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jueves, 19 de noviembre de 2015

Vine a decirte que me voy


Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
adiós, intensa luz de nuestro breve estío 
ya oigo como caen con fúnebre sonido
los ruidosos leños sobre el patio de piedra.


En mi ser entrará por entero el invierno: cólera,
odio, escalofrío, horror, labor dura y forzada,
y lo mismo que el sol en su infierno polar
será mi corazón un bloque helado y rojo.
(Charles Baudelaire)



Los largos sollozos
de los violines
de otoño
caen sobre mi corazón
y lo llenan
de una lánguida
monotonía.

Todo sofocante
y pálido, cuando
suena la hora,
yo me acuerdo
de los días de antes
y lloro.

Y me voy
con el viento malvado
que me lleva
de acá para allá,
igual que a la
hoja muerta.


Que una hoja muerta... o que una flor. Paul Verlaine podría ser considerado un escritor "impresionista", sin duda, el mejor poeta lírico francés del siglo XIX y un continuador del decadentismo iniciado por Baudelaire. Durante estos días en los que lloramos por Francia, recordamos su "Canción de otoño" (1866), un poema nostálgico y melancólico que fue adaptado por Charles Trenet en una canción inolvidable.

Je me souviens 
Des jours anciens et je pleure 
Et je m’en vais 
Au vent mauvais 
Qui m’emporte 
Deçà, delà 
Pareil à la feuille morte.



En 1973, otro maldito, Serge Gainsbourg, en su canción "Vine a decirte que me voy", también citaba aquel "viento malvado" de Verlaine, que este otoño vuelve a azotar, inmisericorde, a Francia y a Occidente. "Tú recuerdas los días pasados... y lloras". Y así está Europa: llorando mientras mira hacia los errores del pasado, sin poner remedio para detener un huracán que la asola. De momento, nosotros tenemos las flores y la poesía de Verlaine. ¿Pero hasta cuándo? Je suis venu te dire que je m'en vais...

Je suis venu te dire que je m'en vais 
Et tes larmes n'y pourront rien changer 
Comm' dit si bien Verlaine au vent mauvais 
Je suis venu te dire que je m'en vais 
Tu t'souviens de jours anciens et tu pleures...


sábado, 31 de octubre de 2015

Los "Tosantos" contra Halloween


La noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, los algecireños celebran una fiesta que no es Halloween ni se le parece. La llaman "Tosantos", contracción de "Todos los santos", y consiste en visitar la plaza de abastos con el fin de comprar frutos secos, castañas asadas, cañas de azúcar, garrapiñadas, chirimoyas, boniatos, granadas y otros productos típicos del invierno. La tradición se remonta a finales del siglo XVIII, cuando este mercado se instalaba en una de las entradas de la ciudad, próxima a las huertas del Río de la Miel. La costumbre, lejos de extinguirse, fue aumentando, transmitiéndose de padres a hijos, y aún hoy, la plaza de abastos se llena de niños y adultos que hacen sus compras mientras la banda de música interpreta temas populares.


Una de las ventanas de mi casa, la de la cocina concretamente, da hacia el mercado. De cría, jamás supe qué era Halloween. A mí lo que me interesaba era ver cómo los puestos de frutos secos se iban montando desde primera hora de la tarde y todo comenzaba a oler a castañas asadas. Cuando se hacía de noche, bajaba, principalmente a comprar nueces -que después había que partir-, dátiles -nunca me gustaron, pero en mi casa tenían gran aceptación-, garrapiñadas -eso sí que me interesaba-, buñuelos y "huesos de santo". La noche del 31 de octubre nunca me disfracé, ni dije "truco o trato", ni pedí caramelos. Aquellas costumbres quedaban demasiado lejos. 


El botín gastronómico de los "Tosantos" solía durar hasta Navidad, y a veces aún sobraba. Los restos de almendras, normalmente, se aprovechaban para hacer algún postre. Y así, un año tras otro, hasta que abandoné Algeciras para vivir fuera y buscarme la vida. Sin embargo, cada 31 de octubre, sigo pensando en los vendedores de castañas de la plaza de abastos.

lunes, 14 de septiembre de 2015

El otoño se acerca


“El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo” (Julio Cortázar).


"El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre".

(Ángel González)

viernes, 7 de noviembre de 2014

Bagatelas de otoño

"Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto"
(Luis Cernuda)
 

Yo soy un hombre que ha salido de su casa por el camino, sin objeto, con la chaqueta al hombro, al amanecer, cuando los gallos lanzan al aire su cacareo estridente como un grito de guerra y las alondras levantan el vuelo sobre los sembrados.

De día y de noche, con el sol de agosto y con el viento helado de diciembre, he seguido mi ruta al azar, unas veces asustado ante peligros quiméricos y otras sereno ante peligros verdaderos.

Para entretener mi soledad he ido cantando, silbando, tarareando canciones alegres o tristes, según el humor y el reflejo del ambiente en mi espíritu.

A veces, al pasar por delante de una casa del camino, cantaba más alto, gritaba, quizá con jactancia, queriendo ser escuchado.“Alguna ventana se abrirá—pensaba—, y aparecerá un rostro simpático y jovial”.

No se abría ninguna ventana, no salía nadie; yo insistía cándidamente, e iban brotando de aquí y de allá caras torvas, miradas hostiles, gente en guardia, que apretaba el garrote entre las manos huesudas.

—Quizá les he ofendido —discurría yo—. Esa gente no quiere nada conmigo—seguía mi marcha al azar, con la chaqueta al hombro, sin objeto, cantando, tarareando y silbando…

Durante mucho tiempo la soledad, el graznido de las lechuzas, el aullido de los lobos me llenaban de angustia y de inquietud. Entonces intentaba acercarme a la ciudad; pero al querer entrar en ella me paraban en la puerta y me ponían como condición el dejar a la entrada unos sueños gratos, más gratos que la vida misma.

—No, no; prefiero volver al camino—murmuraba. Algún camarada me dice:—Descansa aquí. ¿Por qué no vivir entre las gentes? Hay remansos tranquilos, rincones donde los hombres no nos miramos torva y amenazadoramente.

—Amigo —respondo—, soy un hombre de paso, que se mueve y no arraiga, una hoja en el viento, una gota de agua en el mar. Ahora la soledad no me entristece ni asusta. Ahora conozco el árbol en que cantan los ruiseñores y la mirada confidencial de la estrella y encuentro suaves las inclemencias del tiempo y admirables las horas silenciosas del crepúsculo en que una columna de humo se levanta en el horizonte.

Y así sigo, con la chaqueta al hombro, por este camino que no he elegido, cantando, silbando, tarareando.

Y cuando el Destino quiera interrumpirlo, que lo interrumpa. Yo no protestaría.
 
Pío Baroja, "Desde la última vuelta del camino"
 
Obras de Godofredo Ortega Muñoz
 


martes, 28 de octubre de 2014

De la almendra dulce al "nougat"

A finales de octubre y primeros de noviembre, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, las calles se llenan de castañeros. Un otoño más, llegamos a la época de los frutos secos: castañas asadas por supuesto, pero también nueces, piñones, pistachos y almendras.
 
 
Durante estos días, en la ciudad francesa de Montélimar, preparan su famoso "nougat", un dulce hecho con claras de huevo, azúcar, miel de lavanda y almendras dulces recolectadas en el valle del Ródano.
 
 
Al término del siglo XVI, el agrónomo e infatigable viajero Olivier de Serre plantó los primeros almendros en el sur de Francia, procedentes de Asia Occidental. Poco después, inspirado por las recetas árabes que se susurraban por el puerto de Marsella, un panadero de Montélimar tuvo la feliz idea de mezclar la almendra con la miel, creando una pasta, parecida al turrón, que llamaron "nougat". Los lingüistas buscan el origen de esta palabra en el nombre latino del pastel de nueces, "nux gatum" o "nucatum", aunque en los alrededores de Montélimar cambiaron las nueces por las almendras. Para dar a conocer su producto, los pasteleros regalaron enormes cantidades de "nougat" a todas las personalidades que viajaban al valle del Ródano, entre ellos, los duques de Borgoña y Berry, que cargaron con un quintal de "nougat" (100 kilos) hasta París. Así, en el año 1778, se fundó la primera fábrica de este aromático "turrón francés" y, en 1837 abrió sus puertas la casa Arnaud Soubeyran, que funciona en la actualidad. Sin embargo, fue Emile Loubet, alcalde de Montélimar y posterior presidente de la República en 1899, quien disparó las ventas del "nougat" en toda Francia con la construcción de la línea ferroviaria.
 
 
Una bonita leyenda cuenta que el término "nougat" no procede de "nux gatum", sino de la expresión "Tu nous gâtes!" ("¡Cómo nos mimas!"), que exclamaban los nietos del valle del Ródano a sus abuelos cuando elaboraban este praliné con almendras de la región.
 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Era octubre


El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más que una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata.

Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud de confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa. Durante cincuenta y seis años -desde cuando terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban.
 
Gabriel García Márquez
"El coronel no tiene quien le escriba"

viernes, 4 de octubre de 2013

Las Ventas en otoño

Las Ventas, en otoño, respira distinto. Durante San Isidro se ven más caras desconocidas, intrusas, que dicen los aficionados incondicionales. Gente a quien un abonado ha regalado su entrada y va una tarde a los toros con el fin de pasar el rato. Estos días, en cambio, están los fieles. Como podrán suponer, leales y sufridores quedamos pocos, así que la plaza luce a medias, pero el ambiente resulta especialmente agradable.
 
 
Descorchó la Feria de Otoño una novillada del Ventorillo, correctamente presentada y sin exageraciones, con tres utreros de poca fuerza, rozando la invalidez (1º, 2º y 3º) y otros tres nobles con posibilidad de cortarles las orejas (4º, 5º y 6º). Cuando los aficionados reafirmábamos nuestra hipótesis de que no existe una ganadería buena cuyo nombre acabe por -illo o -illa, salieron Alagado, Afortunado y Aviador para desbaratar esta teoría.
 
 
Ante los Ventorrillos naufragó la novillería, que quedó en ni fu ni fa, ni frío ni calor, como la climatología de la propia tarde. Tres jóvenes (Javier Jiménez, Diego Fernández y Juan Ortega) con estilos distintos, pero todos igualmente olvidables. Agua.
 
 
Maravillosa, como de costumbre, la tertulia posterior al festejo, que se alargó hasta bien entrada la noche, a pesar de que en el cielo serpenteaban algunos relámpagos silenciosos. En esto consiste el secreto encanto de los toros en otoño.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Promesas de rebecas y franelas

El otoño llegará a las 16.49 horas (hora peninsular) de este sábado, 22 de septiembre, y durará 89 días y 20 horas. La estación acabará el 21 de diciembre con la llegada del invierno.

"El día es más solemne y más sereno
al declinar la tarde. En el otoño
hay brillos en el cielo, hay armonías
que el ardoroso estío desconoce
como si fueran algo inexistente"
(Shelley)


"El otoño es la estación preferida de los conversos. Detrás del cobrizo manto de las hojas, bajo el oro que comienzan a taladrar invisibles gusanos, mensajeros del invierno y el olvido, es más fácil sobrevivir a las nuevas obligaciones que agobian a los recién llegados a una fresca teología. Hay que desconfiar de la serenidad con que estas hojas esperan su inevitable caída, su vocación de polvo y nada. Ellas pueden permanecer aún unos instantes para testimoniar la inconmovible condición del tiempo; la derrota final de los más altos destinos de verdura y sazón" (Álvaro Mutis).

Les sanglots longs
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

(Escuchar la maravillosa versión de "Chanson d´automne" de Charles Trenet)

"Alrededor del seis de octubre, las hojas suelen empezar a caer, en sucesivos chaparrones, tras una lluvia o una helada, pero la principal cosecha de hojas, el súmmun del otoño, suele ser alrededor del dieciséis. Las calles están cubiertas por una capa espesa de trofeos, y las hojas caídas de los olmos crean un pavimento oscuro bajo nuestros pies. Tras uno o varios días especialmente cálidos del veranillo de San Martín, percibo que es el calor inusual lo que provoca, más que nada, la caída de las hojas, quizá cuando no ha habido lluvia ni heladas durante un tiempo. El calor intenso las madura y marchita repentinamente, igual que ablanda y pone a punto a los melocotones y otras frutas y las hace caer" (Henry David Thoreau).


Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Tu vois, je n'ai pas oublié
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Les souvenirs et les regrets aussi.


"Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las rosas y los madrigales, cuando las manos blancas que en lo viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones. ¡Hermosos y lejanos recuerdos! Yo también los evoqué un día lejano, cuando la mañana otoñal y dorada envolvía el jardín húmedo y reverdecido por la constante lluvia de la noche. Bajo el cielo límpido, de una azul heráldico, los cipreses venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica. La caricia de la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro, y la brisa trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen invisibles hadas" (Valle-Inclán).

Inverno não ainda mas outono
A sonata que bate no meu peito
Poeta distraído cão sem dono
Até na própria cama em que me deito.


"Anteayer mismo, por la ventana abierta a través de la que veía un cielo grisáceo que trileaba con lluvias, entraba un aire que pretendía venderme promesas de rebecas, franelas, haz de luz de una lámpara baja, camilla, taza de té, tortas de aceite de Ochoa y lecturas gustosas. No me creí los grises, ni esperé oír caer la lluvia, ni le eché cuenta al mentiroso vendedor de escalofríos que invitan a recogerse. Hice bien. Ayer, mientras escribía este artículo, a través de esa misma ventana se veía un cielo desafiantemente azul y entraba el sol derramando la melaza caliente de otro día de bochorno. Hagan como yo. No se fíen de estos breves frescores, de estas lluvias impuntuales y perezosas, de estos nublados mentirosos, de estas promesas de otoño. Son tan falsos como las avanzadillas de la primavera que se aparecen, por sorpresa, un medio día de febrero para desvanecerse inmediatamente" (Carlos Colón).


The fundamental things apply
As time goes by...