección de aquellos "breves" firmados por un hombre brillante, inquieto, amante de las cosas sencillas, vitalista y sensible, un referente moral de nuestra época.


- Todo lo que la historia podía haber hecho de grandioso y de sorprendente durante miles de años no valía lo que el perfume fugitivo de la rosa salvaje.

- Comprendí que para mí no existe un placer mayor que sentir bajo mis pies la arena virgen mientras ando al encuentro de una luz sonora, henchida del canto de las olas.

- Retener esta luz, volver a ella, no ceder más a la noche de los días [...]

- Cielo gris, pero la luz se infiltra. Algunas gotas de agua cayeron hace un rato. Allá abajo la bahía comienza a esfumarse. Luces que se animan. La felicidad y los que son felices. No tienen sino lo que se merecen.

- Más vale pobre y libre que rico y sometido. Evidentemente, los hombres quieren ser ricos y libres, lo cual suele conducirlos a ser pobres y esclavos.

- Junto a ellos, lo que sentí no fue la pobreza, ni la indigencia, ni la humillación [...] Ante mi madre siento que pertenezco a un noble linaje: el que no envidia nada.

- El gran problema de la vida consiste en saber cómo pasar entre los hombres.

- Todo puede ordenarse: es simple y evidente. Pero interviene el sufrimiento humano y cambia todos los planes.

- Quisiéramos que quienes empiezan a querernos nos hubieran conocido tal como éramos antes de encontrarlos, para que pudieran apreciar lo que han hecho de nosotros.

- Compréndelos a todos. Ama y admira sólo a unos pocos.

- No es cierto que el corazón se gaste (sino el cuerpo, que nos engaña).

jueves, 9 de abril de 2015

El verano en Argel

"Siempre tuve la impresión de vivir en altamar, amenazado, 
en el centro de una dicha real" (Albert Camus)


Los amores que se comparten con una ciudad son, a menudo, amores secretos. Ciudades como París, Praga y aun Florencia, están cerradas sobre sí mismas, limitan de este modo el mundo que les es propio. Pero Argel, y con ella ciertos ambientes privilegiados como las ciudades sobre el mar, se abre en el cielo como una boca o una herida. Lo que en Argel se puede amar es aquello de que todo el mundo vive: el mar a la vuelta de cada calle, un cierto peso del sol, la belleza de la raza. Y, como siempre, en este impudor y en esta ofrenda se reconoce un perfume más secreto. En París se puede sentir la nostalgia de espacio y batir de alas. Aquí, al menos, el hombre está colmado y, seguro de sus deseos, puede medir entonces sus riquezas.


Sin duda se precisa largo tiempo en Argel para comprender lo que puede tener de esterilizante un exceso de bienes naturales. Nada hay aquí para quien quisiese aprender, educarse o mejorarse. Este país no tiene lección que dar. Ni promete ni deja entrever. Se contenta con dar, pero profusamente. Se entrega del todo a los ojos y se le conoce desde el momento en que se le goza. Sus placeres no tienen remedio, ni esperanza sus alegrías. Lo que exige son almas clarividentes, es decir, inconsolables. Pide que se haga un acto de lucidez como se hace un acto de fe. ¡Singular país que, al mismo tiempo, da al hombre que nutre su esplendor y su miseria! No es sorprendente que la riqueza sensual de que está provisto un hombre sensible de estas comarcas coincida con la más extrema desnudez. No hay verdad alguna que no lleve consigo su amargura. ¿Cómo asombrarse entonces de que no ame yo tanto el rostro de este país cuanto lo amo en medio de sus hombres más pobres?


Durante toda su juventud, los hombres encuentran aquí una vida a la medida de su belleza. Después, vienen la caída y el olvido. Apostaron a la carne, pero sabiendo que debían perder. Para quien es joven y vivaz, todo en Argel es refugio y pretexto de triunfos: la bahía, el sol, los juegos en rojo y blanco de las terrazas hacia el mar, las flores y los estadios, las mozas de frescas piernas. Pero para quien ha perdido su juventud, nada a qué acogerse y lugar alguno en que la melancolía pueda salvarse a sí misma. En otras partes, las terrazas de Italia, los claustros de Europa o el dibujo de los alcores provenzales son otros tantos sitios en que el hombre puede huir de su humanidad y liberarse dulcemente de sí mismo. Pero aquí, todo exige la soledad y la sangre de los jóvenes.


[…] Hay pueblos nacidos para el orgullo y la vida. Son los mismos que nutren la más singular vocación para el tedio. Y son también los pueblos para quienes resulta más repugnante el sentimiento de la muerte […] Este pueblo totalmente entregado al presente, vive sin mitos, sin consuelo. Ha puesto todos sus bienes en la tierra y ha quedado indefenso contra la muerte.

(Albert Camus)

miércoles, 11 de marzo de 2015

En primavera los dioses viven en Tipasa

Ruinas de Bolonia (Cádiz)

"L'Espagne sans la tradition ne serait qu'un beau désert" / "España, sin tradición, no sería más que un bello desierto", escribió Albert Camus en 1954. El autor de L'Été -ensayo al que pertenece esta cita-, aunque no encajaba en casi ninguna parte, venía del sur y tenía raíces españolas. Nacido en Mondovi, casi en la frontera con Túnez, amaba la vida, el sol, el mar, la amistad y las mujeres. Se sentía mediterráneo, como las ruinas fenicias de Tipasa, situadas en la costa argelina, muy similares a las gaditanas de Bolonia.

Ruinas de Tipasa (Argelia)

"En primavera los dioses viven en Tipasa, y los dioses hablan en el sol y el olor de los ajenjos, en la mar con coraza de plata, en el crudo azul del cielo, en las ruinas cubiertas de flores, y en la luz que surge a borbotones entre los amasijos de sus piedras. A ciertas horas la campiña se ve quemada por el sol. Los ojos intentan en vano atrapar algo más que las gotas de luz y color que palpitan al borde de las pestañas. El intenso perfume de las plantas aromáticas cosquillea en la garganta y el enorme calor las sofoca.

[…] A la izquierda del puerto, una escalera de resecas piedras conduce hasta las ruinas, entre retamas y lentiscos […] Vamos al encuentro del amor y el deseo. No buscamos lecciones, ni la amarga filosofía exigida a la grandeza. Fuera del sol, de los besos y perfumes salvajes, todo nos parece fútil […] Es el gran libertinaje de la naturaleza y el mar que me acapara por entero. En este maridaje de primavera y ruinas, las ruinas se han convertido en piedras, y perdiendo la impronta dejada por el hombre, han vuelto de nuevo a la naturaleza. Y al regreso de estas hijas pródigas, la naturaleza las ha colmado de flores. Entre las losas del foro, el heliotropo asoma su redonda y blanca cabeza, y los rojos geranios vierten su sangre sobre los que fueran templos, casas, y plazas públicas […] Hoy, por fin, los abandona su pasado, y ya nada los distrae de esa profunda fuerza que los arrastra hasta el mismo centro de cuanto se derrumba.


[…] Recorría uno tras otro todos los rincones, y cada uno me reservaba una recompensa, como ese templo cuyas columnas miden el recorrido del sol y desde donde se puede ver todo el pueblo, sus muros blancos y rosas y sus barandillas verdes. Al igual que esta basílica sobre la colina oriental: ha conservado sus muros y en un gran radio a su alrededor se alinean sarcófagos exhumados, la mayor parte apenas despojados de la tierra de la que aún participan […] Qué pobres son quienes necesitan mitos.

[…] Aquí comprendo lo que llaman gloria: el derecho a amar sin medida. Sólo hay un amor en este mundo. Estrechar un cuerpo de mujer es también retener contra sí esta extraña alegría que desciende del cielo hacia el mar. Dentro de un momento, cuando me arroje a los ajenjos para hacerme entrar su perfume en el cuerpo, tendré conciencia, contra todos los prejuicios, de realizar una verdad que es la del sol y será también la de mi muerte. En cierto sentido, lo que aquí juego es mi vida, un sabor a piedra ardiente, llena de los suspiros del mar y las cigarras que comienzan a cantar ahora. La brisa es fresca y es azul el cielo. Amo esta vida con abandono y quiero hablar de ella libremente: pues me da el orgullo de mi condición humana. A menudo me han dicho, sin embargo, que no hay de qué gloriarse. Sí, hay de qué: este sol, este mar, mi corazón que brinca de juventud, mi cuerpo con sabor a sal, la inmensa decoración en que la ternura y la gloria se dan cita en el amarillo y el azul. A conquistar esto debo aplicar mi fuerza y mis recursos. Todo aquí me deja intacto, nada mío abandono, ninguna máscara reviso: me basta aprender pacientemente la difícil ciencia de vivir, que bien vale el saber vivir de los demás" (Bodas en Tipasa, 1939).

Camus en Tipasa

Diez años más tarde, en 1949, Camus enviaba la siguiente carta a su amigo René Chart: "La vérité est qu’il faut rencontrer l’amour avant de rencontrer la morale. Ou sinon, les deux périssent. La terre est cruelle. Ceux qui s’aiment devraient naître ensemble. Mais on aime mieux à mesure qu’on a vécu et c’est la vie elle-même qui sépare de l’amour. Il n’y a pas d’issue - sinon la chance, l’éclair - ou la douleur" / "La verdad es que hay que conocer el amor antes de conocer la moral. O, si no, los dos perecen. La tierra es cruel. Aquellos que se aman deberían nacer juntos. Pero se ama mejor a medida que se ha vivido, y es la misma vida la que separa el amor. No hay salida -salvo la suerte, la luz- o el dolor".

Vista de Lourmarin

Camus era un hombre de profundas contradicciones. En él chocaban, incesantemente, la realidad y el deseo. Tras ganar el Premio Nobel de Literatura, París le asfixiaba, pero tampoco podía regresar a Algeria. En busca de una solución intermedia, en 1958, compró una casa de dos plantas con contraventanas azules y un gran balcón en Lourmarin, una hermosa villa de la Provenza. Aquella decisión revelaba el deseo de Camus de regresar a los orígenes, a su única patria, la de su infancia, pobre y solar.

lunes, 19 de enero de 2015

El hambre de descubrir


Hace unas semanas, coincidiendo con la marcha en París que condenaba el terrorismo islamista, nuestra profesora en el Institut Français nos hizo leer, en voz alta, un fragmento de la novela autobiográfica de Albert Camus, El primer hombre, donde el autor describe a su maestro de escuela, el señor Bernard:

"Después venia la clase. Con el señor Bernard era siempre interesante por la sencilla razón de que el amaba apasionadamente su trabajo. Fuera el sol podía aullar en las paredes leonadas mientras el calor crepitaba incluso dentro de la sala, a pesar de que estaba sumida en la sombra de unos estores de gruesas rayas amarillas y blancas. También podía caer lluvia, como suele ocurrir en Argelia, en cataratas interminables, convirtiendo la calle en un pozo sobrio y húmedo: la clase apenas se distraía. Sólo las moscas, cuando había tormenta, perturbaban a veces la atención de los niños. Capturadas, aterrizaban en los tinteros, donde empezaban a morirse horriblemente, ahogadas en el fango violeta que llenaba los pequeños recipientes de porcelana de tronco cónico encajados en los agujeros del pupitre. Pero el método del señor Bernard, que consistía en no aflojar en materia de conducta y por el contrario en dar a su enseñanza un tono viviente y divertido, triunfaba incluso sobre las moscas. Siempre sabía sacar del armario, en el  momento oportuno, los tesoros de la colección de minerales, el herbario, las mariposas y los insectos disecados, los mapas… que despertaban el interés languideciente de sus alumnos.

[...] No, la escuela no sólo les ofrecía una evasión de la vida de familia. En la clase del señor Bernard por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir […] Sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se los juzgaba dignos de descubrir el mundo".

Camus en la escuela

El señor Bernard -cuyo nombre real era Louis Germain- se comprometió con el pequeño Albert y su brillante destino: le habló de la escuela secundaria, le ayudó a preparar el examen de ingreso y, lo más difícil, convenció a su madre y abuela para que le permitieran seguir con sus estudios. Sin su maestro de escuela, Camus habría sido, durante toda la vida, un pobre trabajador en Algeria y no el ganador del Premio Nobel de Literatura. Tras recoger el prestigioso galardón en 1957, durante su discurso de agradecimiento, Albert recordó al señor Germain. Días después, le envió una carta desde París:

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo.

Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas.


El señor Germain

La emotiva carta de Camus obtuvo respuesta desde Argel:

Mi pequeño Albert:

He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl. Brisville. Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí "mi pequeño Camus".

Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo.

He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo [...] Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros.

La madre de Camus

Al terminar de leer en voz alta aquella página de El primer hombre, nuestra profesora suspiró. ¿Quedan maestros como Monsieur Germain? ¿Quedan alumnos como Camus? Will Durant escribió que una civilización no era conquistada desde fuera hasta que no se había destruido a sí misma desde dentro. Y en ésas estamos, educándonos -o envileciéndonos- solos, sin maestros que marquen el camino.

Camus recogiendo el Nobel

"[...] Después se precipitó a la ventana, mirando a su maestro, que lo saludaba por última vez y que lo dejaba solo, y en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le estremeció el corazón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de ser arrancado el mundo inocente y cálido de los pobres, mundo encerrado en sí mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de familia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era el suyo, donde no podía creer que los maestros fueran más sabios que aquel cuyo corazón lo sabía todo, y en adelante tendría que aprender, comprender sin ayuda, convertirse en hombre sin el auxilio del único hombre que lo había ayudado, crecer y educarse solo, al precio más alto".

jueves, 27 de noviembre de 2014

Lucien Camus: el primer hombre


Alzó los ojos. Por el cielo pálido pasaban lentamente pequeñas nubes blancas y grises y caía una luz leve que por momentos se apagaba. A su alrededor, en el vasto campo de los muertos, reinaba el silencio. Sólo llegaba un rumor sordo de la ciudad por encima de los altos muros. A veces una silueta negra pasaba por entre las tumbas lejanas […] Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre, percatándose entonces de haberla ignorado. Después leyó las dos fechas, "1885-1914", e hizo maquinalmente el cálculo: veintinueve años. De pronto le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. Él tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él.


Y la ola de ternura y compasión que de golpe le colmó el corazón no era el movimiento del ánimo que lleva al hijo a recordar al padre desaparecido, sino la piedad conmovida que un hombre formado siente ante el niño injustamente asesinado, algo había ahí que escapaba al orden natural y, a decir verdad, ni siquiera tal orden existía, sino sólo locura y caos en el momento el que el hijo era más viejo que el padre. La sucesión misma del tiempo estallaba alrededor de él, inmóvil, entre esas tumbas que ya no veía, y los años no se ordenaban en ese gran río que fluye hacia su fin. Los años no eran más que estrépito, resaca y agitación […] Miraba las otras lápidas del entorno y reconocía por las fechas que ese suelo estaba sembrado de niños que habían sido los padres de los hombres encanecidos que creían estar vivos en ese momento. Porque él mismo creía estar vivo, se había hecho él solo, conocías sus fuerzas, su energía, hacía frente a la vida y era dueño de sí. Pero en el extraño vértigo de ese momento, la estatua que todo hombre termina por erigir y endurecer al fuego de los años para vaciarse en ella y esperar el desmoronamiento final, se resquebrajaba rápidamente, se derrumbaba. El viajero no era más que ese corazón angustiado, ávido de vivir, en rebeldía contra el orden mortal del mundo, que lo había acompañado durante cuarenta años y que latía siempre con la misma fuerza contra el muro que lo separaba del secreto de toda vida, queriendo ir más lejos, más allá, y saber, saber antes de morir, saber por fin para ser, una sola vez, un solo segundo, pero para siempre.


Volvía a ver su vida loca, valerosa, cobarde, obstinada y siempre orientada hacia ese objetivo del que ignoraba todo, y en verdad había transcurrido enteramente sin que él tratara de imaginar lo que podía haber sido un hombre que justamente le había dado esa vida para ir a morir poco después a una tierra desconocida, al otro lado de los mares. A los veintinueve años, ¿acaso él mismo no había sido frágil, doliente, tenso, voluntarioso, sensual, soñador, cínico y valiente? Sí, todo eso y muchas cosas más, alguien vivo, un hombre al fin, pero sin pensar nunca en el ser que allí desconocido que había pasado antes por la tierra donde él naciera, y que, según su madre, se le parecía y había muerto en el campo de honor. Sin embargo, ahora pensaba que ese secreto, lo que ávidamente había tratado de conocer a través de los libros y de los seres, tenía que ver con ese muerto, ese padre más joven, con todo lo que éste había sido y con un destino, y que él mismo había buscado muy lejos lo que estaba a su lado en el tiempo y en la sangre. 

Albert Camus (fragmento de sus memorias, recogidas en El primer hombre)


Aquel "primer hombre" de Albert Camus no era otro que su padre, Lucien Camus, agricultor que trabajaba en una finca vinícola en Argelia. Fue movilizado durante la Primera Guerra Mundial y mortalmente herido en la Batalla del Marne. Falleció hace ahora un siglo, solo, lejos de su familia, como tantos otros hombres de aquellos años, en el hospital de Saint-Brieuc. La familia Camus recibió la fatal noticia a través de un telegrama. De su padre, Albert sólo conservaba una fotografía. La historia no suele interesarse por los hombres humildes.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Albert Camus toreaba de salón

Lo olvidaba: Albert Camus, como otros Premio Nobel de Literatura, sentía curiosidad por el mundo de los toros. En este video se le puede ver pegando unos garbosos lances con un pañuelo. Donde quiera que esté, nos quitamos el sombrero ante su grandeza, monsieur Camus.
 
 
"La felicidad, después de todo, es una actividad original hoy en día. La prueba está en que solemos esconderla a la hora de ejercerla. Al igual que en un crimen, no podemos reconocer abiertamente y de forma ingenua: soy feliz".

Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá

"En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible" (Albert Camus)
 

A Camus comencé a conocerlo por el final, es decir, por su obra póstuma: El primer hombre. El ganador del Premio Nobel llevaba el manuscrito de este libro dentro de un maletín negro el día en que sufrió el accidente automovilísco que acabó con su vida. El maletín fue hallado cerca del árbol contra el que se estrelló el coche y, hasta 1995, su hija no facilitó el material para que esta novela autobiográfica fuera editada.
 

Si hoy, en los colegios e institutos europeos, en vez de El Principito y similares, exigieran como obra de lectura obligatoria El primer hombre, nuestro futuro, probablemente, sería más sólido y menos mísero, menos superficial e infantilizado. Hay fragmentos, como aquel en el cementerio militar donde Camus visita la tumba de un padre que no llegó a conocer que, por su desnudez, estremecen siempre, a lectores de cualquier edad, incluso si ya se ha leído este pasaje una docena de veces. Forman al joven a enfrentarse con la realidad y con la vida, vengan bien o mal dadas, porque Camus es un referente moral y un ejemplo universal a seguir: la historia de un niño pobre que alcanzó la excelencia gracias a su educación, a su esfuerzo, a su inteligencia y a la literatura. "Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá", escribió en una ocasión.
 
"Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre e hizo maquinalmente un cálculo: veintinueve años. De pronto, le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. Él tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él. La sucesión misma del tiempo estallaba alrededor de él, inmóvil, entre esas tumbas que ya no veía, y los años no se ordenaban en ese gran río que fluye hacia su fin".

 
Albert Camus nació un 7 de noviembre de hace cien años en Argelia.
 
"Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad,
pero si no hacemos nada, no habrá felicidad".
 

jueves, 10 de octubre de 2013

La importancia de comprender lo que leemos

"La obra de un hombre no es otra cosa que esa larga marcha para volver a encontrar, mediante el arte, dos o tres imágenes simples y grandes sobre las que el corazón por primera vez se abrió".
(Albert Camus)
 
 
Los españoles estamos a la cola en compresión lectora, según la OCDE. No entendemos un texto de El Quijote, pero tampoco un prospecto farmacéutico o la factura de la luz. Sin embargo, nos escolarizan bien temprano, casi desde la cuna. Estos datos -por otro lado nada sorprendentes- confirman la perversión de los sucesivos sistemas educativos que han ido encadenándose desde que empezó la democracia.
 
 
Tuve la suerte de aprender a leer en casa con las cartillas Palau pero, para los menos afortunados, la escuela debería jugar un papel crucial en la formación moral e intelectual del niño. El ganador del premio Nobel de Literatura de 1957 habría sido un humilde argelino si el sistema educativo francés, duro y humano a la vez, no lo hubiera convertido en el hombre que fue: Albert Camus.
 
 
Camus nace el 7 de noviembre de 1913 -está a punto de cumplirse un siglo- en Mondovi, un pueblo situado a unos 15 kilómetros al sur de Bône, en la explotación vitícola Le Chapeau de Gendarme, en la que su padre, Lucien Camus, estaba empleado como bodeguero. Su madre, Catherine Sintès, de origen español, había nacido en 1882 en Argel, era analfabeta y tenía serios problemas de elocución. Cuando nació Albert, ya tenían otro hijo, tres años mayor.
 
Mientras su padre era llamado a filas, la familia encontró asilo en casa de la abuela -una mujer autoritaria y tiránica- que vivía en Belcourt, un barrio popular de Argel. Lucien Camus, herido de gravedad durante la batalla del Marne, muere en Saint-Brieuc en 1914. El exilio provisional de la familia en el número 23 de la calle de Lyon se convirtió entonces en definitivo.
 
 
La escuela primaria y el buen maestro Louis Germain van a formar al joven Albert, ávido de descubrimientos. En la tonelería donde trabajaba uno de sus tíos, Camus estuvo a punto de hacerse obrero. Los esfuerzos conjugados de su madre y de Louis Germain acabaron con los argumentos de la abuela, que había decidido que, al acabar la escolaridad, se convertiría en aprendiz.
 
Camus siempre fue un apasionado del fútbol, que practicó desde su adolescencia con sus compañeros del barrio pobre. Incluso aspiraba a convertirse en futbolista profesional. En cuanto empieza el instituto, se apunta a la asociación deportiva de Mont-pensier antes de jugar, como portero, bajo los prestigiosos colores del Racing Universitario de Argel, el RUA. En 1930, al final de un partido, fue víctima de un resfriado. Se trataba, en realidad, de los primeros ataques de la tuberculosis. Tenía 17 años y nunca se curó. La enfermedad le obligó a medir su respiración, sus palabras.
 
 
Albert fue acogido en casa de su tío Acault, un carnicero de la calle Michelet. Pudo así comer carne roja, que entonces tenía fama de ayudar a superar la tuberculosis. En este piso de los bellos barrios, tuvo acceso a una biblioteca que le permitió descubrir a grandes autores, como Nietzsche o Gide. También leyó La Douleur de Jean Richaud, que le convenció de la posibilidad de escribir sobre gente y cosas sencillas... Su vocación literaria encontró allí otro apoyo.
 
Después de la Selectividad, decidió cursar estudios de Filosofía y se incorporó a la Facultad de Argel. Jean Grenier reparó en este estudiante brillante y le animó a seguir estudiando y a escribir. Al impedirle su enfermedad dar clases en la enseñanza superior, Camus optó definitivamente por la escritura. En 1957, ganó el premio Nobel de Literatura.
 
 
"Es cierto que Marx no me ha enseñado la libertad:
me la ha enseñado la miseria" 
(Camus)