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domingo, 25 de mayo de 2014

El advenimiento de la catástrofe

Yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!
 
 
Nacer en el seno de un patriarcado atlético marca de por vida, pues te prepara para aguardar el advenimiento de la catástrofe en el momento más inesperado. En esta vida, el único medio para ser optimista es temerse lo peor, por eso, casi desde el nacimiento, siempre hay unos brazos prestos a apresarte con el fin de encerrarte entre los barrotes de la cuna justo en lo mejor del jolgorio: la aburridísima siesta. Aquellos paseos desesperados de mi padre a la hora del partido desde el salón hasta la cocina, donde mi madre y yo cenábamos, y los gritos mentando a los fallecidos del equipo contrario a los diez minutos del final, iban calando imperceptiblemente en mi personalidad futura. Años después, cuando a todos los compañeros del colegio se les hacía la boca agua con las películas de las Spice Girls, yo prefería ver El tercer hombre, una historia donde todo acaba mal. Y, al aficionarme a los toros, como no podía ser de otra manera, me hice partidaria de César Rincón en el ocaso de su carrera. Y después de Fernando Robleño.
 
 
Nacer en el seno de un patriarcado atlético te enseña a encontrar la victoria que subsiste en la derrota; a ser consciente de que, tras los mayores triunfos, siempre puede sobrevenir un añito en el infierno; a caminar con la cabeza alta incluso en la cuesta abajo, y a admirar el atractivo que emana de los perdedores henchidos de honra. No se trata de una actitud claudicante, ni mucho menos, sino de mirar cara a cara, con estoicismo, a esa catástrofe que siempre nos jode en el último minuto. A perder por una cabeza. Esos son los fundamentos de la educación atlética.
 
 
Cuántos desengaños,
por una cabeza.
Yo juré mil veces,
no vuelvo a insistir.
 
Por ello, esta mañana, la siguiente a la final de la Champions, cuando a salí a caminar por el parque, me reconfortó comprobar que todo seguía en su sitio. Los niños del Atleti iban de la mano de sus padres cuestionándose la realidad de la existencia, curtiéndose para el próximo golpe, mientras que un crío del Real Madrid, con gafas y los pelos de punta, correteaba, confiado, varios metros por delante de su madre, vestido con la camiseta de Cristiano Ronaldo. Le observé largo rato. Inconscientemente, con sus felices saltos, llevaba el compás de Volare.
 
 

miércoles, 5 de junio de 2013

Crónica del 4 de junio: "Hubo momentos en los que me pareció estar viendo a César Rincón..."


Hubo momentos en los que me pareció estar viendo a César Rincón. La aparición se produjo en las dos primeras series al sexto toro, con el matador atornillado en el centro del platillo, citando de frente al animal que estaba en las tablas del 8, exponiendo las femorales, tragando paquete. Se arrancó el del Montecillo y Joselito Adame lo enganchó de manera impecable. Un derechazo, y otro, cargando la suerte. Así, dos series, dando sitio y templando la embestida del toro, que iba a más. Luego, una tanda con la izquierda y unas torerísimas trincherillas de remate. Todo por bajo. Volvió a tomar la muleta con la diestra y luego la espada. Pronto y la mano. Faena de dos orejas, sin embargo, pinchó arriba un par de veces antes de pegar la estocada. ¡Qué rabia, Joselito!
 

El azteca, vestido con un hermoso terno de terciopelo verde botella y bordados en oro, vino con ganas de pegarle una dentellada a Madrid. Al sexto Montecillo -un animal que salió desentendido, sin apretar en el caballo, manseando, pero que sacó casta en la muleta- lo recibió a porta gayola, colocándose muy cerquita de la puerta de chiqueros. Antes, dibujó con el capote unas zapotinas prodigiosas. Al primero de su lote, más soso, le había cortado una oreja por una faena que sólo desdibujó una estocada caída. Toreo grande venido de Aguascalientes, la Sevilla mexicana, la tierra de la gente buena, del cielo claro, como la muleta de Joselito.
 

En Madrid nos quedamos con más ganas de Adame. También de verlo ante toros más poderosos. Lo de este martes en Las Ventas -la primera tarde que toreaba esta temporada en España- no ha sido casualidad. Al mexicano, que en sus comienzos pecaba de aflicción, ahora le bombea el corazón y se ha convertido en un gran lidiador. En un buen torero.  
 

En los tendidos de Las Ventas siempre hay que estar porque no se sabe cuándo saltará la liebre. ¿Tendrá la empresa de Madrid la sensibilidad de ofrecerle a Adame el puesto de Fandiño este viernes en la corrida de Alcurrucén?
 


Nota: Brindó Joselito el sexto toro a su apoderado, Pablo Moreno Valenzuela, un empresario mexicano que ha venido a poner una pica en el Flandes taurino. Ya ha empezado por algunos portales "oficiales" españoles, abriéndoles el grifo de un crédito que llevaba mucho tiempo cerrado. Va a dar que hablar. La historia es un tanto sobrecogedora.

Pablo Moreno con el vestido que lució ayer Adame