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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Dentro del rosal

"Si vais para poetas, cuidad vuestro folklore. 
Porque la verdadera poesía la hace el pueblo" (Juan de Mairena)

En 1933, hace 83 años, Federico García Lorca dio, en Buenos Aires, una conferencia titulada "Juego y teoría del duende", cuyo objetivo principal consistía en explicar la contribución del carácter español en la cultura universal. Este viejo texto lorquiano daba respuesta, sin quererlo, a otra incógnita: el porqué la fiesta de los toros sigue existiendo y fascinando.


"En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En Estaña se levantan. Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo: hiere su perfil como el filo de una navaja barbera [...] Hay una barandilla de flores de salitre, donde se asoma un pueblo de contempladores de la muerte, con versículos de Jeremías por el lado más áspero, o con ciprés fragante por el lado más lírico; pero un país donde lo más importante de todo tiene un último valor metálico de muerte.

La casulla y la rueda del carro, y la navaja y las barbas pinchosas de los pastores, y la luna pelada, y la mosca, y las alacenas húmedas, y los derribos, y los santos cubiertos de encaje, y la cal, y la línea hiriente de aleros y miradores tienen en España diminutas hierbas de muerte, alusiones y voces para un espíritu alerta, que nos llenan la memoria con el aire yerto de nuestro propio tránsito".

Y Lorca terminaba su discurso recitando aquellos versos anónimos:

Yo me iba, mi madre,
las rosas coger,
hallara la muerte
dentro del vergel.
Yo me iba, madre, 
las rosas cortar,
hallara la muerte
dentro del rosal.
Dentro del vergel
moriré,
dentro del rosal
matar me han.


En España, casi un siglo después de pronunciarse esta conferencia, algunos hombres continúan dando la vida por morir en el rosal de una plaza de toros. Mientras eso siga sucediendo, las jarchas, los versos anónimos y los poemas de Lorca tendrán sentido; nuestra cultura será rotundamente distinta a la del resto -dolorida pero distinta-, y los toreros caídos en el ruedo estarán aún más vivos. Ellos forman parte de la poesía que hace el pueblo, ésa de la que hablaba Juan de Mairena. No hay que renegar de esta fuerza trágica; al contrario: debe cultivarse y honrarse porque define lo que hemos sido, lo que somos. Hallar la muerte dentro del rosal es nuestro sino.


martes, 12 de julio de 2016

Sacrificio a una religión pagana

Sabio aquél que sabe escapar pronto
allí donde la gloria no perdura.
Pues aunque pronto crece el laurel
mucho antes que la rosa se marchita.

La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para alguien [Ivan Turgueniev]; incluso para los que conviven con ella. Tras el funeral de Víctor Barrio, un amigo, un torero, me reconocía: "La frase de nos jugamos la vida es real pero, a veces, nosotros mismos no le damos importancia". A propósito de esta confesión, Stefan Zweig escribió que no bastaba con pensar en la muerte, sino que se debía tener siempre delante: "Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre".


Después del fallecimiento de Paquirri, Yiyo, Manolo Montoliú o Soto Vargas, la muerte ha vuelto a visitar el ruedo para poner las cosas en su sitio. Todas las religiones a lo largo de los tiempos han exigido sacrificios a los dioses y, el toreo -que es una religión pagana- también cumple esta imposición universal. Es un mecanismo tan fácil como antiguo. Una cornada certera se lleva por delante, no sólo la vida de un hombre, sino, además, todo lo excesivo y dionisíaco que encierra la Fiesta.  

El toreo siempre ha sido una aventura en la que se puede perder la vida o ganar la gloria. No obstante, como ya apuntaba Antonio Díaz Cañabate en 1970: "Los riesgos de la profesión taurina, por los avances de la cirugía […], son mucho menores que los de antaño y por consecuencia la aureola heroica del torero ha empalidecido con pérdida de sus vivos fulgores". Y otra frase del mismo libro: "Una corrida de toros es un espectáculo cruel y, por lo tanto, serio y fuera de alegrías, aunque sólo sean superficiales y fugaces".


La súbita muerte de Víctor Barrio en la arena nos ha hecho reflexionar sobre el valor de la vida y, si tenemos fe, devolverá los fulgores a aquellos que se visten de luces y calmará la sed de los dioses por varias temporadas. La parca ha venido a ajustar un viejo reloj que iba perdiendo precisión... Y por las gradas ya sube Víctor con toda su muerte a cuestas. "Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta".

Ante esa jóven cabeza laureada
contemplarán tu cuerpo inerte
y descubrirán entre los rizos de tu pelo
una guirnalda aún sin marchitar.

(Alfred E. Housman)

Fotos de Pablo Alonso

miércoles, 17 de febrero de 2016

Y tu corazón caliente, nada más

Sólo tu corazón caliente, 
y nada más. 


Así arrancaba un poema de Lorca titulado "Deseo", donde también se hablaba sobre un río discreto, un campo de miradas rotas, y la "espuela del viento", como la que nos azuza en estos días de febrero. 

Sólo tu corazón caliente, 
y nada más. 

Mi paraíso, un campo 
sin ruiseñor 
ni liras, 
con un río discreto 
y una fuentecilla. 

Sin la espuela del viento 
sobre la fronda, 
ni la estrella que quiere 
ser hoja [...]


Rousseau explicó perfectamente la diferencia entre "desear" -como el "deseo" lorquiano- y "querer". El filósofo francés decía así: "Desear no es querer. Se desea lo que se sabe que dura poco; se quiere lo que se sabe que es eterno". Por ello, el hombre vive lleno de deseos y más pobre de quereres. Viejo asunto sobre el que también ahondó Cervantes: "Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama". 


A Benedetti, en cambio, se le pasó por alto la observación de Rousseau -le sucede a muchos- y en su libro "Vivir adrede" confundió amar con desear: "Lo imposible es una burla de los dioses. Cuando tomamos conciencia de que el imposible es eso: un imposible, es ya tarde para refugiarnos en la sensatez [...] Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido". Matización: todos DESEAMOS lo que no se puede, como un antojo, un capricho que, al final, acaba pasando. Los deseos se los lleva el temporal... hasta que llegan otros nuevos. 


Precisamente ése, saltar de deseo en deseo, es el secreto para mantener el corazón caliente en estos días en los que aprieta la espuela del norte.

miércoles, 20 de enero de 2016

Los días normales

"Yo creo que lo que hay que hacer es amar a la vida, no a la felicidad [...] Además, no creo que existan los niños felices [...] Estoy empezando a pensar que hay un sector de educadores postmodernos que se han convertido en el aliado más fiel de la barbarie, que lo que hacen es ocultar la realidad y sustituirla por una ideología buenista, acaramelada, y de un mundo de «teletubbies». Personalmente, me resultan más atractivas la valentía y el coraje de afirmar la vida. Tenga usted un hijo feliz y tendrá un adulto esclavo, o de sus deseos irrealizados o de sus frustraciones" (Gregorio Luri).


Acabamos de superar el Lunes Triste (Blue Monday), nombre asignado al tercer lunes de enero por ser, según la pseudociencia, el día más deprimente del año. La deuda acumulada durante la Navidad, el tiempo invernal, la falta de nuevas vacaciones hasta verano o Semana Santa y el fracaso de los propósitos de Año Nuevo explican la melancolía que se encierra tras el Blue Monday. Esta hipótesis -idiota, sin duda- sólo puede nacer en una sociedad enferma donde, desde la cuna, nos educan para ser eternamente felices: "Hazte un favor y se feliz", "Moldea la mente para ser más feliz", "Las 50 claves de la felicidad", "Cosas a las que debes renunciar para ser feliz"... La lista de eslóganes es interminable. Hasta tal extremo que, algunas personas, piensan que la vida es Disneyland y se deprimen cuando el cielo no está cuajado de estrellas, los animalitos no hablan o las amapolas se mustian. Y así, a la espera de una infancia eterna o de una felicidad ficticia, estas personas dejan escapar las jornadas entre suspiros, encerradas en una rutina banal, porque la realidad no se corresponde con los cuentos de hadas. Viven encadenando... días normales.

Llegan
y se van sin hacer ruido
-como buenos
clientes-,
luego el tiempo
los confunde en la memoria,
y ya ni sabes
si aquel lunes era jueves
o al revés.

Que no te engañen,
no son tan poca cosa
como parecen:

suelen poder
con el amor.

(Karmelo C. Iribarren)


Camus fue un hombre que buscaba la felicidad ("no hay amor a la vida sin desesperación de vivir"), un panteísta mediterráneo que adoraba el sol y el mar, y que consiguió escapar de los días normales. Él lo explicó así: "En las profundidades del invierno, finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible". Cuando uno es capaz de encontrar ese "verano invencible" (es decir, cuando uno es capaz de amar la vida a pesar de que ésta, a menudo, es dura e injusta), los lunes tristes pasan de largo.

viernes, 15 de enero de 2016

De todo, quedaron tres cosas

Dos poemas del portugués Fernando Pessoa: "De todo, quedaron tres cosas" y "Año Nuevo". Fue él quien escribió que el río parece que se está yendo siempre... pero no se va. Algo así como los sueños y los recuerdos.


De todo, quedaron tres cosas… 

La certeza de que estaba siempre comenzando,
la certeza de que había que seguir
y la certeza de que sería interrumpido 
antes de terminar.

Hacer de la interrupción un camino nuevo,
hacer de la caida, un paso de danza,
del miedo, una escalera,
del sueño, un puente, de la búsqueda... un encuentro.

*****
Año Nuevo...

¡Ficción de que comienza alguna cosa!
Nada comienza: todo continúa.
En la fluida e incierta esencia misteriosa
de pasar, fluye sombría el agua desnuda.

Recodos del río sólo movimientos esconden.
Fluye el mismo río allí donde se ve.
Comenzar sólo comienza en el pensamiento.


viernes, 11 de diciembre de 2015

Grises


Hay ojos a los que les falta el color. Ni son verdes, ni pardos, ni azules. Son, quizá, grises. El poema de Rafael Salazar los comparaba con piedras, con espejos empañados, con cuevas guardando traición.

Ni son verdes, verdes,
ni son negros, negros.
Tus ojos malditos no tienen color,
ni pardo de tierra, ni azules de cielo,
ni grises de humo, ni rosa de flor.


La Paquera de Jerez y Bambino cantaban al frío de unos ojos grises, que eran de color acero, enloquecedores. 

Cuando sentí el frío de tus ojos grises,
los míos ya fueron dos barcos sin faro,
que adentro del alma me echaron raíces,
volviéndome loca, tus ojitos claros.


Y los poetas, como Constantino Cavafis, también dedicaron versos a unos hermosos -y generalmente, tristes- ojos grises.

Mirando un ópalo medio gris
recordé dos hermosos ojos grises
que vi: hará unos veinte años...

Por un mes nos amamos.
después se marchó, creo que para Esmirna,
a trabajar allí, y no nos vimos más.
Se habrán afeado -si vive- aquellos ojos grises;
se habrá arruinado el bello rostro.
Memoria mía, guárdalos tú como eran.
Y lo que puedas, memoria, de ese amor mío,
lo que puedas tráemelo esta noche.


Ojos grises, generalmente invernales, como el tiempo que comienza... Allí, donde termina tu mirada empieza el frío (Karmelo Iribarren).

sábado, 28 de noviembre de 2015

No me des tregua

Si me preguntan día o noche, digo noche. Si me preguntan blanco o negro, digo negro. Si me preguntan verano o invierno, digo verano. Si me preguntan Borges o Cortázar, sin duda, digo Borges. Sin embargo, he aquí la excepción que confirma la regla: este poema de Cortázar es tan bueno...


No me des tregua, no me perdones nunca. 
Hostígame en la sangre, 
que cada cosa cruel sea tú que vuelves. 
¡No me dejes dormir, no me des paz! 
Entonces ganaré mi reino, 
naceré lentamente. 
No me pierdas como una música fácil, 
no seas caricia ni guante; 
tálame como un sílex, desespérame.


Y hablando de guantes, otro apunte de Cortázar: "Creo que no te quiero, que solamente quiero la imposibilidad tan obvia de quererte. Como el guante izquierdo enamorado de la mano derecha".

jueves, 19 de noviembre de 2015

Vine a decirte que me voy


Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
adiós, intensa luz de nuestro breve estío 
ya oigo como caen con fúnebre sonido
los ruidosos leños sobre el patio de piedra.


En mi ser entrará por entero el invierno: cólera,
odio, escalofrío, horror, labor dura y forzada,
y lo mismo que el sol en su infierno polar
será mi corazón un bloque helado y rojo.
(Charles Baudelaire)



Los largos sollozos
de los violines
de otoño
caen sobre mi corazón
y lo llenan
de una lánguida
monotonía.

Todo sofocante
y pálido, cuando
suena la hora,
yo me acuerdo
de los días de antes
y lloro.

Y me voy
con el viento malvado
que me lleva
de acá para allá,
igual que a la
hoja muerta.


Que una hoja muerta... o que una flor. Paul Verlaine podría ser considerado un escritor "impresionista", sin duda, el mejor poeta lírico francés del siglo XIX y un continuador del decadentismo iniciado por Baudelaire. Durante estos días en los que lloramos por Francia, recordamos su "Canción de otoño" (1866), un poema nostálgico y melancólico que fue adaptado por Charles Trenet en una canción inolvidable.

Je me souviens 
Des jours anciens et je pleure 
Et je m’en vais 
Au vent mauvais 
Qui m’emporte 
Deçà, delà 
Pareil à la feuille morte.



En 1973, otro maldito, Serge Gainsbourg, en su canción "Vine a decirte que me voy", también citaba aquel "viento malvado" de Verlaine, que este otoño vuelve a azotar, inmisericorde, a Francia y a Occidente. "Tú recuerdas los días pasados... y lloras". Y así está Europa: llorando mientras mira hacia los errores del pasado, sin poner remedio para detener un huracán que la asola. De momento, nosotros tenemos las flores y la poesía de Verlaine. ¿Pero hasta cuándo? Je suis venu te dire que je m'en vais...

Je suis venu te dire que je m'en vais 
Et tes larmes n'y pourront rien changer 
Comm' dit si bien Verlaine au vent mauvais 
Je suis venu te dire que je m'en vais 
Tu t'souviens de jours anciens et tu pleures...


lunes, 19 de octubre de 2015

Siempre se llega, pero a otra parte

"Así como no podemos            
sostener mucho tiempo una mirada,
tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría..."


Fotos de Daniel Southard

Roberto Jarroz fue un poeta, ensayista, traductor y crítico literario nacido en un pueblo de la Pampa argentina en 1925. Falleció en Buenos Aires 70 años después. Entre medias, dejó un puñado de buenos poemas. 

I

Buscar una cosa
es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es. 

Buscar al pájaro para encontrar a la rosa,
buscar el amor para hallar el exilio,
buscar la nada para descubrir un hombre,
ir hacia atrás para ir hacia delante. 

La clave del camino,
más que en sus bifurcaciones,
su sospechoso comienzo
o su dudoso final,
está en el cáustico humor
de su doble sentido.
Siempre se llega, 
pero a otra parte.

Todo pasa.
Pero a la inversa.


II

Hay que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.

Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.

Se trata de doblar algo más que una coma
en un texto que no podemos corregir.


III

Vivir es estar en infracción.
A una ley o a otra.
No hay más alternativas:
no infringir nada es estar muerto. 

La realidad es infracción.
La irrealidad también lo es.
Y entre ambas fluye un río de espejos
que no figuran en ningún mapa.

En ese río todas las leyes se disuelven,
todo infractor se vuelve otro espejo.


IV

¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?

¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o en el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?

Quizá debemos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.


V

Lo enterraremos todo,
los brazos, el movimiento y la pala,
la pasión de los viernes,
la bandera de andar solos,
la pobreza, esa deuda,
la riqueza, esa otra.

Lo enterraremos hasta con sabiduría,
cortando sabiamente los terrones,
o cortándolos sin darnos cuenta, sabiamente.

Un resto de mirada
quedará flotando como un pincel absurdo
sobre la tregua doblemente fiel de todo ausente.
Y menos mal que no habrá nadie
para escarbar luego bien hondo
y descubrir que no hay nada enterrado.


VI

Somos el borrador de un texto
que nunca será pasado en limpio.

Con palabras tachadas,
repetidas,
mal escritas
y hasta con faltas de ortografía.

Con palabras que esperan,
como todas las palabras esperan,
pero aquí abandonadas,
doblemente abandonadas
entre márgenes prolijos y yertos.

Bastaría, sin embargo, que este tosco borrador
fuera leído una sola vez en voz alta,
para que ya no esperásemos más
ningún texto definitivo.

martes, 29 de septiembre de 2015

Apagaste las luces y encendiste la noche

Apagaste las luces y encendiste la noche.

Cerraste las ventanas y abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.


Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es el nuevo Premio Nacional de Poesía. Dos poemas suyos para celebrarlo.


Este aroma no es tuyo

Este aroma no es tuyo.
No es el olor tan suave de tus manos,
ni el perfume que anuncia tu llegada.
Tampoco viene de la infancia,
ni trae consigo imágenes de jardines remotos.
Tan sólo es el aroma de la sangre vertida
entre las páginas de un libro
sobre la guerra en la Edad Media.
Llevo toda la tarde sumergido
en ese olor de fiesta y de coraje.

Soneto de amor oscuro

La otra noche, después de la movida, 
en la mesa de siempre me encontraste 
y, sin mediar palabra, me quitaste 
no sé si la cartera o si la vida. 

Recuerdo la emoción de tu venida 
y, luego, nada más. ¡Dulce contraste, 
recordar el amor que me dejaste 
y olvidar el tamaño de la herida! 

Muerto o vivo, si quieres más dinero, 
date una vuelta por la lencería 
y salpica tu piel de seda oscura. 

Que voy a regalarte el mundo entero 
si me asaltas de negro, vida mía, 
y me invaden tu noche y tu locura.  

lunes, 14 de septiembre de 2015

El otoño se acerca


“El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo” (Julio Cortázar).


"El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre".

(Ángel González)

miércoles, 15 de abril de 2015

Marineros en la ciudad


Vuelve a ponerse de moda lo que ahora, las it girls, llaman estilo navy, que en castellano se traduce por marinero, es decir, las rayas horizontales (o rayas Breton) de toda la vida. Parece ser que las camisetas de rayas se remontan a comienzos del siglo XIX, cuando los pescadores del Canal de La Mancha las utilizaban bajo la ropa, para calentarse. Sin embargo, fue Gabrielle "Coco" Chanel la primera diseñadora en apostar por el estilo marinero en 1917, vistiendo de rayas a las mujeres de la burguesía parisina. A partir de entonces, y a lo largo de todo el siglo XX, otras figuras de la moda -como Yves Saint Laurent-, el arte -Picasso o Warhol- y el cine -Audrey Hepburn, Brigitte Bardot o James Dean- se convirtieron en abanderados del look navy, uno de los emblemas del chic francés.


Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

(Luis Cernuda)

sábado, 11 de abril de 2015

Abril es el más cruel de los meses


«Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos de un hombre no tienen más sentido
que imitar las raíces bajo tierra.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno».


En estos desconocidos versos de Lorca, publicados en Diván de Tamarit, las rosas, signo tradicional de la belleza y la trascendencia, en su ascenso hacia la frente de los hombres, buscan la petrificación del "paisaje de hueso" de la muerte... la pérdida en una pasión sombría, la huida en la oscuridad y la inconsciencia. En La tierra baldía de T. S. Eliot, el poeta tampoco puede seguir el curso de las estaciones, confundidas y paralizadas, no puede saludar el comienzo de la primavera porque despierta el recuerdo de lo que ya no fluye, de lo que ya no sirve:

«Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos».

domingo, 5 de abril de 2015

Domingo de Resurrección

Aquel maestro de mi infancia -¿Don Daniel? ¿Don Matías?- nos enseñaba las sílabas. Por cada sílaba, dábamos una palmada. “Y ahora vamos a hacer palabras bisílabas, esto es, las de dos sílabas” dijo. Levanté la mano y con dos palmadas pronuncié PA-SO. “Muy bien, paso, cuando uno camina da pasos” explicó aquel hombre bueno. Pero yo, que entonces no sabía que aquello se llamaba polisemia, me refería a nuestros pasos con canastos de oro y candelabros de guardabrisas. Aquellos que yo dibujaba, llamitas encendidas en los candelabros, con mis lápices de madera en los márgenes de los libros […] El Sábado Santo aquel mundo esperado se me iba desinflando. Poco a poco sentía que todo se acababa, un sentimiento de estar en el fin del mundo me poseía y me impedía, casi, disfrutar de las cuatro cofradías  que entonces procesionaban. “Esta es la última que da cera”, “éste, el último paso de palio”, “ésta, la última que lleva música”… 


Aquí estaban las sillas, queda cera
de cirios desangrados. Todo ha muerto
este domingo mudo cual desierto. 
No hay más nadie, tú y yo por la Carrera.

Aquí estuvo tu mano, niño mío,
como antes las de tantos, hacia el cielo
esperando una estampa, un caramelo…
y ahora sólo el azul, sólo el vacío.

Piensa en lo ya vivido, una quimera
será siempre este tiempo en tu memoria.
De soñar una nueva primavera
                       
ya no habrá desengaños que te quiten.
Sonreirás cuando cirios, oro, gloria…
como Dios -hoy domingo- resuciten. 

(Lutgardo García, Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015) 


jueves, 2 de abril de 2015

¿Conocéis el lugar?

¿Cómo está la Virgen? Preguntaba la abuela al recibirnos en el patio donde ardía un jazmín en el centro y la ropa en los tendederos resumía la luz del día que reluce más que el sol. “¿Cómo está la Virgen?” “Cómo va a estar, abuela, tan guapa como siempre”. Y nos daba un beso, que eran varios juntos engarzados. En su mecedora, el abuelo, serio, apurando un cigarrillo negro que duraba un siglo, economizaba sus palabras, hasta que, por fin, mi insistencia de niño preguntón le hacía salir de la laguna de sus silencios para contarnos aquellas mañanas de Jueves, las madrugadas y los Viernes en la vieja casa.


¿Conocéis el lugar donde la luz ultima
miniaturas de estrellas dentro del limonero,
y un diapasón de plata marca el son de las tardes
mientras –como un faquir- hace pompas de incienso?

¿Conocéis el lugar,  donde –un río, un ocaso-
Jesús anda las aguas sobre los costaleros,
y, al sonar de tres golpes, un disparo de flores
de cera y bambalinas va directo hasta el cielo?            

¿Conocéis el lugar donde los niños llevan
 vestiduras de siglos, vuelan globos al aire
buscando a nazarenos que una tarde partieron
a hacer la estación última a la casa del Padre?
                       
¿Conocéis el lugar donde una cruz velada
abre malvas veredas y veis venir al Hombre,
a un desarmado Cristo -ay tic tac de aquel jueves-
bajando del Madero entre cardos y bronces? 

¿Conocéis el lugar donde los siglos corren
y los abriles vuelven renovando su rito
de cirios encendidos, y cornetas que sangran
tras el buen Galileo al que llevan prendido?

¿Conocéis el lugar, donde Dios suda sangre,
y las voces son flechas que lanzan ballesteros
cargadas del veneno de antiguas seguiriyas,
donde hay ya tanto mío que, al recordar, me hiero?
           
¿Conocéis el lugar donde el viento devuelve
antiguas melodías -Ione, Virgen del Valle-,
y las puertas alumbran las potencias de un Cristo
litigando en la piedra por salir a la calle?

¿Conocéis el lugar donde Dios dentro vive
-como aquello de Chesterton- de un capullo de rosa
despertado de un dedo; y hasta el dolor es bello
como bello es el llanto de nuestras dolorosas?
                                  
¿Conocéis el lugar, donde una plaza tiende
sobre el cielo las hojas -bóveda vegetal-,
y una Virgen sostiene en sus brazos a un mundo
que, Soledad del Sábado, sueña resucitar?
                       
¿Conocéis el lugar donde, encima del río,
la bisagra del puente une mis dos orillas?
Ese lugar es nuestro, es un sueño de luz
que hoy enciende mis labios… y se llama Sevilla.

(Lutgardo García, final de "El tiempo vivido", 
prosas y versos del Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015)

miércoles, 1 de abril de 2015

Abril


Tengo urgencia de abriles este día.
Urgencia de su luz sobre la mesa.
De tenerlo en las manos como el agua
que, apenas nos bendice, ya se aleja.
Ni siquiera nosotros lo estrenamos,
siempre es el mismo abril el que regresa.
No es distinta la luz, hoy es entonces:
Al final de una calle, veo la niebla
de un paso que se acerca, pero aún tarda
y la bola de cera da sus vueltas.
Una hilera de cirios en el aire.
La túnica colgada de una puerta.
En el contraluz verde de la tarde,
contemplo a un penitente que se acerca,
sus manos bien conocen a las mías…
Es abril y es mi padre que hoy regresan.

(Lutgardo García, pregonero de la Semana Santa de Sevilla 2015)


viernes, 27 de marzo de 2015

Palmas orientales y ramones de olivo

Con el poeta Luis Cernuda, digo: “Es la luz misma, la que abrió mis ojos / toda ligera y tibia como un sueño / sosegada en colores delicados / sobre las formas puras de las cosas”. Cernuda -tan sevillanamente nieto de un comerciante de la Plaza del Pan, donde muchas veces vio a los gallegos que se encorvaban soñolientos y fofos, y sobrino del escultor Antonio Bidón-, definió al niño como dios sin tiempo. Porque en la infancia, ya sabes, los límites temporales son frágiles y un suceso, una tarde de oro en la orilla del río, unas palomas levantadas al oír las pisadas, pueden existir para siempre.


El Domingo de Ramos que mejor conozco es una película que comienza en mi antigua casa donde ya no viven más que los recuerdos. Hay una túnica a la que da el sol y un canario que canta. Después, me veo vestido ya de nazareno, con los primeros miedos por pisarme la blanca vestidura, camino de la Iglesia del Salvador.


Hoy va a ser aclamado con ramones de olivo,
con palmas orientales y ropas en el suelo.
Los gritos de los niños y el hosanna el que viene
se escucharán en Roma, Jerusalén, Sevilla…
Al trote del burrito, se abrirán las ventanas
por ver pasar a un hombre camino de su trono
rodeado de luces de teléfonos móviles.

Por la negra garganta de la puerta ojival,
surgirán los azules y platas de la Hiniesta.
El desprecio de Herodes y el desprecio del mundo
vendrán cuando las tardes ocupen los zaguanes,
y alguien rasgue las ropas dando a beber el trago
de la muerte en la cruz [...]

(Lutgardo García, fragmento del Pregón de la Semana Santa de Sevilla 2015)

sábado, 21 de marzo de 2015

Primavera vieja

 
Ahora, al poniente morado de la tarde,
En flor ya los magnolios mojados de rocío,
Pasar aquellas calles, mientras crece
La luna por el aire, será soñar despierto.

El cielo con su queja harán más vasto
Bandos de golondrinas: el agua en una fuente
Librará puramente la honda voz de la tierra;
Luego el cielo y la tierra quedarán silenciosos.

En el rincón de algún compás, a solas
Con la frente en la mano, un fantasma
Que vuelve, ¿llorarías pensando
Cuán bella fue la vida y cuán inútil?
 
(Luis Cernuda)

Manuel García Rodríguez

"Este año no conoces el despertar de la primavera por aquellos campos, cuando bajo el cielo gris, bien temprano a la mañana, oías los silbos impacientes de los pájaros, extrañando en las ramas aún secas la hojarasca espesura húmeda de rocío que ya debía cobijarles. En lugar de praderas sembradas por las corolas del azafrán, tienes el asfalto sucio de estas calles; y no es el aire marceño de tibieza prematura, sino el frío retrasado quien te asalta en tu deambular, helándote a cada esquina...".

Julio Romero de Torres

domingo, 1 de marzo de 2015

Sol de marzo

Dice el refranero que el sol de marzo conmueve, pero no resuelve, es decir, que promete más que da. Marzo también es el tiempo en que llegan las golondrinas y se siembra el garbanzo. Si recordamos Cien años de soledad, cada mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea de Macondo, y con un gran alboroto de pitos y timbales, daban a conocer los nuevos inventos: "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlarlas con el dedo". Al igual que Gabriel García Márquez -que vino al mundo el 6 de marzo de 1928-, Aureliano Buendía nació en el tercer mes del año... y con los ojos abiertos.


"Muchos años más tarde, un segundo antes de que el oficial de los ejércitos regulares diera la orden de fuego al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía volvió a vivir la tibia tarde de marzo en que su padre interrumpió la lección de física, y se quedó fascinado, con la mano en el aire y los ojos inmóviles, oyendo a la distancia los pífanos y tambores y sonajas de los gitanos que una vez más llegaban a la aldea, pregonando el último y asombroso descubrimiento de los sabios de Memphis".


Mi manzano 
tiene ya sombra y pájaros. 

¡Qué brinco da mi sueño
de la luna al viento! 

Mi manzano
da a lo verde sus brazos. 

¡Desde marzo, cómo veo
la frente blanca de enero! 

Mi manzano... 
(viento bajo). 

Mi manzano... 
(cielo alto).

(Federico García Lorca)