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lunes, 9 de noviembre de 2015

México y los falsos mitos


Vivimos rodeados de falsos mitos. Ni la Muralla China es visible desde el espacio, ni vive un monstruo en el Lago Ness, ni el toro en La México ha sido nunca una fiera corrupia. Los mitos son amigos del boca a boca, pero enemigos de las imágenes. Cuando en diciembre de 1945, Manolete cortó el rabo de "Gitano" en D.F., para fortuna suya, no existían ni Twitter ni Televisa. Las noticias que llegaron a España al día siguiente fueron que el figurón de Córdoba había cortado los máximos trofeos en su confirmación de alternativa y se había visto obligado a dar tres clamorosas vueltas al ruedo.


Cincuenta y un años después, en febrero de 1996, José Miguel Arroyo "Joselito" paseó el rabo de "Valeroso" en La Monumental. Internet aún no había llegado a nuestras vidas y, como con Manolete, aquel hito también se habría agigantado en España de no ser por un discrepante imprevisto: la televisión. El programa Tendido Cero compró las imágenes de aquella corrida, rebajando tanto el trapío de "Valeroso" como la hazaña de "Joselito". Con bastante mala leche, los Lozano, enemigos a muerte de "Joselito", dijeron que Enrique Martín Arranz había estropeado el éxito mexicano de su torero permitiendo que las escenas de Insurgentes se vieran en España. 

Figuras contemporáneas como José Tomás o El Juli han entendido la incompatibilidad de los mitos con la "caja tonta", por eso no se dejan televisar durante sus comparecencias en D.F. Sin embargo, no han comprendido que todo es en vano. En una sociedad mediatizada como la del siglo XXI, en la que los móviles hacen fotos de excelente calidad, se suben vídeos a la velocidad del viento y se tuitea a tiempo real, no existe la privacidad ni lo "invisible". Por eso, anoche Twitter ardía de indignación después de que El Juli cortara las dos orejas de "Ser de luz", un nombre revelador, pues ahora todo sale a la luz, incluidos los toros de tan escasa fuerza y presencia como los de Fernando de la Mora.    


¿El toro de Manolete tenía más trapío que el de Juli? Posiblemente no (y de ahí el desconcierto de Julián con el público español). Pero en la postguerra tampoco éramos "tuiteros".

viernes, 3 de julio de 2015

Belmonte y Manolete, dos genios a su manera

Existen pocas fotos donde posen juntos, por eso, ésta de El Ruedo puede considerarse una joya de archivo. Belmonte y Manolete no se camelaban... Con 25 años de diferencia, ambos eran "peculiares" a su manera. En cambio, tenían en común la percha literaria: sus vidas han dado para varias novelas, algo que no ocurrió con Joselito "El Gallo". Otra similitud entre Belmonte y Manolete era su parquedad de palabras: hablaban poco y sentenciaban mucho, sobre todo "El Pasmo". Más allá de la escasa simpatía que se profesaban, una conversación entre los dos debía de resultar escueta. No obstante, sin necesitad de hablar, en Manolete se materializó la profecía de Belmonte: "Saldrá un torero que toree bien el 90% de los toros...".


Hablando de libros y de genios, una tarde de corrida, Belmonte le dijo a su mozo de espadas que no se molestara en vestirle porque estaba embebido con una novela y no pensaba parar hasta acabarla. Efectivamente, mandó un parte facultativo y la terminó de una sentada. 

jueves, 16 de octubre de 2014

Lhardy y los toros

 
Han pasado 175 años desde que Lhardy abriera sus puertas para darle esplendor a Madrid. Por aquella época, los toreros, amantes de la bombolla y el tronío, eran más vanidosos. Ahora, cuando los matadores pasean por la Carrera de San Jerónimo no visten un traje especial, un traje que defina su calidad de toreros. Ahora todo el mundo, toreros y mortales, vamos ataviados con prendas parecidas. Incluso en el interior de Lhardy. Porque Lhardy es, y ha sido, un reflejo de nuestro Madrid.
 
 
"Si estos espejos y estos sillones hablaran...". Así comenzó su charla el pasado martes Carlos Abella, responsable de una amena conferencia titulada "Lhardy y los toros", que se celebró en el Salón Isabelino del aristocrático restaurante. Casi un siglo antes de que se inaugurara la actual plaza de Las Ventas, Frascuelo, ataviado con elegante chaquetilla de terciopelo, acudía con frecuencia a Lhardy para tomar su vaso de jerez. En una ocasión, acodado sobre el mostrador de mármol, vio entrar al monarca Alfonso XII. Con desparpajo calé, levantó la copa y gritó: "¡Olé por el rey gitano!". El granadino, no era el único espada que allí se sentía como en su casa. Se rumoreaba también que Luis Mazzantini tenía a su disposición una habitación en la última planta de Lhardy cada vez que recalaba en Madrid.
 
 
Aún se recuerda el homenaje que sus partidarios le organizaron a Joselito en 1913 tras cortar su primera oreja en Madrid al bravísimo toro de Saltillo "Jimenito". Entre "petitsous", "brioches", "croissants", "patés de prédis" y "vol-au-vent", el pequeño de los Gallo saboreó las mieles del éxito en Lhardy. Pero nada comparable a la cena homenaje con la que se obsequió a Manolete en 1944. Todos los invitados fueron de esmoquin, salvo Manuel Rodríguez, que vistió traje corto y camisa rizada. "Porque ése es el traje de gala de los toreros", puntualizó con acierto Carlos Abella. Al ágape acudieron intelectuales, escritores, músicos, críticos taurinos, políticos, médicos... y Camilo José Cela, que no había cumplido ni 30 años. Bajo las luces de Lhardy, Agustín de Foxá declamó uno de sus más bellos textos: "Yo saludo en ti a Córdoba, olivares y ermitas, surtidor de odaliscas, hoy cubierto de tierra, que te dio esa elegancia de califa sin trono, de Almanzor que no vuelve, que es desdén y nobleza". El "califa sin trono" cayó muerto en Linares tres años después de aquel homenaje.
 
 
Ya en la década de los cincuenta, a eso de las ocho o nueve de la tarde, se reunían en la trastienda de Lhardy para hablar de toros Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín, Antonio Díaz-Cañabate, Ignacio Zuloaga y Julio Camba, entre otros. Antonio Ordóñez fue otro de los toreros que estableció su cuartel general en el número 8 de la Carrera de San Jerónimo, organizando dos encuentros taurinos al año: uno en San Isidro y otro en otoño. El diestro de Ronda convocaba, mas no invitaba. Importante matiz.
 
 
Así, rememorando anécdotas taurinas, cayó la noche sobre Lhardy, que ha cumplido 175 años y sigue siendo el espejo de Madrid; un Madrid menos brillante, menos taurino y menos fachendoso, como los toreros de ahora, pero que no ha perdido su capacidad para seducir. Uno no deja de preguntarse cómo hemos cambiado tanto en tan poco tiempo.
 

jueves, 5 de diciembre de 2013

De "chica Chicote" a calzar medias de cristal

Enseñando las garras de astracán,
reclinaba en la barra de “Chicote”,
la “bien pagá” derrite, con su escote,
la crema de la intelectualidad.
Permanén, con rodete Eva Perón,
“Parfait amour”, rebeca azul marino,
-”Maestro, le presento a Lupe Sino,
lo dejo en buenas manos, matador”-
Y, luego, el reservao en “Gitanillos”,
y, después, la paella de “Riscal”,
y, la tarde del manso de Saltillo,
un anillo y unas medias de cristal.
 

¿Quién era Lupe Sino antes de que le presentaran a Manolete, cierta noche, reclinada sobre la barra de Chicote? Los biógrafos más amables, escribieron que actriz o cantante; los más crudos -y probablemente realistas-, prostituta en el Madrid de postguerra. Sobre sus comienzos, se conoce su verdadero nombre -Antonia Bonchalo Lopesino- y poco más. ¿Era Antonia, chica de Chicote, una oscura clavellina que, hasta conocer al torero cordobés y calzar medias de cristal, iba de esquina en esquina, volviendo atrás la cabeza?
 
Soy la que no tiene nombre,
La que a nadie le interesa,
La perdición de los hombres,
La que miente cuando besa.
Ya...lo sabe... Yo soy... ésa...


Sobre la juventud de Lupe Sino, escribe El Zubi en el Diario de Córdoba: "Siendo sólo una chiquilla, entró a servir como criada en casas de señores adinerados, huyendo de la inmensa pobreza en la que nació un 6 de marzo de 1917 en Sayatón, en la provincia española de Guadalajara, pues su padre Nicomedes Bronchalo Sánchez, de fuertes convicciones republicanas, era un humilde peón agrícola, que apenas ganaba para dar de comer a los nueve hijos que tuvo".
 
Lupe al lado de su primer marido
 
Después de servir como criada en el Barrio de Salamanca, consciente de su belleza y deseosa de ganar dinero para mantener a sus hermanas, Antonia pasó a trabajar como actriz en una sala de espectáculos madrileña. ¿Y luego? En este punto, entra en escena Andrés de Miguel, sociólogo y excelente aficionado que frecuenta la tertulia taurina del CEU cada jueves. Charlando acerca de Manolete, Andrés, generosamente, se ofreció a mandarme unas líneas sobre Lupe Sino que un amigo suyo había encontrado por casualidad mientras buscaba documentación sobre la Guerra Civil. A los pocos días, recibí este texto en mi correo:
 

"Manuel Salgado Moreira y Antonio Verardini, ingeniero de padre italiano y amigo personal de Cipriano Mera, se inventan en diciembre de 1936, una embajada, la de Siam, país como de las mil y una noches, y la montan con una bandera de fantasía en un chalet que ya no existe en la calle Juan Bravo 12. Para llenarla de gente que buscaba desesperadamente la seguridad de las embajadas se valen de un individuo de la alta burguesía madrileña Alfonso López de Letona, señorito calavera, ocasionalmente pistolero derechista. A los que llegan, los recibe Antonio Verardini como “canciller de la embajada”, mientras que Salgado Moreira había puesto micrófonos por todas partes para espiar a los “asilados”. Todo como una divertida película de espías excepto que en el Madrid de la época aquello acababa con un tiro en la cabeza.

[…] De Antonio Verardini sí que os voy a contar una historia real como la vida misma y porque no, divertida. En 1937 se casa con una mujer llamada Antonia Bronchalo Lopesino y por las fotos que se tienen de ella extraordinariamente bella. Antonia procedía de una familia numerosísima y muy humilde de un pueblo de Guadalajara y como muchas otras mujeres se había venido a Madrid “a servir” huyendo del hambre, pasado un tiempo se plantea que tiene suficientes “armas” desparpajo y belleza como para probar suerte en el mundo del espectáculo y así lo hace con el nombre artístico de Lupe Sino y de esta forma le sorprende la guerra y así la conoce Antonio  Verardini que se casa con ella por todo lo alto, siendo testigos de su boda nada menos que el general Miaja y Cipriano Mera, también asiste como invitado el todopoderoso Eduardo del Val secretario del Comité de Defensa de la CNT. Es decir de golpe y porrazo Antonia Lopesino se encuentra codeándose con toda la “jet set” de la izquierda en Madrid.


A medida que el ejército republicano iba perdiendo la guerra, el agudo instinto de supervivencia de Lupe Sino volvió a hacer acto de presencia. En los albores de 1939, la pareja se separó: Antonio escapó a Orán y Antonia permaneció en Madrid. Imaginamos que en aquellos años, hasta conocer a Manolete en 1943, la vida de Lupe no debió de ser fácil ni virtuosa. Junto al califa de los ruedos, la alcarreña de ojos verdes probó todos los lujos de la época: las medias de cristal, los reservaos en los restaurantes de moda, la famosa paella de Riscal, las joyas de Enrique Busián, los abrigos de astracán... Sin embargo, doña Angustias, la recelosa madre de Manolete, nunca confió en aquella mujer que, hasta entonces, había demostrado una asombrosa capacidad para arrimarse al sol que más calentaba.  



Cuando el sol Manoletino se eclipsó tras la silueta de Islero, un tanguillo cantado por el Príncipe Gitano recorrió España: "La novia de Manolete / ya no lleva más collares / porque Manolete ha muerto / en la plaza de Linares". Pero esta tragedia tampoco detuvo a Lupe, quien volvió a contraer matrimonio -casi por tercera vez- con un abogado mexicano. A pesar de sus múltiples biografías, seguimos sin saber los verdaderos motivos que movían a esta atractiva mujer: ¿se trataba de una Mantis religiosa? ¿De una adelantada a su época? ¿De una chiquilla con mala suerte? ¿De una superviviente nata? ¿De una criatura enamoradiza...? O, sencillamente, ¿de la nuera que ninguna suegra desearía tener?


Con doña Angustias, nos vamos de puente. Felices días de descanso
 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Millonario gracias a Manolete


El pasado jueves, tras la tradicional tertulia taurina, se me acercó un aficionado singular: se llamaba José Antonio Sanz Domínguez de Vidaurreta, una celebridad en la España de 1969 tras ganar un millón de pesetas -antes, una pequeña fortuna- en el concurso de televisión "Las diez de últimas", presentado por el inolvidable José Luis Pecker. La mecánica del programa era sencilla: cada participante elegía un tema y el conductor los bombardeaba con preguntas hasta averiguar quién acertaba más. El tema escogido por José Antonio fue "Biografía de Manolete", mientras que su contrincante se decantó por la Segunda Guerra Mundial.
 

Con aquel millón de pesetas, este Manoletista acérrimo (llegó a leer más de setenta libros sobre el diestro), que jamás se separa de su sombrero, colchonero y de memoria prodigiosa -doy fe que aún la conserva intacta- montó un bar en la calle Altamirano de Madrid al que bautizó, en homenaje al programa que lo lanzó a la fama, "Las diez de últimas". El local, con ocho metros de fachada y vivienda incluida, le costó 300.000 pesetas. Y allí vivió José Antonio, con el repique de fondo de las Campanas de Linares, desde 1970 a 1980.
 
 
A sus 76 años, aún se le encienden los ojos al rememorar la primera vez que vio a Manolete: fue durante una corrida de La Beneficencia cuando, con nueve abriles, su tío lo llevó a Las Ventas. En otra ocasión, vio al torero cordobés salir del Hotel Victoria y cruzar la Plaza del Ángel. Poco después de ganar "Las diez de últimas", a José Antonio le hicieron un homenaje, precisamente, en le Victoria. En el hall, un amigo se metió la mano en el bolsillo, le entregó una peseta y le dijo: "Toma. Ahora ya pasas de millonario".
 

El jueves, tras la tertulia taurina, José Antonio no intentó pagar los vinos con aquella peseta, sino con un billete tan genial como su propia biografía. "Algún día publicaré la verdadera historia de Manolete", sentenció antes de marcharse.
 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Valle-Inclán habla de toros como si fuera hoy

Una vez, en la revista La Lidia, al gran don Ramón María del Valle-Inclán le preguntaron si creía en la existencia de arte en los toros. Ésta fue la respuesta que dio:


"Naturalmente que sí, y mucho. Mire usted: la mayor manifestación del arte es la tragedia. El autor de una tragedia crea un héroe y le dice al público: Tenéis que amarle. ¿Y qué hace para que sea amado? Le rodea de peligros, de amenazas, de presagios… y el público se interesa por el héroe, y cuanto mayor es su desgracia y más cerca está su muerte, más le quiere. Porque el hombre no quiere a su semejante sino cuando lo ve en peligro. Supongamos que un niño está jugando en esta habitación, y nosotros no le hacemos caso; al contrario, tal vez sus juegos nos molesten. De repente, el niño se acerca al balcón y está a punto de caer a la calle; entonces, todos nosotros nos levantamos angustiados y gritamos: ¡Ése niño! En aquel momento todos queremos al niño, pero ha hecho falta para eso, para que nuestro corazón dé rienda suelta a su amor, que ese ser esté a punto de deshacerse. Es la tragedia…

En los toros la tragedia es real. Allí el torero es autor y actor. Él puede a su antojo crear una tragedia, una comedia o una farsa. Cuanto mayor es el peligro del torero, mayor es la amenaza de tragedia y más grande es la manifestación de arte. Hay toreros, como Belmonte, que crean la tragedia, la sienten, y al ejecutar las suertes del toreo, se entregan al toro borrachos de arte. Entonces los cuernos rozan las sedas y el oro de sus trajes; la tragedia se aproxima, el público, sin saberlo, se pone de pie, se emociona, se entusiasma. ¿Por qué? Por el arte.


Quitemos a los toros la facultad de matar, y ya no hay fiesta, porque no hay tragedia, no hay arte. Supongamos que en diez años no muere un torero, y entonces se acabó el interés de las corridas de toros. A un torero que no tuviese peligro de ser cogido, acabaría por aburrir al público. Eso le pasó al Guerra. Hoy tenemos el caso de Joselito. Joselito es el torero que tiene mayores conocimientos y que tiene más facultades físicas. Sin embargo, Joselito cansará a los públicos. Joselito es el primer actor de la tauromaquia; pero como en este arte el autor y actor van juntos, Joselito-autor no quiere crear tragedia; no siente el arte de la tragedia, y a pesar de sus faenas asombrosas, de sus facultades, de sus maravillas, el público nota que le falta algo, algo que será la causa de que le aburra un día, algo que no sabe lo que es. La tragedia… el arte…Su hermano Rafael ya es otra cosa; tiene menos facultades que él, sabe menos que él; cuando sale un toro que le inspira, entonces crea arte, entonces es divino, porque, como Belmonte, se transfigura, y transfiguración es teología.

Los toros, para ser tal como deben de ser, precisan tener la parte trágica, la muerte del toro, del caballo, y de vez en cuando del torero. El torero que toreando se acerque más a la muerte, ése será el mayor artista, el que mejor interpretará la tragedia taurina, aunque el otro, el que toree con mayor facilidad, quede más veces mejor que él. Joselito, los Quintero y la Argentinita son la misma cosa… Están bien. Bueno, que de todo esto que le he dicho, los técnicos taurinos, ni aún los mismos toreros, saben una palabra".
 
 
Han pasado diez años y, en buena medida por la evolución de la cirugía taurina y por la mejora de las enfermerías, no ha caído ningún torero en la plaza. Con Ponce o El Juli -sucesores del Guerra y Joselito-, la técnica de la Tauromaquia ha alcanzado niveles prodigiosos, sin embargo, como predijo Valle-Inclán, la emoción se escapa igual que un chorro incesante. Todo se ha vuelto demasiado previsible. El diestro del siglo XXI se asemeja más a un funcionario que a un artista. En los burladeros de muchas plazas, deberían colocar espejos cóncavos, como los del Callejón del Gato de Luces de Bohemia, para que reflejen el esperpento en el que se ha convertido esta amada Fiesta nuestra.
 
 

lunes, 29 de abril de 2013

Día de la Madre... de los Toreros


El Corte Inglés ya ha empezado con el bombardeo "materno"
 
Siete años después de la muerte de Joselito en Talavera de la Reina y veinte años antes de la de Manolete en Linares, Ángel Caamaño "El Barquero" publicó un artículo en el número 300 de "Toros y Deportes" titulado "La madre del torero". "¡Pobres madres, siempre con el alma angustiada, siempre con el corazón dolorido!", escribía aquel periodista del Heraldo de Madrid que quiso ser matador con el sobrenombre de "El Conejo". Curiosamente, en este tiempo que nos ha tocado vivir, los fines de semana, las madres acompañan a sus hijos novilleros a los Bolsines taurinos como si se tratara de una liguilla de futbito: aplauden como locas desde el tendido y les tienen preparada la merienda entre becerra y becerra.
 
Freg Castro y su señora madre, que tuvo tres hijos toreros:
Luis, Miguel y Salvador.
 
"[...] La hermana del torero, a lo sumo, se enorgullece de su parentesco con el arlequín de seda y oro. El padre, temeroso al principio, acaba por rendirse al poderío de la majeza del hijo y transige con todos los azares de la profesión si entre ellos se mezcla un solo instante aureolado por la popularidad. La prometida del lidiador sueña únicamente con ser su esposa, y quizá más que el amor santo y puro alientan su sueño el presente fascinador y el futuro rebosante de comodidades y lujos. Todos los que se mueven y agitan en derredor del torero, todos, cual más, cual menos, encuentran en su azarosa vida momentos de satisfacción, instantes de alegría, ratos de contento. Sólo la madre, la pobre madre, se aísla de todos, y reconcentrando sus sentimientos vive en un mundo aparte, y en ese mundo ve solamente negruras, pesares, dolores y angustias.

La madre y la esposa de Francisco Pita Páez.
Un toro de Palha lo corneó en El Chofre.

[…] La madre que sólo tiene un hijo torero sufre por él solo; y aunque su sufrimiento es siempre hondo y tremendo siempre, no alcanza la magnitud de la que tiene dos o más pedazos de su alma en lucha constante con los peligros de la azarosa profesión. Nosotros hemos visto angustiada a la madre de los Bombita, en días que Emilio, Ricardo y Manolo actuaban en distintas plazas, y vimos cesar su angustia según iban llegando a sus manos los azulados papelitos conteniendo el anhelado SIN NOVEDAD. Esa misma madre intentó calladamente tomar pasaje en un barco con rumbo a México, alarmada por las graves noticias que a Sevilla llegaron relacionadas con una cogida de Ricardo Torres.
La “jefecita” de los Freg, ¿qué no habrá sufrido ante los tremendos golpes que pusieron al borde del sepulcro a su adorado Luis, y qué angustia dolorosa no invadiría su corazón de madre al conocer la catástrofe que para siempre le arrebató al desgraciado Miguel?
El mexicano Luis Freg

La madre de Domingo y Andrés del Campo, infortunados muchachos que se apodaron "Dominguín", sufrió Dios sabe cómo el horrible tormento consiguiente a la muerte del mayor de sus vástagos, destrozado por un toro en Barcelona. Como alma en pena vagó por el mundo, atrofiada en su sensibilidad. Y cuando nuevamente la muerte hizo presa en otro de sus hijos, aquel cerebro se desquició por completo, y aquella alma mártir voló a reunirse en lo infinito con los espíritus de los seres queridos.
La madre de los Posada, ¿qué no sufriría mientras su Faustino moría en la plaza del Puerto de Santa María, y viendo después a su Curro trastornado por la locura, que al fin le hundió en el no ser?

La madre de los Armillita, siempre pendiente del suceso que puede alcanzar lo mismo a Juan que a Fermín, que a Zenaido. Las madres de otros toreros, que no citamos porque son infinitas... Todas, absolutamente todas, deben ser admiradas, reverenciadas y elevadas a la sublimidad más alta. De estar en nuestra mano, rodearíamos sus nobles cabezas con nimbos luminosos que revelasen claramente su santidad.
Garza bendecido

[…] No hace muchos días Gitanilo añoraba tristemente tal ausencia. En el sanatorio sonde desde hace un mes está hospitalizado, nada le falta. Los médicos, siempre a su lado. Las enfermeras, siempre a su servicio. Los amigos y los deudos, siempre atentos a sus necesidades... Y, sin embargo, Gitanillo invoca sin cesar a su madre, la llama de continuo, su nombre está constantemente a flor de labio. Y aunque está seguro de que no ha de acudir a su llamamiento, porque aquella santa mujer murió años ha, Gitanillo se complace en invocarle, y a todas horas y en todo momento, ya a gritos cuando el dolor le martiriza, ya dulcemente cuando el sueño le vence, sus labios musitan:
- ¡¡Madre mía!!"
ÁNGEL CAAMAÑO (El Barquero)
Publicado en "Toros y deporte", el 15 de junio de 1927
Aclara Xavier Gonzalez-Fisher: El "Gitanillo" (en algún sitio he leído que le llaman "Gitanillo de Ricla") al que se refiere, es Braulio Lausín, que fue herido en la primera corrida del abono de San Isidro de 1927, en Madrid, cuando para matar una corrida de Argimiro Pérez Tabernero, alternó con Nicanor Villalta y Martín Agüero. La cornada fue penetrante de tórax, con fractura de la novena costilla.
Manolete con la señora Angustias,
una de las madres más famosas de la Tauromaquia.

domingo, 10 de marzo de 2013

Paella sin tonterías


"La paella es, junto con el flamenco y los toros, el símbolo español por excelencia. Un plato colorista y sabroso, de gran fachada y poco fondo, como la propia España, al que por circunstancias de la vida le han gastado más putadas que a Jesucristo en Semana Santa. En verano, cuando paseo con la parienta por las Ramblas y veo las terrazas llenas de guiris color marisco hervido y japoneses color perro mustio, suelo fijarme en lo que están cenando. No falla: paella con sangría. Y yo le pregunto a mi propia mismidad: ¿es que no existe en el mundo un alma caritativa que oriente un poco a estas criaturas?".

Juan Eslava Galán en su libro "
Cocina sin tonterías".


"Paella" es una palabra universal que no se ha traducido a ningún idioma. "Paella" es paella y se entiende en los cinco continentes aunque, en sus orígenes, el término designaba a la sartén donde se elaboraba el guiso, no al alimento en sí. Una romántica historia cuenta que, cierto mediodía, un hombre le preparó a su hambrienta novia una suculenta paella... y "pa´ella" se quedó.

Manolete y Carlos Arruza se despachan una paella en los años del hambre

El  plato surgió en las zonas rurales de Valencia, entre los siglos XV y XVI, cuando los campesinos y pastores idearon una receta nutritiva y fácil de transportar, a lomos, generalmente, de un animal de carga, elaborada con los ingredientes que tenían a mano. En su origen, la paella llevaba distintas aves, conejos silvestres, verduras (principalmente judías verdes y alubias blancas), azafrán, romero, a veces caracoles, aceite, agua y, por supuesto, arroz. Todo se cocinaba a fuego lento sobre ramas de naranjo, lo que aportaba al guiso un aroma mediterráneo muy característico. No sabemos en qué momento de la historia a la paella campera le surgió la competencia de la paella marinera, hecha con calamares, sepia, cigalas, langosta, almejas, mejillones... "Endegenerando", a algún iluminado se le ocurrió la "paella mixta", que es un esperpento incomestible. En la web del Arroz SOS reflexionan con buen criterio: "La imposibilidad de una paella mixta reviste una lógica aplastante. ¿Qué iba a hacer un campesino del interior con una langosta en la mano o un pescador con un conejo bien limpio y bien dispuesto para cocinar?".

"En el Levante español, se narra una historia que data de la Guerra de la Independencia, acerca de un general francés, una paella, y nuestra Sherezade del arroz. El general estaba tan impresionado por la paella, que hizo un trato con la mujer: por cada nuevo plato de arroz, el general liberaría a un prisionero español. Tras soltar a ciento setenta y seis prisioneros, el general fue destituido y, aún así, seguía pidiéndole a la mujer más y más paellas".


El año pasado por estas fechas, cogí el AVE y me planté con unos amigos en Valencia con la excusa de ver una corrida de Adolfo Martín donde, por cierto, Javier Castaño, que toreó monterado, estuvo soberbio. Antes del festejo, nos zampamos una degustación de arroces de padre y muy señor mío. Tras los toros y la paella, regresamos a Madrid suaves como la seda. Ahora, cada vez que como este plato, recuerdo a Castaño y "Monería".

Castaño y el toro "Monería"

lunes, 4 de marzo de 2013

El romanticismo y el toreo


"La granazón de la fiesta de los toros coincide con el desbordamiento del romanticismo que no fue sólo un estilo literario, sino también un estilo de vida. Se vivía románticamente [...] Tengo para mí que constituyó gran fortuna para la fiesta el contagio, el apoyo del romanticismo. El toreo era aventura en la que podía perderse la vida y ganar la gloria. Gloria es una pura palabra romántica, en ella va comprendida el ansia humana de la notoriedad, la apetencia de la riqueza, la comezón del halago de la admiración popular. El torero buscaba todo esto, no para retenerlo, sino para derrocharlo. El torero vivía en héroe, no sólo en los ruedos, sino también fuera de las plazas. El torero no tenía vida privada, se daba siempre en espectáculo. Gustaba de las galas en sus atavíos, de la fachenda de su apostura, de lo jaque de su temple. Don Juan con las mujeres y el Cid con los toros. Por la calle iba un torero y todos los ojos se iban tras él. Era un ser aparte. Era un hombre iluminado por los resplandores de lo legendario. Era un ser fabuloso que se ganaba la vida jugando con la muerte.

Manolete fotografiado por Martín Santos Yubero

[...] Los riesgos de la profesión taurina, por los avances de la cirugía y la disminución de la fuerza del toro y la menor crueldad de los públicos, son mucho menores que los de antaño y por consecuencia la aureola heroica del torero ha empalidecido con pérdida de sus vivos fulgores. Hoy en día escasos toreros logran extensa e intensa popularidad. Despojados del atractivo deslumbrador de los trajes de luces, en la calle se confunden con la multitud anónima. Ya no son toreros fuera de los ruedos. Su pergeño y sus costumbres son semejantes a las de un señoritingo cualquiera. Su vida privada, reposada y burguesa, no tumultuosa y alocada, cual la de sus antepasados los románticos, fanfarrones de su majeza. El norte y guía de los toreros románticos fue la carátula de la gloria. Hoy es la ambición mercantil, que es el signo y la meta de los tiempos actuales".
ANTONIO DÍAZ CAÑABATE
(Paseo por el planeta de los toros, 1970)

¿Diferencias?