A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
C´est le temps de l´amour... le temps du Corte Inglés. Los escaparates se atiborran de corazoncitos, lencería, joyas y juguetes eróticos. Car le temps de l´amour ça vous met au coeur (y en su bolsillo), beaucoup de chaleur et de bonheur (y de ruina). C´est la vie en San Valentín. Una fecha idílica para repasar los tres temas más empalagosos del cancionero rancio. A pesar del subidón de azúcar, he de reconocer que todos son cautivadores.
1. LUNA DE MIEL (GLORIA LASSO)
La canción original, "The Honeymoon Song" del griego Mikis Theodorakis, fue versionada por Los Beatles con letra de William Sansom en 1963. Antes, en 1959, Rafael de Penagos y Gloria Lasso acabaron con el papel. Lasso también la grabó en francés.
2. MIRA QUE ERES LINDA (ANTONIO MACHÍN)
Machín cantó este bolero con letra del cubano Julio Brito en 1967. Sólo de escucharlo se caen los palos del sombrajo. Ya que estamos con las versiones, Emilio El Moro no se pudo contener y sacó su "Mira que eres bizca".
"Mira
que eres bizca,
qué horrorosa eres,
verdad que no he visto en mi vida
pepona más fea que tú.
Con esos ojazos
que parecen coles,
con esa mirada,
siempre atravesada,
con que miras tú".
3. MARIQUILLA (JOSÉ LUIS Y SU GUITARRA)
El jienense y miembro de la tuna José Luis y su tabarra, en estado puro, en 1958. Este tema se lo dedicó, obviamente, a Mariquilla, su novia de siempre, con quien se casó en 1959. En 1962 sacó una plaza de funcionario de Obras Públicas y dejó de mamporrear la guitarra para dedicarse en cuerpo y alma a su familia. Un romántico.
"Veo un yogur en una nevera y, ya puede poner la fecha que quiera, que yo me lo voy a comer" (Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente).
El asunto de los lácteos se nos está yendo de las manos. Antes, cuando había hambre, todo era mucho más sencillo. Para empezar, los yogures "bio enriquecidos con multifruta" no existían, y para terminar, si por casualidad alguien hubiera encontrado uno, ¡ay, si se lo comía! Se zampaba hasta la tapa donde viene escrita la fecha de caducidad.
El pasado mes de enero falleció, con 97 años, Basilia Carral, una de las últimas amas de cría pasiegas. En 1937, abandonó su paupérrima Selaya natal, donde vivían su esposo y su bebé de dos meses, y emigró a Barcelona. En casa de los Ribero-Riviera, a cambio de amamantar al primogénito de la familia, recibía 11 pesetas al mes. Estuvo dándole el pecho dos años, tiempo en el que ahorró el dinero suficiente para regresar a Selaya y dar a luz a otros tres niños. Sobre 1947, volvió a emigrar, esta vez a Madrid, donde ejerció como ama de cría por 14 pesetas mensuales. Basilia llegó a tener siete hijos propios y en su pueblo aún la recuerdan como una mujer muy tímida y familiar.
Las nodrizas pasiegas -las más cotizadas- llegaron a tener tanta importancia durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX que la Real Academia Española acuñó el término de “hermanos de leche” para vincular a los niños que habían sido alimentados por la misma ama de cría. Estas mujeres abandonaban su Valle del Pas justo después de haber parido, aprovechando el viaje de algún vendedor ambulante que las llevaba a la "gran" ciudad. Como los trayectos eran largos y duraban varios días, llevaban un perro cachorro para amamantarlo y así mantener el flujo de leche. En ciudades como Granada existía una Plaza de las Pasiegas donde, al igual que en un mercado, eran contratadas de inmediato por familias de la alta burguesía.
La figura de la nodriza se volvió imprescindible en la realeza española a partir del siglo XVIII (aunque, anteriormente, ya habían existido casos). Fernando VII contrató a un ama de cría, procedente de Peñacastillo, para ayudar a Isabel II de Borbón. Desde entonces, la elección de la mujer que amamantaría a los Infantes no era "Pecata Minuta". Estos eran los requisitos que los reyes exigían a las futuras nodrizas:
- Tener de 19 a 26 años. - Estar criando el segundo o tercer hijo; es decir que habrá tenido otro u otros dos partos. - Leche: lo máximo, noventa días. - No haber criado hijos ajenos. - Estar vacunada. - Ni ella ni su marido, ni familiares de ambos, habrán padecido enfermedades de la piel. - Será circunstancia preferente que la ocupación de su marido sea la del cultivo del campo. - Complexión robusta y buena conducta moral.
"La leche de otras": el hambre no ha sido patrimonio exclusivo de España.
¡Y dicen que las actuales entrevistas de trabajo son exigentes! Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, le tomó tal cariño a su nodriza que, en más de una ocasión, la mujer tuvo que viajar desde Cantabria hasta la Corte para confortar al monarca.
En España, de las pasiegas pasamos al Pelargón... y del Perlagón a "Mi primer Danone" caducado.
"Y echándole valentía se fue pa´una vaca blanca que estaba recién paría en campos de Salamanca.
No embistas vaca bonita, no embistas por cariá, yo sólo quiero ordeñarte que nadie lo va a notar.
Aquí no hay plaza ni nombre ni traje tabaco y oro, aquí hay un tío con más hambre que los pavos de Bartolo.
En pisarme no repares te concedo hasta el perdón, dame leche por tu pare porque ya no tengo mare ni quien me dé Pelargón".
Tengo el honor de ser amiga de Mariano, un excelente aficionado que recorre todas las ferias del norte, y que, por si fuera poco, es dueño del bar donde preparan la mejor ensaladilla rusa de Sevilla: el Donald. Aunque el nombre no suene muy castizo, el local está empapelado con carteles y fotografías de toros y en las tardes de corrida se respira un ambiente formidable. Hace algunas mañanas, en su perfil de Facebook, Mariano publicó la foto de una pata de jamón con el siguiente pie: "Para las tostadas de Donald".
Precisamente, la noche anterior a que Mariano subiera su chorreante foto, leí un capítulo en la biografía de Juanito Valderrama -escrita por Antonio Burgos- que lleva por título "El jamón que nunca existió". En él, el genial cantante narra la siguiente anécdota jamonera:
«Mi niñez en Torredelcampo fue como la de todos los chiquillos, quizá un poco consentido por mi padre por aquello del cante. Yo era muy travieso de niño, consentido por mi afición a cantar. En mi casa se hacía siempre la matanza, se mataban dos o tres cochinos para las necesidades de la casa. Y siempre había jamones de la matanza, que se hacía allí en el corral, se mataban los cochinos sobre unas mesas de madera, se descuartizaban, se hacían los chorizos, se sacaban los lomos y las presas, los jamones...
Y una vez había unos jamones pegados a la pared, que mi padre les tenía echado el ojo. Pero yo también le eché el ojo al jamón, lo corté, le hice como una tapadera con la corteza del tocino, y le iba sacando cortes y le ponía luego la tapa para que no se notara que me lo estaba comiendo. Lo iba escarbando, escarbando, y siempre le ponía la tapadera de la corteza y del tocino para que pareciera que aún no se había abierto.
Y un día que llegó mi padre con Albertano, un aficionado que había en el pueblo, con Francisquillo, otro que también apuntaba al cante, y con otros cuantos, y se pusieron allí y me dice:
- ¡Tráete el jamón!
Y yo salí corriendo y todavía me están buscando».
Tienda de jamones al lado de mi oficina. A prueba de crisis.
¿Qué habría sido de este país sin jamón? Pero el jamón, al igual que el amor, se acaba de tanto sobarlo (sobre todo ahora, con la puñetera crisis). Hablemos del jamón o, mejor, cantémosle apasionadamente:
«Se nos acabó el jamón de tanto usarlo,
de tantos cuchillazos sin medida,
de cortarlo a taquitos pal´puchero,
se nos quedó en los huesos un buen día...
Ya se acabó el jamón maravilloso,
jamás pudo existir tanta belleza,
las cosas de bellota duran poco,
jamás duró un jamón dos primaveras.
¡Me alimenté de ti por tanto tiempo,
te devoramos vivo como fieras,
jamás pensamos nunca en el hueso,
pero el hijo´puta del hueso llega, aunque tú no quieras!
Y una mañana gris al despertarnos
sentimos en la cocina un crujido tela de chungo y mu seco...
cerramos nuestros ojos y pensamos:
¡¡se acabó el jamón... de tanto usarlo!!
Procuro olvidarte, comiendo panceta con poco tocino,
procuro alejarme de aquellos lugares donde te comimos,
intento comprarte, pero en mi cartela no hay más que papeles...
¡¡si llevo parao desde que estrenaron Bonanza en la tele!!
Jamón de pata negra, estás haciéndome llorar una vez más,
pringue, chorreando por el lomo al bajar, me haces hasta llorar,
sólo queda ya na´más que hueso y cuerda...
Te recordaré, mi jamón de pata negra».
Nota: hay una canción maravillosa de Emilio El Moro llamada "Jamonera pueblerina" que versiona la emblemática "Con divisa verde y oro". Desgraciadamente, no la encuentro en Youtube.
Mucho ciudado con los japoneses, que ya llevan tres ediciones de su Concurso de Cortadores de Jamón Ibérico, y estos, cuando le cogen el gusto a algo, no paran. Son muy cansinos.
A los jamoneros más sentimentales, aquellos que necesitan achuchar a su pata además de hincarle el diente, les recomiendo que estas Navidades se auto-regalen el cojín Jamón de Jabugo.
Se llamaba Emilio Jiménez Gallego y vino al mundo en la Carretera del Cementerio de Melilla, el Día de los Fieles Difuntos de 1923. Quizás a causa de esta efeméride, desde niño gozó de un sentido del humor envidiable que lo libró del mal fario. Le gustaba ir al colegio con un calcetín a rayas embutido en la cabeza; sin embargo, abandonó pronto la escuela y empezó a ganarse la vida como pintor de brocha gorda. Decía que era analfabeto, «como todo el mundo», ya que la gente muere «ignorando el 99% de las cosas». Lo que verdaderamente le gustaba era cantar y, desde muy joven, entonaba fandangos, soleares y tientos por Radio Melilla que luego le repetía a su hermano pequeño a la hora de dormir. Aprendió a tocar la guitarra por su cuenta, sin recibir una sola clase, y era tan hábil que podía aporrearla y torear de salón al mismo tiempo. Su "solo de guitarra" se hizo muy popular: consistía en dejar el instrumento apoyado en mitad del escenario y salir de él hasta que público comprendía que se trataba de una broma.
Fandango de Cantimpalo
"Mi suegra me la robaron estando de romería... Entre cuatro la amarraron porque la fiera dormía, ¿dónde estará mi suegra?"
A los 23 años marchó a probar suerte en Madrid. Con las 500 pesetas que le había regalado el Capitán del Regimiento Mixto de Artillería número 32 -unidad con la que había hecho el servicio en Melilla-, se compró una guitarra, una chilaba, unas babuchas y una tableta de chocolate. Una noche de verano, cantó flamenco en una carpa del Retiro, pero no tuvo mucho éxito. Aquello no era Radio Melilla y Emilio lo comprendió rápidamente. Para su segunda actuación, recordó su época de escolar, se lió una funda de almohada a la cabeza, se vistió con una sábana y, con pintura negra, se dibujó una barba. Durante la actuación, en la que cantó flamenco al estilo árabe, involuntariamente, una de las babuchas resbaló de su pie y golpeó en la calva a un señor, un empresario, que posteriormente le contrató. Visto el éxito, al segundo día volvió a tirar una babucha, esta vez a propósito pero, tal y como confesó el artista, «le dio a una señora en un ojo y quiera usted saber la que se armó». Así nació la leyenda del inigualable Emilio "El Moro" que, en cuanto ahorró unas pesetas, se casó con su gran amor, Pilar.
"Ya está el torito completamente afeitao pa´la feria de Antequera... Soy el peor ganadero de los campos de La Coruña..." (con fotos del maestro Ponce)
"Yo no maldigo mi suerte porque cartero nací... Y aunque me duela el juanete, yo tengo que repartir"
A partir de 1950, tuvo varios nombres artísticos: "El Moro de Melilla", simplemente "El Moro" o "El cantor de las siete voces", por su facilidad para variar el tono en una misma canción. Cambió entonces la chilaba y las babuchas por el fez, se especializó en versionar las coplas que en aquellos años causaban furor -convirtió "La niña de fuego" en "La niña de la candela", "Ojos verdes" en "Billetes verdes", "Mi carro" en la sensacional "Mi suegra", "Ganadera salmantina" en "Jamonera pueblerina", "Soy minero" en "Soy cartero", "Vino amargo" en "Vino dulce"- y se hizo famoso. «Cuando sale alguna canción de cierto éxito, ya voy buscando la forma de meterle el diente». Generalmente sus letras eran surrealistas -las cantaba muy serio- y en ellas asomaba el hambre en cada estrofa: muchos jamones de ensueño y jugos gástricos. Ni el mejor chirigotero podría hacerle sombra al genio de Melilla que, por cierto, era muy aficionados a los toros: «Tengo dos grandes aficiones: los toros y la pesca. Y una gran manía: comer con los dedos sentado en el suelo, a la usanza mora». Durante una visita a Lima, con su propia chaquetilla, tuvo que quitarse de encima a un toro que se había escapado del cajón donde lo llevaban encerrado hacia la plaza. La prensa decía sobre él: «Su mayor alegría y satisfacción, ser como es y estar como está hoy. Su mayor contrariedad, cogerse los dedos con un baúl».
"A la lima y al limón, ¿cómo quieres que te quieran? Si eres una coliflor y además no te peinas..."
"Se piró una tarde con rumbo ignorado, en un mercancías que llegó hasta aquí... pero entre sus dedos se llevó enredado mi reloj de oro porque no le vi"
En una entrevista concedida en 1952, confesaba el bueno de Emilio: «Yo le debo mucho a Madrid. Llegué aquí con una maleta vieja, una pastilla de chocolate y un reloj; ni más ni menos. Me llevo un coche, una chilaba nueva, un contrato así de largo y a Emilio el Moro. Mi ilusión es comprarme un garaje y siete taxis». Sobre su esperpéntica muerte, mejor leer el romance de Antonio Burgos.
ROMANCE DE VALENTÍA DE EMILIO EL MORO
Era mu poco en la vía, tan poco que nada era... por no tener no tenía ni vergüenza en la cartera. Era un triste aficionao que buscaba la ocasión de tragarse de un bocao más de medio salchichón.
Y echándole valentía se fue pa´una vaca blanca que estaba recién paría en campos de Salamanca. No embistas vaca bonita, no embistas por cariá... yo sólo quiero ordeñarte, que nadie lo va a notar.
Aquí no hay plaza ni nombre ni traje tabaco y oro aquí hay un tío con más hambre que los pavos de Bartolo.
En pisarme no repares, te concedo hasta el perdón... dame leche por tu pare porque ya no tengo mare ni quien me dé Pelargón.
Todas las noches saltaba sin miedo la palanquera y en el corral no dejaba ni un pollo pa Nochebuena. Quizá fuera colorao el tomate que cogió y mordiéndole un costao ni una pipa le dejó.
Pero le salió Matías, que vino con una tranca y el niño de Andalucía quedó tieso en Salamanca. Adiós plaza de Sevilla, ya nunca me habrás de ver... tengo partías seis costillas, la tibia y el peroné. Adiós capote de hule que fuiste mi compañero, morir en esta pelea es cosa de buen ratero.
Ya vestío de alamares no ha de verme la afición y como este tío no pare, por la gloria de mi mare que se acaba la función.