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miércoles, 9 de julio de 2014

Coplillas para las feas


La suerte de la fea, la bonita la desea. A la fea y a la hermosa, la copla en sus cabellos siempre engarzó una rosa. A las niñas morenas y a las rubias encendidas. Sin distinciones. Por eso, en 1950, Juanita Reina grabó La coplilla de la fea, compuesta por Antonio Quintero y Rafael de León. Una rareza del repertorio que, inexplicablemente, no se ha vuelto a versionar.
 
¿Por qué se fija ese hombre y arrepara
en esa niña que pasa por su lao,
por qué se ríe mirándola a la cara,
por qué el coló de la niña ha quebrao?
¿Por qué le dice la gente:
-Caballeros, atensión,
por qué a la triste inocente
se le parte el corazón?
Tú te diviertes,
malas ideas,
y con fatigas de muerte
va disiendo así la fea:
 
No sabes, niño bonito
que me miras y te ríes,
que soy como un huertesito
de claveles y alhelíes.
Que tengo las condisiones
de la casa del rey moro,
por fuera con desconchones
y por dentro es un tesoro.
Cuando lleno de angustias mortales
sin amigos yo te vea,
y la vida a los dos nos iguale,
ya verás tú lo que vale
el cariño de una fea.
 
 
Existe otra copla, algo más conocida y versionada, titulada Ana María, la fea. Fue compuesta en la década de los 30 por Perelló y Mostazo.
 
Era Ana María
Por buena y por fea
La risa del barrio
La burla de tós.

A nadie atraían
Sus trajes de sea
Y nadie en la vida
De amores le habló.

Cuentan que una noche
Un guapo mocito
Al verla tan rara se quiso burlar.
Y en plan de guasita
Con unos amigos
Al pie de de su reja
Lanzó este cantar:

Ana María.
Ana María la fea.
¡Qué desgraciaíta eres!
¡Que aunque te vistas de sea
Naide en el mundo te quiere!
¡Sal a tu reja y no llores!
¡No pierdas tú la alegría
¡Que yo te doy mis amores!
¡Ana, ay, mi Ana!
¡Mi Ana María!

Loca por la copla
Que alegre escuchaba
Su reja florida
Le abrió al rondador
Y al ver que de ella
Así se burlaba
de rabia y coraje
La fea lloró.
 

Con estas canciones populares, llegamos a la conclusión que, aunque oculta tras la celosía, más vale fea y con gracia, como la niña picadita de viruela, que bonita y sosona. Todas las coplillas de las feas tienen, pues, un final feliz, sin embargo, en el tango los desenlaces son mucho más descarnados, con la protagonista, como una flor de angustia, transida de dolor. 
 

Picadita, picadita,
picadita de viruela
con la cara morenita
del color de la pajuela.
Nadie le dice bonita,
nadie de amor la camela,
como un lirio se marchita
sentadita en su cancela.
Y el aquel de su penita
por Sevilla corre y vuela:
no se casa esta mocita
porque tiene la carita
picadita de viruela.

 
Procurando que el mundo no la vea
ahí va la pobre fea
camino del taller;
y a su paso, cual todas la mañanas,
las burlas inhumanas
la hieren por doquier.
Cuando alguno le dice una torpeza
inclina la cabeza
transida de dolor,
y piensa con amargo desencanto:
Por qué se reirán tanto
de mi fealdad, ¡Señor!...

Una noche su viejita
en el cuarto llorando la encontró
y la fea, ¡pobrecita!,
la tragedia de su alma le confió;
aquel hombre que debía
conducirla muy pronto ante el altar,
con su amiga Rosalía,
la que ella más quería,
se acaba de escapar...
 

martes, 24 de junio de 2014

La noche más corta

Entre San Luis Gonzaga y San Juan, se encadenan las noches más cortas del año. El sol se retira rozando las diez.
 
 
Cuando despunta el estío, me gusta recordar a Hopper. Este cuadro suyo, pintado en 1947, lleva por título Summer Evening, traducido como Anochecer de verano. En él, una joven pareja conversa en un porche. Sus miradas no se cruzan, pero el chico se lleva la mano izquierda al pecho, intentado explicar algo. Ella, pensativa y ausente, viste a la moda de los 50. La puerta verde se encuentra cerrada, mientras que las cortinas de la ventana ondulan, dejando pasar el aire. ¿Están en el campo o en la ciudad? Imposible saberlo, pues la luz que desprende la casa contrasta poderosamente con la oscuridad exterior. El cuadro sugiere que, independientemente de cuál sea el problema que tiene la pareja, no llegará a una feliz resolución. Quizá eso explica la impenetrable negrura que abraza al porche.
 
Se incendia el árbol de la noche
y sus astillas son estrellas,
son pupilas, son pájaros.

(Octavio Paz)
 

Sostenía el canadiense Mark Strand que en los cuadros de Hopper asistimos a las escenas más familiares con la sensación de que para nosotros son esencialmente remotas, incluso desconocidas. La chica de Summer Evening mira al vacío: parece estar en cualquier parte menos en donde efectivamente se encuentra, perdida en un misterio que la pintura no puede revelarnos y que sólo intentamos adivinar. "Es como si fuésemos testigos de un acontecimiento que somos incapaces de nombrar", explicaba Strand. Sentimos la presencia de lo que permanece oculto, de lo que sin duda existe, como las sombras de una noche de verano, pero sin llegar a mostrarse. "Hopper ejerce su poder sobre nosotros con extraordinario tacto: dándole forma a la privacidad, otorgándole un espacio donde pueda ser atestiguada sin ser violada".
 
 
[...] Una noche de verano
cuando el cielo es más azul
y más dulzón el canto del barco italiano.
 
Con su luz mortecina, un farol
con las sombras gambetea,
y en un zaguán está un galán
hablando con su amor.
 
[...] Y cruza el cielo un aullido
de algún perro vagabundo,
y un reo meditabundo va silbando esta canción:
una calle, un farol, ella y él.

domingo, 25 de mayo de 2014

El advenimiento de la catástrofe

Yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!
 
 
Nacer en el seno de un patriarcado atlético marca de por vida, pues te prepara para aguardar el advenimiento de la catástrofe en el momento más inesperado. En esta vida, el único medio para ser optimista es temerse lo peor, por eso, casi desde el nacimiento, siempre hay unos brazos prestos a apresarte con el fin de encerrarte entre los barrotes de la cuna justo en lo mejor del jolgorio: la aburridísima siesta. Aquellos paseos desesperados de mi padre a la hora del partido desde el salón hasta la cocina, donde mi madre y yo cenábamos, y los gritos mentando a los fallecidos del equipo contrario a los diez minutos del final, iban calando imperceptiblemente en mi personalidad futura. Años después, cuando a todos los compañeros del colegio se les hacía la boca agua con las películas de las Spice Girls, yo prefería ver El tercer hombre, una historia donde todo acaba mal. Y, al aficionarme a los toros, como no podía ser de otra manera, me hice partidaria de César Rincón en el ocaso de su carrera. Y después de Fernando Robleño.
 
 
Nacer en el seno de un patriarcado atlético te enseña a encontrar la victoria que subsiste en la derrota; a ser consciente de que, tras los mayores triunfos, siempre puede sobrevenir un añito en el infierno; a caminar con la cabeza alta incluso en la cuesta abajo, y a admirar el atractivo que emana de los perdedores henchidos de honra. No se trata de una actitud claudicante, ni mucho menos, sino de mirar cara a cara, con estoicismo, a esa catástrofe que siempre nos jode en el último minuto. A perder por una cabeza. Esos son los fundamentos de la educación atlética.
 
 
Cuántos desengaños,
por una cabeza.
Yo juré mil veces,
no vuelvo a insistir.
 
Por ello, esta mañana, la siguiente a la final de la Champions, cuando a salí a caminar por el parque, me reconfortó comprobar que todo seguía en su sitio. Los niños del Atleti iban de la mano de sus padres cuestionándose la realidad de la existencia, curtiéndose para el próximo golpe, mientras que un crío del Real Madrid, con gafas y los pelos de punta, correteaba, confiado, varios metros por delante de su madre, vestido con la camiseta de Cristiano Ronaldo. Le observé largo rato. Inconscientemente, con sus felices saltos, llevaba el compás de Volare.
 
 

lunes, 5 de mayo de 2014

La transformación de las "señoritas" madrileñas

"Una función del arte es legar un ilusorio ayer a la memoria de los hombres"
(Jorge Luis Borges)
 

El 10 de diciembre de 1923 debuta Carlos Gardel en Madrid, y las muchachitas y los chicos de Rafael de Penagos cantan, al salir del Palace y del Ritz, las melodías de arrabal que escenifica Alfredo Le Pera. Decía Octavio de Romeu que nadie sabe lo que hay dentro de un minué. Nadie sabe, tampoco, lo que hay dentro de un tango: en esa pareja de Penagos que se tanguea, percanta y bacán, en la noche mágica del bandoneón desencanallado, que cambia el cuchillo del conventillo de Palermo por el cubo plateado que enfría el champagne en el tango de Penagos. Una vez que Penagos traduce a madrileño el ritmo melódico de Gardel y Razzano, el tango pueden bailarlo ya las burguesitas de falda rodillera. No hay pecado. Hay, en todo caso, picardía, gracia noctámbula, fru-fru de ligas de seda. Seguro que cuando Jorge Luis Borges (escapándose de la tertulia ultraísta de Cansinos Asséns) ve bailar el tango a las muchachitas de Penagos podrá justificarlo como no supo hacer en Valvanera.

Antonio M. Campoy


A Penagos se le conoce, sobre todo, como el creador de un nuevo tipo de mujer, de un modelo en que se concretó nuestra particular Belle Époque. Rafael de Penagos participó intensamente de la ebullición social y cultural de Madrid que, con el cambio de siglo, pugnaba por convertirse en una urbe moderna y abierta [...] Las noticias que desde París traían los viajeros y las revistas ilustradas que circulaban por todas partes influyeron de forma considerable en nuestra sociedad. Pero también es cierto que este Madrid hablador, de café y charla, supo darle un toque particular a la época. Y Rafael de Penagos fue uno de los impulsores de la nueva imagen de aquel Madrid.
 

Como ingredientes, se sirvió del tipo castizo creado por su coetáneo Sancha y por otros dibujantes de la anterior generación, todo ello unido a las novedades francesas y al estilizamiento de la estética rusa -que llegó a Madrid de la mano de los ballet rusos, dejando a su paso una honda impresión-. Con todo ello, Penagos tomó el lápiz y del papel surgió un nuevo modelo de mujer, algo así como el símbolo de esta nueva sociedad, más confortadora y amable, que él mismo deseaba fuera realidad.
 

Y tuvo éxito. De tal forma que las señoritas madrileñas tomaron muy en serio la tarea de asemejarse al máximo a los dibujos de Penagos. Estudiaban con atención los modos y ademanes de esas mujeres que, desde las páginas de Blanco y Negro, Nuevo Mundo, La Esfera y ABC, provocaron todo un impacto en la sociedad madrileña, aprisionada hasta entonces en un provincianismo del que no conseguía salir.

 
Una nueva estética, una nueva forma de desenvolvimiento social era lo que Penagos proponía a través de sus creaciones. Mujeres de mirada penetrante al tiempo que ensoñadora, observando de frente, sin rubor, a veces con un toque de sensualidad que, en sus oscuros y grandes ojos, y en la mantilla que a menudo visten, les devuelve a su raíz mediterránea, sureña. Y las finas manos arqueadas, los labios que nunca pierden la compostura en risas exageradas, el conjunto de accesorios que siempre las rodean, todo ello fue en aquel momento el arquetipo perfecto de la mujer, que todas anhelaban ser.

Ramón Herrero Martín
 

[...] Así es como comenzó a inventarse mujeres que no existían: llegaban oliendo a perfumes franceses; fumaban ¡santo Dios! cigarrillos turcos y egipcios; bebían cocktails; llevaban en la mano, en lugar de barreños, raquetas de tennis (así, con dos enes se escribía); se reunían para tomar el the (así, con h intermedia, a la francesa); les deshinchó la tetas y las convirtió en senos; les cortó el pelo a lo garçon (así se escribía); las enseñó a utilizar el cuarto de baño en lugar de la jofaina. Penagos salía, cada día, a la calle, dando la noticia de otro mundo, otros seres, predicando su bella buena nueva, hasta que las mujeres reales comenzaron a parecerse a las soñadas por él.
 
José Hierro

miércoles, 26 de marzo de 2014

Las cinco farolas


Faltó muy poco para que la vereíta verde de Juanita Reina se cuajara de yerba. Quizás por este motivo, su padre nunca le dio permiso para que grabara el tema de Las cinco farolas, de Ochaíta, Valerio y Solano. La historia que contaba aquella copla se parecía demasiado a los amores entre su hija y el bailaor gaditano Caracolillo, ocho años menor que ella y eternos novios hasta el último minuto, porque la familia de la Reina no aprobaba la relación. Finalmente, la coplera pasó triunfal por el altar a los 39 años en la basílica de La Macarena.



Cinco luceros azules
alumbran cinco farolas
desde su casa a mi casa,
desde su boca a mi boca.

Cinco añitos que le quiero
cinco añitos que me adora,
la mala gente qué sabe
qué sabe de nuestras cosas.

Si yo sé que me quieres, como le quiero
pa qué darle tres cuartos al pregonero
desde su puerta misma hasta mi puerta
la vereíta verde, no cría yerba, no cría yerba
.

Aunque Las cinco farolas había sido compuesta para Juanita Reina, a causa de su indecisión, Concha Piquer tomó la delantera y la grabó en 1963. Celosa de que una compañera llevara en su repertorio una de sus coplas favoritas, la Reina la interpretó más adelante, convirtiéndola en una obra maestra.


"Estaba allí, en mitad del paseo de Recoletos, largo y ancho punteado de gente, entre el verde de los árboles y el negro claro y lírico de la sombra caliente y perezosa, al margen de los veladores de café --lápidas sepulcrales de cabezas de gamba y puntas de pitillos-- estaba allí el farol loco, digno en su locura, como un cirio grande y alto, sin llamar la atención con su espectáculo hermoso, impar y ebrio de sugerencias del mejor estilo.
 
Pues nadie se fijaba en él. Nadie.
A lo más, alguno le miraba y se echaba a reír.
 
¿Es que no se veía, claramente, como aquel farol mantenía, ni más ni menos que todo un criterio, que todo un concepto disconforme con la humanidad madrileña? Estaba allí representando la creencia de que era de noche, negando la luz del sol; o reenganchado al día como un girón de la noche que se hubiera cogido la capa y fuera un prisionero patético y conmovedor del día.

El farol loco permanecía encendido con toda su razón incomprendida.

También tenía algo de árbol seco con fruto único y espectral, con un fruto surgido contra la naturaleza, o simplemente de farol desvelado que no se ha podido dormir cuando el cielo aclara y entra a los faroles el desayuno del alba.
 
Superviviente, juerguista de su deber, obcecado, abstraído o loco, con voluntad genialoide. ¿Qué hacías tú, farol inadvertido, trágica espiga quemada nacida del asfalto?
 
Pasé otra vez de madrugada y en la noche cerrada sobre sí misma, el farol estaba apagado.
¿Habría muerto o simplemente nos querría decir que era de día?
Apagarse a la hora de deber lucir. Cosas son de españoles".
 
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO

 
Un arrabal con casas
que reflejan su dolor de lata...
Un arrabal humano
con leyendas que se cantan como tangos...
Y allá un reloj que lejos da
las dos de la mañana...
Un arrabal obrero,
una esquina de recuerdos y un farol...

Farol,
las cosas que ahora se ven...
Farol ya no es lo mismo que ayer...
La sombra,
hoy se escapa a tu mirada,
y me deja más tristona
la mitad de mi cortada.
Tu luz,
con el tango en el bolsillo
fue perdiendo luz y brillo
y es una cruz...
 

jueves, 20 de marzo de 2014

Sótano de muñecas


"Las muñecas, sobre todo las muñecas grandes, los maniquíes, saben que no son de carne y saben también que no son de materia noble, como las estatuas. Pero, ¿qué saben? Sin duda, están cansadas, humilladas de no cumplir más que con una misión comercial, entristecidas de su obligación de estar siempre con una carita de estúpida felicidad. Nada pueden reivindicar para ellas. Hasta el traje es prestado. Y envejecen y mueren como las criaturas humanas, pero sin lograr, ni siquiera entonces, un respeto. Yo he visto, no sin horror, en los sótanos de unos grandes almacenes, una morgue de maniquíes jubilados, destrozados, amontonados sin piedad, unos revueltos con otros, esperando no sé qué juicio final esperpéntico. Había mostrado deseo de tener un maniquí, y la escasa generosidad e imaginación del comerciante me dio a elegir entre los que había en aquel monstruoso depósito de cadáveres.

- ¿De mujer?
- ¡Hombre, claro!

 

Empezó a revolver en aquel montón de novela de Poe o de Kafka. Con una naturalidad que a mí me hería, tiraba de un brazo o de una pierna, cogía cabezas que habían llegado a la vejez con una sonrisa adolescente. Hasta que dio con una muchacha casi entera. No le faltaba más que un pie.
 
- ¿Le gusta ésta?
 
Yo me quedé temblando y azorado. Todo, de pronto, adquiría un clima pobretón, inconfesable, surrealista.
 
- Bueno.
 
Me la trajeron a casa. Envuelta en unos trapos, la llevé a Cuenca. Y la enterré en el jardín, con ternura y respeto. No pude cerrarle los ojos porque tenía una azul mirada fija, absorta; pero le puse un pañuelo en la cara para que no la hiriese la tierra".
 
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO
 

Quién creyera, milonguera, vos que siempre te reíste,
y que siempre te burlaste de la pena y del dolor,
ibas a mostrar la hilacha poniéndote seria y triste
ante una pobre muñeca modestita, y sin valor.
Yo te guardaré el secreto, no te aflijas, milonguita,
por mí nunca sabrá nadie que has dejado de reír,
y no vuelvas a mirar a la pobre muñequita
que te recuerda una vida que ya no puedes vivir.

Ríe siempre, milonguera, bullanguera, casquivana
para qué quieres amargar tu vida
pensando en esas cosas que no pueden ser.
Corre un velo a tu pasado, sé milonga, sé mundana,
para que así los hombres no descubran
tus amarguras, tus tristezas de mujer.
 
(Letra de Jacinto Font y música de Guillermo Cavazza)
 
 

jueves, 21 de noviembre de 2013

Los vagabundos

"Si pierdes dinero, pierdes poco.
Si has perdido el honor, pierdes mucho.
Si pierdes el corazón, lo pierdes todo".
(Vincent Van Gogh)
 

¡Esos pobres por los caminos del campo!... No parecen de carne; más bien de tierra o de sarmientos renegridos... ¿Adónde van? No piden, ni escuchan, ni se paran ni hablan... Los atrae ese sendero que sólo sabemos que existe cuando los vemos a ellos caminar por allí, con una rara decisión en su pereza de horizontes... Andrajosos, vestidos a retazos, semidesnudos, caminan solitarios o en grupos familiares, con un perrillo escuálido que, a veces, ya no puede seguir de hambre y fatiga, y sube a los hombros del vagabundo, uniendo roñas con lacerías y arestines... ¿De dónde vienen? ¿Qué final de camino persiguen?


Siempre que nos encontramos a los vagabundos por los caminos del campos, nos quedábamos en el umbral de una incertidumbre característica, que la vida, luego, nunca ha borrado. La gente los temía o los evitaba. A nosotros nos inspiraban respeto y simpática inquietud. Vivían tan pegados al barro y a la basura de la tierra, que les costaba trabajo alzar la vista hasta la altura de sus semejantes. Y cuando desaparecían por los caminos, la soledad se abría nuevamente gozosa, porque ellos, sin querer, la lastimaban con su tragedia de silencios.

JOAQUIN ROMERO MURUBE
 
 
Hoy vagabundo y perdido
alzo mis brazos en cruz
para enterrar al olvido
toda una vida sin luz.
 
(Final del tango "Vagabundo" de Emilio y Agustín Magaldi)
 


martes, 29 de octubre de 2013

Calenturas otoñales, casi todas son mortales

"Era inevitable: el olor de las almendras amargas
le recordaba siempre el destino de los amores contrariados"

(Gabriel García Márquez)
 

 Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
En el fondo de esta alma que ya no alegras,
Entre polvo de sueños y de ilusiones
Yacen entumecidas mis flores negras.
[…] Guarda, pues, este triste, débil manojo
Que te ofrezco de aquellas flores sombrías;
Guárdalo; nada temas: es un despojo
Del jardín de mis hondas melancolías.

El amor es quizás el sentimiento más bello y noble que el hombre puede sentir. Suele presentarse de muy diversas maneras, todo depende de la edad, del sexo, de las condiciones previas a su inicio, y así hasta el infinito.
 
[...] Pasa la pubertad y lo mismo sucede con la juventud que se va como dice la canción: "De prisa como el viento". Se entra en la edad adulta, entonces todo el fuego, todo el ímpetu desbocado, toda la locura desatada desaparece o se modera. El hombre se asienta y su conducta se hace más normal, se es más calmado, más reflexivo, se piensa y se razona mejor, se vuelve más sensato. Es entonces cuando se busca el complemento, cuando se inicia de manera definitiva el encontrar la media naranja, cuando se sienta cabeza, cuando se piensa fundar un hogar. Atrás han quedado los devaneos juveniles, los recuerdos son guardados en el arcón, y hasta olvidados. Y qué bueno que todo sea así pues: "Quien no la corre de joven, la corre de viejo".
 
Continúa el tiempo su marcha inexorable, la mayor parte de los individuos se tranquilizan, jamás se vuelven a alborotar, se transforman en pastueños, en hogareños, terminan sus días como la Mousmé de la canción: "apacible y dulcemente".
 
Pero en cambio otros dan la siguiente lidia:
 
Algunos que se pensaban que ya estaban más allá del bien y del mal se vuelven, como decía un amigo mío, a bullir, agarran su segundo aire y tratando de emular a José Alfredo Jiménez intentan "sacar juventud de su pasado"; craso error, pues lo único que va a aprender la que "viva con ellos" es a curar reumas y a no dormir, pero por la tosedera del viejo, ya que de "eso de moler, ni un grano". Además el vejete se expone a que su frente se vea coronada, y no precisamente de laureles, o bien a lo que dicen los dichos populares que son, como decía mi abuelita: "evangelios chiquitos". Ya que algunos dicen esto:
 
Casamiento a edad madura,
cornamenta o sepultura.
 
O también éste otro:
 
Calenturas otoñales,
casi todas son mortales.
 
[...] A todo lo dicho antes es a lo que se conoce como Amor Otoñal; se presenta en individuos que hace ya tiempo dejaron atrás sus mejores años, su primavera. A veces este tardío despertar alcanza estratos muy elevados, e inclusive se llegan a incubar pasiones tormentosas e intensas que pueden terminar en tragedia.
 
(HUMBERTO RUBALCAVA VALDIVIA)
 

[...] Muchos años han pasado
y sus guapezas y sus berretines
los fue dejando por los cafetines
como un castigo de Dios.

Solo y triste, casi enfermo,
con sus derrotas mordiéndole el alma,
volvió el malevo buscando su fama
que otro ya conquistó.

Ya no sos el mismo,
Ventarrón, de aquellos tiempos.
Sos cartón para el amigo
y para el maula un pobre cristo.

Y al sentir un tango
compadrón y retobado,
recordás aquel pasado,
las glorias guapas de Ventarrón.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Todo a media luz

 
¡¡Apaguen la luz!! No dejen encendida ni la lámpara de la mesilla de noche. El 1 de octubre vuelven a subirnos la electricidad un 3,1%. Por fortuna, en esta absurda moda por todo lo vintage (ahora lo llaman así, en vez de viejo o antiguo), se llevan de nuevo las velas. La candelería se considera muy "in" y, según los expertos, dan un toque tremendamente "chic" a cualquier rincón.
 

Georges de La Tour

Francis Coates Jones

Jean-Baptiste Santerre

Peter Ilsted

Theodor Grust

Adolph Von Menzel

Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de veles apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
No quiero verlas; sus formas me apenan,
y me apena recordar su luz primera.
Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar,
cuán rápido la línea oscura crece,
cuán rápido aumentan las velas apagadas.
(Constantino Cavafis)

martes, 24 de septiembre de 2013

El templo del pecado

 
Hace casi un siglo, a finales de 1913, Carlos Gardel y el uruguayo José Razzano se presentaron, extraoficialmente, en el Armenonville, "El Armenón", para los amigos y clientes habituales durante las noches bonaerenses. Nacía así una leyenda del tango y de los cabarets de lujo. A los porteños les gustaba describir este local situado en la avenida Alvear y Tagle como "el templo del pecado".  


Razzano y Gardel
 
"El 28 de diciembre de 1913 Francisco Taurel, hombre de grandes recursos, amigo de  políticos importantes, los invita a cantar [a Razzano y Gardel] en una reunión privada en casa de Madame Jeannette.  En la madrugada del 29 de diciembre la farra seguiría en un prestigioso reducto de la noche porteña, El Armenonville.  Este importante salón tomaba su nombre de un local similar del Bois de Boulogne de París.  Era un edificio de dos plantas rodeado de jardines.  En la planta baja estaba el salón principal de baile, con mesas y un pequeño escenario.  Arriba había alcobas y cuartos privados, donde Francisco Taurel y sus invitados continuaron la farra.  Lógicamente Gardel y Razzano eran quienes amenizaban la reunión con sus interpretaciones.  El entusiasta canto de los jóvenes atrajo a una pequeña multitud que los aplaudía. Entre ellos se encontraba un pionero de la aviación argentina, Jorge Newbery".
 
El bandoneonista Juan Maglio 'Pacho' se contaba entre los más íntimos amigos de los propietarios del local y por eso tituló "Armenonville" a uno de sus tangos.


Apenas los dueños -Carlos Bonifacio Lanzavecchia y Manuel Loreiro- habían hecho una oferta de 70 pesos por noche al dúo Gardel-Razzano, los artistas mantuvieron la siguiente conversación:
 
- Carlos, me ofrecieron 70 pesos.
- Por mes no es mucho. Pregúntale, a lo mejor es por quincena.
- La oferta es por día, Carlos; con comida y propinas incluidas.
- ¡Por esa guita también lavamos los platos!
 
La terraza del Armenón y clientes bailando tango
 
Con esta anécdota protagonizada por El Oriental y El Morocho del Abasto, comenzó una carrera musical que duró doce años, hasta que un problema en las cuerdas vocales impidió la continuación de Razzano, voz de tenor perfectamente afinada, mientras que Gardel hacía de barítono. En el Armenonville no sólo se cantaba tango, sino que también se bailaba y se paladeaba una exquisita comida francesa acompañada por excelentes vinos y champán llegado desde Europa. En los carteles publicitarios de la época -los afiches- destacaban la confitería y cocina de primer orden, la entrada para autos y carruaje y la hermosa terraza con jardín, cuajado de farolillos, flores y con olor a orquídeas frescas. El edificio constaba, además, de un gran chalet de estilo inglés, con un salón de baile en la planta baja, tapizado de espejos y coronado por una imponente lámpara de araña. También en 1913, en la orquesta del Armenón debutó Roberto Firpo, que hizo del piano el instrumento conductor. Allí estrenó su tango más famoso, "Alma de bohemio". 
 
En lunfardo, garufa significa "hombre que gusta de la diversión y la fiesta"
 
Como buen templo del pecado, en este cabaret de inspiración parisina no podían faltar los reservados, trastiendas del placer, que creaban una especie de "garçonnière" de lujo (une garçonnière est un petit appartement, généralement un studio, occupé par un homme marié, qui l'utilise pour retrouver ses maîtresses à l'insu de son épouse). Allí, los ciudadanos de clase alta y "decente" podían disfrutar del tango, género obsceno y prohibido, procedente de los arrabales, sin recurrir a la clandestinidad.
 
"Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte, de mirar, de estar parada
o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.
Ese cuerpo que hoy te marca los compases tentadores
del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil,
mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores,
entre el humo de los puros y el champán de Armenonville"
 
El tango "Margot" fue compuesto en 1921 por Celedonio Flores (letra), José Ricardo y Carlos Gardel (música). Por esas fechas, las luces del Armenonville empezaban a apagarse. El templo del pecado bonaerense, en su apogeo, apenas duró una década... ¡pero qué década, che!

martes, 23 de julio de 2013

Mi lindo pueblito


Por estas fechas estivales, somos muchos los que abandonamos "la metrópoli de adopción" y emprendemos el regreso a la tierra, a nuestro lindo pueblito, generalmente en un bello paraje montañoso o a orillas del mar. Sin embargo, uno no elige donde nace y, a veces, toca aflorar en el culo del mundo. Para nosotros, para todos los que "germinamos" en un pandero, vaya esta zambra de Les Luthiers que se complementa con el emblemático tango "Volver".

 
Esta zamba canto a mi tierra distante
Cálido pueblito de nuestro interior
Tierra ardiente que inspira mi amor
Gredosa, reseca de sol calcinante
Recordando esa tierra quemante
Resuena mi grito: ¡Qué calor!

Cómo te recuerdo mi lindo pueblito
Con tu aire húmedo y denso de día
Noches cálidas de fantasía
Pobladas de magia, de encanto infinito
Y el cantar de tu fresco arroyito
Salvo en los diez meses de la sequía.

Siempre fue muy calmo mi pueblo adorado
Salvo aquella vez que pasó el huracán
Viejos pagos, qué lejos están
Mi tierra querida, mi dulce poblado
Tengo miedo de que hayas cambiado
Después de la última erupción del volcán.

Tierra que hasta ayer mi niñez cobijabas
Siempre te recuerdo con el corazón
Aunque aquel arroyito dulzón
Hoy sea un hirviente torrente de lava
Que por suerte a veces se apaga
Cuando llega el tiempo de la inundación.

Los hambrientos lobos aullando estremecen
Cuando son mordidos por fieros mosquitos
No se puede dormir por los gritos
De miles de buitres que el cielo oscurecen
Siempre algún terremoto aparece
Y al atardecer llueven meteoritos.

Y si a mi pueblito volver yo pudiera
A mi viejo pueblo al que no he regresado
Si pudiera volver al poblado
Que siempre me llama, que siempre me espera
Si a mi pueblo volver yo pudiera
¡No lo haría ni mamado!

Y
o adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno...

jueves, 18 de julio de 2013

Mujeres (y algunos hombres) que se perdieron por culpa del parné

El que tenga un amor,
que lo cuide, que lo cuide.
La salud y la platita,
que no la tire, que no la tire.

 
Dicen que el dinero no da la felicidad, pero yo prefiero llorar en un Ferrari. La platita, además, siempre ha sido gancho infalible para llevarse a las mujeres de calle. Desde María de la O a la protagonista del tango "Mano a mano", todas, castizas y porteñas, han caído en los brazos de payos y otarios con parné. Ley universal. A toro pasado, bajo un buen techo que las cobija, algunas se arrepienten y otras no. Siempre resulta más agradable enjugarse las lágrimas con pañuelo de seda.
 
 
Para mis manos tumbagas,
para mis caprichos monedas.
Y para mi cuerpo lucirlo
mantones bordados, vestidos de seda.
La luna que yo pida, la luna que me da.
Que para eso mi payo ha visto
más parnés que tiene un sultán.
Envidio tu suerte,
me dicen algunas al verme lucir.
Y no saben pobres la envidia que ellas me causan a mí.
María de la O, que desgraciaíta
gitana tu eres teniéndolo tó.
Te quieres reír y hasta los ojitos
los tienes morados de tanto sufrir.
Maldito parné que por su culpita
dejaste al gitano que fue tu querer.
Castigo de Dios, castigo de Dios.
Es la crucecita que lleva a cuesta María de la O.

 
Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.

Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
Ios morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el mísero ratón.

Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.
 
 
Últimamente he leído dos noticias sobre millonarios dignas de contar. La primera historia trata sobre una joven que puso un anuncio en un periódico para buscar un marido rico. Su reclamo comenzaba así: "Soy una chica hermosa (yo diría que muy hermosa) de 25 años, bien formada y tengo clase. Quiero casarme con alguien que gane como mínimo medio millón de dólares al año". Casi de inmediato, le respondió un acaudalado hombre de negocios que, amablemente, le explicó que ella era un activo que sufría depreciación y él un activo que rendía dividendos. “Por lo tanto, todavía en términos comerciales, el casamiento con Ud. no es un buen negocio a mediano o largo plazo, pero alquilarla puede ser en términos comerciales un negocio razonable que podemos meditar y discutir usted y yo”. Aquí pueden leer toda la historia.
 
 
La segunda noticia narra las peripecias de un millonario chino que busca una mujer para que lo amamante. El cliente puede beber directamente del pecho materno o a través de un extractor de leche, en caso de que le produzca vergüenza. Las nodrizas que se encargan de ofrecer este servicio cobran alrededor de 2.000 euros mensuales, cuatro veces más que el sueldo medio en China. Otra lectura muy recomendable sobre gente con plata.