A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Vuelve a ponerse de moda lo que ahora, las it girls, llaman estilo navy, que en castellano se traduce por marinero, es decir, las rayas horizontales (o rayas Breton) de toda la vida. Parece ser que las camisetas de rayas se remontan a comienzos del siglo XIX, cuando los pescadores del Canal de La Mancha las utilizaban bajo la ropa, para calentarse. Sin embargo, fue Gabrielle "Coco" Chanel la primera diseñadora en apostar por el estilo marinero en 1917, vistiendo de rayas a las mujeres de la burguesía parisina. A partir de entonces, y a lo largo de todo el siglo XX, otras figuras de la moda -como Yves Saint Laurent-, el arte -Picasso o Warhol- y el cine -Audrey Hepburn, Brigitte Bardot o James Dean- se convirtieron en abanderados del look navy, uno de los emblemas del chic francés.
Uno de los cabarets más antiguos de París tiene un nombre peculiar: "Lapin Agile" ("Conejo Ágil"). En realidad, la denominación proviene de una simpática deformación del lenguaje. A finales del XIX, el propietario de este local situado en la colina de Montmartre (22 de la Rue des Saules) encargó al caricaturista André Gill un símbolo para su negocio. El dibujante pintó en uno de los muros exteriores un conejo escapando del interior de una cazuela con una botella de vino en su mano-pata derecha. En poco tiempo, los parisinos empezaron a hablar del "lapin à Gill" ("el conejo de Gill"), que rápidamente derivó en el "lapin agile".
Gracias al generoso Père Frédé -que daba de comer y beber a los artistas a cambio de poemas, canciones o dibujos-, el cabaret del conejo conoció su época de mayor esplendor, recibiendo las ilustres visitas de Apollinaire, Modigliani, Picasso y Maurice Utrillo. Sin embargo, el personaje más célebre de la cantina era el burro Lolo, amigo de todos los bohemios de Montmartre y fiel compañero de Père Frédé durante su época como vendedor ambulante. En 1910, uno de los clientes habituales del cabaret, el escritor Roland Dorgelès, decidió dejar al mundo del arte en evidencia. En pleno apogeo de las vanguardias, ató un pincel a la cola del pobre Lolo para que éste pintara un lienzo "a rabazo" limpio, titulado Et le soleil s'endormit sur l'Adriatique. Así nació el movimiento del Excesivismo, que causó furor entre los críticos de la época... cometiendo una auténtica burrada.
La burrada artística de Lolo
Picasso también regaló un cuadro a Père Frédé: se trataba de un alegre autorretrato donde el malagueño tomaba una bebida en la barra del cabaret disfrazado de arlequín. La joven del centro sería la amante de Picasso en 1905 (la modelo Germaine Pichot), y el guitarrista del fondo, el propio Frédé.
"Au Lapin Agile" se encuentra hoy en el Metropolitan de Nueva York
El pintor de Montmartre por excelencia, Maurice Utrillo, fue otro artista que plasmó, en diversas ocasiones, el "Lapin Agile" pero, a diferencia de Picasso, desde el exterior. Actualmente, el cabaret continúa existiendo, frente al viñedo del barrio más canalla de París.
"En 1963, fui a Barcelona... Mi guía se llamaba Minuni, el propio Picasso me lo había recomendado. Había sido banderillero y una grave herida lo obligó a retirarse de los ruedos. Picasso había asistido a la corrida y se hizo cargo de todos los gastos de hospitalización. Cuando terminó la convalecencia, Pablo le preguntó que pensaba hacer. Minuni le respondió que antes de su accidente estaba ahorrando para comprar un pequeño bar en la calle Nero de San Francisco, no muy lejos del Museo Picasso. Pero el accidente había agotado sus recursos. Picasso se ausentó un momento y volvió con un pequeño cuadro en las manos: -Toma, véndelo y tendrás con qué comprar tu pequeño bar. Minuni se marchó con su cuadro. A la mañana siguiente, Picasso lo llamó por teléfono y le preguntó si aún tenía el cuadro. Le dijo que se lo llevase inmediatamente. Minuni vio desvanecerse su sueño. Creyó que, sin duda, Picasso se lo había pensado mejor. -Escucha -le dijo Picasso-, no sabes ni cuánto vale el cuadro ni a quién se lo vas a vender, es casi seguro que te van a timar, así que véndemelo a mí, te lo compro... Picasso se tomó la molestia de llamar por teléfono a Kahnweiler (su marchante) para preguntarle el precio más justo: él recuperó su cuadro y Minuni compró su bar".
Olivier Widmaier Picasso, fragmento del libro Retratos de familia
En 1958, Picasso dedicó esta fotografía (realizada en "Villa California", la casa que el artista tenía en Cannes) al banderillero de Tomares Francisco Reina Álvarez, Minuni, tras la gravísima cogida que éste sufrió en Nîmes. Finalmente, Minuni pudo abrir su bar en la calle Escudellers, un local pequeñísimo, pero muy frecuentado por todos los flamencos que actuaban en Barcelona. Allí también recaló Lucien Clergue, otro gran amigo de Picasso. Cuando llegó a la barra, el fotógrafo francés preguntó por Minuni. "Buenos días -dijo-. Quisiera saludar a Minuni. Estoy en Barcelona de paso y el señor Pablo Picasso me recomendó que visitara este bar. Al escuchar el nombre de Picasso, Minuni salió corriendo a la calle sin mediar palabra. Clergue, estupefacto, lo esperó largo rato. Una hora después, Minuni volvió con las manos atiborradas de paquetes y regalitos: "Éste, para el señor don Pablo. Éste, para Jacqueline. Éste, para el pequeño Paul Joseph. Éste otro, para el chófer..."
Picasso retratado por Clergue en la plaza de Frejus
La anécdota la contaba el propio el Clergue el pasado viernes en Las Ventas, durante la inauguración de su extraordinaria exposición en la Sala Bienvenida. "Don Pablo me sacó en una de sus Tauromaquias. Un día me llamó y me dijo que yo era el personaje de arriba a la izquierda, en el callejón, con mi cámara de fotos entre las manos".
Husmeando en la mediateca del Institut Français, di con una clarividente entrevista a Jérôme Bindé publicada hace unos años en Le Monde. En ella, el director de la Oficina de Prospectiva de la Unesco describe una sociedad cada vez más inmadura, donde los mayores han perdido su autoridad y ya no transmiten un saber considerado obsoleto. El artículo, titulado Vers un monde d´adolescents, arranca así:
Nous assistons à une "juvénilisation" des sociétés. De 15 à 60 ans ou plus, les individus ont à peu près les mêmes désirs. On ne sait plus quand on cesse d'être adolescent, comme si le mot d'esprit de Hergé, le créateur de Tintin, "les jeunes de 7 à 77 ans", était devenu un programme de vie.
En las sociedades tradicionales, distinguíamos la infancia, la madurez y, finalmente, la vejez. Según Bindé, hoy asistimos a una confusión de las tres edades de la vida. Para responder a su deseo de juventud, el individuo moderno dispone de un "nuevo cuerpo", más atlético y resistente. Sobre todo, la juventud se impone como un imperativo. Nietzsche, con su nihilismo, ha sido el gran profeta de este fenómeno. La "ética de la juventud" sólo estima el presente. ¡El héroe emblemático del siglo XX, finalmente, ha sido Picasso! El perpetuo niño con camiseta a rayas. Esta ideología "artística", antiguamente marginada, se ha convertido en dominante.
Desde la época de la Ilustración, la consigna ha sido apartar a los ancestros, a las ideas clásicas, hipervalorizando el presente. Por eso, vivimos en una especie de perpetuo presente, donde el futuro apenas asoma y el pasado se rechaza. Esto desemboca en un peligro fundamental: "la crisis del padre", es decir, la falta de autoridad. Con la eliminación paternal ha llegado la ruptura de la tradición.
La carence du père dans les sociétés actuelles pose un énorme problème pour l'éducation des enfants: dans un tel monde, il n'y a plus de fondement de l'autorité.
Por supuesto, esta sociedad inmadura es, también, más creativa. Los jefes de las grandes empresas se comportan como creadores. Esta tendencia planetaria se sustenta sobre un rasgo fundamental de la naturaleza humana: el hombre del siglo XXI nunca termina de formarse, lo que el entrevistado llama la "neotenia", es decir, la conservación del estado juvenil en el organismo adulto. La hipótesis de Bindé es que esta neotenia ha sido, a través de los siglos, parcialmente negada, aprisionada bajo estructuras muy regladas y jerarquizadas (la ley del padre, el sistema patriarcal, etc.). Su eliminación confirma la teoría de que la humanidad evoluciona, irremediablemente, hacia la inmadurez.
Cela confortait l’idée que l’humanité évoluait vers la maturité. Nous sommes peut-être dans une époque étrange où tout cela vole en éclats. Comme si, en quelque sorte, l’humanité du XXIe siècle assumait son immaturité.
Les toros s'ennuient le dimanche Quand il s'agit de courir pour nous. Un peu de sable du soleil et des planches Un peu de sang pour faire un peu de boue C'est l'heure où les épiciers se prennent pour Don Juan C'est l'heure où les Anglaises se prennent pour Montherlant.
Ah! Qui nous dira à quoi ça pense Un toro qui tourne et danse Et s'aperçoit soudain qu'il est tout nu? Ah! Qui nous dira à quoi ça rêve Un toro dont l'œil se lève Et qui découvre les cornes des cocus?
Les toros s'ennuient le dimanche Quand il s'agit de souffrir pour nous. Voici les picadors et la foule se venge Voici les toreros et la foule est à genoux. C'est l'heure où les épiciers se prennent pour Garcia Lorca. C'est l'heure où les Anglaises se prennent pour la Carmencita.
Les toros s'ennuient le dimanche Quand il s'agit de mourir pour nous Mais l'épée va plonger et la foule se penche Mais l'épée a plongé et la foule est debout. C'est l'instant de triomphe où les épiciers se prennent pour Néron. C'est l'instant de triomphe où les Anglaises se prennent pour Wellington.
Ah! Est-ce qu'en tombant à terre Les toros rêvent d'un enfer Où brûleraient hommes et toreros défunts? Ah! Ou bien à l'heure du trépas Ne nous pardonneraient-ils pas En pensant à Carthage Waterloo et Verdun? Verdun.
Los toros se aburren el domingo. Cuando van a morir por nosotros. Pero la espada va a hundirse y la muchedumbre se inclina. Pero la espada ya se ha hundido y la muchedumbre está en pie. Es el instante triunfal en el que los vendedores ambulantes se creen Nerón. Es el instante triunfal en el que los ingleses se creen Wellington. Cayendo a la tierra, ¿los toros sueñan con un infierno dónde arderán hombres y toreros difuntos? ¿O bien, a la hora de la muerte, nos perdonarán pensando en Cartago, Waterloo y Verdún?
Amador es un minotauro, hijo de una vaca retinta y un tractorista de Lebrija. En la empresa de Trabajo
Temporal le han recomendado que se opere los pitones para parecer
menos fiero. Tras la cornuplastia, Amador conoce en el hospital a
Alfonsina, una cándida enfermera pelirroja que tuvo el sueño de ser
bailarina de ballet clásico. Sin embargo, por un cambio en el
metabolismo engordó y no pudo continuar su carrera artística.
Amador y Alfonsina son dos seres puros que no encajan en la sociedad
actual y que, sin embargo, buscan el amor desesperadamente. Cuando
comienzan a hablar sobre sus vidas, aficiones, miedos y deseos,
descubren que están hechos el uno para el otro.
Amador. El último Minotauro es,
por encima de todo, una historia de amor. O del deseo de encontrarlo.
Incluso si el aspecto exterior del protagonista impide ver lo que
lleva dentro: un toro humano..., quizás demasiado humano. Como
algunos de los minotauros que dibujó Picasso, Amador es
tremendamente tierno, puro y soñador. Sin embargo, nadie se ha
tomado la molestia en conocerlo, en derribar la pared exterior de su
laberinto; salvo la enfermera Alfonsina, otro ser que desprende
candidez.
No habrá nunca una puerta. Estás adentro y el alcázar abarca el universo y no tiene ni anverso ni reverso ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino que tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida del toro que es un hombre y cuya extraña forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida. No existe. Nada esperes. Ni siquiera en el negro crepúsculo la fiera.
(Jorge Luis Borges)
Éste es el argumento del primer cortometraje escrito y dirigido por Manuel Marqués, interpretado por Óscar Olmeda y Vicky Zazo, con Javier Elorrieta en la dirección artística y Alejandro Sacristán en la dirección de fotografía, producido por Modus Operandi Arte y Producción. Se rodó el pasado mes de marzo y ahora se encuentra en fase de montaje. Tiene mucho de realismo mágico, del humor de La Codorniz, del surrealismo castizo de Berlanga y Azcona... y, ¡como no!, de toros. Durante el rodaje, donde tuve la suerte de participar y que se alargó hasta la madrugada, comprendimos a aquel director que dijo una vez: "Hacer cine es el arte de saber esperar".
He aquí, como avanzadilla, algunas fotos realizadas por Elena Guerrero el día de la grabación, esperando que, pronto, pueda compartir, el cortometraje terminado. Asimismo, publico unas imágenes tomadas en los estudios Infinty de Madrid, donde se grabó la banda sonora del cortometraje, una soberbia versión de Alfonsina y el mar tocada a violín por Leticia Moreno.
"Puisque de toi la mort détourne ses yeux pers / Ya que la muerte deja de mirarte con sus ojos azulados Vide à ses pieds bâtards tes cornes d´abondance / Vacía a sus pies bastardos tus cuernos de abundancia Et sur la piste veuve après, l´or d´une danse / Y sobre el ruedo ya viudo, el oro de una danza Te voilà devenir cette ombre où tu te perds / Hará que te conviertas en una sombra donde te pierdes"
(Jean Coucteau)
Lucien Clergue conoció a Picasso en 1953, durante una corrida de toros celebrada en el anfiteatro de Arles. El joven fotógrafo francés tenía 19 años, mientras que el autor del Guernica, 71. Éste, a causa quizás de su pasión común por la tauromaquia, adoptó a Clergue como si fuera un hijo. Poco después, le presentó a su amigo Cocteau.
Clergue, actual presidente de la Academia Francesa de las Bellas Artes, está a punto de cumplir los 80 años y sigue siendo un enamorado de la Fiesta (es un gran partidario de Juan Bautista) y La Camarga. Hasta tal punto le fascina la muerte del toro bravo en la plaza, que llegó a publicar un libro de fotografías sobre este motivo ("Toros muertos", 1970). Sus planos en contrapicado y el blanco y negro de su trabajo resultan estéticamente apabullantes.
Pero eso no es todo: algunos años antes, en 1965, Clergue rodó un cortometraje taurino titulado "Le drame du taureau". En diez minutos, el arlesiano consiguió plasmar su crudo, y a la vez turbador, punto de vista sobre la muerte en el ruedo y la fascinación que ésta despierta en el pueblo.
"Lucien Clergue est de ceux qui nous ouvrent les yeux,
¡La banderilla!
¡Mire “usté” que poca cosa!
Cualquier rosa
tarda más en crecer.
Cualquier rosa, si se empeña,
puede llegar a ser mujer
en el color,
en la presentación.
Cualquier flor
por pequeña
que sea, se puede envanecer.
Pero
la banderilla...
Nunca puede crecer hasta
bandera.
Se ha quedado en chiquilla.
...pequeña, zalamera,
graciosa,
airosa.
Un poco nerviosilla
y un mucho pinturera,
pero chiquilla.
Por eso se le llama banderilla.
Que,
si fuera bandera,
puede que tuviera
más hermosura,
pero menos fragilidad,
más majestad,
pero menos finura,
más aristocracia,
pero menos salero,
más vuelo,
pero menos gracia.
Y
es que cada cosa
tiene su cosa especial
¿Ve “usté” qué grande y qué
hermosa
la catedral de Sevilla
y a su “lao”, qué sin valor
esta flor
de la banderilla?
Pues
siendo ésta tan chiquilla
y aquella tan monumental,
yo no cambiaría
la catedral por la banderilla
ni la banderilla por la catedral.
Porque cada cosa
tiene su cosa especial.
“Pa”
rezar
me sobra la banderilla,
¡eso es natural!;
pero “pa” torear
me sobra la catedral,
aunque sea la de Sevilla.
¿Y
a que no adivina “usté”
de dónde nació esta flor?
¿De
la orilla del rio...? No, señor.
La banderilla es cosa de tierra
adentro.
¿De un encelamiento
con los claveles...? ¡Ni hablar!
La banderilla es el viento
que se hace flor... ¡y a bailar!
y el clavel es el tormento
de ser sangre y no volar.
La
banderilla nació
de esta chulería
señorial y flamenca y bravía
de España.
Aquí
“pa” cantar, la caña como
un poquito de broma
“pa” empezar.
Aquí, “pa” bailar, primero
un poquito de zureo
de paloma,
y el ¡”arsa” que toma!
y el ¡vamos a verlo!
y el ¡olé tus pies!,
“pa” después,
la sangre caliente
“quebrá” la cintura
y “empiná” la frente,
llenar el aire de volantes
y desplantes,
de finura y calentura.
Y
“pa” jugarse a la suerte
la vida o la muerte
ante el toro,
mucho capote de oro,
mucha seda, mucha flor,
y mucha marchosería
de sangre fría
en el corazón.
¿Que
tú me vas a matar,
porque en tus pitones tengas
dos muertes sin estrenar...?
¡Venga, venga...!
¡Prueba a ver si lo consigues!
Yo, en cambio, si me persigues,
“pa” que veas la nobleza
con que juegan a la muerte los señores,
antes de darte muerte
te voy a tirar dos flores.
¡Chulería!
Y de esta marchosería
con que España
burla, piropea,
engaña y pelea
a la orilla
de una cornada mortal,
nació la gracia sin par,
- síntesis de quiebro y maña-,
de esta fina banderilla.
Tan
solo caña delgada,
temblor, airecillo... ¡nada!
y esa es su gracia mayor:
saber hacer una flor
con un poquito de nada.
¡Vengan
flores de lis, rosas de Francia,
a competir con esta fina banderilla!
Tan poca cosa..., tan chiquilla...
¡pero vaya elegancia!
Y
vengan “toas” las flores del mundo entero
a morirse de rabia frente a mi banderilla.
Tan poca cosa..., tan chiquilla...
¡pero vaya salero!
(MANUEL BENÍTEZ CARRASCO)
Uno,
dos y tres
tres banderilleros en el redondel,
sin las banderillas, tres banderilleros
sólo tres monteras tras los burladeros.
Uno,
dos y tres
luego tres capotes en el redondel,
puntos cardinales de una geografía de sol y sangre
y el toro en el sur.