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lunes, 17 de febrero de 2014

Libertad bajo el vestido


Décadas antes de que el maestro Salvador Guerrero compusiera El cordón de mi corpiño y de que Antoñita Moreno ofreciera unas tijeras para cortar el lazo que ataba su sostén, el francés Paul Poiret le declaró la guerra al corsé. Lo consideraba una moda ridícula que sólo servía para resaltar el busto y el trasero de las señoras. Por ello, en 1906 diseñó un vestido de líneas sencillas, entallado en el pecho y con caída recta y sutil hasta los pies. Este traje permitía a la mujer de la Belle Époque moverse con mayor libertad, ya que eliminaba la vieja costumbre de embutir el torso dentro de un maquiavélico corsé. Poiret fue, además, el impulsor de las medias color carne -en vez de negras-, los pantalones bombachos y el caftán de inspiración musulmana.
 
 
 
Apenas un año necesitó el granadino Mariano Fortuny y Madrazo (pintor, fotógrafo, escenógrafo, modisto...) para tomar el relevo de Poiret en España. Inspirado en la Antigua Grecia, en 1907, diseñó un vestido de cóctel que pasó a la historia: el Delphos, característico por sus finísimos pliegues de seda que resaltaban la belleza natural del cuerpo. Otra de sus peculiaridades era el color, ya que el plisado variaba según el reflejo de la luz sobre telas naranjas, rojo carmín, violetas, verdes esmeraldas, añiles... Tonos todos de enorme viveza. Estos tintes naturales fueron elaborados mediante una fórmula secreta -procedente posiblemente de la región del Véneto-, que jamás se descubrió.
 

Ayer domingo, la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada mostró sus últimas creaciones en la Madrid Fashion Week. Quedé tan horrorizada por sus extravagancias que, a los pocos minutos, tuve que buscar la fotografía de un Delphos de Fortuny para que no me diera un infarto cromático causado por el mal gusto.

jueves, 20 de junio de 2013

Con las trenzas de mi pelo negro, poquito a poco te voy sujetando

"El estilo de la Princesa siempre es elegante y sofisticado, pero Doña Letizia se superó con su look en la cena de gala ofrecida para el príncipe Naruhito de Japón. La princesa, que acudió con un vestido color maquillaje rosado y adornado con flores, sorprendió, aunque no por su vestimenta si no por su pelo. Letizia lucía una estilosa trenza deshecha que le daba un toque desenfadado y moderno" (Europa Press).


Influida por la delicadeza japonesa, Letizia, que suele llevar la melena al viento, ha sucumbido a la belleza eterna de la trenza. La que se hizo en honor de Naruhito, la más grácil de todas, tenía forma de espiga. En otra ocasión, la recuerdo con un moño bajo, bastante cursi, rematado con una trenza que le aportaba un aire medieval. Hace unos años, también se la vio con una trenza que le enmarcaba la frente, como una diadema.


Tradicionalmente, en la copla, las trenzas han sido soga y tormento para los hombres, sobre todo las tejidas con pelo endrino.

"Besó los negros zarcillos finos
que allí dejara cuando se fue.
Y aquellas trenzas de pelo endrino
que en otro tiempo cortó pa' él.

Cuando se marchaba, no intentó ni verla,
ni lanzó un quejío, ni le dijo adiós.
Entornó la puerta y, pa' no llamarla,
se clavó las uñas,
se clavó las uñas, en el corazón".
 
(La falsa monea)
 

"No sé que tiene mi pelo,
que a ti te lleva cautivo,
y es una soga en el cuello,
que no te deja vivir tranquilo.
Desde el día que tu a mi me vistes,
no hubo reposo para tu vida,
porque dices que tengo la cara,
como la madre que tanto querías.

Con las trenzas de mi pelo negro,
poquito a poquito te voy sujetando,
con las trenzas de mi pelo negro,
porque yo en silencio te voy despreciando.
Me camelas con ansia y locura,
por las noches me ves en tus sueños,
y enredando vas en la locura,
y en la amargura,
de las trenzas de mi pelo negro".

(Salvador Guerrero - Mis trenzas)


"Caminito de las Indias
un barco se va perdiendo.
La Lirio corta sus trenzas
con tijeritas de acero,
llenando el mar de suspiros
y el aire de juramentos,
mientras que, roto, en la playa
-veleta de amores muertos-,
clavando su desengaño
en la Rosa de los Vientos,
moreno de sal y luna,
llora y llora un marinero".
 
(Rafael de León - Romance de La Lirio)
 

Cada vez que la bruja quería subir a lo alto de la torre, se paraba bajo la ventana y gritaba: "¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza! Rapunzel tenía un abundante cabello largo, dorado como el sol. Siempre que escuchaba el llamado de la bruja se soltaba el cabello, lo ataba en trenzas y lo dejaba caer al piso. Entonces la bruja trepaba por la trenza y se subía hasta la ventana.


Versión charra de Rapunzel
 

lunes, 27 de mayo de 2013

Cruces de mayo en la copla

Una Cruz de Mayo en 1922

Un bonaerense criado en Sevilla, Salvador Valverde (1895-1975), es autor de una de las coplas más hermosas de las que discurren en Triana: "La Cruz de Mayo" (1921). Para musicarla, se cruzó en su camino el genial Manuel Font de Anta, de quien ya hemos hablado aquí con motivo de sus marchas procesionales. De inmediato, todas las estrellas de la época se disputaron aquella Cruz de Mayo: Pastora Imperio, Amalia Molina, Paquita Escribano... Apenas diez años después, rozando la década de los treinta, Valverde unió su destino a Manuel López Quiroga. Y a continuación, al joven poeta Rafael de León.
 
El mocito parose tras la cancela,
contemplando la hermosa fiesta gitana,
preguntole a mi madre: ¿Qué es eso, abuela?
La mejor Cruz de Mayo que hay en Triana.

Derramó en la batea cuanto tenía,
en el patio metiose muy decidío,
y, aunque toditos los ojos le sonreían,
se fijaron sus ojos solo en los míos.
Lucerito de la noche,
me dijo al verme bailar,
tú eres de luz un derroche,
quién te pudiera robar,
lucerito de la noche.
Cruz de Mayo sevillana,
Cruz de Mayo
que en mi patio levanté,
te echaré muchas más flores,
si consigo su querer,
Cruz de Mayo sevillana.
Se pasaron los años en un segundo,
Y se hundieron mis sueños de chavalilla.
Me sentí el alma rota, cansada del mundo,
y, una noche de mayo, volví a Sevilla.
Se escuchaban las coplas en la plazuela,
Me acerqué a mi casita limpia y galana,
y quedé contemplando, tras la cancela,
la mejor Cruz de Mayo que hay en Triana.
En la Cruz de la alegría
yo sólo vine a rezar,
por el dolor de mi vida,
y nadie me vio llorar,
donde todo el mundo reía.

En 1958, el mismo año del maravilloso y sensual "Cordón de mi corpiño", Antoñita Moreno grabó la copla "Al pie de la cruz de mayo", obra del letrista gaditano Salvador Guerrero y del cordobés Carlos Castellano.
 
Se paró ante mi puerta, casi temblando
diciéndome serrana, yo quiero hablarte
y junto a los jazmines, me fue jurando
quererme pa´los restos, sin olvidarme.
Me sentí la mujer más feliz de España
su palabra marchosa, yo le creí
y a la sombra morena de sus pestañas
en el patio florío, le oí decir...

Cruz de Mayo que a tus plantas, rompe el silencio Sevilla.
Cruz de Mayo pura y blanca, retablo de maravilla.
La persona que yo quiero, me lo tiene que jurar
al llegar el mes de Mayo, que pa´mí sola será.
Cruz de Mayo cancionera, de mis sueños y penillas.
Dios te puso pa´que fueras sí... que sí
Cruz de Mayo sí... que si... retablo de maravilla.

De Sevilla el mocito se fue cantando
prometiendo escribirme todos los días
y al pie de la Esperanza quede rezando
esperando su vuelta con alegría.
Pero el tiempo pasaba y aquella carta
que en mis noches soñaba... nunca llegó
y entre risas y coplas con voz amarga
otra noche de Mayo cantaba yo.
 

martes, 13 de noviembre de 2012

El cordón de mi corpiño


Escaparate de una tienda de lencería en noviembre de 2012

La mujer del cuadro se llama Naná. Para pintarla, Manet se inspiró en un personaje que aparecía en varias novelas de su amigo Zola ("La Taberna" y "Naná"). En la historia, Naná -una especie de don Juan femenino- era una joven prostituta que, gracias a diversos avatares, acaba convirtiéndose en una personalidad dentro de la sociedad parisina de mediados del XIX. La modelo que eligió para este cuadro se llamaba Henriette Hauser, amante del príncipe de Orange y asidua del café Tortoni. La imagen de esta mujer retocándose en el estudio del artista mientras un hombre la contempla de espaldas ofendió a las clases pudientes de la época, que rechazaron que la pintura fuera expuesta en el Salón de París en el año 1877.


Otro cuadro que recuerda a Naná es "Mujer ante el espejo", donde una joven de espaldas a nosotros contempla su reflejo. Al igual que el personaje de Zola, viste un corpiño de satén azul cielo. 


Si la imagen de Naná con su sostén celeste ha venido hoy a mi memoria ha sido porque, mientras pasaba ante un escaparate de lencería, iba escuchando en el MP3 a Antoñita Moreno cantar "El cordón de mi corpiño", arma de seducción desde tiempo inmemorial y que no pasa de moda. Hablemos en plata: "El cordón de mi corpiño" es un temazo por el que no transcurren los años. Lo escuché por primera vez en el verano de 2005, en un programa de RNE que dirigía José María de Juana y que se llamaba "Tal como éramos". Flipé en colores, como dicen los modernos. Desde entonces, es una de las perlas imprescindibles de mi repertorio.


"Tu quieres que yo te dé,
lo que no te debo dar,
el cordón de mi corpiño, mi niño,
que no lo puedo cortar..."


¡Cuánta sal y pimienta, y a la vez clase, derrochaba Antoñita Moreno cantando esta copla! La hizo suya aunque, como recuerda Antonio Burgos, su autor fue el maestro Guerrero:

«Un día, en Cádiz, en la calle Columela esquina a la plaza de las Flores, Salvador Guerrero me hizo su mejor autorretrato. Le presenté a Isabel mi mujer, que no lo conocía. Le dijo el poeta:

- ¿Te suena "el cordón de mi corpiño"? Pues yo soy el de "El cordón de mi corpiño", cariño...

El cordón del corpiño de Antoñita Moreno, cariño, admirado Salvador Guerrero, es el que anuda, como un balduque, el legajo de sus Coplas Completas, que si me pongo ahora a poner sus títulos, llegamos desde mi escritorio hasta la calle Columela en su Cádiz de usted, maestro. […] Aparte de Cádiz, Andalucía tenía que darle a Salvador Guerrero el cordón de su corpiño. Y con ese cordón, la medalla de Andalucía».

Salvador Guerrero, que a los 14 años, viajó de su Tacita de Plata natal hasta Elorrio, en la fría Vizcaya, para hacerse cura, terminó escribiendo "El cordón de mi corpiño"... ¡y 7.000 canciones más que tiene registradas en la Sociedad General de Autores! Surrealismo ibérico. Para que luego vengan unos progres indocumentados y huelguistas a hablar sobre la censura en el franquismo: a Manet los propios parisinos le prohibieron exponer a su encorsetada "Naná" y, en cambio, Salvador Guerrero se hizo una celebridad en España con "El cordón de mi corpiño". Si bien es cierto que, oficialmente, está copla fue prohibida por su "moral contraproducente", no dejaba de sonar por la radio. Tampoco extraña tanto si tenemos en cuenta que una de las canciones favoritas de Franco era "El emigrante".


Portada con dibujo de Toulouse-Lautrec

Al final, Naná se soltó la melena...
y se cortó hasta el cordón del corpiño