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domingo, 26 de abril de 2015

Aprieten los dientes, que llegan los Miuras

"Matar una corrida de Miura es una medalla que el torero cuelga de la pechera de sus mejores recuerdos" (Vicente Zabala Portolés).
 
 
Este domingo, tres matadores lidian Miuras en Sevilla: Eduardo Dávila, Iván Fandiño y Manuel Escribano. La ganadería lleva anunciándose en La Maestranza 75 años seguidos, sin faltar una sola temporada a la cita desde 1940, cuando terminó la Guerra Civil. Aquel 20 de abril, fueron Pascual Márquez, Juanito Belmonte y "Manolete" los encargados de estoquear los toros de la A con asas. Un año después, Pepe Luis Vázquez puso el kiosco boca abajo cortando dos orejas al Miura que cerraba plaza. En una entrevista publicada por El País en 1985, el torero de San Bernardo contaba: "Que no se dé cuenta de que le tienes miedo. Sobre todo, que no se dé cuenta, porque entonces abusa de su poder y ya no tienes dónde meterte. Estos toros entienden lo que pasa y, sobre todo, ven si eres débil. A mí me ha revolcado algún Miura, pero nunca he tenido una cornada grave. ¿Sabe por qué? Porque, si he tenido miedo, no me lo ha notado. Me he puesto cerca y he apretado los dientes".
 
 
 
En la misma entrevista, Pepe Luis recordaba que, hasta los cincuenta, ningún torero que se preciase cerraba la temporada sin haber lidiado un par de corridas de Miura. "Lo que de verdad diferencia a este toro es su personalidad, una especie de capacidad psicológica para darse cuenta de cuándo es dueño de la situación. Cuando sale el toro bueno, es bueno de verdad, te haces con él, y como son largos, de bonita lámina y bien armados,  la corrida es un lujo. Pero si te achicas, se da cuenta y entonces va por ti".
 
 
Para que este domingo, la corrida de Miura en Sevilla, la septuagésima quinta desde 1940, sea un lujo. Y que nadie se achique.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Música y Tauromaquia en Filadelfia

En su libro El toreo y las luces, Aquilino Duque cuenta una simpática anécdota que protagonizó Pepe Luis Vázquez cuando, en una ocasión, fue invitado a un concierto en la Academia de Música de Filadelfia. Aunque la orquesta la creó Fritz Scheel en 1900, adquirió prestigio internacional a partir de 1912, con Leopold Stokowski como director principal. A causa de su parecido físico o quizás por la emoción del momento, el torero de San Bernardo confundió a Stokowski con Diego del Gastor, nombre artístico del guitarrista flamenco Diego Amaya Flores (el apodo provenía de los años en que el artista vivió en El Gastor, un pueblecito de la sierra de Cádiz, donde pasó su infancia). Pues he aquí que, un buen día, Diego del Gastor y Pepe Luis, imaginariamente, coincidieron en Filadelfia. Y esto fue lo que sucedió:
 
Diego del Gastor y Leopold Stokowski
 
"Vivía en Estados Unidos un español que cada vez que tocaba en Nueva York o Filadelfia el barco que llevaba a México a los toreros españoles, acudía al puerto a saludarlos y, a la ida o a la vuelta, los agasajaba y les enseñaba el país. En una ocasión les propuso ir a un concierto en la célebre Academia de la Música de Filadelfia. La cuadrilla no mostró demasiado entusiasmo, pero Pepe Luis aceptó. Ocuparon los músicos sus puestos; hicieron los instrumentos sus gargarismos; se apagaron las luces de la sala, apareció con paso resuelto el director, que se colocó frente al atril entre los aplausos del público. Pepe Luis no daba crédito a sus ojos. Aquel hombre era el guitarrista Diego el de El Gastor. El mismo pelo blanco habilidosamente peinado y el mismo ademán al tomar la batuta e inclinarse sobre el atril de cuello de la sonata. Del estupor de ver a la figura o la contrafigura de Diego el de El Gastor en tan insólito lugar, Pepe Luis pasó al asombro de la música que escuchaba, hasta el punto de que, al concluir un compás o un movimiento, se le escapó un ¡olé! involuntario. Tierra, trágame. Un color se le iba y otro se le venía. Seguro que miles de ojos expresaban su furibunda reprobación. Al terminar la pieza y responder a la ovación delirante, el doble aquel de Diego el de El Gastor -que, por la época en la que ocurrió el lance, no tenía más remedio que ser Leopoldo Stokowski- envió un saludo sonriente a la fila de butacas de donde había saltado aquel ¡olé! extemporáneo. La pieza era una sinfonía de Mozart".
 

miércoles, 30 de enero de 2013

Un nazi en Las Ventas


Heinrich Himmler presenció una corrida de toros en Las Ventas durante la temporada de 1940. Al líder de las SS, jefe de la policía alemana, mano derecha de Hitler y, dos años después, a partir de 1942, organizador del holocausto judío, las autoridades franquistas le eligieron un cartel excepcional: Marcial Lalanda, Rafael Ortega "Gallito" -causa de los suspiros de una joven Lola Flores- y Pepe Luis Vázquez, que confirmaba alternativa ante Carmoneño. Los toros eran de Bernardo Escudero -que posteriormente pasarían a manos de Victorino Martín- y Manuel Arranz -que no llegaron a lidiarse-, y sus divisas, azules y encarnadas, hicieron juego con las esvásticas que engalanaron la plaza.

Pepe Luis  Vázquez entra a matar al toro de su alternativa

Llovió a lo largo del festejo -que comenzó puntual a las cuatro menos cuarto de la tarde- y acabó por suspenderse al caer el tercero de Escudero, no sin que antes sonaran los himnos de Alemania, España y La Falange. En el cartel se rogaba a las "señoras y señoritas" que fueran ataviadas con "el clásico mantón y peinetas españoles". Rompiendo la costumbre en Las Ventas, "una brillante banda" amenizó el espectáculo, "interpretando los más escogidos pasodobles toreros".


A pesar de que Himmler orquestaría una de las mayores atrocidades humanas, horrorizado por la crudeza de la Fiesta, sufrió un desmayo en el palco de Las Ventas y tuvo que ser atendido por los servicios médicos. Después de aquel 20 de octubre de 1940, declaró que los toros le parecían un espectáculo "deleznable y extremadamente sangriento". Al igual que los anti-taurinos actuales, el futuro supervisor de los campos de concentración consideraba que los animales estaban por encima de las personas (no olvidemos que, desde la época del Imperio Romano, Hitler fue el primer dirigente en promulgar leyes que penaban el maltrato animal).


Tras la truncada corrida, los matadores subieron al palco para cumplir con el nazi mareado, quien les regaló unas pitilleras de plata y los condecoró con unas medallas alemanas.
- ¿Qué le parece la medalla, maestro? -le preguntó un subalterno a Lalanda.
- Está bien, pero donde se pongan dos orejas, un rabo y salir a hombros por la Puerta Grande... ¡las medallas pa´la Virgen!


Himmler se hace la foto oficial con Lalanda
La plaza de toros de Bayona tampoco se libró de la visita nazi
Los aficionados también entraremos en Las Ventas brazo en alto...
por si se nos cae encima la cubierta