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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Tasio


Se cumplen 30 años del estreno de Tasio (1984), la ópera prima de Montxo Armendáriz y una de las mejores películas del cine español de los ochenta. Rodada en la cautivadora sierra de Lóquiz, en el corazón de Navarra, cuenta la historia de un carbonero y cazador furtivo, Tasio, desde la infancia hasta la edad adulta.
 
 
El guión se recrea en un mundo rural en estado puro, donde la Naturaleza se convierte en protagonista. Armendáriz detalla también los condicionantes, sociales y económicos, que rigen la vida de los habitantes de un pequeño pueblo navarro y, en particular, la lucha de un individuo por preservar su independencia en una España cada vez más materialista. El director ya había dado la palabra al auténtico Tasio (Anastasio Ochoa Ruiz) y a sus compañeros de faena cuatro años antes en el documental Carboneros de Navarra (1980).
 
 
Declaraba Armendáriz en una vieja entrevista: "Empecé a visitar asiduamente a Tasio. Le expliqué la posibilidad de hacer un guión y le pedí que me contara cosas más concretas de su vida. Él estaba encantado. Durante quince o veinte días, cada fin de semana, me escapaba para estar con él, para visitar la carbonera, para grabar conversaciones, y así fui recogiendo todos los aspectos de su vida que me interesaban para construir la historia". Este primer tratamiento argumental cautivó al gran Elías Querejeta, que aceptó producir la película.
 
 
El guipuzcoano Patxi Bisquert fue el actor elegido para interpretar a Tasio adulto. Como curiosidad, antes de realizar sus pinitos en el cine, el atractivo Bisquert participó activamente como sindicalista en el sector metalúrgico, hasta militar en ETA en la década de los 70. En 1972, fue detenido y pasó tres años en prisión. En 1976, estuvo implicado en la organización de la fuga de Segovia. El 28 de marzo de 1984, el período El País le dedicaba una columna: Después de Akelarre está haciendo pruebas para representar el papel de un carbonero navarro en una película cuyo rodaje comienza el próximo 2 de abril. Patxi, que continúa militando activamente en una formación política abertzale de reciente creación -Auzolan-, reconoce su timidez ante las consecuencias de la fama. "Vaya corte me daba en la pasada campaña electoral", dice, "cuando chavalitas jóvenes, al acabar un mitin, me pedían que les firmara un autógrafo".
 
 
El verdadero Tasio, sin embargo, jamás se interesó por la política: nació en Zúñiga en 1916 y falleció en el monte de Valderrota, libre y feliz, en 1989. Era el tercero de diez hermanos y, a los 16 años, ya había armado su primera carbonera. Le gustaba andar por la sierra, cazar, pescar y jugar al frontón, pero descalzo, para no estropear su único par de alpargatas. En una romería en Campezo (Vitoria), conoció al amor de su vida, Paulina, con la que tuvo dos hijas, Celia y Blanca Ochoa.
 
 
Otra de las maravillas de Tasio, ganadora de una Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, es la banda sonora, que versiona una antigua jotica, cuya letra dice así: "No creas lo que han dicho las murmuradoras, que con la hija del Patxi te han visto pasear. Sólo quiero casarme con tu cuerpo gentil, si no tuvieras madre qué bien iba a vivir". La inolvidable adaptación musical corrió a cargo de Ángel Illarramendi y Fermín Gurbindo, mientras que José Luis Alcaine se ocupó de la fotografía. Quizá por ello, la factura final recuerda a El Sur (1983), obra maestra de Víctor Erice, donde también colaboró Alcaine.
 
 
- Entonces no se ganaba el dinero tan fácil: mucho trabajo y poco jornal.
- Ahora tampoco la vida es buena para todos; para los que ganan buenos jornales sí, pero para los demás...
- Esta vida es mejor que la de antes. Antes la vida era más dura.

viernes, 27 de junio de 2014

Las anchas tardes


¡Qué anchas eran las tardes! Se perdía uno en ellas. Estaba el cielo alto sobre el patio, o el jardín, la tarde, como el mar en los mapas, llenándolo todo de azul, y nosotros como barquillos en el mar. No sabíamos dónde ir, ni en qué quedarnos, ni para qué. Subíamos a los corredores o bajábamos al jardín y nos quedábamos junto a la fuente, metíamos la mano en su agua, oíamos los gorriones, quizá cruzaba un palomo, o caía una campanada. Por la calle, nadie. Porque los que pasaban a diario acababan por no ser nadie, ser un poco más de aquel silencio, tan grave, de la tarde.
 
Y uno andaba vacío, de acá para allá, sin tener dónde asirse, vanamente; de acá para allá, esperando con vaguedad la llegada de algo sobre la tarde, tan ancha, tan serena e impenetrable.
 

[...] Se estaba bien, tumbado, sin hacer nada, sobre las baldosas si era verano porque estaban frescas, sobre una estera, si no, mirando al techo, mirando las sombras de la calle por la pared, o el juego del sol tras las persianas. Diciéndose:
- Debe ser el mulo del hortelano.
O:
- El agua de la fuente.
- Las jacas de don Pedro.
- El coche de los muertos.
- Nada, ahora nada.
 
Pero la nada no era tan sencilla. Transcurría. Hasta que de nuevo la sombra o la voz de una muchacha cantando, o el ruido de otra que lavaba, o la campanilla. ¿Quién sería? Podía ser todo. El huésped maravilloso, la esperada señora, el regalo mayor. Y mientras, nosotros, tumbados como si nada. La vida era así. Una sombra de fuera, reflejada en la pared, el paréntesis entre dos ruidos, una suspensión maravillosa, la posibilidad de que llamaran y se entrara por las puertas quién sabe quién. O nada. Simplemente estar tumbado y que no pasara nada. Un aleteo, un asomarse a un barandal precioso, a un paisaje temblador. El puro reflejo de todo en algo que estaba dentro de nosotros y que debía parecerse a un agua tranquila, a una tarde sin límite.
 
José Antonio Muñoz Rojas
Las musarañas (1957)

martes, 29 de abril de 2014

El tren de Colmenar

"Ocurrió en 1903 una circunstancia que cambió la vida de Colmenar de Oreja en todos los sentidos, también en el taurino, que fue la inauguración y apertura al público del tramo de ferrocarril que aún quedaba pendiente de tender entre Chinchón y Colmenar de Oreja. La empresa que explotaba la línea con dos salidas diarias desde Colmenar a Madrid, era la Compañía de Ferrocarril del Tajuña.
 

La existencia de una conexión directa entre Madrid y Colmenar de Oreja hacía posible que todas las mercancías, las materias primas y productos extraídos, fabricados o elaborados en Colmenar de Oreja pudieran transportarse a la capital de una manera más rápida, barata y segura, si bien hundió al gremio de los carreteros y a las empresas de diligencias, como la de Frascuelo, que hasta entonces eran los encargados de los transportes de mercancías y viajeros.
 

Ambas pinturas son de Ulpiano Checha

Este tren hizo también posible que muchos aficionados de Madrid, Chinchón, Morata o Arganda, pudieran desplazarse más cómoda y rápidamente hasta Colmenar para asistir a las corridas de novillos o de toros. Y la compañía que explotaba la línea no dudaba en anunciar las fiestas de Colmenar de Oreja en la prensa para ofrecer trenes especiales desde Madrid:
 

Los días 3 y 4 del actual se celebrarán en Colmenar de Oreja las populares fiestas del Cristo con procesiones, corridas de toros y funciones teatrales. Para comodidad del público, la Compañía del Ferrocarril del Tajuña ha dispuesto la circulación de dos trenes especiales en ambos días, que saldrán de Madrid a las 12 de la mañana y de Colmenar a las 7,30 de la tarde. Además circularán los tren ordinarios que salen de Madrid a las 8 de la mañana y 6,30 de la tarde, y de Colmenar a las 6,30 de la mañana y 4.45 de la tarde. Los precios de los billetes de ida y vuelta son: primera clase, 8,45 pesetas, segunda 6,35, y tercera 4,25. Estos billetes son valederos para hacer el viaje de ida en el tren primero del día 2 y el de regreso en el primero del día 5
".
 
Ángel Benito García
Fragmento del libro "Historia Taurina de Colmenar de Oreja y otros sucesos, 1700-1936"

martes, 22 de abril de 2014

Las estancias de Ulpiano Checa en Colmenar de Oreja


"He viajado por tres continentes, he vivido en las principales capitales del mundo: Londres, París, Roma, Buenos Aires. Hablo castellano, domino muy aceptablemente el italiano y el francés, y chapurreo el inglés. He conocido Reyes, Papas, presidentes. Mantengo amistad con grandes artistas, poetas, músicos, escritores. Mis obras han viajado por todo el mundo, incluidas Rusia e India. Soy, permitidme la inmodestia, una celebridad. Recibo invitaciones para fiestas, recepciones y certámenes. Por mis casas de París y de Bagnères de Bigorre pasan cientos de personas que controlan la industria, la política y la cultura francesa y europea.

 
Pero, con todo, necesito volver a mi Colmenar de Oreja. Tengo que volver, no sólo a visitar a mi familia, a mi madre, a mi hermano, sino a pasear sus calles de tierra y polvo, para oler el humo de encina de las chimeneas, a comer las chuletillas de lechal braseadas en los sarmientos de las vides, a ver al Morenito, el Cristo del Humilladero. Cuando estoy en mi pueblo me siento en casa y, siempre que es posible, me hago acompañar por toda mi familia. Quiero que mis hijos conozcan cuáles son mis raíces, que vean las fuentes donde iba con mis amigos a refrescarme en verano, que sepan cómo se hace la liga para cazar jilgueros, que distingan el trigo de la cebada o del centeno, que coman un melón con el fresco del rocío.
 
 
Colmenar de Oreja está en la base de mi personalidad, en mi manera de ver y comprender las cosas y a las personas. Pero también está en mi pintura: los ocres de sus tierras, los azules y añiles del horizonte, los naranjas del crepúsculo, están grabados en mi retina y los utilizo con frecuencia. Los monumentos de Colmenar, el nombre de los barrios (la Espartería, el Zacatín, Afuera Tinajeros...) me hablan de la historia de España depositada en mi pueblo. En los rasgos de mis paisanos descubro, sin esfuerzo, sus antepasados moros, judíos, cristianos viejos, incluso godos. La tinaja es árabe, el arado es romano, como lo es la romana de pesar, los apellidos de muchos artesanos son judíos. Todas las civilizaciones que forman parte de la historia de España dejaron su huella en Colmenar de Oreja y en mí. Huella de luz, de color, de olor, sonora".

 
Ulpiano Checa fue un excelente pintor, escultor, cartelista e ilustrador. Nació en Colmenar de Oreja (Madrid) en 1860 y falleció en Dax (Francia) en 1916. En el museo municipal Ulpiano Checa, en Colmenar, aún puede visitarse la colección más amplia del pintor. Es una excursión altamente recomendable.

sábado, 22 de marzo de 2014

Matanza de primavera


Era una vez un matrimonio que tenía un hijo, y le querían mucho, y un año por Nochebuena, que estaban haciendo la matanza, se murió el hijo. Y entonces los padres no hacían más que llorar, y decían:
- Hijo mío, ¿qué vamos a hacer con la matanza? ¿Quién se va a comer la matanza?


Y vivía al lado uno que era carpintero y dijo: "¿Cómo me la arreglaría yo pa comerme la matanza de estos hombres?". Conque, pensando, pensando, una noche se subió al tejado y se asomó por la chimenea, y estaban llorando los dos abajo de la chimenea:
- Ay, nuestro hijo; ¿quién se va a comer la matanza?

Y dice el carpintero desde arriba:
- Madre...
- Hijo, ¿dónde estás?

- Es que me ha mandao San Pedro porque en el cielo tenemos mucha hambre y como yo sabía que tenían la matanza...
- Pero hijo, y... ¿qué quieres que te mande?
- Pues lo que usté quiera; unos chorizos, jamón; todo nos viene bien.
- Y ¿cómo te lo vas a llevar?
- Pues yo le mando un cubo que me ha dao San  Pedro. 

Conque echó una cuerda con el cubo por la chimenea, lo llenó y lo tiró pa arriba y dice:
- Me voy corriendo que me están esperando. Otro día volveré.

- Sí, hijo; vuelve que te doy más.

 

Y así pasaron muchos días, hasta que se acabó la matanza, y ya el último día dice la madre:
- Hijo, ya no tenemos matanza pa darte. ¿Ya no vas a venir a vernos?
Fíjate, en todo el tiempo que no te he visto; no sé si estás delgado o gordo... ¿No te podrías asomar y te veíamos un poquito?


Y dice el carpintero: "Ahora si me asomo me conocen. ¿Qué hago yo?"
- Anda, hijo, no te vayas; asómate que te veamos la cara.

Conque va el carpintero, se baja los pantalones y se sienta en la chimenea; y se pone a mirar la madre y dice:
- ¡Ay, hijo, hijo! ¡qué cara tan hinchada y qué ojo tan hundido!


*Nota: no entiendo bien la moraleja de este cuento popular: ¿tras comer los productos de la matanza se le pone a uno cara de culo? ¿Nunca debemos hacerle caso a las madres cuando se preocupan por si estamos demasiado delgados? Sea como fuere, es una historia que viene a las mil maravillas para acompañar a las fotos de una matanza popular en la España profunda. Cuando llega la primavera, en algunos pueblos de Castilla, al son de tamborileros, todavía descuartizan un cerdo para celebrar el comienzo del buen tiempo con morcillas, probatura y panceta frita.

 

sábado, 1 de febrero de 2014

Yo quiero casarme, abuela


Al pie de la carretera
hay una casita blanca,
doce gallinas y un gallo
y una muchacha muy guapa.
 
Una abuela que a Espartero
(el General) recordaba,
con su caballo bermejo,
su morrión y su espada,
 
y su nieto, que a la viña
desarmienta, poda y cava,
hermano de las gallinas,
del gallo y de la muchacha.
 
Abuela, con un chofeur
me casaba,
que me hiciera guú guú
por la carretera blanca.
 
No quiero abuela, a un gañán
de los que la tierra cavan,
quiero que vista de gris
y que calce unas polainas,
una gorra de visera
muy echadita a la cara
como el que vino aquel día
con aquellas dos muchachas.
 
Abuela, con un chofeur
me casaba,
que me hiciera guú guú
por la carretera blanca.
 
Que me lleve en automóvil,
no en una burra montada,
una mano en el volante
y otra abrazando mi espalda;
que a la capital me lleve
y me paseé por la plaza
y que todas mis amigas
al verme lloren de rabia.
 
Abuela, con un chofeur
me casaba,
que me hiciera guú guú
por la carretera blanca.
 
FERNANDO VILLALÓN

sábado, 11 de enero de 2014

Paseo por un pueblo blanco andaluz

El nombre de este precioso y cristalino pueblo de 950 habitantes proviene del árabe, "sufre", cuyo significado era "tributo". Ahora Zufre se encuentra protegido por la sierra de Aroche y por su patrona, la Virgen del Puerto.
 
 
Como tarde, es muy tarde
Como noche, es muy pronto.
Por la sierra Vicaria
andarán ya los lobos.
 
Corazón, no te vayas.
Niño, no salgas solo.
 
 
Por las cuatro callejas
cuatro cascos: el potro...
A estas horas el campo
lleno estará de ojos,
de lenguas misteriosas
que se callan a coro.
 
Por los caminos largos
que van hacia lo hondo
de la noche te quedas
pensativo y absorto.
 
 
Tú, desde las Almenas,
niño de calzón corto,
todavía contemplas
la tarde y su rescoldo.
La tarde interminable
que se cierra de pronto
como un gran abanico
de varillas de oro.
 
 
Yo me asomé a las Almenas
por ver cómo atardecía
a esa hora en la que apenas
arde el pabilo del día.
 
Abanico de la aurora,
despliega tu varillaje
y sobredora la hora
de la niebla en el paisaje
 
Tanto correr por el mundo,
buscando pan de trastrigo,
para hallarlo en el profundo
sosiego de este postigo.

 
En Zufre pasó su infancia y juventud el poeta Aquilino Duque, autor de los versos que jalonan este post. Et in Arcadia ego, que en latín significa algo así como "y yo también estoy en Arcadia", un país imaginario donde reina la alegría, la sencillez y la tranquilidad. Como en Zufre que, para redondear la perfección, cuenta además con una hermosísima plaza de toros.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Puertas abiertas

"Pelando la pava" por Santiago Rusiñol

Había en el pueblo media docena de casas ricas, con zaguán y portón de clavos dorados. El resto de las viviendas no lo tenían, y la puerta de la calle abría directamente sobre el interior de la casa, a la pieza que por la misma razón llamábase “el portal”. Y estas puertas y portones estaban siempre abiertos.

Había una tácita confianza en el prójimo. Y el único trámite para penetrar en la vivienda ajena era la salutación religiosa.
 
- Ave María purísima...

Y contestaba dentro:
 
- Sin pecado concebida.


La gente pasaba al interior con respeto y llaneza. Hablaban de sus cosas.

Todas las puertas abiertas daban al pueblo un aire de gran familia compenetrada y sin secretos. Sólo la muerte hacía que pasajeramente quedasen entornadas las hojas de maderas a la calle, como luto y forzada ausencia del mundo, impuesta por el dolor o un aciago destino.

Las casas era, hasta las más pobres, limpias, blancas de cal, refulgentes. El cotidiano aljofifado de los suelos sacaba brillo a la vasta arcilla de las solerías. Los metales de los aldabones, como de oro pálido.

Por el invierno, los portales olían a azúcar quemada, a alhucema en el brasero. En las casas más humildes trascendía a la puerta el sano olor modesto de los pucheros en la lumbre.
 

JOAQUÍN ROMERO MURUBE
 


 
Puertecita de mi casa
Umbrales de mi alegría
Ni yo vivo sin tu sombra
Ni tu vives sin la mía.
 
Puertecita de mi casa
Testigo de mi niñez
En el filo de la noche
Me di de cara con él.

(Quintero, León y Quiroga)


miércoles, 6 de noviembre de 2013

De un pueblo lejano a la calle de la Luna


Hay libros que huelen a romero y a mujeres sacudiendo la ropa recién lavada. Si tuviera que buscar un "reverso urbano" de Las cosas del campo de José Antonio Muñoz Rojas o de Historia de una finca de los hermanos Cuevas, pondría sobre la mesa Pueblo lejano de Joaquín Romero Murube (1954).
 
 
Nacido en el municipio sevillano de Los Palacios y Villafranca, así explicó el nacimiento del escudo de su pueblo en el que, por supuesto, se ve un enorme toro:
 
Dios quiso que naciéramos en este pueblo de Andalucía, junto a las marismas del Guadalquivir. Es un pueblo abierto y llano, abrasado de sol por los estíos. Mas cuando llega el invierno y llueve un poco, todo se inunda y encharca. El barro llena las calles. La humedad sube como un sudor salino por la blancura nítida de las paredes. Los campos inmediatos retienen las aguas. Y todo adquiere una calidad lacustre, reflejada y muda.

La gente aquí desconoce la comodidad de vivir. Se encierran en esas habitaciones por las que brilla el rezumo del frío, sobre los suelos de ladrillos entre cuyos poros brota el agua, nuncio precoz de nuevas lluvias. Las hostilidad acuosa de este ambiente, se suaviza sólo con la “copa”, que es como allí llaman al brasero, de cisco picón hecho con varetas de olivos, crepitante, fugaz, abrasador, con sorpresa de tufos imprevistos. El rigor del frío dura poco más de dos meses; pero la humedad, más de medio año. Por eso las mujeres cosen y los niños diablean todo el día buscando el sol por las puertas, por las esquinas de las calles.

[…] Es en el siglo XVIII, cuando se verifica la unión de las dos localidades, separadas en los papeles por muchos pleitos y querellas, aunque en la realidad sólo por una calle, torrentera de barros y alpechines cuando las otoñadas. Y éste es el motivo que representa el precioso escudo de Villafranca y Los Palacios. En él aparece un hombre con una levitilla y una castora, tendiendo la mano con ramitas de olivo a un duro labriego de las marismas. Abajo, un enorme toro sostiene con la majestad de su cuerna la cortesía de tan delicada y política convivencia.
 

En su obra La calle de la luna, Aquilino Duque le dedicó a Romero Murube un precioso poema titulado La huerta de Gelves, muy taurino también. De aficionado a aficionado.
 

Si tú vieras el río por las huertas de Gelves
sé que te gustaría.

Si tú vieras el río como un reloj de agua,
como una larga espada
a cuchillo pasando la marisma,
sé que te sentirías el pecho atravesado
por una azul corriente de agua clara
que te arrancara el corazón dorado
y en su lugar pusiera una naranja.

Si tú vieras el río por las huertas...

Entre los naranjales ya no está Joselito,
ni por los olivares va Fernando de Herrera.
Vagan por la otra orilla, ¿no los ves?, a caballo.
Por ellos fue lejana y cruel Andalucía.

Si tú vieras el río...

La marisma es un ruedo sin fronteras;
es la plaza de toros donde Fernando el Gallo
le corta las orejas al toro de San Lucas.

Si tú vieras
de entre cuatro naranjos brotar una palmera,
de entre cuatro suspiros una Torre del Oro...

¡Si tú vieras el río por las huertas de Gelves!

martes, 23 de julio de 2013

Mi lindo pueblito


Por estas fechas estivales, somos muchos los que abandonamos "la metrópoli de adopción" y emprendemos el regreso a la tierra, a nuestro lindo pueblito, generalmente en un bello paraje montañoso o a orillas del mar. Sin embargo, uno no elige donde nace y, a veces, toca aflorar en el culo del mundo. Para nosotros, para todos los que "germinamos" en un pandero, vaya esta zambra de Les Luthiers que se complementa con el emblemático tango "Volver".

 
Esta zamba canto a mi tierra distante
Cálido pueblito de nuestro interior
Tierra ardiente que inspira mi amor
Gredosa, reseca de sol calcinante
Recordando esa tierra quemante
Resuena mi grito: ¡Qué calor!

Cómo te recuerdo mi lindo pueblito
Con tu aire húmedo y denso de día
Noches cálidas de fantasía
Pobladas de magia, de encanto infinito
Y el cantar de tu fresco arroyito
Salvo en los diez meses de la sequía.

Siempre fue muy calmo mi pueblo adorado
Salvo aquella vez que pasó el huracán
Viejos pagos, qué lejos están
Mi tierra querida, mi dulce poblado
Tengo miedo de que hayas cambiado
Después de la última erupción del volcán.

Tierra que hasta ayer mi niñez cobijabas
Siempre te recuerdo con el corazón
Aunque aquel arroyito dulzón
Hoy sea un hirviente torrente de lava
Que por suerte a veces se apaga
Cuando llega el tiempo de la inundación.

Los hambrientos lobos aullando estremecen
Cuando son mordidos por fieros mosquitos
No se puede dormir por los gritos
De miles de buitres que el cielo oscurecen
Siempre algún terremoto aparece
Y al atardecer llueven meteoritos.

Y si a mi pueblito volver yo pudiera
A mi viejo pueblo al que no he regresado
Si pudiera volver al poblado
Que siempre me llama, que siempre me espera
Si a mi pueblo volver yo pudiera
¡No lo haría ni mamado!

Y
o adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno...

domingo, 30 de junio de 2013

Adolfo Martín en Soria: una corrida sepulcral

La alegría del toreo hecha carne, piedra y espíritu. Sábado Agés en Soria, día en el que las cuadrillas locales reparten entre los vecinos, la tajada fresca, es decir, un trozo del novillo muerto -y, por supuesto, lidiado- la víspera. ¿Y qué ganadería se anunciaba en Soria la tarde en que se subastan los despojos del toro durante un acto caótico y ancestral? Inevitablemente, Adolfo Martín. ¿Existe, acaso, una divisa que calme mejor la sed de la afición más primitiva y troglodita, anhelante del espectáculo bárbaro de siempre, aquel que repudió Eugenio Noel y que ha fascinado a la Humanidad durante siglos?  


Para cumplir el rito comme il faut, la corrida debería haberse celebrado en el claustro de San Juan de Duero, que es un falso cuadrado..., un octógono sepulcral inspirado en el Santo Sepulcro de Jerusalén. ¿Existe algo más sepulcral en el toreo que una corrida de Adolfo Martín para Diego Urdiales, Javier Castaño y Joselito Adame? Y, como Puerta Grande para los héroes, ¿qué mejor dintel que la fachada románica de Santo Domingo?


La liturgia comenzó a las seis de la tarde bajo un cielo limpio y del color del vestido de Urdiales, que fue el primero en regar con su sangre el Sábado Agés. Nunca hay que enfadar a los Dioses ni tampoco a los Santa Colomas, pues las malas lidias hacen que destapen su peor condición. Eso ocurrió con el Adolfo que abrió plaza que, tras meter la cara con infinita clase en el capote del riojano, varios pases desafortunados y un trasteo demasiado en las cercanías, ahogaron sus virtudes iniciales. En el ecuador de la faena, andaba pues el cárdeno orientado y deseoso de clavar el pitón. Y lo consiguió en el desarrollo de la suerte suprema, cuando Urdiales se perfilaba para entrar a matar quedando levemente destapado. Lo prendió certero en la ingle, sosteniéndolo en el aire unos dramáticos instantes, antes de caer al suelo donde, milagrosamente, no lo volvió a empitonar. Al de Arnedo lo metieron en la enfermería con una cornada de diez centímetros, menos grave de lo que se temió, mientras que Castaño se encargó de darle boleto al cárdeno.


Protagonizó Cataño los pasajes más épicos y emocionantes de la tarde durante la lidia del segundo y quinto toro. Este flaco segundo, el único mal presentado de la corrida, al que dejaron crudito en el caballo con un único puyazo, también desarrolló la listeza que caracteriza al encaste. Aguantó estoico el matador las frenadas a mitad del embroque y tragó paquete como sólo pueden hacer los hombres de sangre valiente. Con el quinto, muy reservón, también tragó quina. Cortó una oreja del primero de su lote y hubiera hecho lo mismo con su segundo si no llega a pinchar. Moralmente, el diestro salmantino abrió la Puerta Grande soriana, al igual que su cuadrilla, que volvió a dar una lección de torería que puso al público en pie. Todos anduvieron soberbios: Fernando Sánchez Muriel y Tito Sandoval a caballo, Marco Galán con el capote, y David Adalid y Fernando Sánchez con los palos.


Tras la cogida a Urdiales, Joselito Adame le tocó el Sábado Agés pechar con tres Adolfos (tercero, cuarto y sexto). Una ofrenda, quizás, demasiado pesada para cualquier mortal. A pesar de la dureza de su cometido, sorteó los mejores toros, con dos de nota: tercero y sexto. El mexicano fue de más a menos, valiente y enfrontilado en el transcurso de su primera faena, metiendo al cárdeno poco a poco en la canasta, ante el que ejecutó, previamente, unas estremecedoras chicuelinas. Digno también con el cuarto, y ahogado y perdido con el precioso sexto. De cualquier manera, como se comprobó en San Isidro, el talón de Aquiles de Adame es la espada, pues no metió ni un sólo estoconazo decente, una debilidad que también le privó en Soria de la salida a hombros. En las corridas sepulcrales la espada requiere estar más afilada que de costumbre o se corre el riesgo de que rueden cabezas.


El anuncio de los toros de Adolfo Martín congregó a unas 4.000 almas a orillas del Duero, casi tres cuartos de entrada en el coso de San Benito. Una vez más, la sangre derramada, injustificable e inexpicable ante la moral burocrática y uniforme de los tecnócratas de Bruselas, calmó el espíritu del pueblo, y los peregrinos, que llegaron desde todas las latitudes (Madrid, Zaragoza, Logroño...), se reconciliaron con su religión más íntima y casi con su razón de ser, tras vivir este Sábado Agés.  


martes, 21 de mayo de 2013

La historia de una moza despechada en el Valle del Terror

"Mira que yo bordaré
sábanas para los dos".
 
Joaquín Agrasot

El Tiemblo es, como todos los aficionados a los toros saben, además de un pueblo de la provincia de Ávila, una de las estaciones de penitencia del Valle del Terror. O al menos lo era, antes de que la Fiesta se dulcificara como los merengues de una sofisticada confitería. En esta localidad se desarrollaban unos tientos compuestos por los hermanos Marcos y Rafael Jaén García, y grabados por Marifé de Triana en 1964.
 
 
En esta copla, una mocita casadera espera a la buhonera que viene desde Ávila con el ajuar para su boda. Explica el diccionario de la Real Academia que un buhonero proviene de la palabra buhón, que procede a su vez de la onomatopeya buff: "expresiva de la palabrería del buhonero para ensalzar su mercancía". Por tanto, un buhonero es lo que hoy conocemos como un vendedor ambulante.   

Lucas Robiquet

El pregón del pregonero
dice que la buhonera
trae las cosas que yo quiero.
Viene de Ávila cantando
entre sierras y pinares
porque lleva en las alforjas
de mi boda los ajuares.

Cantan las alondras
de mi corazón
en cuanto resuena
en el pueblo el pregón.
Ya llegó la buhonera
con su alegre mercancía,
canta Rosa la del Tiemblo.

Compra que hoy es un gran día,
todo le florece, los ojos, la boca,
pensando que pronto me voy a casar.
Y su nombre bordó
con hilo de besos, con hilo de besos,
en todo mi ajuar.

El mocito que adoraba,
me dejó esta primavera,
moza que perdió su novio
no tendrá ya quién la quiera.
Por eso me aúlla
un mal lobo ladrón
en cuanto resuena
en El Tiemblo el pregón.

Ya llegó la buhonera
con su alegre mercancía.
Llora Rosa la del Tiemblo
tú no tienes alegría.

Marchitó mi boca cual flor en invierno,
la escarcha del campo
secó mi canción,
se apagó el lucero
que ardía en mis ojos
bordando aquel nombre de mi perdición.
Cierre madre,
el portón y la cancela,
moza que perdió su novio
no tendrá ya quién la quiera.
 
Jacques Barcat
 
La letra de estos tientos guarda cierta semejanza con una emocionante copla que popularizó el cantaor de Utrera Enrique Montoya. Aquella Rosa la del Tiemblo terminará siendo una "señorita", al igual que la lorquiana doña Rosita la soltera...
 
 
Lleva ya casi un siglo
con un nombre en la boca,
y jamás lo pronuncia
delante de la gente.
Es el nombre de un hombre
que bordó como loca
en sábanas de hilo,
desesperadamente.
Cuando llega la noche
su pesar desemboca
en canción sin palabras,
amarilla y doliente.
Y en el mar del espejo
su sonrisa retoca
por si acaso aquel hombre
volviera de repente.
Señorita,
la llaman el juez y el escribano,
que conocen sus años
y su pena infinita.
Señorita,
el muchacho, el niño y el anciano,
cuando vuelve del rezo
o sale de visita.
Y al mirar sin anillo
la nieve de su mano,
el pueblo soberano
la llama señorita,
señorita, señorita, señorita.

Señorita,
le dice la gente maliciosa,
al notar su pintura,
apagada y marchita.
Señorita, el cartero
al verla ruborosa
preguntar por la carta
que tanto necesita.
Y ella misma al mirarse
tan sola y ojerosa,
con rabia dolorosa,
se llama señorita,
señorita, señorita, señorita.