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miércoles, 25 de mayo de 2016

La historia de un hombre de muchos senderos

"Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie"
(Emily Dickinson)


Dejé de escribir el día en que me di cuenta de que había más escritores que lectores. Al abandonar el hábito de juntar unas letras al terminar la tarde de toros, creo que me volví más incrédula, incluso derrotista; pero tampoco sucedía nada que me animara a volver a escribir. Quizás fuera yo... o que en el ruedo no ocurría algo extraordinario. No sé si el problema era interno o externo, el caso es que la tinta se secaba desde comienzos de abril y la primavera transcurría sin que fuera capaz de firmar cinco líneas. Hasta que David regresó como el Ulises que se vio obligado a abandonar Ítaca. Lo escribió Cernuda:

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia 
de su tierra...


Ver a un hombre levantarse, volver tras un largo viaje, resurgir de la misma arena donde cayó, abrazar a quien le salvó la vida. La historia de David Mora está escrita con sangre, pero también con tinta, pues nunca de concibió una Odisea tan perfecta, tan bien tejida, tan épica. "Cuéntame, Musa, la historia de un hombre de muchos senderos, que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar; vio muchas ciudades de hombres y conoció su talante, y dolores sufrió sin cuento tratando de asegurar la vida y el retorno... [...] Y el caso es que cuando transcurrieron los años y le llegó aquel en el que los dioses habían hilado que regresara a su casa de Ítaca, ni siquiera entonces estuvo libre de pruebas; ni cuando estuvo ya con los suyos". 


No sé qué Dios hiló el destino de David Mora, de la puerta de toriles a la enfermería, y después a la Puerta Grande, de la muerte a la vida, y del abismo a la gloria, ligando unas trincherillas que han hecho brotar un nudo de cada garganta. Sólo sé que una historia como la suya haría revivir al mismo Homero, porque una epopeya tan colosal, la de un hombre y un toro, no puede quedar sin alguien que la cante y escriba. 


Por supuesto, loas también al Dios (distinto del primero, porque el toreo es una religión pagana y politeísta) que puso en el camino de Mora a un extraordinario Alcurrucén llamado "Malagueño", porque una gesta así debe tener un toro, es decir, una última prueba, a la altura del héroe. 

Fotos: Juan Pelegrín

En La Odisea se hablaba de una "diosa de ojos brillantes": Atenea. Imposible asistir al regreso de David a Las Ventas sin brillo, o sin lágrimas, en la mirada. Imposible de olvidar. Y difícil de escribir.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

miércoles, 27 de mayo de 2015

De bandera

Se llama de bandera al toro que es excepcional por su bravura y nobleza. La Real Academia puede incluir como acepción de esta expresión a Jabatillo, de Alcurrucén. ¡Qué clase sacan estos "núñez" coloraditos! Son incomparables por su embestida profunda y humillada, metiendo la cara con un ritmo creciente por ambos pitones (aquello que los viejos taurinos llamaban "el tranquito Núñez"). Jabatillo es -o fue- una maravilla que se degusta de tarde en tarde: un toro de bandera que no peleó en el caballo -clásico en este encaste- y que se vino arriba en el último tercio persiguiendo los engaños con una fijeza y categoría incomparables. ¡Y que claro lo vio Castella! Su inicio de faena resultó magistral, con pases cambiados seguidos de un rosario de trincherillas, molinetes y pases del desprecio en el mismísimo centro del anillo. La plaza, llena a reventar, empezó a rugir con el francés. A continuación, llegó el toreo al natural, tremendamente templado. Y el de pecho. El kiosco rugía al unísono, al sol y a la sombra. Jabatillo continuaba embistiendo como un jabato, peinando la arena con el pitón izquierdo. 


Nunca he ocultado mi afición radical, ni mi debilidad por el tercio de varas, ni mi pasión por lo de Santa Coloma. Pero cuando un Núñez sale bueno, reconozco que entro en colapso. Por eso me he emocionado durante la vuelta al ruedo de este Alcurrucén de bandera. Imagino la felicidad de la familia Lozano: los aficionados les estamos muy agradecidos, al igual que Castella, que ha abierto la Puerta Grande tras pasear dos orejas triunfales, recompensa que también celebro. Jabatillo es un toro que descubre, para bien y para mal, y el de Béziers ha estado a la altura a pesar de que la estocada cayó baja. Con los años, Castella ha dejado a un lado las faenas prefabricadas y los arrimones innecesarios y se ha puesto a torear de verdad. ¡Bravo! 


El resto de la corrida de Alcurrucén no sirvió. Morante se marchó entre una injustificada pitada y El Juli advirtiendo con la mano que le queda otra tarde este San Isidro. En el tendido 2, además de Don Juan Carlos, se encontraba el Embajador de Francia en España, Monsieur Jérôme Bonnafont. Con uniones tan soberbias como Jabatillo y Castella, la Fiesta se defiende sola. Los toros son algo excepcional. 

sábado, 9 de mayo de 2015

El valor de Juan del Álamo descorcha San Isidro


Se descorchó este San Isidro en una tarde ventosa pero templada, con el Rey Felipe VI en una barrera del 1, una mansada de Lozano Hermanos/El Cortijillo y una oreja al valor de Juan del Álamo. Poco que destacar, salvo la disposición del salmantino, que citó a su primero -un manso que, como el resto de la corrida, no se dejó picar y galopó pegando tarascadas- desde el centro del anillo, a lo César Rincón, en una faena, quizás algo brusca, aunque vibrante, rematada de una buena estocada. Los embroques fueron de pasar miedo, mucho, pero Juan Del Álamo derrochó seguridad y raza. Oreja merecida a pesar de que, desde el 7, algunos gritaron que la vuelta al ruedo habría sido un premio más ponderado. Lo de siempre: los San Isidros pasan, pero la plaza, como las personas, no cambian. Y eso, en el fondo, acrecenta su encanto. 


En el sexto, Del Álamo recibió un derrote en el pecho espeluznante. El toro se tiró al bulto con violencia: si el pitón llega a calar, lo mata. A todos se nos cortó la respiración. Por fortuna, al terminar la corrida, en la enfermería confirmaron que "sólo" llevaba una fuerte contusión en la región costal y el torero de Salamanca ya está pensando en su segunda tarde -la de Pedraza de Yeltes- para poner a la plaza de acuerdo. Que así sea.


De Pepe Moral sólo despuntaron unos naturales a su primero, mientras que Joselito Adame no tuvo opciones en una corrida de presentación muy desigual y desbravada. Estupendo Domingo Siro en banderillas.

lunes, 23 de febrero de 2015

Álvaro, el nuevo discípulo de los Lozano


En las últimas filas del Palacio de Vistalegre, varios estudiantes de la Facultad de Veterinaria insuflaban ánimo a su compañero con una pancarta escrita a mano; cada vez que Álvaro Lorenzo daba la vuelta al ruedo paseando un trofeo, los jóvenes agitaban alegremente el letrero. Los alumnos de la Complutense tuvieron mucho trabajo el pasado sábado, pues el novillero toledano cortó la friolera de cinco orejas. Después de este hartazón de pelúas a las puertas de Madrid, Álvaro tendrá que apartar los apuntes de veterinaria por un tiempo.


¡Mira que son buenos maestros los Lozano! Unos auténticos magos "haciendo" toreros, sobre todo Pablo padre. Con la ayuda de sus mentores, Álvaro se ha aplicado a fondo. A los presentes -un tercio del aforo-, nos sorprendió su toreo de capa, con las manitas bajas, templadísimo, casi meciéndose. Si esos capotazos los llega a pegar Morante, lo habrían cantado hasta en la China. Con la muleta, el aspirante a veterinario no anduvo tan soberbio, pero aprobó con holgura, especialmente al natural, enganchando adelante y rematando bien atrás. Por si fuera poco, mató con eficacia. ¿Qué más se le puede pedir a un novillero?

Fotos: Conchita Ledesma

Para que esta gratísima sorpresa surgiera al inicio de temporada cual truco de brujería toledana, los Lozano no se la jugaron con los mimbres: los experimentos, con gaseosa y en casa, esto es, en el laboratorio de Alcurrucén. Para el festejo en Vistalegre, apostaron por una ganadería de garantías como la de Domingo Hernández que, cumpliendo con el pronóstico, embarcó tres novillos gachos que eran máquinas de embestir, principalmente el negrito que hizo segundo.


Más osado fue el apoderado de David Martín quien, desafortunadamente, eligió utreros de Guadajira, procedencia Martelilla. ¡Arrea! El invento no salió bien y el novillero de Galapagar anduvo aperreado con su lote, a veces excesivamente blando y, otras, muy violento. Aunque cortó dos orejas por su valor y voluntad, al final del festejo, durante la salida a hombros, de quien hablaba todo el mundo era de Álvaro, el nuevo discípulo de los Lozano. 

miércoles, 19 de junio de 2013

"Si no se torea, no se come" o toreros con hambre

"Si no se torea, no se come" (Morante de la Puebla)


Ha caído en mis manos un libro francamente entretenido titulado "Gastronomía del toro de lidia". Primorosamente editado, está escrito al alimón por Ismael Díaz Yubero y Pedro Plasencia. Aunque sus páginas suponen un auténtico festín para los paladares más trogloditas, no piensen que se trata exclusivamente de un recetario con mil versiones para cocinar rabo de toro. No en vano, los capítulos más entretenidos narran anécdotas de toreros "cocinillas" o con más hambre que el perro de un ciego. He aquí una selección de cuatro de estas historias:
 
A ver si crece...

HONORARIOS CON JAMÓN
 
Don Indalecio Mosquera fue empresario de la anterior plaza de toros de Madrid, que estaba ubicada donde en la actualidad está el Palacio de Deportes. Citó a Guerrita para proponerle que torease una tarde en Madrid. El torero escuchó la oferta, y pidió una cantidad que al empresario le pareció excesiva, por lo que al contestar negativamente al torero utilizó la típica expresión: "y un jamón".
 
Al año siguiente, don Indalecio llamó al torero para comunicarle que aceptaba los emolumentos solicitados, a lo que el torero respondió: "y un jamón que me prometió usted el año pasado".
 

LA CUCHARA DE CÚCHARES
 
Cúchares fue un torero muy serio, poco dado a juergas, juego, vino y mujeres, entrenamientos que por aquellas épocas, y algunas posteriores, eran muy frecuentes entre los toreros. Cuando se despedía de su mujer cada vez que toreaba le decía siempre la misma frase: "Señá María, que esté lista la puchera que vuelvo en cuanto se acabe la corrida".
 

LAS HAMBRES DE BELMONTE
 
Aunque felizmente hoy día las circunstancias han cambiado, el ejercicio de la profesión de torero ha estado desde siempre marcado por el estigma del hambre, perentoria necesidad de la que sus protagonistas no lograban zafarse, en ocasiones ni siquiera llegando al más alto nivel de la profesión, es decir, matador de toros, e incluso a figura del toreo de cierto nivel. La frase "más cornás da el hambre" andaba siempre en boca de aquellos que aspiraban a figurar en los carteles. Son numerosas, al respecto, las anécdotas en las que vemos reflejada la agudeza del ingenio, bastante generalizada por cierto en personas de escasa cultura, pero dotadas de una inteligencia privilegiada. Sírvanos como ejemplo (tanto de las cornadas que da el hambre, como del ingenio patrio) la historia verídica que Manuel Chaves Nogales relata (dando voz a Belmonte) en su impagable biografía del Pasmo de Triana, en el capítulo que titula "Cuando pedía limosna por los caminos".


Por la tarde llegamos a un cortijo, y mi camarada se acercó a la manijera con un trozo de pan que nos había sobrado en una mano y los diez céntimos en la otra:
- "¿Quisiera usted darnos por esta perra un poco de aceite y vinagre para hacer un gazpacho con este cacho de pan que tenemos?".

La discreta proposición surtió su efecto y salimos del cortijo con el aceite, el vinagre, más pan del que llevábamos y, naturalmente, los diez céntimos. "¡Hay que saber vivir, muchacho!" -me dijo mi camarada, guiñándome un ojo maliciosamente. El truco del pedazo de pan y los diez céntimos lo repetimos en varios sitios...


RAMÓN MAGAÑA, TORERO MODESTO Y COCINERO EXCELENTE

Ramón Magaña, si como torero fue modesto, como escritor es muy correcto, como guarnicionero un artista, y como cocinero francamente bueno. Ya lo demostró en la cocina del Gran Hotel Colón de Madrid, en donde cocinó para las principales figuras de la política, de las ciencias y del arte en sus diferentes facetas. Y a él dirigió Lola Flores, mientras elegía el menú, la famosa frase: "No soy mujer de farfolla sino de olla".


Este entretenido libro puede comprarse por 20€... una inversión para las tardes de verano. A las anécdotas seleccionadas, sumo una última, leída en el opus 20 de Tierras Taurinas dedicado a "La hora Núñez". Habla el genial Pablo Lozano, La muleta de Castilla:

"Yo no me doy coba, he podido ser lo que no he sido…, he fracasado. Y mi fracaso me ha permitido enseñarle, a aquel que estaba a mi lado, cómo evitarlo. Yo fui torero por no estudiar. Pero, para ser torero, también hay que estudiar más que para nada. Cuando empecé, era la época de Manolete… Teníamos su imagen en la cabeza y le queríamos copiar. Pero al tercer o cuarto muletazo, venía la voltereta… Tenía diecisiete años, no sabía nada. Con esa edad, si no has pasado hambre, no dejas de ser un gilipollas perdido. No es que mis padres fuesen ricos, pero hambre no pasamos. Entonces, eso. Era un gilipollas".

 

jueves, 16 de mayo de 2013

¿Qué habría sido del poema de Lorca si los toros, en vez de a las cinco de la tarde, hubieran empezado a las cinco y veinticinco?


Voy tarde. Lo sé. El festejo de Las Ventas terminó hace más de doce horas y escribo sobre él en este momento.  Sin embargo, bien mirado, ¿quién se preocupa por la puntualidad? ¿No arrancó ayer la corrida veinticinco minutos tarde por culpa de los operarios Taurodélticos que se pusieron a jugar con palas, rastrillos y cubitos a las siete en punto de la tarde? ¿Qué habría sido del poema de Lorca si los toros, en vez de a las cinco de la tarde, hubieran empezado a las cinco y veinticinco?
 
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco y veinticinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y humo
a las cinco y veinticinco de la tarde.

 
Pero, como bien dice don Antonio Burgos, en este país nunca passssssa nada. Y allí nos tuvieron, igual que a unos lelos: más de veinte mil espectadores contemplando como diez tíos trabajaban. ¿No es eso España? La corrida de toros, siempre fiel reflejo de la realidad social, espejo de nuestras miserias. También de nuestra gloria, cuando la hubo.

 
¿Qué contar sobre el festejo a esta hora tardía, cuando ya está todo dicho? Que me gustó la corrida de Alcurrucén, sobre todo el lote de Perera (tercero y quinto), con un toro, de nombre "Peladito", encastado, con emoción, de embestida cambiante y que hubiera puesto a correr a unos pocos. El colorado "Ambicioso" también nos tuvo con los ojos bien abiertos, a pesar de que las manecillas del reloj rozaban las nueve y media. El sexto, "Herrerito", apretó en el caballo y le dieron una buena tunda. Otro toro bueno. El primero, "Pandero", fue una pera en dulce, un derroche de nobleza, ideal para un confirmante que no está bregado en las trincheras venteñas. El cuarto, "Altamares", probablemente habría sido diferente si Castella no le hubiera recortado tanto las embestidas de salida. Sólo "Pianero", lidiado en segundo lugar, fue un toro soso que se agarró pronto al piso. En conjunto, una corrida entretenida, muy en Núñez, con un lote para armar el taco; eso sí, desigual de presentación, con algunos toros rozando el límite de lo admisible en Las Ventas.


Perera luchando con "Peladito"

¿Y sobre los toreros qué señalar? Que no me convenció ninguno. No niego que Perera mereciera la oreja del tercero: anduvo firme -no era un toro de carril- y mató bien. Pero sorteó un lote de lío gordo y, si con eso no abre la Puerta Grande, los de Taurodelta deberían ordenarle a sus operarios que la tapien. El extremeño, a ratos, estuvo vulgar, perfilero y al hilo del pitón, sin mando, sólo acompañando la embestida de sus toros (y somos conscientes de que la estética no se encuentra entre sus virtudes); a ratos, en cambio, dejó muletazos buenos, con mando y por bajo. Un Guadiana. Fue, sin embargo, el mejor, con diferencia, de la terna. El confirmante Ángel Teruel confirmó lo que muchos sospechábamos: que tiene voluntad, pero no vale para torero. Y Castella firmó una tarde para el olvido: a pesar de sacar las bolitas menos afortunadas en el sorteo, a un matador de su rodaje no se le puede tolerar la tauromaquia despegada y brusca de la que hizo gala. Su banderillero, Javier Ambel, estuvo, en cambio, soberbio, cuadrando en la cara del toro como hacía tiempo que no se veía. Otro hombre de plata que merece una mención fue Joselito Gutiérrez.


El tatachín acabó a las diez en punto de la noche y con la luna creciente más que despuntada sobre el cielo isidril.

 

jueves, 2 de mayo de 2013

Crónica del 2 de mayo: "La fortuna del medio queso"


Si el sueño de la razón produce monstruos, el vestido de torear goyesco, también. Ahora que está tan de moda prohibir cosas, las autoridades deberían tomar medidas y meter "el pijama" en el lote. Sin embargo, si todas las corridas goyescas salieran tan entretenidas como la de este 2 de mayo en Madrid, los aficionados firmaríamos ahora mismo un pacto con el sombrero de medio queso. Y que nadie piense que el festejo terminó felizmente merced al juego de los toros. Ni mucho menos. Los Lozano trajeron un saldo cinqueño -tres toros de El Cortijillo y tres de Lozano Hermanos- en "manso toreable". A buen seguro, una oferta 3x2 -llévate tres y paga dos- que la empresa de Las Ventas ha metido en el carrito con fervor. Descartada la bravura de los toros, el mérito de la tarde ha recaído, pues, en la terna, compuesta por Antonio Ferrera, Morenito de Aranda y el único madrileño, Alberto Aguilar.


Fue Morenito el primero en caldear el ambiente, toreando de capa francamente bien al segundo de la tarde. El burgalés, con el capote, tiene manos de seda. La lidia fue "in crescendo" con los pares de banderillas de Luis Carlos Aranda, que reaparecía tras su reciente cornada en Zaragoza. Tan torero como de costumbre, expuso mucho y recibió una ovación. Después, Morenito -que brindó a la Infanta Elena con un "por la Fiesta y por España"- firmó una faena desmayada, personal y liviana, con los mejores momentos por la diestra. El toro, como la mayoría de sus hermanos, se movió mucho, pero sin clase y manseando, con la cara suelta, sin romperse ni empujar con los cuartos traseros. La actuación se saldó con una estocada fulminante y el castellano cortó una oreja cariñosa. En el quinto, en cambio, no convenció. El toro, desde luego, tampoco, y cada uno fue por su camino.  


El siguiente que tocó pelo fue Antonio Ferrera, que este dos de mayo estuvo soberbio: torero cuajado como lidiador, como matador y con la infrecuente virtud de saber ver y adaptarse a sus toros. El cuarto de Lozano Hermanos no quería ver el peto del caballo ni forrado de alfalfa. Ferrera fue ordenando a su picador que se desplazase hacia chiqueros, pero ni por ésas el bicho sintió el acero. En otro tiempos, habría merecido banderillas negras, sin embargo, acabó enarbolando dos pares con la bandera extremeña y uno con la española clavados por el propio matador. Ferrera, roto y entregado, apostó por el manso y, en terreno de chiqueros, empezó a propinarle naturales encajado, vertical y con la muleta por el albero. Y la plaza de Madrid, que se había puesto borde, sucumbió como siempre hace ante el toreo de verdad. Lanzó el diestro la ayuda al albero y, tras los lances por la izquierda, comenzó a torear al natural por la derecha. Madrid crujió. La estocada, hasta la bola, explosiva, cayó baja y el de Lozano dobló sin puntilla. Oreja de ley que, en mi modesta opinión, podría haber ido acompañada de la segunda.


Cerraba la goyesca Alberto Aguilar, que tampoco es manco ni está falto de valor. Con el tercero -que tuvo el honor de ser lidiado por el capote de Rafael González-, largo como un tren y feo como un demonio, anduvo valentísimo. Sobrado. Empezó dándole sitio y citándole desde largo; luego, pudo con él por la derecha y se la jugó por la izquierda. El premio llegó tras la lidia del sexto, el mejor toro del lote enviado por los Lozano: un ejemplar que metió los riñones en el caballo y que empujó en la muleta, hasta que se rajó. Aguilar, cruzándose y sincero, ganó la partida pegado a las tablas, pasándoselo más cerca que la mar. Lo despachó de un estoconazo al encuentro, tirándose sobre la divisa, y paseó una merecida oreja.


A "pelúa" por coleta, por tanto. Y la terna con sus correspondientes cuadrillas, se marchó de Las Ventas sonriente al son de "Los Nardos". El sábado, prometo completar la crónica con unas notas de sociedad y moda, porque la goyesca, tras las bambalinas, también tuvo su miga. Ahora sólo me queda tiempo para adelantar una conclusión: Luis Carlos Aranda y Rafael González son los únicos toreros a los que les cae bien "el pijama". Eso es tan loable como cuajar a un manso en Las Ventas.