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lunes, 23 de junio de 2014

El tiempo de las cerezas... y las picotas

Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
(Pablo Neruda)


Pasó la primavera de Neruda, cayó la flor blanca y las cerezas, del Jerte o del Bierzo, ya esperan en los puestos entoldados de los mercados o en el cuenco fresco de una cocina a la sombra. Uno descubre que ha comenzado el verano cuando, una noche, sale a la terraza con una docena de cerezas en la mano. ¡Pero es tan corto el tiempo de las cerezas...!
 
 
J'aimerai toujours le temps des cerises
C'est de ce temps-là que je garde au cœur
Une plaie ouverte!
Et Dame Fortune, en m'étant offerte
Ne pourra jamais fermer ma douleur...
J'aimerai toujours le temps des cerises
Et le souvenir que je garde au cœur!
 
 
Le temps de cerises es una canción antiquísima, compuesta en Francia en 1866, con letra de Jean-Baptiste Clément y música de Antoine Renard. Otra canción dedicada a este fruto rojo, más reciente y alegre, es la que lleva por título Life is just a bowl of cherries (La vida es un cuenco de cerezas), interpretada por Jack Hylton y su orquesta en 1931.
 
 
 
Realmente, las picotas -que se recogen en el Jerte- son más dulces y de carne más firme que las cerezas. Para distinguirlas, uno tiene que fijarse en el rabito: si no lo tiene, son picotas extremeñas. La maduración de éstas últimas es también un poco más tardía, por lo que su temporada dura hasta mediados de agosto. El tiempo de las picotas termina, aproximadamente, con la Semana Grande de Bilbao.
 
 
Vino Teresa y callaron todos. Y como no quisieron probar un guiso de pernil que aquélla trajo, se sirvieron compotas y rubios melindres bañados en miel y un canastillo de cerezas, grandes relucientes, que descansaban sobre hojas de su mismo árbol. Toda la mesa pareció regocijarse; en cada fruto encendía la lámpara un rubí húmedo [...]
-Hijo, no merecen estas cerezas tu entusiasmo. Son las más tempranas y las más ruines. Más adelante las tendrás riquísimas.
-¡Qué cerezal, tía Lutgarda, el de Posuna! ¡El del cementerio ya resulta negro de tan apretado!
-Come sin recelo, que estas cerezas no son de este paraje, y están recién cogidas.
-A mí me es igual que sean de allí.
 
(Las cerezas del cementerio, Gabriel Miró)

martes, 19 de noviembre de 2013

La segunda parte de "Las hojas muertas"


El otoño nos atrapa realmente cuando la noche pide a gritos echar una manta gruesa sobre la cama y el espíritu reclama escuchar de nuevo Las hojas muertas de Jacques Prévert (letra) y Joseph Kosmá (música). Las feuilles mortes, canción compuesta en 1945, es un himno a la nostalgia, la imposibilidad de olvidar y los grandes amores desunidos por el paso del tiempo. Con esta chanson aprendimos que el mar borra sobre la arena los pasos de los amantes que se separan.
 
En ce temps-là la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu’aujourd’hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle.
Tu vois, je n’ai pas oublié…
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi.

Et le vent du nord les emporte
Dans la nuit froide de l’oubli.
Tu vois, je n’ai pas oublié
La chanson que tu me chantais.
 

Dieciséis años después de que Prévert escribiera una de sus obras más bellas, en 1961, un joven Serge Gainsbourg reunió el valor suficiente para componer la segunda parte de Las hojas muertas, a la que tituló La chanson de Prévert. Aunque los versos de Gainsbourg no rozan la maestría del poeta parisino, esta secuela contiene un mensaje esperanzador: hasta que la canción no se olvida del todo, el amor continúa vivo.

Oh, je voudrais tant que tu te souviennes
Cette chanson était la tienne
C'était ta péférée
je crois qu'elle est de Prévert et Kosma.

Et chaque fois Les Feuilles mortes
te rappelle à mon souvenir
Jour après jour, les amours mortes,
n'en finissent pas de mourir.
 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Viaje a La Provenza

"Les Bastides Blanches, c´était una paraoisse de cent cinquante habitants, perchée sur la proue de l´un des derniers contreforts du massif de l´Étoile, à deux lieues d´Aubagne... Una route de terre y conduisait par une montéee si abrupte que de loin elle paraissait verticale: mais du côte des collines il n´en sortait qu´un chemin muletier d´où partaient quelques sentiers qui menaient au ciel. Une cinquantaine de bâtisses mitoyennes, dont la blancheur n´était restée que dans leur nom, bordaient cinq ou six rues sans trottoir ni bitume; rues étroites à cause du soleil, tortueuses à cause du mistral.

[...] Enfin, une particularité des Bastides, c´était qu´on n´y trouvait que cinq ou six noms: Anglade, Chabert, Olivier, Cascavel, Soubeyran: pour éviter des confusions possibles, on ajoutait souvent aux prénoms, nom pas le nom de famille, mais le prénom de la mère: Pamphile de Fortunette, Louis d´Etiennette, Clarius de Reine.

[...] Ils vivaient de leur légumes, du lait de leurs chèvres, du cochon maigre que l´on tuait chaque année, de quelques poules, et surtout du gibier qu´ils braconnaient dans l´immensité des collines.

[...] Le boulanger était un gros garçon de trente ans; il avait de belles dents, et des cheveux plats très noirs, mais toujours poudrés de farine. Il riait volontiers , et s´intéressait à toutes les femmes du village, et même á la sienne, une belle fille de vingt ans qui l´adorait. Il s´appelait Martial Chabert, mais à force de l´appeler Boulanger, on avait oublié son nom".

L´EAU DES COLLINES (Marcel Pagnol)


Marcel Pagnol (1895-1974) nació en Aubagne, en la región de la Provenza, el mismo año en que los hermanos Lumiére presentaron su cinematógrafo. En 1962, escribió la novela "El agua de las colinas", al que pertenece el anterior fragmento. Con esta base literaria, Claude Berri adaptó una película, dividida en dos partes, que en España llevaron el título de "El manantial de las colinas" y "La venganza de Manon", un extraordinario melodrama rural con Yves Montand, Daniel Auteuil, Gérard Depardieu y Emmanuelle Beart en el reparto. Ambas se rodaron en las colinas que rodean Aubagne, entre los meses de abril y diciembre de 1985. En sus principios, aún en la época del cine mudo, Pagnol -escritor, pero también realizador y productor- fue acusado por sus contemporáneos de realizar teatro filmado; décadas posteriores, sin embargo, la crítica francesa lo reconoció como un propulsor del neorrealismo italiano y acabó siendo el primer miembro de la Académie Française (1947). Sus personajes son una prolongación de la tierra, los sembrados y el sol de la Provenza.


Hace unas semanas compré en la FNAC las dos adaptaciones de Berri por menos de 20 euros. Jamás podría haber invertido mejor aquel billete. Las recomiendo encarecidamente. Son maravillosas, cuidadas hasta el último detalle, incluyendo el arreglo para la banda sonora de "La fuerza del destino" de Verdi.




Pagnol también llevó al cine las obras de algunos paisanos, como Alphonse Daudet (Nîmes, 1840-1897) o Jean Gionó (Manosque, 1895-1970).


"Sabrán que en Provenza se acostumbra enviar el ganado a los Alpes cuando llegan los calores. Brutos y personas permanecen allí arriba durante cinco o seis meses, alojados al sereno, con hierba hasta la altura del vientre; después, cuando el otoño empieza a refrescar la atmósfera, vuelven a bajar a la masía, y vuelta a rumiar burguesmente los grises altozanos perfumados por el romero. Quedábamos en que ayer tarde regresaban los rebaños. Desde por la mañana esperaba el zaguán, de par en par abierto, y el suelo de los apriscos había sido alfombrado de paja fresca. De hora en hora exclamaba la gente: «Ahora están en Eyguières, ahora en el Paradón». Luego, repentinamente, a la caída de la tarde, un grito general de ¡ahí están! y allá abajo, en lontananza, veíamos avanzar el rebaño envuelto en una espesa nube de polvo. Todo el camino parece andar con él. Los viejos moruecos vienen a vanguardia, con los cuernos hacia adelante y aspecto montaraz; sigue a éstos el grueso de los carneros, las ovejas algo fatigadas y los corderos entre las patas de sus madres, las mulas con perendengues rojos, llevando en serones los lechales de un día, meciéndolos al andar; en último término, los perros, sudorosos y con la lengua colgante hasta el suelo, y dos rabadanes, grandísimos tunos, envueltos en mantas encarnadas, que les caen a modo de capas hasta los pies.


Desfila este cortejo ante nosotros alegremente y se precipita en el zaguán, pateando con un ruido de chaparrón. Es digno de ver el movimiento de asombro que se produce en toda la casa. Los grandes pavos reales de color verde y oro, de cresta de tul, encaramados en sus perchas han conocido a los que llegan y los reciben con una estridente trompetería. Las aves de corral, recién dormidas, se despiertan sobresaltadas. Todo el mundo está en pie: palomas, patos, pavos, pintadas. El corral anda revuelto: las gallinas hablan de pasar en vela la noche. Diríase que cada carnero ha traído entre la lana, juntamente con un silvestre aroma de los Alpes, un poco de ese aire vivo de las montañas que embriaga y hace bailar. En medio de esa algarabía, el rebaño penetra en su yacija. Nada tan hechicero como esa instalación. Los borregos viejos enternécense al contemplar de nuevo sus pesebres. Los corderos, los lechales, los que nacieron durante el viaje y nunca han visto la granja, miran en derredor con extrañeza.


Pero es mucho más enternecedor el ver los perros, esos valientes perros de pastor, atareadísimos tras de sus bestias y sin atender a otra cosa más que a ellas en la masía. Aunque el perro de guarda los llama desde el fondo de su nicho, y por más que el cubo del pozo, rebosando de agua fresca, les hace señas, ellos se niegan a ver ni a oír nada, mientras el ganado no esté recogido, pasada la tranca tras de la puertecilla con postigo, y los pastores sentados alrededor de la mesa en la sala baja. Sólo entonces consienten en irse a la perrera, y allí, mientras lamen su cazuela de sopa, refieren a sus compañeros de la granja lo que han hecho en lo alto de la montaña: un paisaje tétrico donde hay lobos y grandes plantas digitales purpúreas coronadas de fresco rocío hasta el borde de sus corolas".

CARTAS DESDE MI MOLINO (Alphonse Daudet)


"Cuando inicié mi larga caminata por esas tierras desiertas, a una altura de entre mil doscientos y mil trescientos metros, no había más que llanuras desnudas y monótonas en las que sólo crecían lavandas silvestres. Atravesé el país por su parte más ancha y, después de tres días de camino, me encontré en una desolación sin par. Acampé junto a un esqueleto de pueblo abandonado. No me quedaba agua desde la víspera y necesitaba encontrarla como fuera. Esas casas arracimadas como un viejo panal de avispas, pese a estar en ruinas, me dieron a pensar que ahí, en otro tiempo, tuvo que haber una fuente o un pozo. Y así era; había un pozo, pero seco. Las cinco o seis casas sin tejado, corroídas por el viento y la lluvia, y la pequeña capilla con el campanario derrumbado, se alzaban como las casas y las capillas de los pueblos vivos, pero la vida misma había desaparecido".

EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES (Jean Gionó)

Pinturas de Van Gogh, Cézanne y Renoir

jueves, 27 de septiembre de 2012

El tiempo de melones, cortos los sermones (la fruta 2.0)


La fruta del siglo XXI no sabe a nada, sin embargo, tiene un aspecto magnífico: en eso consiste la alimentación 2.0, en comer con los ojos. Da gloria ver las mandarinas, los melocotones, las cerezas..., tan brillantes, coloridos, tersos y perfectos. Eso sí: cuando los metes en la boca tienes la sensación de estar masticando cartón, más o menos jugoso, más o menos crujiente, pero cartón. La fruta ahora es tan moderna que, incluso, venden una aplicación para saber a través del móvil si un melón está en su punto: el Melón Meter. Dar golpecitos en los extremos del melón o calcular cuál pesa más es de antiguos: ¡si quiere catar buenos melones, cómprese un iPhone!

«Dar con buen melón y buena mujer, acierto es.
El casamiento y el melón, por ventura son.
Cigarro puro, melón y mujer; más vale acertar que escoger.
El toro y el melón, como salen, son»

Desgraciadamente, los de iPhone no saben distinguir un melón de una sandía.
De momento, no tengo constancia de que hayan inventado
una aplicación para "catar" mujeres. Seguiré investigando.

«La biodiversidad agrícola se ha visto mermada en el último siglo de manera alarmante y los cultivos son cada vez más homogéneos. La riqueza que antaño atesoraba la tierra, se está perdiendo a pasos agigantados. "Si mantenemos las catedrales ¿Por qué no se defienden las semillas? No es un planteamiento catastrofista, es realismo", censura Jaime García, ingeniero de montes que coordina a 40 agricultores de la Serranía de Ronda (Málaga) en un proyecto para recuperar las variedades locales».

Bueno, bonito y barato


Pero la verdadera revolución es el proyecto «Melonomics» de Villaconejos (cuenta la leyenda que fue un soldado conejero quien, tras regresar a casa desde tierras africanas, trajo las primeras semillas de melón a la Península envueltas en un pañuelo). Sea como fuere, el melón es la única fruta 2.0 que ha ganado con el paso de los años. Ahora venden unos melones estupendos todo el año. El resto de fruta, lo dicho: puro cartón. A cambio, pasear por los mercados se ha convertido en una delicia para los ojos, tanto como visitar un museo.

Mercado de San Miguel en Madrid
y la "Señora Fruta" en la Plaza Mayor

jueves, 20 de septiembre de 2012

Promesas de rebecas y franelas

El otoño llegará a las 16.49 horas (hora peninsular) de este sábado, 22 de septiembre, y durará 89 días y 20 horas. La estación acabará el 21 de diciembre con la llegada del invierno.

"El día es más solemne y más sereno
al declinar la tarde. En el otoño
hay brillos en el cielo, hay armonías
que el ardoroso estío desconoce
como si fueran algo inexistente"
(Shelley)


"El otoño es la estación preferida de los conversos. Detrás del cobrizo manto de las hojas, bajo el oro que comienzan a taladrar invisibles gusanos, mensajeros del invierno y el olvido, es más fácil sobrevivir a las nuevas obligaciones que agobian a los recién llegados a una fresca teología. Hay que desconfiar de la serenidad con que estas hojas esperan su inevitable caída, su vocación de polvo y nada. Ellas pueden permanecer aún unos instantes para testimoniar la inconmovible condición del tiempo; la derrota final de los más altos destinos de verdura y sazón" (Álvaro Mutis).

Les sanglots longs
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

(Escuchar la maravillosa versión de "Chanson d´automne" de Charles Trenet)

"Alrededor del seis de octubre, las hojas suelen empezar a caer, en sucesivos chaparrones, tras una lluvia o una helada, pero la principal cosecha de hojas, el súmmun del otoño, suele ser alrededor del dieciséis. Las calles están cubiertas por una capa espesa de trofeos, y las hojas caídas de los olmos crean un pavimento oscuro bajo nuestros pies. Tras uno o varios días especialmente cálidos del veranillo de San Martín, percibo que es el calor inusual lo que provoca, más que nada, la caída de las hojas, quizá cuando no ha habido lluvia ni heladas durante un tiempo. El calor intenso las madura y marchita repentinamente, igual que ablanda y pone a punto a los melocotones y otras frutas y las hace caer" (Henry David Thoreau).


Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Tu vois, je n'ai pas oublié
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Les souvenirs et les regrets aussi.


"Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las rosas y los madrigales, cuando las manos blancas que en lo viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones. ¡Hermosos y lejanos recuerdos! Yo también los evoqué un día lejano, cuando la mañana otoñal y dorada envolvía el jardín húmedo y reverdecido por la constante lluvia de la noche. Bajo el cielo límpido, de una azul heráldico, los cipreses venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica. La caricia de la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro, y la brisa trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen invisibles hadas" (Valle-Inclán).

Inverno não ainda mas outono
A sonata que bate no meu peito
Poeta distraído cão sem dono
Até na própria cama em que me deito.


"Anteayer mismo, por la ventana abierta a través de la que veía un cielo grisáceo que trileaba con lluvias, entraba un aire que pretendía venderme promesas de rebecas, franelas, haz de luz de una lámpara baja, camilla, taza de té, tortas de aceite de Ochoa y lecturas gustosas. No me creí los grises, ni esperé oír caer la lluvia, ni le eché cuenta al mentiroso vendedor de escalofríos que invitan a recogerse. Hice bien. Ayer, mientras escribía este artículo, a través de esa misma ventana se veía un cielo desafiantemente azul y entraba el sol derramando la melaza caliente de otro día de bochorno. Hagan como yo. No se fíen de estos breves frescores, de estas lluvias impuntuales y perezosas, de estos nublados mentirosos, de estas promesas de otoño. Son tan falsos como las avanzadillas de la primavera que se aparecen, por sorpresa, un medio día de febrero para desvanecerse inmediatamente" (Carlos Colón).


The fundamental things apply
As time goes by...