Mostrando entradas con la etiqueta David Adalid. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta David Adalid. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de septiembre de 2014

El desafío ganadero charro

Este domingo se ha vivido en La Glorieta una de las tardes de toros más emocionantes de la temporada. La afición salmantina, que quizá no sea ya muy numerosa pero sí con criterio, venía reclamando desde hacía tiempo una corrida concurso de encastes charros en su plaza. Este año, bajo la gestión de la casa Chopera, el deseo se materializó en eso que ahora llaman “desafío ganadero”, es decir, las divisas no se ordenan por orden de antigüedad a la hora de establecer el orden de lidia, sino que se enlotan según acuerdo previo entre las cuadrillas. Se decidió, pues, que el lote de Antonio Ferrera estuviera formado por los toros del Pilar y Carmen Lorenzo; el de Javier Castaño, del Puerto de San Lorenzo y Pedraza de Yeltes; y el de Eduardo Gallo, de Carlos Charro y Adelaida Rodríguez. De seis, salieron cuatro grandes toros charros, el de Pedraza (premiado con la vuelta al ruedo), El Puerto, Adelaida y El Pilar.


No fue la única alegría de la tarde. También el regreso del Castaño lidiador, templado, valiente que da distancia a los toros y mata bien. Al del Puerto de San Lorenzo, de nombre Cara Seria, Castaño lo toreó al ralentí, con enorme suavidad y torería. No merecía menos el ejemplar de Lorenzo Fraile. El delirio, sin embargo, llegó con Resistente, de Pedraza de Yeltes, al que Castaño colocó tres veces al caballo desde el centro de La Glorieta. Tito Sandoval dio un recital a caballo y la plaza, su plaza, se puso en pie para ovacionarlo en un tercio de varas emocionante y bellísimo. Toda la cuadrilla estuvo espléndida: la lidia de Marco Galán, las banderillas de David Adalid y Fernando Sánchez, sin olvidar la actuación de Fernando Sánchez picando al del Puerto. Castaño, bajo la lluvia y los sones de “Nerva”, cortó este domingo tres orejas en Salamanca a ley.


Sandoval ante el de Pedraza

Le acompañó en la salida a hombros Gallo, que también sorteó un excelente toro de Adelaida Rodríguez, Comilón, encastado, con transmisión y que fue a más en la muleta. Era el ejemplar que cerraba plaza y, el público, emocionado, pidió las dos orejas para Gallo a pesar de que la estocada cayó baja tras una faena un tanto irregular rematada en las cercanías con el ya acostumbrado arrimón. A pesar de salir también en volandas, quien este domingo hizo el toreo, clásico y sin trampa ni cartón, fue Castaño.


Merienda charra: hornazo pa´tos

Finalmente, Ferrera no tuvo su tarde y no se acopló al buen ejemplar del Pilar que abrió plaza. Sombrillo, se llamaba. El extremeño fue el único que abandonó La Glorieta cabizbajo. El resto, toreros, cuadrillas, ganaderos y público, salió entusiasmado a pesar de la lluvia que no cesó en toda la tarde, con ganas de seguir hablando sobre la corrida hasta altas horas de la noche, bajo la estatua del Viti o en tertulias interminables en los bares de alrededor del coso, como antes, como siempre que la casta y la hombría se adueñan del ruedo. ¡Así da gusto ir a los toros!


Tertulia a la salida
 

lunes, 10 de marzo de 2014

Toreros de bambú


Existen toreros que siguen usando una caña de bambú como ayuda. O que torean monterados. Casi nadie los comprende. Son de otra época. Los últimos románticos, tal vez. Realizan una tauromaquia extraña, sobre los pies, nada parecida al ballet, y excesivamente vigorosa para estos tiempos que corren. ¡Ah! Y jamás les suenan los avisos. Todo resulta raro. Por eso, de vez en cuando, el público les pita o demuestra ante ellos una dolorosa indiferencia. Es como si en el restaurante de Ferrán Adriá, en vez de la ensalada con tomates esféricos, muelles de aceite de oliva y lazos de zanahoria con sorbete concentrado de mandarina, sirvieran una olla de lentejas. Por si fuera poco, estos toreros, que lidian unos bichos que de vez en cuando tiran bocados, no se ponen bonitos. ¡Y se van de la plaza sin cortar orejas a porrón! Puffffff, ¿qué contar mañana a los compañeros de la oficina? ¿Que nadie salió a hombros ni hubo indulto? ¡Qué poco cool!
 

Así está el patio. Rafaelillo, Fernando Robleño y Javier Castaño, con sus respectivas cuadrillas, anduvieron poco cool ante los guapos Adolfos. A cambio estuvieron hechos unos tíos, muy por encima de los siete toros que asomaron por el ruedo de Valencia. Rafaelillo -que en un gesto de hombría brindó a su compañero Antonio Ferrera- sorteó el lote más peligroso y, por tanto, el más entretenido para los espíritus trogloditas. Se fajó con arrojo y dio una merecida vuelta al ruedo tras pasaportar a su primero. Robleño, que tiene la negra, se llevó los dos peores toros, descastados e intoreables. Al quinto bis le metió un sopapo que lo dejó tiritando. Tras el estoconazo, él mismo resumió su tarde con la siguiente frase: "Imposible hacer más". En cuanto a Castaño, realmente valiente, tragó quina esforzándose en torear muy despacio. Lástima que la espada siga fallando. Entre los hombres de plata, destacaron Ángel Otero, Pascual Mellinas, Marco Galán, Fernando Sánchez y David Adalid, que sufrió una fea paliza en el sexto. La corrida de Adolfo Martín salió floja y descastada, con los toros doblando las manos y sin soportar más que dos picotazos de trámite. 
 
 
Sin embargo, este toreo incomprendido, a menudo ruinoso y otras grandioso, casi a extinguir,  sigue llenándome más que el paripé social de Olivenza. Con esto no quiero decir que exista sólo un camino, pues considero perfectamente viable -y deseable- que convivan ambas "tauromaquias", pero con justicia y coherencia: no le pidamos a Adriá un cocido tradicional ni a Casa Paco una tortilla deconstruida.
 

Fotografías de Fran Jiménez, Aplausos y ABC
 

domingo, 9 de febrero de 2014

Breve crónica de lo acaecido en Valdemorillo durante una tarde de viento, lluvia y alerta amarilla


¿Habrá alegría mayor que un toro de Santa Coloma, con ese galope casi festivo y esos ojos negros como carbones encendidos? Casi hacen olvidar el inverno. En eso último, también ayuda la calefacción que ha instalado, o quizás encendido, Tomás Entero en la plaza de Valdemorillo. Salvo cuando alguien abre la puerta para fumar -¡¡esa puertaaaaaa!!-, el ruedo parece una gran mesa camilla con paño de color albero donde se arriman los aficionados para pasar la tarde mientras fuera llueve y ventea.
 
 
Muy entretenida la corrida de Ana Romero, nada que ver con los pasteles de Algarra del día anterior, que parecían criados en Viena Capellanes. Me gustó especialmente el primer toro, de nombre Clarito, el más encastado del conjunto. Cuando tenía media estocada en lo alto, un energúmeno descamisado saltó al ruedo para protestar por algo. La Guardia Civil y las cuadrillas, sumamente eficaces y lo echaron de patadas a la calle. Muy noble el segundo, Cortado, que ante un torero de clase, habría dado fiesta para rato. Interesante también el quinto, Flameado II. El más desabrido, el cuarto, Almonteño. Todos bien presentados y algunos realmente guapos.
 
 
Sobre los toreros, una tarde más hay que ponerse en pie ante la cuadrilla de Javier Castaño. Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez estuvieron soberbios, exhibiendo un engranaje mucho más perfecto que el reloj de la plaza de Valdemorillo, que lleva dos días marcando, impertérrito, las tres y veinte. De la terna, quien mejor ha salvado la papeleta fue Paulita que, aunque se aturulla con la colocación y las distancias, ha toreado muy templado, especialmente con el capote. Salió a hombros. También recuerdo un natural muy bueno de Castaño a Clarito y un par al violín de Manuel Escribano de los que ponen los pelos de punta. Del resto no hablo, porque esta temporada he decidido comentar sólo lo bueno. A lo Van Gaal, pero a la inversa: siempre positivo, nunca negativo. Y hablando de cosas buenas, una rosquilla casera que me dio a probar un vecino de tendido.
 
Fotografías de Javier Arroyo
 

domingo, 6 de octubre de 2013

Plúmbeos Adolfos sazonados con la improvisación de Ferrera

Cuarto y último festejo de la Feria de Otoño. Con lleno en los tendidos, se ha lidiado una corrida de Adolfo Martín, desigualmente presentada, con algunos ejemplares muy armados y otros justos de remate. Mala en los tres tercios sin paliativos. Antonio Ferrera, palmas y oreja tras aviso; Javier Castaño, silencio en ambos; Iván Fandiño, silencio en ambos. Se desmonteraron David Adalid y Fernando Sánchez. También fue aplaudido en la brega Marco Galán.


Decepcionante, y a ratos desesperante, corrida de Adolfo Martín para rematar la Feria de Otoño. A diferencia del entretenido espectáculo que propiciaron en San Isidro, este domingo, de los seis Albaserradas, no embistió ni uno ante una plaza abarrotada.


Entre los matadores, destacó la improvisación de Antonio Ferrera que, con luces y sombras, pero siempre lleno de torería, salvó, a medias, la tarde. Magnífica su lidia al cuarto Adolfo, ejecutando unos quites colmados de sabor añejo. Durante la faena de muleta, estuvo muy por encima de Madroñito, sacándose de la manga unos inesperados pases finales que le permitieron cortar una oreja protestada por parte del público. Si bien este premio puede considerarse excesivo, no es menos cierto que Ferrera ha vuelto a demostrar el grandioso momento profesional que atraviesa, siendo, con diferencia, el mejor lidiador del escalafón.


Javier Castaño, a quien, con razón, ya le pesa la recta final de la temporada, realizó un infructuoso esfuerzo por exprimir alguna tanda limpia a sus Adolfos, mientras que Iván Fandiño volvió a estrellarse contra un lote que no le dio la más mínima opción de triunfo. Durante la despedida, el de Orduña no pudo ocultar su contrariedad por esta Feria de Otoño que debería haber sido la de su consagración en Madrid. A pesar de cortar una oreja durante la corrida de Victoriano del Río, le ha faltado toro.


Dicen que los mejores comienzos nacen de los peores finales. Esperamos que, con este plúmbeo remate de la Feria de Otoño, se cumpla el refrán.


Coda
: después de tomar varios pelotazos en la Sala Alcalá, las juventudes taurinas han acudido a Las Ventas para continuar la fiesta en las gradas del tendido 5 y 6. Los aficionados hemos salido con dolor de cabeza por el tráfico de cubatas, gritos, charlas de espaldas al ruedo y humeantes puros. Los presidentes de estas asociaciones juveniles deberían expulsar de inmediato a sus miembros que, en una plaza de toros, se comportan como si estuvieran en una discoteca.
 

domingo, 15 de septiembre de 2013

En esto consiste la tragedia del héroe

Siempre existieron personas mezquinas que celebraron la caída de quien luchó a brazo partido contra la mediocridad. Es una ruindad tan antigua como la historia del hombre. Por eso, cuando el pitón del Miura encontró el cuerpo de David Adalid en Nîmes, algunos se alegraron. Dijeron que se trataba de una temeridad innecesaria, de una angustia injustificada y de una imprudencia fruto de la sed de protagonismo. Esas personas viven en una sociedad cortada a su medida, una que premia a quien no destaca, a quien va en el medio, en silencio, sin despertar envidias y pasando desapercibido. Quien se comporta, al fin y al cabo, como un subalterno, en el sentido más peyorativo del término.
 
 
Sin embargo, David Adalid es un torero que va en contra de la corriente (¿acaso no fue un David quien se enfrentó a Goliat?). Tras luchar como un jabato en los brazos de sus compañeros que trataban de impedir que volviera a salir al ruedo, no tenía necesidad de clavar el último par al Miura que ya le había herido tras no obedecerle al quiebro. Al menos no una necesidad "externa" o material. Su valor y pundonor nacía de él, de la obligación de demostrar que es un profesional extraordinario, un hombre de una pieza. Lo que antes llamábamos heroicidad, hoy se ha convertido en imprudencia o ansias de protagonismo, al menos para los espíritus mediocres. 
 
 
Lo que ha diferenciado a la Fiesta de cualquier otro espectáculo plástico o visual no ha sido su carácter artístico, sino su vertiente heroica y a veces trágica, la que emociona y sacude la conciencia. Este sentimiento es la pura esencia de la Tauromaquia y su justificación a través de los siglos. La caída en el ruedo y el posterior alzamiento del héroe que rebasa los límites para defender su honor es, pues, una metáfora de la actitud con la que todos deberíamos encarar la vida. Alabar o criticar a Adalid retrata hoy nuestras glorias y miserias.
 
 
Por eso, la voz entrecortada de Javier Castaño, su sentimiento de culpabilidad por no haber evitado la cornada y los ojos acuosos cuando despachó al Miura que había herido a su torero de plata, descubren al tipo de persona que tenemos ante nosotros. Porque, otra constante a lo largo de la Historia, ha sido que los hombres extraordinarios han caminado juntos. Eso también va por el resto de la cuadrilla de Castaño. Y por Fernando Robleño, por supuesto, testigo de lo que sucedía, y que previamente se había jugado la vida como un hércules en el anfiteatro de Nîmes. En todo esto consiste la grandeza y la tragedia del héroe.
 
Toda la cuadrilla arropa a Adalid quien, al despertar, lo primero que ha dicho ha sido:
"Apoderado, esta noche cenamos suero".
 
 

domingo, 16 de junio de 2013

El "arte" a los pies de la cuadrilla de Javier Castaño

Fotografía: Javier Arroyo

"Un caballo sin caballero sigue siendo un caballo, pero un caballero sin caballo es sólo un hombre... a no ser que te llames Tito Sandoval". En dos o tres décadas, si este mundo nuestro tiene algún futuro, un maestro de la talla de Venancio Blanco, inmortalizará a Tito en bronce y titulará su obra: "El centauro charro". ¿Quién dijo que el tercio de varas no es un arte? Pues este jueves, toda una galería de arte -Modus Operandi- le rindió homenaje a un varilarguero, escudado, precisamente, por una escultura de Venancio Blanco en la que un toro está a punto de derribar a un caballo.

 
¿No es un arte llevar al toro cosido en los vuelos de un capote o ir caminando hacia los pitones de la fiera con dos frágiles rehiletes en la yema de los dedos? Los relojes no se paran sólo cuando torea Morante, ni los tarros de esencias se destapan exclusivamente cuando Manzanares empuña la muleta. Basta ya de clichés. Si el arte consiste en emocionar, en conmover al gran público, Tito Sandoval, Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez son artistas de una pieza. Y lidian su colosal misión con inmensa torería. Incluso a la hora de coger un cigarrillo. Porque ésa es otra cualidad de los artistas: que jamás descansan ni se dan tregua.

Dibujos de Manuel Solís Payá
 
Ya decía Manuel Machado que, antes de poeta, su deseo hubiera sido ser un buen banderillero. Al contemplar a los hombres de Javier Castaño, a sus espartanos, uno comprende y comparte este recóndito anhelo. La tauromaquia es el único arte ejecutado por héroes.
 
LEER LA NOTICIA DEL I PREMIO TAURINO MODUS OPERANDI


[…] Un montón

de correas y de astillas,
y de carne palpitante
y sangrante...
Un fracaso de costillas
con estruendo...
Correajes perforados
y hebillajes
destrozados...
Sangre en tierra...
Polvo, un grito... ¡Una ovación!
Sobre la arena, roja
de sol y sangre, en confusión de rotos
arreos y correas,
derribados se agitan entre el polvo
caballo y picador... Y al palpitante
montón convulso el toro
asesta, rebramando,
el duro cuerno hasta la cepa rojo.

...Y encuentra en el camino
nada..., la orla de un capote, sólo
una figura esbelta que se esquiva
jugando con su enojo...
Que se esquiva elegante,
dejando desde el hombro
pender la rica seda... Y paso a paso
la sigue ciego, absorto,
hasta parar rendido,
el duro cuerno hasta la cepa rojo.

[…] Ágil, solo, alegre,
sin perder la línea
-sin más que la gracia
contra la ira-
andando,
marcando,
ritmando
un viaje especial de esbeltez y osadía...
llega, cuadra, para
-los brazos alzando-,
y, allá por encima
de las astas, que buscan el pecho,
las dos banderillas,
milagrosamente
clavando..., se esquiva
ágil, solo, alegre,
¡sin perder la línea!

(MANUEL MACHADO)

lunes, 3 de junio de 2013

Palmarés de San Isidro 2013: con estos mimbres, el cesto se desfonda


Este lunes navegamos sobre ese limbo taurino que cada año separa la Feria de San Isidro de la del Arte y la Cultura (antes conocida como del Aniversario). Un eslabón perdido en la cadena que, teóricamente, sirve de comodín tras el ciclo isidril para recuperar alguna corrida suspendida a causa de la lluvia. Este mes de mayo, a pesar de que ha llovido mucho y bien -incluso han caído pedruscos de granizo del tamaño de una canica-, no se ha producido ningún aplazamiento, así que los aficionados tenemos la jornada libre para rumiar quiénes han sido nuestros triunfadores de la feria; unos nombres que, por cierto, casi nunca coinciden con los del jurado oficial de Taurodelta.
 

La empresa de Madrid ha decidido que el torero triunfador de 2013 sea Alejandro Talavante por su actuación durante la corrida de Victoriano del Río, en la que salió a hombros. Como los números nunca han sido mis amigos y suelo sufrir amnesia con el recuento final de orejas, propongo como triunfador de San Isidro a la antítesis extremeña de Talavante: me refiero a Antonio Ferrera. Si durante la encerrona con los Victorinos del pasado 18 de mayo, Talavante dejó al descubierto sus carencias en la lidia y sus dificultades a la hora de torear cualquier animal que no proceda del encaste Domecq, Ferrera -que sorteó una corrida del Cortijillo y otra de Adolfo Martín- ha sentado cátedra como lidiador y conocedor de los terrenos y distancias del toro, provenga de la ganadería que provenga. Si en estos momentos regentase una ganadería, pelearía con uñas y dientes para que Ferrera lidiase mis toros.
 

Coincido, en cambio, plenamente con la decisión del jurado de Taurodelta a la hora de premiar a Ivan Fandiño como el autor de la mejor faena por su lucha cuerpo a cuerpo con "Grosella" de Parladé. Ésta fue una oreja de las que no se olvidan, cortada a fuego, durante un enfrentamiento emocionante que le costó una cornada grave. El de Orduña venía mentalizado este San Isidro para darle la vuelta a la tortilla e impedir que las empresas volvieran a regatearle el pan: "en mi hambre mando sólo yo". Aquella determinación sólo tenía dos finales posibles: Puerta Grande o hule. Tocó lo segundo.
 

En el capítulo ganadero, mientras que el tribunal "oficial" ha premiado a Victoriano del Río, en mi palmarés particular, el premio a la mejor corrida, por presentación y comportamiento, se lo llevaría Adolfo Martín. Supongo que, como en cualquier certamen, estas diferencias se producen por una descoordinación en los criterios evaluadores. En Miss España, por ejemplo, algunos miembros del jurado se fijan en los pies de las concursantes, otros en el vigor de su busto y, los menos, en las facciones del rostro. De igual manera, en los toros, unos nos decantamos por la casta y la bravura, y otros por la toreabilidad, la enganchabilidad y la pulseabilidad. Usando como vara de medir el mismo criterio de la casta y la bravura, me veo obligada a dejar desierto el premio al mejor toro, puesto que ninguno ha cumplido de forma sobresaliente en los tres tercios (el que más se acercó fue "Marinero" de Adolfo y, seguido bastante de lejos, estuvieron "Bustillo" de José Escolar, "Pampero" de Alcurrucén y "Dulcero" de Pedraza de Yeltes).
 

Finalmente, un galardón en el que todos coincidimos, tanto los amantes de los tobillos como los del busto, es el que reconoce la labor de la mejor cuadrilla, que este año, tras su apoteósica vuelta al ruedo la tarde de los Cuadris, ha recaído en la de Javier Castaño: Tito Sandoval (mejor picador), Marco Galán (mejor brega), David Adalid y Fernando Sánchez, ex aequo (mejor par de banderillas). Aunque, un año más, tampoco olvido la torería de Luis Carlos Aranda.
 
 
De cualquier manera, salvando los citados reconocimientos, e incluso sumando detalles de Javier Castaño, Alberto Aguilar, Fernando Robleño, David Mora o Juan Bautista durante la interesante corrida de Fermín Bohórquez, estos mimbres son muy escasos para soportar un abono de treinta tardes. O la cosa cambia o mucho me temo que el cesto se desfonda. Veremos, dijo un ciego, qué nos depara la Feria del Arte y la Cultura. Si salen toros bravos y toreros dispuestos, podemos, incluso, ahorrarnos el arrebato artístico y cultural. Menos pipas y más emoción.

domingo, 2 de junio de 2013

Crónica del 1 de junio: "¿Viva Cuadri manque pierda?"


Dura poco la alegría en casa del pobre. Si el jueves nos esponjamos con la corrida de Adolfo Martín, el sábado nos tiraron el jarro de agua fría con la de Cuadri. Algunas tardes uno vuelve a casa con ganas de aficionarse a otra cosa. Al ganchillo, por ejemplo, que da menos "inrritaciones", como dicen en el sur. Los Cuadri son los primeros que no se dan coba y, al poco de arrastrar a su último toro, Antonio, sobrino de Fernando, publicó estás declaraciones en Twitter: "Decepcionado. Corrida sosa y descastada... lejos de lo buscado y esperado. Lo típico es decir: esto es así, pero te quedas jodido igual". Tienes razón, Antonio. Salvando la presentación: la corrida fue mala sin paliativos: muy atacada de kilos, ha manseado en todos los tercios y no ha salido ningún toro bravo. ¿Para qué negar la realidad? Uno debe ser duro con aquello que quiere. Sin embargo, con ganaderos como vosotros, tan íntegros, tan de una pieza, ¿cómo vamos a tirar la toalla? Ahí seguiremos, a las duras y a las maduras, por todos los San Isidros excepcionales que nos habéis ofrecido. Y los que vendrán.
 
Lo que sí me preocupa es que se aplauda en el arrastre un toro como el cuarto, el famoso castaño Brigada. Esto sólo es posible en una afición voluble y sin criterio. Mal la corrida, pero peor el público de Las Ventas, muy caprichoso y con "cuadrimanía" aguda.
 

Sensacional, una vez más, la cuadrilla de Castaño que, gracias a la generosidad de su matador, ha dado una apoteósica vuelta al ruedo tras la lidia del quinto, el mejor toro del conjunto. Qué emocionante ha sido ver a la plaza en pie, batiendo palmas y arrojando sombreros a Tito Sandoval, Marco Galán, David Adalid y el certerísimo Fernando Sánchez. Una estampa de otra época. Si lo pensamos fríamente, ellos han sido los auténticos triunfadores de este San Isidro: ¿qué otro torero ha puesto boca abajo a Las Ventas dos tardes?
 

Sobre los matadores que lidiaron los Cuadris, tan sólo unas breves notas. Fernando Robleño, haciendo gala una vez más de la falta de suerte que le caracteriza, pechó con el peor lote. Anduvo espeso y le faltó picardía para recortar y quebrantar más a sus toros con el capote. A causa de ello, luego, en la faena de muleta, encaró múltiples apuros. Fulminante fue su estocada a Brigada: dejó patente su deseo de quitarse de en medio a ese toraco de casi seis años. Javier Castaño, que toreaba con la mano derecha lesionada tras la corrida de Adolfo, no consiguió rematar la euforia colectiva que desató su cuadrilla. Sorteó los dos toros con más opciones -ni mucho menos fueron buenos- y, aunque estuvo valentísimo, no logró cuajar sendas faenas que se diluyeron al marrar con la espada. Sufrió, por cierto, un pitonazo en la nariz poco antes de despachar al quinto. Luis Bolívar nada pudo hacer con el tercero y quizás le faltó lanzar la moneda con el sexto, al que toreó bien de capa, aunque el público apenas se percató. Sospecho y lamento que algunos aficionados se pondrán de parte de los toros y harán sangre con esta terna que ha tenido la dignidad de lidiar y estoquear a los Cuadris.
 
Personalmente, sigo siendo partidaria de los Cuadris y de Robleño, Castaño y Bolívar. A pesar de los disgustos, y aunque sea una decisión irracional, mientras queden ganaderos y toreros como ellos, el ganchillo tendrá que esperar. Cuestión de temperamento.
 
  

viernes, 31 de mayo de 2013

Crónica del 30 de mayo: coincidencias temporales y carnales


Del mismo modo que San Pedro Regalado es el patrón de los toreros, no resultaría descabellado nombrar a San Fernando como patrón de los aficionados. Si para presenciar un emocionante día de toros en Las Ventas es necesario que los caprichos del destino hagan coincidir en el calendario la festividad de San Fernando, el Corpus y la corrida de Adolfo Martín en una plácida tarde otoñal casi a las puertas del verano, que así sea, hágase su voluntad así en el albero como en el cielo. Finalmente, se obró el milagro: afición reconquistada tras veinte fechas de fiascos. Y no se piensen que este jueves se abrió la Puerta Grande, que las orejas llovieron como el maná o que salió un toro de bandera. En absoluto. Los caminos de la auténtica Tauromaquia son inescrutables.
 
 
En este prodigio fueron cruciales, por supuesto, los bellos ejemplares que trajo Adolfo Martín, con tres de nota -primero, cuarto y sexto-, pero no menos meritorios fueron los tres matadores que se pusieron delante, de enorme dignidad y categoría. Es decir, que ayer no sólo se produjo una coincidencia temporal (San Fernando y Corpus Christi) sino también una carnal, de toros y toreros.
 
 
Antonio Ferrera (ovación y oreja) estuvo inmenso, torerísimo, dominando todas las facetas de los tres tercios, en lidiador, poderoso, cuajado y siempre atento. Tuvo detalles que reflejaron su categoría, como unos pares de banderillas ajustadísimos hacia los adentros -previamente, se había colocado el toro en suerte él mismo-, su maestría a la hora de llevar el animal al caballo -los suyos y el de su compañero Castaño-, la forma de fijar al Adolfo durante el segundo tercio protagonizado por David Adalid y Fernando Sánchez o la estocada al cuarto, Baratillo, al que le cortó una oreja. Magistral y emocionante la tarde del extremeño desde que salió por la puerta de cuadrillas hasta que volvió a entrar por ella. Puede con lo que se le ponga por delante.
 
 
En el sexto toro, Marinero, ovacionado de salida, se produjo otro momento de comunión entre un toro que, cuando se arrancaba, daba gloria verlo, la auténtica lidia, la generosidad de Javier Castaño (silencio y vuelta al ruedo), la excelencia de su cuadrilla y la entrega de la afición. Que Tito Sandoval es el picador más espectacular del actual escalafón no hay ya quien lo niegue. Y que es el único capaz de hacer mover un caballo que, habitualmente, avanza la distancia que separa a tres baldosas, tampoco. Palpitante el tercio de varas de Marinero, a pesar de que en los dos primeros puyazos, al charro se le desvió algo la mano. Quienes sí clavaron en el sitio perfecto y terminaron de poner la plaza boca abajo fueron Adalid y Sánchez. ¿Tan difícil resulta devolvernos a los aficionados los tres tercios de la lidia? Sea como fuere, nuestra gratitud a Castaño que, tras recibir una cornada en la mano durante la faena a su primero y de pasar a la enfermería donde le anestesiaron, salió a torear, y sin mirarse, a Marinero. Doble mérito. O triple. Prueben a coger los trastos con una mano "muerta", sin sensibilidad. Quizás a causa de este percance, a la faena le faltó algo de mando, y el Adolfo -que tenía un buen pitón izquierdo- se fue con la oreja puesta.
 
 
Alberto Aguilar (saludos y silencio), que sustituía a Iván Fandiño, otro de los triunfadores indiscutibles de este San Isidro, pechó con el peor lote: soso el tercero y con peligro el quinto.
 
Fotografías: Juan Pelegrín
 
El refranero es sabio y en Las Ventas comprobamos que hay tres jueves al año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión. Nadie cuenta, sin embargo, que, parte de ese brillo se debe a la casta de los toros de Adolfo Martín y a los tres toreros que, con sus correspondientes cuadrillas, les plantaron cara. A la salida, por los vomitorios de la plaza, se escuchaba:

- ¡Por fin una tarde de toros! ¡Y sin cortar quince orejas!
-  Si es que los aficionados nos conformamos con tan poco...

No tan poco, oiga.

domingo, 7 de octubre de 2012

La reserva de valor se agota (crónica de una moruchada)


Tres toreros así no merecían semejante moruchada. La corrida de Palha con la que se ha dejado caer Joao Folque en Las Ventas ha sido indecente: mal presentada, cada bicho de su padre y de su madre, rajada, correosa, con poca fuerza, peligrosa y a cual más intoreable. Preocupa lo que está criando el portugués en "Heredade de Adema". Dicen que este mismo año lidió una gran corrida en Azpeitia. Recemos, pues, para que lo de este domingo haya sido un accidente: los ganaderos que han seleccionado un animal con el único objetivo de sembrar el terror, siempre han terminado mal. Una cosa es la casta y la bravura, y otra muy distinta los toros que van con la cara alta buscando el bulto constantemente. Esto es lo que se ha visto en el remate de la Feria de Otoño.


Fernando Robleño, Javier Castaño y Alberto Aguilar le han plantado cara a la bueyada con un pundonor y valor ejemplares. Conscientes de lo que se jugaban en Madrid, han salido a jugársela a carta cabal. A Robleño casi le echa mano el cuarto, un toro -el más peligroso de la corrida- al que terminó macheteando casi en tablas. No tuvo esa suerte Javier Castaño, que sí resultó volteado al entrar a matar al indecente jabonero que hizo segundo. Tras descabellarlo, tuvo que pasar a la enfermería. Haciendo gala una vez más de su vergüenza torera, y a pesar de los evidentes gestos de dolor, salió a estoquear al quinto, otra prenda con dos leños que asustaban al miedo. En cuanto a Alberto Aguilar, también tremendamente valiente, estuvo muy por encima de su lote, sobre todo toreando al natural al sexto. 


Esperamos que la empresa de Madrid tome nota y la próxima temporada vuelva a brindarle una oportunidad a estos tres diestros a los que siempre les toca bailar con la más fea. Las reservas de valor, antes o después, también se agotan: bien lo saben Robleño y Castaño, dos veteranos que han resurgido de sus propias cenizas después de ser vapuleados por toros y empresarios. No estaría de más que toreros de su categoría recibieran mejor trato para que no terminen estrellándose con una moruchada indecorosa. ¿Cómo es posible que la empresa Taurodelta haya comprado semejante corrida? ¿A qué se dedican sus veedores cuando recorren las fincas buscando, teóricamente, ejemplares para la primera plaza del mundo?


Lo más gratificante de la tarde han sido los dos pares de banderillas que David Adalid le ha clavado al quinto, al que le dio todas las ventajas. Torerísimo el subalterno que saludó una atronadora ovación con la plaza puesta en pie. En las cuadrillas también destacaron Francisco Javier Rodríguez -bajo las órdenes de Castaño- y Rafael González, en las filas de Aguilar.

Fotografías: Juan Pelegrín

Y mientras estos toreros se jugaban la vida en Madrid, Cayetano anunciaba su retirada "temporal" de los ruedos (dice que quiere dedicarse "a otros proyectos que le ilusionen"). Desde luego, Armani no echa bichos como los de Palha. Siempre ha habido clases. E injusticias.