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miércoles, 26 de marzo de 2014

Las cinco farolas


Faltó muy poco para que la vereíta verde de Juanita Reina se cuajara de yerba. Quizás por este motivo, su padre nunca le dio permiso para que grabara el tema de Las cinco farolas, de Ochaíta, Valerio y Solano. La historia que contaba aquella copla se parecía demasiado a los amores entre su hija y el bailaor gaditano Caracolillo, ocho años menor que ella y eternos novios hasta el último minuto, porque la familia de la Reina no aprobaba la relación. Finalmente, la coplera pasó triunfal por el altar a los 39 años en la basílica de La Macarena.



Cinco luceros azules
alumbran cinco farolas
desde su casa a mi casa,
desde su boca a mi boca.

Cinco añitos que le quiero
cinco añitos que me adora,
la mala gente qué sabe
qué sabe de nuestras cosas.

Si yo sé que me quieres, como le quiero
pa qué darle tres cuartos al pregonero
desde su puerta misma hasta mi puerta
la vereíta verde, no cría yerba, no cría yerba
.

Aunque Las cinco farolas había sido compuesta para Juanita Reina, a causa de su indecisión, Concha Piquer tomó la delantera y la grabó en 1963. Celosa de que una compañera llevara en su repertorio una de sus coplas favoritas, la Reina la interpretó más adelante, convirtiéndola en una obra maestra.


"Estaba allí, en mitad del paseo de Recoletos, largo y ancho punteado de gente, entre el verde de los árboles y el negro claro y lírico de la sombra caliente y perezosa, al margen de los veladores de café --lápidas sepulcrales de cabezas de gamba y puntas de pitillos-- estaba allí el farol loco, digno en su locura, como un cirio grande y alto, sin llamar la atención con su espectáculo hermoso, impar y ebrio de sugerencias del mejor estilo.
 
Pues nadie se fijaba en él. Nadie.
A lo más, alguno le miraba y se echaba a reír.
 
¿Es que no se veía, claramente, como aquel farol mantenía, ni más ni menos que todo un criterio, que todo un concepto disconforme con la humanidad madrileña? Estaba allí representando la creencia de que era de noche, negando la luz del sol; o reenganchado al día como un girón de la noche que se hubiera cogido la capa y fuera un prisionero patético y conmovedor del día.

El farol loco permanecía encendido con toda su razón incomprendida.

También tenía algo de árbol seco con fruto único y espectral, con un fruto surgido contra la naturaleza, o simplemente de farol desvelado que no se ha podido dormir cuando el cielo aclara y entra a los faroles el desayuno del alba.
 
Superviviente, juerguista de su deber, obcecado, abstraído o loco, con voluntad genialoide. ¿Qué hacías tú, farol inadvertido, trágica espiga quemada nacida del asfalto?
 
Pasé otra vez de madrugada y en la noche cerrada sobre sí misma, el farol estaba apagado.
¿Habría muerto o simplemente nos querría decir que era de día?
Apagarse a la hora de deber lucir. Cosas son de españoles".
 
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO

 
Un arrabal con casas
que reflejan su dolor de lata...
Un arrabal humano
con leyendas que se cantan como tangos...
Y allá un reloj que lejos da
las dos de la mañana...
Un arrabal obrero,
una esquina de recuerdos y un farol...

Farol,
las cosas que ahora se ven...
Farol ya no es lo mismo que ayer...
La sombra,
hoy se escapa a tu mirada,
y me deja más tristona
la mitad de mi cortada.
Tu luz,
con el tango en el bolsillo
fue perdiendo luz y brillo
y es una cruz...
 

jueves, 18 de julio de 2013

Mujeres (y algunos hombres) que se perdieron por culpa del parné

El que tenga un amor,
que lo cuide, que lo cuide.
La salud y la platita,
que no la tire, que no la tire.

 
Dicen que el dinero no da la felicidad, pero yo prefiero llorar en un Ferrari. La platita, además, siempre ha sido gancho infalible para llevarse a las mujeres de calle. Desde María de la O a la protagonista del tango "Mano a mano", todas, castizas y porteñas, han caído en los brazos de payos y otarios con parné. Ley universal. A toro pasado, bajo un buen techo que las cobija, algunas se arrepienten y otras no. Siempre resulta más agradable enjugarse las lágrimas con pañuelo de seda.
 
 
Para mis manos tumbagas,
para mis caprichos monedas.
Y para mi cuerpo lucirlo
mantones bordados, vestidos de seda.
La luna que yo pida, la luna que me da.
Que para eso mi payo ha visto
más parnés que tiene un sultán.
Envidio tu suerte,
me dicen algunas al verme lucir.
Y no saben pobres la envidia que ellas me causan a mí.
María de la O, que desgraciaíta
gitana tu eres teniéndolo tó.
Te quieres reír y hasta los ojitos
los tienes morados de tanto sufrir.
Maldito parné que por su culpita
dejaste al gitano que fue tu querer.
Castigo de Dios, castigo de Dios.
Es la crucecita que lleva a cuesta María de la O.

 
Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.

Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
Ios morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el mísero ratón.

Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.
 
 
Últimamente he leído dos noticias sobre millonarios dignas de contar. La primera historia trata sobre una joven que puso un anuncio en un periódico para buscar un marido rico. Su reclamo comenzaba así: "Soy una chica hermosa (yo diría que muy hermosa) de 25 años, bien formada y tengo clase. Quiero casarme con alguien que gane como mínimo medio millón de dólares al año". Casi de inmediato, le respondió un acaudalado hombre de negocios que, amablemente, le explicó que ella era un activo que sufría depreciación y él un activo que rendía dividendos. “Por lo tanto, todavía en términos comerciales, el casamiento con Ud. no es un buen negocio a mediano o largo plazo, pero alquilarla puede ser en términos comerciales un negocio razonable que podemos meditar y discutir usted y yo”. Aquí pueden leer toda la historia.
 
 
La segunda noticia narra las peripecias de un millonario chino que busca una mujer para que lo amamante. El cliente puede beber directamente del pecho materno o a través de un extractor de leche, en caso de que le produzca vergüenza. Las nodrizas que se encargan de ofrecer este servicio cobran alrededor de 2.000 euros mensuales, cuatro veces más que el sueldo medio en China. Otra lectura muy recomendable sobre gente con plata.

lunes, 1 de octubre de 2012

La evolución masculina: de tipo duro a oso de peluche

Un amigo se lamenta porque no tiene éxito con las mujeres. Entre copa y copa suele preguntarme: «¿por qué todas me veis como un oso de peluche?». Para explicar los motivos por los que nos atraen los tipos duros habría que remontarse a la noche de los tiempos, con el cavernícola cazador y su corte de trogloditas esperándole en la caverna. La modernidad, en cambio, produce hombres blanditos, muy bien afeitados o directamente barbilampiños, que han pasado de los Boy Scouts a la Sociedad Protectora de Mascotas Indefensas. Y, por si fuera poco, cocinan sushi. Antropológicamente, estos hombres -muy bien vistos por la sociedad- están en las antípodas del centro gravitatorio femenino. Las mujeres nos sentimos visceralmente atraídas por hombres indomables, caballerosos pero nunca edulcorados, con cierta dósis de egolatría, rebeldes, misteriosos y poco habladores. Existe la creencia popular -fomentada, sin duda, por los osos de peluche- de que las mujeres que buscan tipos duros tienen baja la autoestima y así se rebelan contra la figura paterna. Chorradas de frustrados. Todo es mucho más sencillo y primitivo. Los hombres se diferencian hasta por la mirada: unos, la mayoría, la tienen ajuampedrada y otros, cada vez menos, santacolomeña.

Vuelvo a recurrir a la estantería de auto-ayuda, donde lo explican todo magistralmente. Escribe una tal Carole Liebermann, autora del libro "Tipos malos: ¿por qué los queremos y por qué los dejamos": «Ellos son impredecibles, deshonestos, o incluso groseros, pero estos sinvergüenzas tienen un enorme atractivo para nosotras: un extremo erótico peligroso que es difícil de resistir». Lo aseguran hasta en las revistas científicas: los tipos malos consiguen más mujeres que los "pelucheros".

«A las mujeres lo que les gusta de mí es que, en mi boca, incluso es ilegal el Padre Nuestro. En mí las mujeres ven una mezcla de perversidad e higiene. Les vuelve locas la idea de complicarse la vida con un tipo en cuyas manos huelen juntos el jabón de tocador y el tufo de la baraja. Para algunas mujeres, los tipos como yo somos como un incendio en el que sólo valiese la pena jugarse la vida para salvar el fuego» (José Luis Alvite).

Si bien a mis amigos les recomiendo que se conviertan en tipos duros, a mis amigas les desaconsejo que se enamoren de ellos. Ya lo advertía Rafael de León en su segundo soneto de amor:


«Me avisaron a tiempo: ten cuidado,
mira que miente más que parpadea,
que no le va a tu modo su ralea,
que es de lo peorcito del mercado.

Que son muchas las bocas que ha besado
y a lo mejor te arrastra en su marea
y después no te arriendo la tarea
de borrar el presente y el pasado.

Pero yo me perdí por tus jardines
dejando que ladraran los mastines,
y ya bajo la zarpa de tus besos

me colgué de tu boca con locura
sin miedo de morir en la aventura,
y me caló tu amor hasta los huesos».

Los tipos duros soportan especialmente mal el paso de los años y, obsesionados con no envejecer, suelen caer en el rídiculo. La vida no entiende de sexos y pasa factura por igual a las mujeres fatales y a los muchachos calavera, sea en la copla o en el tango (éste, por cierto, compuesto por Carlos Viván).


«Berretines locos de muchacho rana
me arrastraron ciego en mi juventud,
en milongas, timbas y en otras macanas
donde fui palmando toda mi salud.
Mi copa bohemia de rubia champaña
brindando amoríos borracho la alcé.
Mi vida fue un barco cargado de hazañas
que junto a las playas del mal lo encallé.

¡Cómo se pianta la vida!
¡Cómo rezongan los años
cuando fieros desengaños
nos van abriendo una herida!
Es triste la primavera
si se vive desteñida...
¡Cómo se pianta la vida
del muchacho calavera!

Los veinte abriles cantaron un día
la milonga triste de mi berretín
y en la contradanza de esa algarabía
al trompo de mi alma le faltó piolín.
Hoy estoy pagando aquellas ranadas,
final de los vivos que siempre se da.
Me encuentro sin chance en esta jugada...
La muerte sin grupo ha entrado a tallar...»

Y para cerrar con los tipos duros, "Ventarrón", con letra de José Horacio Staffolani y música de Pedro Maffia. Canta también, con su voz grave de hombre, pasional, irresistible, el "Polaco" Goyeneche.


«
Por tu fama, por tu estampa,
sos el malevo mentado del hampa;
sos el más taura entre todos los tauras,
sos el mismo Ventarrón.

¿Quién te iguala por tu rango
en las canyengues quebradas del tango,
en la conquista de los corazones,
si se da la ocasión?

Entre el malevaje,
Ventarrón a vos te llaman...
Ventarrón, por tu coraje,
por tus hazañas todos te aclaman...

A pesar de todo,
Ventarrón dejó Pompeya
y se fue tras de la estrella
que su destino le señaló.

Muchos años han pasado
y sus guapezas y sus berretines
los fue dejando por los cafetines
como un castigo de Dios.

Solo y triste, casi enfermo,
con sus derrotas mordiéndole el alma,
volvió el malevo buscando su fama
que otro ya conquistó.

Ya no sos el mismo,
Ventarrón, de aquellos tiempos.
Sos cartón para el amigo
y para el maula un pobre cristo.

Y al sentir un tango
compadrón y retobado,
recordás aquel pasado,
las glorias guapas de Ventarrón»