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lunes, 11 de enero de 2016

Un solo momento de gloria


La noche era hermosa; a través de la niebla se filtraba la luz misteriosa de la luna. "Sí, mañana, mañana", pensaba; "tal vez mañana habrá concluido todo para mí; no existirán ya estos recuerdos, ni tendrán para mí sentido alguno". "¿Qué harás luego?". Se responde el príncipe Andrei: "no lo sé, no lo sé. Ni quiero ni puedo saberlo. Pero sí lo deseo, sí ambiciono la gloria, sí quiero que los hombres me conozcan y amen. ¿Soy culpable de no querer otra cosa, de no vivir más que para esto? ¡Sí, sólo para esto! A nadie se lo confesaré jamás, pero, Dios mío, ¿qué le voy a hacer si no amo más que la gloria y el amor de los hombres? La muerte, las heridas [...]; pero por terrible y contrario a la naturaleza que parezca, yo lo entregaría todo sin vacilar por un solo momento de gloria, de triunfo sobre la gente, por ganarme el amor de unos hombres a los que no conozco ni conoceré jamás, por el amor de esos hombres", se decía.

Guerra y paz (1869), de Lev Tolstoi



Este fragmento de la  magna novela Guerra y Paz, que describe los pensamientos del príncipe Andrei  Bolkonski antes de participar en la batalla de Austerlitz, ¿no podrían pertenecer a cualquier torero la víspera de hacer el paseíllo en Madrid, Pamplona, Sevilla o Bilbao? 

miércoles, 20 de mayo de 2015

El héroe de nuestro tiempo

Era una tarde ventosa y desapacible. Desplegó su capote ante chiqueros, se postró a porta gayola y su suerte cambió para siempre. Regó el ruedo con tres litros de sangre y entró a la enfermería casi en parada cardiorrespiratoria. Una gravísima cornada en el muslo izquierdo, que afectaba a la femoral, le impidió volver a vestirse de luces. El toro se llamaba "Deslío" y llevaba la divisa de El Ventorrillo. El torero, David Mora. García Padrós, el hombre que le salvó la vida. Desde aquel 20 de mayo, un sueño le desvela algunas noches: anuncia la reaparición a su cuadrilla y, cuando llega el momento, la pierna no responde.


Escribía Alexander Kojeve -uno de los mayores especialistas en Hegel- en La dialéctica del Amo y el Esclavo que, cuando se pone en juego la vida por puro prestigio (o por honor), el hombre se hace reconocer por el hombre. Esta particularidad -que se hace especialmente evidente entre los toreros- nos separa de “la animalidad”, porque el animal es “pura afirmación vital”, de modo que la “negatividad vital” citada por Kojeve es, paradójicamente, la que nos hace “animales distintos”; la que nos hace hombres. “Sin esa lucha a muerte hecha por puro prestigio, no habrían existido jamás seres humanos sobre la tierra”. Mientras David Mora arrastraba el capote hasta la puerta de toriles, por puro prestigio, nos redimía a todos aquellos que fijábamos los ojos en su figura. Sin embargo, como apuntaba Kojeve, “en estas condiciones, la lucha por el reconocimiento no puede terminarse sino por la muerte de uno de los adversarios, o de los dos a la vez”. Y así sucedió: David Mora casi pierde la vida en el túnel hacia la enfermería mientras Antonio Nazaré estoqueaba a “Deslío”.


Borges ya dio de ello en sus milongas, la de Manuel Flores, por ejemplo.

Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.

Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.


En el ruedo, un hombre se juega la vida “por puro prestigio” y, gracias a esta humanidad, el torero se aproxima “al héroe de nuestro tiempo”. Aquel lance a porta gayola de Mora, hace un año ya, no fue en balde, ni siquiera fue una fatalidad, porque nos hizo a todos más hombres.  

domingo, 1 de febrero de 2015

Февраль... o, sencillamente, febrero


Февраль
Борис Пастернак

Февраль. Достать чернил и плакать!
Писать о феврале навзрыд,
Пока грохочущая слякоть
Весною черною горит.

Достать пролетку. За шесть гривен,
Чрез благовест, чрез клик колес,
Перенестись туда, где ливень
Еще шумней чернил и слез.

Где, как обугленные груши,
С деревьев тысячи грачей
Сорвутся в лужи и обрушат
Сухую грусть на дно очей.

Под ней проталины чернеют,
И ветер криками изрыт,
И чем случайней, тем вернее
Слагаются стихи навзрыд.


Este poema ruso, escrito por Boris Pasternak, el autor de Doctor Zhivago, lleva por título Febrero. Dice algo así como "Es febrero. Coge tinta y llora. Solloza escribiendo sobre febrero...". Otro de sus poemas, llamado Noche de invierno, termina así:
 
Duró todo febrero la tormenta,
y sin cesar, día tras día,
sobre la mesa, ardía una vela,
ardía una vela.
 

viernes, 23 de enero de 2015

Lenin y Belmonte

En la céntrica plaza del Molard, de Ginebra, se puede entrar si se quiere por un pasadizo ojival en la base de una torre. La torre tiene en lo alto, a uno de sus lados, un reloj y en otro, un bajorrelieve en la línea expresionista y heroica de los años 30. El bajorrelieve representa a una matrona alegórica con el escudo del cantón bajo un brazo, la cual, bajo el lema Genève, cité de refuge, tiende el otro brazo hacia un señor reclinado, calvo y de barba puntiaguda, que si no es Lenin se le parece mucho. Si el personaje figurado en el bajorrelieve fuera en efecto Lenin, la cosa no tendría nada de particular, pues Lenin gozó en Ginebra de la condición de refugiado político. El ambiente de los estudiantes y refugiados y conspiradores rusos en torno a la Universidad lo describió por cierto maravillosa y románticamente Baroja en La vida es ansí. En ese barrio, entre el Conservatorio y los jardines de la Universidad, existe aún, aunque reformado últimamente, el antiguo Café Landolt, donde paraba Lenin, y en él se conserva, colgada de la pared, entre cuadros de estudiantes de uniforme en duelos de esgrima, la tapa ahumada y barnizada de una mesa en la que Lenin grabó su nombre con una navaja.
 
 
En Higuera de la Sierra, provincia de Huelva, hubo una taberna en la que comió Juan Belmonte cuando era novillero, y en ella se conservaba también la mesa en que, después de comer, dejó el torero su nombre grabado con una navaja. Cuando yo tuve noticia de ello, hace ya muchos años, ya no existía ni la mesa ni la taberna, y es que los españoles somos bastante menos conservadores que los suizos.
 
 
Si se piensa que Belmonte tomó la alternativa allá por el año 13, nada de particular tiene que su ocurrencia y la de Lenin fueran rigurosamente contemporáneas. Tal vez el mismo día del mismo año, quién sabe si a la misma hora, dos hombres que no sabían nada del otro y de quienes el mundo sabía aún muy poco más, hacían la misma operación, uno en la cosmopolita ciudad de Ginebra, otro en el corchotaponero pueblo de Higuera de la Sierra. Un revolucionario fracasado y un novillero introvertido hacían de aquella manera tosca un acto de fe en su destino respectivo; se entretenían silenciosos, entre el humo y las palabras de la sobremesa, en grabar en una mesa de taberna unos oscuros nombres que ellos sabían ya inscritos en los astros.
 
Ginebra e Higuera de la Sierra
 
Cuando don Fernando de los Ríos fue a Rusia después de la Revolución, a ver a Lenin, en lugar de perder el tiempo hablándole de la libertad, debía haberle hablado de Juan Belmonte.
 
Aquilino Duque (Ginebra, agosto de 1981)

viernes, 25 de julio de 2014

La Prosa del Transiberiano


La Prosa del Transiberiano
(La Prose du Transsibérien) es un libro, dedicado a los músicos, en forma de acordeón. En realidad, se trata de un extenso y vehemente poema escrito por el suizo Blaise Cendrars en 1913. A los quince años, dio rienda suelta a su temprana vocación de viajero, escapando de un internado alemán con algo de dinero, una cubertería de plata, tres cajetillas de cigarrillos y la Divina Comedia de Dante. Tres años después, recorrió Rusia en el mítico Transiberiano, desde cuyas ventanillas contempló el inicio de la revolución de 1905. Fascinado por aquel gigantesco país, en 1907 se instaló temporalmente en San Petersburgo para trabajar como joyero. Después, visitó Persia, Mongolia y llegó hasta China. Aventurero incorregible, se alistó en el ejército francés para participar en la Gran Guerra, donde perdió un brazo, accidente que no le impidió seguir escribiendo y viajando.

 
En aquel tiempo yo era un adolescente
Apenas tenía dieciséis años y ya no recordaba mi infancia 
Estaba a 16.000 leguas del lugar de mi nacimiento
Me hallaba en Moscú,
en la ciudad de los mil campanarios y las siete estaciones
Y no me bastaban las siete estaciones y las mil tres torres
Porque mi adolescencia era tan ardiente y loca
Que mi corazón, alternativamente,
ardía como el templo de Éfeso o como la Plaza Roja de Moscú
cuando se pone el sol.
Y mis ojos iluminaban antiguos senderos.
Y yo era tan mal poeta
que no sabía llegar hasta el fondo de las cosas.
El Kremlin era como una inmensa torta tártara
crujiente de oro.
Con las grandes almendras de las catedrales
inmensamente blancas
y el oro empalagoso de las campanas...

 
Para ilustrar los incontables versos de La Prosa del Transiberiano, escrito en estilo libre y encuadernado en cuatro pliegos a modo de acordeón, Cendrars eligió las acuarelas de la reina del Art Decó, Sonia Delaunay. De este "libro de artista", quizá el primero de la historia, hoy sólo se conservan 30 ejemplares, uno de ellos, por supuesto, en el Museo Hermitage.

 
En ce temps-là j'étais en mon adolescence
J'avais à peine seize ans et je ne me souvenais
déjà plus de ma naissance
J'étais à Moscou, où je voulais me nourrir de flammes
Et je n'avais pas assez des tours et des gares
que constellaient mes yeux
En Sibérie tonnait le canon, c'était la guerre
la faim le froid la peste le choléra
Et les eaux limoneuses de l'Amour
charriaient des millions de charognes
Dans toutes les gares je voyais partir les derniers trains
Personne ne pouvait plus partir car on ne délivrait plus de billets
et les soldats qui s'en allaient auraient bien voulu rester...

 
Ya celebramos el día de Santiago. Se aproxima agosto, y con él, el tiempo de viajar...

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La huelga (crónica gráfica y doméstica)


Pasó el 14-N y España sigue igual de canina que el 13-N, martes y trece (si alguien pretende que recordemos todas las abreviaturas alfanuméricas que se han sacado del bolsillo en los últimos diez años, van aviados). Para ser justos, por culpa de los paros en el metro de Madrid, quizás yo esté algo más canina que la víspera porque he tenido que ir y volver del trabajo andando (dos horas de caminata) y a estas alturas de la noche escribo con el último resuello. Como no hay mal que por bien no venga -ya lo decía Franco-, a eso de las siete y media de la mañana, sin despuntar la aurora, encontré entre Chamberí y el Barrio de Salamanca a un buen aficionado a los toros y abonado de Las Ventas, junto al que recorrí parte del trayecto hablando, por supuesto, de cuernos y caireles. Estas cosas no pasaban en las pelis de Eisenstein.


Entenderán, pues, que este miércoles no esté para muchas florituras literarias y me limite a colgar una crónica gráfica y doméstica de la huelga en Madrid, algo diferente, quizás, a las que han publicado en otros medios, mucho más serios y fiables. 

Hora de poner pies en polvorosa rumbo a la oficina... a pata.
La huelga ayuda a esculpir el cuerpo serrano.

Los niños han ido al cole. No sé si a las feministas les gustará
que la madre le lleve la maleta a su hijo... ¿atenta contra la paridad?

La tahona de "Magallanes" ha abierto.
Nada de porcentajes: he aquí el auténtico termómetro social.

Qué pena: en "Magallanes" tienen un pan estupendo...
Prefiero la pancarta de "¡Menos chorizos y más jamón!"

14:00 horas. Mercado de La Paz en la calle Ayala.
La gente sale a hacer los últimos mandaos.

17:30 horas. Grupúsculo de sindicalistas frente a la Biblioteca Nacional.
Por unos grandes altavoces, "pinchaban" música zen.


Graffiti sobre cristal.
Hora del consumista e inaceptable cafelito de la tarde. 

Graffiti sobre pared con emoticono incluido.

Última hora de la tarde. El personal sale a correr por el parque.
Un deportista previsor se pone el casco, por lo que pueda suceder.
En el cielo se oye el TA-TA-TA-TA-TA de los helicópteros.