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lunes, 18 de noviembre de 2013

Historia del romance entre Belmonte y Triana


La poderosa vinculación del matador y el barrio trianero también se reflejaba en el cariño que sentía por la hermandad del Cachorro, ubicada al final de esa inmensa calle Castilla, que simbolizaba el brazo protector del barrio. El Cachorro era y es para Triana un símbolo de ilustre signo, una parte indisociable de la identidad trianera, que ve a su Cristo como su vecino más querido. Juan Belmonte era maniguetero del palio de la Virgen del Patrocinio, por la que el matador sentía una inevitable y casi inefable debilidad. Resulta especialmente ilustrador de este especial sentimiento por la cofradía trianera el hecho de que el 9 de junio de 1934, tras dos años de ausencia, reapareciera como rejoneador en La Maestranza, en una corrida a beneficio de la Bolsa de Caridad de la Hermandad.
 

[...] Su devoción por esta egregia hermandad era tal que, tras su suicidio, la familia decidió amortajarlo con la última túnica con la que desfiló en el año 1961, y con la que estaba dispuesto hacerlo ese año de 1962, puesto que ya había sacado la papeleta de sitio antes de que la muerte de acero le empitonara definitivamente.
 
Belmonte visto por Venancio Blanco

[...] El 30 de septiembre de 1972 se inauguró en Sevilla un monumento escultural del Pasmo de Triana, obra de Venancio Blanco y situado a las puertas del barrio de Triana, de su barrio, en el punto exacto donde se dice que solía encontrarse con aquellos amigos que le dieron la mano en los primeros pasos de su vocación, con los que "se echó al campo" y comenzó sus andanzas en un mundo que con el tiempo lo vería convertirse en mito. El Altozano es sin duda el lugar más representativo de Juan Belmonte en el barrio, un enclave que tuvo la inmensa suerte de observar en primera fila los inicios del mito en que más tarde se convertiría el Pasmo de Triana.
 
Belmonte visto por Roberto Domingo

"Por todas las calles de Triana toreaban los chiquillos y yo tenía mi plaza en el Altozano, donde, precisamente, un día, un espectador, desde el muro de acceso al puente, me llamó para darme un duro y decirme que yo sería torero".

 
Belmonte visto por Zuloaga

Ésta es la historia del romance entre Juan Belmonte y Triana, una relación de retroalimentación entre la pasión de un amante del toro y la de un barrio aficionado a criar entre sus pechos a artistas de todas las estirpes.

Belmonte visto por Sebastián Miranda
(Fuente del texto: catálogo de la exposición "Joselito y Belmonte, una revolución complementaria")
 

lunes, 8 de julio de 2013

Ganadero charro


Gran pensador de negocios,
ladino en compras y ventas,
serio y honrado en sus cuentas,
grave y zumbón en sus ocios,

vividor como una oruga,
su vida de siempre es ésta:
con las gallinas se acuesta,
con las alondras madruga.

Clavado en la dura silla
de su viejo caballote,
se va a Extremadura al trote
y al trote toma a Castilla;

y toma allá montaneras,
y arrienda aquí espigaderos,
y busca allá invernaderos,
y goza aquí primaveras,

y viene y va con ganado,
y vende, y vuelve a arrendar,
y paga y vuelve a criar...
y siempre está atareado.

Y entre tantos trajinares,
aun puede al año unos días
lucirse en las romerías
de los rayanos lugares;

porque el intrépido charro
juega tan bien a la calva,
que no hay en tierra de Alba
quien no respete su marro.
"Charro a caballo" (Sorolla)

Ni hay labrador ni vaquero
que de tan brava manera
coja una manta torera
y eche a rodar un utrero.

Nadie como él ha lucido
yeguas en las «cuatropeas»,
y mantas en las capeas,
y marros en el ejido,

rumbos, en las romerías,
maña en los retajaderos,
fuerzas en los herraderos,
y enas tientas, valentías.

Pocas habrá tan certeras
cual sus sagaces miradas
para arrendar otoñadas
y calcular montaneras,

pesar un novillo «a ojo»,
vender oportunamente,
saber observar prudente,
saber mirar de reojo...

Mas, ¡ay, que todo declina!
Ya no baila, ni capea,
ya no lucha ni pulsea,
ya va viejo, ya se arruina...

Ya con su grave figura
y su aspecto, antes bizarro,
sombras de aquel cuerpo charro
que fue broncínea escultura...
(Fragmento del poema de José María Gabriel y Galán)
Monumento al Charro (Venancio Blanco)

Si sumamos las ferias de San Isidro, de la Comunidad y del Arte y la Cultura, desde el 1 de mayo hasta el 9 de junio, se han celebrado en Madrid 34 festejos taurinos. De ese total, sólo siete ganaderías (aproximadamente un 20%) procedían de Salamanca. Esta representación no es mucho más alta en su propia tierra, concretamente en la plaza de La Glorieta, donde cada año se anuncian menos divisas históricas charras. A las trabas del mercado, se suman los problemas tradicionales provocados por la climatología: de todas las regiones donde se crían toros bravos, Salamanca posee el tiempo más extremo, con inviernos muy duros que retrasan el crecimiento de la hierba y el remate de los animales. A pesar de todo, y sin pasar por alto los agresivos controles sanitarios puestos en marcha por la Administración, el campo charro conserva una riqueza genética única, con ganaderías de casi todos los encastes y ramificaciones: Domecq, Atanasio-Lisardo, Contreras, Saltillo, Santa Coloma, Vega-Villar, Murube, Urcola, Gamero Cívico... Y si ricos y variados son los toros salmantinos, más aún los ganaderos que los crían, "serios y honrados en sus cuentas; graves y zumbones en sus ocios". A ellos va dedicado el poema de Gabriel y Galán.
 
Precisamente, mañana, 9 de julio, debuta en Pamplona una ganadería charra: Valdefresno. Después de la estafa que la empresa de Madrid protagonizó a las puertas de La Beneficencia eligiendo a esta divisa como víctima -Choperita llegó a afirmar que eran toros "antiestéticos"-, se incrementan las ganas de que los Atanasio-Lisardos de Nicolás Fraile tapen bocas. De momento, ya ha vendido su corrida mucho mejor de lo que le iban a pagar en Las Ventas, cumpliendo con todos los requerimientos de trapío, remate y edad. Suerte, pues, para los Fraile.
 

martes, 14 de mayo de 2013

Venancio Blanco: las hendiduras de la Tauromaquia


Todos recordarán la estatua de Juan Belmonte que preside la plaza del Altozano. Esa efigie con inconfundible prognatismo mandibular y el corazón hueco que vive mirando a La Maestranza, con montera calada y capote de paseo al hombro, es obra del escultor salmantino Venancio Blanco. Desde hace más de treinta años, Triana contempla la orilla opuesta de Sevilla, la de La Giralda y su plaza de toros, a través del alma ausente de Belmonte. Y, a pesar de la algarabía procedente de los comercios de la calle San Jacinto, al pasar junto al Belmonte de Venancio Blanco, uno escucha el eco de pasos en Gómez Cardeña, el pesar de un jinete que ya no se acopla con su mejor caballo, el crujir de una garrocha y la detonación seca de un 8 de abril.  
 
 
Los huecos, el vacío y la ausencia, en la obra escultórica de Venancio Blanco, se encuentran, paradójicamente, colmados de matices y significado. Su maestría emana de la falta de materia: de la cavidad en el pecho de Belmonte, del cuello casi inexistente de un toro que imaginamos badanudo o de la oquedad en una silla de montar. ¿No sucede lo mismo en el toreo? ¿Qué es el temple, sino una frágil grieta entre el toro y el vuelo de la muleta donde, a través de ella, nos contemplamos a nosotros mismos y, a la vez, nuestra orilla opuesta, la de cada uno, diametralmente distinta a la del semejante? Las esculturas de Venancio Blanco se estructuran plano a plano, serie a serie, tanda a tanda, como los muletazos de una faena tan perfecta como incompleta.
 
 
Hasta el 15 de junio, en la Galería Modus Operandi de Madrid, junto a cuadros de artistas como Fernando Palacios o David Arnás, puede admirarse una decena de piezas del artista charro: picadores, elegantes matadores y toros altivos que demuestran su personalidad y maestría. Sólo un amante del toro bravo puede conocer, con tal perfección, cada articulación y gesto. Sus obras del tercio de varas son una exhibición de violencia, movimiento, fuerza y, por supuesto, de gracilidad. El arte de la superposición y del vacío. De una vitalidad irrefrenable. Venancio Blanco tiene hoy 90 años y sigue trabajando.
 
Apunte de Venancio Blanco firmado en 2012 (con 88 años en el esportón)