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domingo, 23 de febrero de 2014

El Viti vuelve a Las Ventas: "No nací para torero: nací con afición por los toros"

Tras abrir la Puerta Grande en catorce ocasiones, el 24 de mayo de 1979, Santiago Martín "El Viti" decidió despedirse de Las Ventas con una corrida de Torrestrella. Paquirri y Palomo Linares completaban el cartel. El Viti no podía decir adiós a Madrid de cualquier manera, por eso, antes de aquel San Isidro, quiso ver en el campo los toros que Álvaro Domecq tenía reseñados. Al llegar a los Alburejos, distinguió dos lotes de muy distinto trapío: los ejemplares más serios estaban destinados para ser lidiados en Arles; los más pequeños, en Madrid. Inmediatamente, exigió al ganadero que llamase a los empresarios para intercambiar el destino de ambas corridas. "Si la más grande no va a Las Ventas, no toreo". Cuando hoy le preguntan por qué tomó aquella decisión, responde sin dudar: "¡Esas cosas siempre las han hecho los antiguos! Dicen que Madrid da y quita. A mí Madrid no me ha quitado nada. A quien tiene algo que dar, Madrid nunca le quita".
 
 
"No hay corridas de toreros, sino de toros. Si sale el toro con emoción, siempre habrá toreros dispuestos a ponerse delante. Pocas veces se ha ponderado al toro, el único ser al que le debemos todo". El Viti sigue hablando despaciosamente, como toreaba. Para su regreso a Las Ventas, en esta mañana de febrero invitado por la Peña de José y Juan, ha elegido chaqueta azul marino, camisa celeste y corbata de color amaranto. Tiene buen aspecto y la piel del rostro curtida de pasar horas bajo el sol de Salamanca. Apenas mueve la mano derecha. Sólo gesticula con la izquierda. Su mano. "No todo el mundo acierta con la profesión que elige. Yo sí porque decidí ponerme delante del toro. Sin embargo, no he acabado de saber torear. Lo digo sin modestia. Ésta es una profesión inacabable gracias al toro".
 
 
Entre el público, le escuchan, atentos, varios alumnos de la Escuela Taurina de Madrid. "Yo fui más amigo de personas que podían ser mis padres o abuelos que con gente de mi propia edad. Solía arrimarme a los viejos a ver si se me pegaba algo. He sido poco preguntador y sí un gran copista. Creo que he copiado a todo el mundo, incluso a becerristas, pero haciéndolo a mi manera. El toreo es una continuidad. Creo que todos hemos aprendido de todos. Ningún toro ni ninguna faena son iguales".
 
 
"Al conversar con mis compañeros, ¡qué pocas veces los toreros ven un buen toro! Al contrario, siempre ven las pegas. Casi nadie dice que podría haber estado mejor...", habla un hombre que, en 1965, exigió torear Miuras en Las Ventas. Quizás, por eso, y por otras proezas, ha puesto hasta la bandera la sala Antonio Bienvenida con aficionados de todas las edades. "En los toros, yo he sido público y aún sigo siendo público". Lo corroboro: la pasada feria de Salamanca lo vi en La Glorieta, donde Antonio Ferrera le brindó un espectacular tercio de banderillas durante la corrida del Puerto de San Lorenzo.
 
 
"No nací para torero: nací con afición por los toros. Antes, nos hacíamos toreros. Todavía no he acabado de llegar donde quería. Insisto: esto es un aprendizaje continuo".
 

domingo, 24 de marzo de 2013

Crónica del Domingo de Ramos en Las Ventas: torres de arena


Tras el baile de torres en los corrales –cuatro Torrestrellas remendados con dos Torrealtas-, los habituales de Las Ventas, una vez más, nos temimos lo peor, y como en una copla de León y Quiroga, nos preparamos para cantar “e igual que de arena, nuestras torres de afición vinieron al suelo”. Pero, por una vez, cambió el aire de nuestra maltrecha veleta, y la corrida que inauguró la temporada madrileña resultó interesante. Que la peor sea ésta.

Tres toros –segundo, tercero y cuarto-, cada uno de su padre y de su madre, nos entretuvieron y, como dicen ahora los revisteros modernos, dieron juego. Empecemos, pues, despachando lo bueno. El segundo de la tarde, un Torrestrella ojo de perdiz muy en Núñez, noble y con movilidad, tuvo la fortuna de caerle en suerte a Eduardo Gallo, ese gallo de Salamanca que, desde hace un año, ha vuelto a cacarear y a plantar pelea. Tras llevarlo al caballo garbosamente por galleos, se fue el charro hasta los terrenos del 7 y allí ligó unas series por la diestra que hicieron aplaudir al Rosco. “Qué bien vestido va Gallo. Éste viene con ganas”, sentenció con su habitual temple. Y no le faltaba razón, porque Gallo está en torero y eso se nota hasta a la hora de cambiar la muleta de mano. Cuando tenía una oreja cortada a ley –no como ésas que últimamente se regalan en Las Ventas- pinchó en lo alto. Luego, nuevo intento con la tizona y varios fallos con el descabello. Adiós oreja y fuerte ovación como único consuelo.


Con el Gallo salmantino, los aficionados empezamos a edificar castillitos en el aire. En éstas, salió el tercer toro, un Torrestrella con un cortijo en el pitón izquierdo, y a su vez, conformen abrían la puerta de toriles, desenchiqueraron un chaparrón de atarse los machos. Antonio Nazaré dibujó algunos naturales muy bellos ante este Torrestrella, que, para contarlo todo, era una raspa impresentable. Bajo la lluvia y entre paraguas, quedamos en los tendidos los aficionados más sufridores junto a algunos incondicionales del sevillano, quienes, al terminar la faena, pidieron la oreja. La presidencia, con buen criterio, no la concedió y todo quedó en una merecida vuelta al ruedo.

Finalmente, el tercer toro con opciones de la corrida fue el cuarto, un Torrealta que lidió Diego Urdiales. El riojano, que se merece todo el respeto por su trayectoria y pundonor, no tuvo su mejor tarde. Algo amontonado, no le dio al toro el tiempo ni espacio que pedía para que la faena tomara vuelo.


Los otros tres toros de la corrida –primero, quinto y sexto- ni valieron ni tuvieron interés. Mansos en mayor o menor grado, sin humillar y agarrados al piso, nos hicieron pasar frío. El lote lidiado este domingo fue, por cierto, el más dispar de hechuras que hemos visto en mucho tiempo. ¿Será posible que la empresa de Madrid no encuentre seis toros dignos y de la misma divisa en el mes de marzo para descorchar la temporada? Esta fiel y bendita plaza de Las Ventas del Espíritu Santo registró un cuarto de entrada. Y a pesar del frío y de la lluvia, la torre de la afición, un año más, sigue en pie.