A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
Ay, Inés, tú, que te has vestido de luces, ¿sabes lo que estás pidiendo? La mano izquierda es la de los billetes y, por desgracia, hoy está en quiebra. Aquellos hombres que tenían la zurda firme, la muñeca de goma y el brazo vigoroso han desaparecido.
Manzanares, ante un toro de La Quinta en Málaga (2011)
Antoñete en Las Ventas con el ensabanao de Osborne (1966)
Paco Camino con un Pablo Romero (1971)
"¡Natural!
Escultural,
el brazo tenso -una cuerda
de violín-
haciendo la mano izquierda
-¡un jazmín!-
lentamente su camino
entre el cuerno y el destino..."
(José María Pemán)
Algunos hombres, que parecían perfectos con la mano izquierda, de la noche a la mañana, incomprensiblemente, se esfuman. Como si se tratara de un amor imposible, pensamos que volverán, y esperamos tarde tras tarde en vano que regresen aquellos naturales y trincherillas.
"Porque el toreo también es tan bonito como un amor imposible, ése que a lo mejor ya no vuelve o puede volver mañana mismo" (Alfonso Navalón).
Asúmelo, querida Inés, a los hombres se les acabó la fuerza de la mano izquierda.
El último viernes de octubre, el pueblo de Fuenlabrada le rindió homenaje a su torero. Nunca ha encabezado el escalafón ni ha tenido hueco en los carteles de campanillas, sin embargo, a la hora de su retirada, al fin, se le está haciendo justicia. Ninguno de los toreros con los que empezó su carrera sigue en activo: puede decirse que él ha sido el último gran guerrero de su generación (ha estoqueado casi 80 corridas de Miura y 30 de José Escolar). José Miguel Arroyo, Joselito, el niño bonito de aquella época, se cortó la coleta pronto; a José Luis Bote los toros le cosieron el cuerpo a cornadas; y José Cubero, El Yiyo, murió en la plaza de Colmenar Viejo en 1985. Las cuadrillas de esta generación no corrieron mejor fortuna, y el peón de confianza de Joselito, Antonio González Gordón, Campeño, falleció unos días después de que un toro de Arribas Sancho le ensartara el cuello en Las Ventas el 22 de mayo de 1988.
Alternativa en Villaviciosa de Odón (1987)
Todas estas desgracias las presenció El Fundi en primera fila. El día de la cornada fatal de Campeño, confirmaba la alternativa. Tras su segunda faena, la mayoría del público solicitó para él la vuelta al ruedo. No obstante, desde el tendido del 7, parte del 8 y la andanada del 9, se oyeron algunos pitos. Cuando El Fundi, en su paseo triunfal, cruzó delante de ellos, les dio la espalda, armando una tremenda zapatiesta. Ésta fue la crónica que Joaquín Vidal escribió sobre aquella aciaga tarde de San Isidro:
"Seguramente ayer se pasaron con El Fundi, frenándole la vuelta al ruedo tras la muerte del quinto toro, pues ese toro era incierto y El Fundi lo había embarcado en la muleta a fuerza de pundonor, de valor y de excelente técnica lidiadora. El resto del público reaccionó y obligó a El Fundi a dar la vuelta al ruedo, y sirvió aquello para entablar una desaforada polémica a voces entre el sector intransigente y todos los demás. La manifestación de intolerancia de que hicieron ayer gala muchos espectadores fue deprimente".
Estocadas inolvidables (Toro de Adolfo Martín, mayo de 2008) Fotografía de Juan Pelegrín
Sea como fuere, desde su confirmación de alternativa en 1988 y hasta el año 2007 apróximadamente, en Las Ventas le declararon la guerra al Fundi, que tuvo que exiliarse en las plazas francesas y abrirse allí camino. Por eso resultaron tan emocionantes las palabras que el otro día le dedicó José Tomás durante el homenaje en su pueblo natal: "No hay que llegar primero, sino saber llegar", citando al compositor mexicano José Alfredo Jiménez.
"Una piedra del camino
me enseñó que mi destino
era rodar y rodar.
Después me dijo un arriero
que no hay que llegar primero,
pero hay que saber llegar".
El Fundi siempre supo llegar aunque a veces el destino no quiso esperarlo. En mayo de 2009, cuando se encontraba en el mejor momento de su carrera y cuando al fin todas las grandes ferias le habían abierto sus puertas en carteles de postín, sufrió una doble fisura en el cráneo tras caer de un caballo cuando hacía labores de acoso y derribo. Intentó reaparecer a mediados de junio en Toledo, en una corrida benéfica donde precisamente toreaba José Tomás, pero el hematoma craneal le había dejado secuelas en la pierna y, sin poder desembarazarse del toro, recibió una cornada grave. En agosto volvió a caer en San Sebastián ante un Victorino. Este rosario de incidentes, de caídas y reapariciones, de luchas inacabables, resume la trayectoria del Fundi. José Tomás dijo de él: "Tú has llegado por un camino lleno de valor pero, sobre todo, de valores. Valores, entre otros, como la honestidad, la superación, el sacrificio, la responsabilidad, la sensibilidad y la lealtad a tu profesión. Creo que estos valores siempre han estado muy presentes en la Tauromaquia, pero no todos le han sido fieles como lo has sido tú".
Esto también es el toreo. Trayectorias como las del Fundi y palabras como las de José Tomás -o las de Robleño, no hace mucho, cuando lo sacó a hombros de la plaza de Fuenlabrada- están por encima de las faenas y los triunfos. Los aficionados, desgraciadamente, no recordaremos al Fundi saliendo a hombros por la Puerta Grande de Madrid, no obstante, nos ha emocionado más que otros diestros que sí lo han hecho. De luces o de calle, para muchos, seguirá siendo rey y ejemplo.
No se estudia en el Bachillerato ni aparece en los libros de Literatura de la LOGSE. Mientras que muchos de sus coetáneos, reciben casi a diario homenajes póstumos (Lorca, Alberti, Miguel Hernández...), Rafael de León (1908-1982), miembro brillante de la Generación del 27, duerme a la sombra de las celosías del olvido. Antonio Burgos lo describió acertadamente como "el mayor y más extenso poeta popular en lengua castellana de este siglo, del pasado y quizá del venidero".
"Tu recuerdo es una faca,
que me hiere y que me ahoga,
lo repite en una placa
esta copla de Quiroga.
De tu landó de marqués
sale una voz con corona,
y es el pueblo, Rafael,
en la radio de cretona".
No pretendo ahora hacer justicia a la memoria de Rafael de León; sólo quería compartir uno de sus poemas, que he vuelto a leer esta noche, y que me parece de una belleza hiriente: "Mi verso es como un toro colorado y terrible que no aguanta ni el hierro de la ganadería...". ¿Se puede escribir algo más hermoso sobre la necesidad de escapar y ser libre?
"¿Cómo quieres que deje mi vida entre tus manos
y mi jardín de sueños y mi luna y mi rosa?
¿Cómo quieres ponerle orillas a este río
que corre libre y ancho desde que yo naciera?
Me brindas una dulce esclavitud antigua,
dentro de tu palacio con su escudo y su torre,
y lo que necesito es un campo de trigo
por donde se revuelque mi verso desbocado.
Quieres que esté pendiente de tu traje de novia,
de tu escote redondo y tus manos sin sangre,
de las rancias visitas que vienen a tu casa
y de la barahúnda de tus antepasados.
Y yo estoy con mi nardo, con mi copla y mi vino,
con la muchacha alegre que vende las naranjas,
con el niño pequeño que pide la limosna,
y con el árbol que da sombra a los pájaros libres.
Estaría una semana besándote la mano,
elogiando marfiles y mirando vitrinas,
y de pronto, una noche, llegaría mi viento
a romper miniaturas y abanicos de encaje.
Mi verso es como un toro colorado y terrible
que no aguanta ni el hierro de la ganadería,
y que lo mismo baja a beber al arroyo,
que anda leguas y leguas hasta encontrar los mares.
Yo vivo en una choza de cartón y de nubes,
con un pino y un monte y un aljibe de sueños.
Cuando quiero un castillo, me vuelvo medio loco
y arquitecto de luna, lo construyo en el aire".
"La vendedora de naranjas" (Auguste Renoir)
"Vendedora de naranjas" (Juan Cardona)
"Vendedora de naranjas"
"La pequeña vendedora de naranjas" (Seymour Joseph Guy)
A este poema, titulado "No", nunca se le puso música. Quiroga, en cambio, convirtió en una preciosa farruca flamenca el soneto "Cárcel de Oro", escrito también por Rafael de León y que vuelve a tratar sobre las ansias de libertad. Curiosamente, Paco de Lucía grabó una versión sinfónica de esta copla en 1965 con Ricardo Modrego.
"Cuando tú me diste amparo no era más que una gitana
con un traje de volantes y una enagua armidoná,
y me vi por tu cariño, de la noche a la mañana,
convertía en una reina de brillantes coroná.
Pero a mí desde el principio me cansaba tu ternura,
me agobiaba aquel encierro que me impuso tu pasión,
y una noche en que tus celos me colmaron de amargura
con la hiel de mis palabras yo maté tu corazón".
"No me quieras tanto" (León y Quiroga) es otra copla que narra la historia de una joven que, ávida de libertad, desprecia el amor de un hombre que satisfacía sus gustos antes, incluso, de que ella los imaginara (hay amores que matan).
"Yo tenía veinte años y él me doblaba la edá.
En mis sienes había noche y en las suyas madrugá.
Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cumplío;
ná me faltaba con él.
Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía como un pordiosero,
y yo le clavaba, sin ver que sufría,
cuchillos de acero".
Sobre el amor y la libertad, aunque haya que cruzar el Atlántico, no me resisto a cerrar este texto con una ranchera cantada por José Alfredo Jiménez -¡qué voz!- llamada "Te solté la rienda". Otra maravilla universal.
"Se me acabó la fuerza de mi mano izquierda, voy a dejarte el mundo para ti solita; como el caballo blanco le solté la rienda, a tí también te suelto y te me vas ahorita".