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jueves, 29 de octubre de 2015

El traje de luces o el uniforme del guerrero

Con la progresiva llegada del invierno, en las fincas comienza la temporada de tentaderos. Hasta no hace mucho, los toreros acudían impecablemente vestidos a las citas camperas, con traje corto y, a veces, zahones. Sin embargo, últimamente se ha ido optando por la comodidad -pantalones vaqueros, zapatillas deportivas...-, restándole solemnidad y liturgia al tentadero. Ese descuido también empieza a notarse en la plaza, con vestidos mal cortados o pobres de bordado. Sin mencionar la terrible moda de cambiar las piedras -otrora verdes, rojas o negras- por unos cristales blanquecinos que dan la impresión de falta de remate. En su autobiografía, José Miguel Arroyo "Joselito" explicaba la importancia del bien vestir.


"Además de ser torero, hay que parecerlo. Por eso siempre he intentado vestirme de luces con categoría y elegancia, con los mejores trajes y muy cargados de oro. También de paisano lo procuro hacer así, hasta el punto de que en Bogotá un hombre dedujo que era torero por mi forma de vestir y de andar por la calle, algo que me enorgulleció.

Desde que empecé a torear, cuando tenía dinero y cuando no, siempre me vestí de torero lo mejor que podía. No con lo más caro y vistoso, sino con lo mejor, lo de más solera, y en la mejor sastrería. Mis vestidos de torear marcaban diferencias en la plaza.


[...] Me los hacía siempre de sedas oscuras, muy cargados de oro y con el mismo diseño de bordado, el que llaman original, porque me parecía que era una seña de identidad. El traje de luces es tu segunda piel en el momento en que te juegas la vida, como el uniforme del guerrero, y por eso tienes que darle importancia y solemnidad hasta cuando vas a tomarte medidas. No hay que buscar la comodidad ni quitarle elementos por mucho que parezcan superfluos, porque para eso es mejor salir en chándal a la plaza.

Hasta para hacer los tentaderos en mi ganadería me vestía perfectamente de corto, con el traje campero, porque no concebía, como veía a otros compañeros, que en el campo se pudiera torear con pantalones vaqueros y zapatillas de deporte. Eso, si acaso, los chavalitos que están empezando.

Un torero tiene que respetar su oficio respetándose a sí mismo. Así eran los maestros que me lo inculcaron y que me lo demostraban con los hechos [...] No se trata de una pose forzada, sino de una elegancia varonil asumida con naturalidad, con distinción pero sin chabacanería ni voluntad de llamar la atención. Ya digo, simplemente ser torero y parecerlo. Aunque estés tieso".


lunes, 22 de junio de 2015

Las portadas del verano

Llegó el verano, a la vida y al papel. Las revistas también se llenan de verano y resulta muy difícil no arramblar con todos los números de julio y agosto, que pronto serán hojeados durante las maravillosas tardes de playa y piscina. Sin embargo, para inolvidables, aquellas portadas que Eduardo García Benito diseñaba para Vogue durante los años 30 y 40... sin Illustrator, ni Indesign, ni Photoshop.
 
 
García Benito -nacido en Valladolid en 1891- fue el principal artista español del movimiento Art Decó a nivel mundial. A los veintiún años, fue becado por el Ayuntamiento vallisoletano para continuar sus estudios de pintura en París, donde entabló amistad con Picasso o Modigliani, pasando por Juan Gris o Gauguin. Durante la Belle Époque, ya era considerado un brillante dibujante, comenzando a trabajar para Vogue y Vanity Fair.
 
 
Las portadas de García Benito -hoy injustamente olvidado- nos transportan al mismo corazón del verano, el más elegante, con cielos estrellados azul cobalto, tejidos ligeros, barcos reflejados en la bahía, cigarrillos al anochecer e interminables paseos por la playa.
 
 
"Se cruzaron junto al ascensor, reflejados en los grandes espejos de la escalera principal, cuando él se disponía a bajar a su cabina, situada en la cubierta de segunda clase. Ella se había puesto una capa de piel de zorro gris, llevaba en las manos un pequeño bolso de lamé, estaba sola y se dirigía hacia una de las cubiertas de paseo; y Max admiró, de un rápido vistazo, la seguridad con que caminaba con tacones pese al balanceo, pues incluso el piso de un barco grande como aquél adquiría una incómoda cualidad tridimensional con marejada. Volviendo atrás, el bailarín mundano abrió la puerta que daba al exterior y la mantuvo abierta hasta que la mujer estuvo al otro lado. Correspondió ella con un escueto «gracias» mientras cruzaba el umbral, inclinó la cabeza Max, cerró la puerta y desanduvo camino por el pasillo, ocho o diez pasos. El último lo dio despacio, pensativo, antes de pararse. Qué diablos, se dijo. Nada pierdo con probar, concluyó. Con las oportunas cautelas" (Arturo Pérez-Reverte, El tango de la Guardia Vieja).

miércoles, 15 de abril de 2015

Marineros en la ciudad


Vuelve a ponerse de moda lo que ahora, las it girls, llaman estilo navy, que en castellano se traduce por marinero, es decir, las rayas horizontales (o rayas Breton) de toda la vida. Parece ser que las camisetas de rayas se remontan a comienzos del siglo XIX, cuando los pescadores del Canal de La Mancha las utilizaban bajo la ropa, para calentarse. Sin embargo, fue Gabrielle "Coco" Chanel la primera diseñadora en apostar por el estilo marinero en 1917, vistiendo de rayas a las mujeres de la burguesía parisina. A partir de entonces, y a lo largo de todo el siglo XX, otras figuras de la moda -como Yves Saint Laurent-, el arte -Picasso o Warhol- y el cine -Audrey Hepburn, Brigitte Bardot o James Dean- se convirtieron en abanderados del look navy, uno de los emblemas del chic francés.


Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

(Luis Cernuda)

martes, 7 de abril de 2015

La Virgen de la Esperanza ha servido de escudo al corazón del valiente Joselito

"Durante las pasadas fiestas taurinas de San Sebastián, Joselito, el torero valiente, el artista imponderable, que modela esculturas atrevidas ante las astas amenazadoras de los toros, que se burla de las fieras con su trapo ágil, seguro y elegante, muleteaba a un Saltillo, llevándole dócil, manejándole obediente y escuchando las aclamaciones frenéticas de la muchedumbre, que abarrotaba los huecos todos de la enorme plaza. Los vítores de la multitud traquean sus nervios mozos; y hambriento de gloria, levanta el arma y se atraca de toro entre pitón y pitón. Al salir la bestia de aquellos brazos con la muerte en el corazón, asestó una cornada peligrosa en el pecho del torero, y pudo ser golpe de venganza matando al morir. La concurrencia se apercibió del peligro y se levantó inquieta, anhelante. No fue nada; su ídolo permanecía en pie: cayó rota al suelo por el desgarrón de la camisa una cadenita de oro, se hundió en la arena una medalla abollada. La Virgen de la Esperanza ha servido de escudo al corazón del valiente. Joselito llevaba en su pecho la imagen de la Virgen que adoran los macarenos, el barrio sevillano de la majeza y la torería; y cuando la fiera le acometió de muerte, la punta acerada del cuerno se embotó en el disco dorado. Cuando Joselito tornó a la fonda, fue rodeado por su familia".

Publicado en el Blanco y Negro del 24 de agosto de 1913


En 1913, Joselito tenía 18 años y hacía su primera temporada completa como matador de toros, deslumbrando a público y crítica con su dominio de las suertes. A pesar de ser ya una eminencia en el toreo, aquella tarde de agosto en San Sebastián, fue una medalla de la Esperanza Macarena la que le salvó de una cornada segura. Al finalizar la temporada, Joselito, triunfal, viajó a París con el recuerdo del quite realizado por la Virgen ante un toro de Saltillo. El de Gelves entró en una de las grandes joyerías del centro parisino y compró, como regalo para la Señora de San Gil, cinco broches verdes compuestos de pétalos de cristal de roca francés engarzados en oro blanco y rematados con brillantes. A comienzos del siglo XX, este broche femenino, llamado también "mariquilla", era utilizado por las jóvenes de buena sociedad al ser una pieza muy atrevida y chic inspirada en el estilo art decó.
 
 
De vuelta a Sevilla, Joselito entregó las cinco "mariquillas" verdes a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, afamado bordador y mayordomo de la hermandad hasta 1900. Pronto, aquellos broches verdes se integraron en la iconografía de la Macarena, hasta tal punto que, un siglo después, aún los lleva prendidos sobre su pecho.
 
 
Precisamente, fue Rodríguez Ojeda quien vistió a la Virgen de riguroso luto en 1920, cuando un toro de la Viuda de Ortega, Bailaor, arrancó la vida a Joselito en Talavera de la Reina un trágico 16 de mayo. Esta vez, la Macarena no pudo servir de escudo al corazón del "Rey de los Toreros".
 
 
Suspira bajo su manto
la Virgen de la Esperanza
y arrían en señal de duelo
banderas en La Maestranza.
Y Sevilla, enloquecía,
repetía a voz en grito:
¿pa´qué quiero mi alegría?
¿Pa´qué quiero mi alegría
si se ha muerto Joselito?
 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Los toros de Hermès

Cuando uno sube a la cuarta planta de la Embajada de Francia en Madrid, en la calle Marqués de la Ensenada, nada más abrir la puerta, se da de bruces con un cuadro taurino. Se trata de un maravilloso pañuelo de seda diseñado en 1993 por Hubert de Watrigant para la casa Hermès.


La sorpresa aumenta cuando uno reflexiona sobre la inexistencia de símbolos taurinos en cualquier edificio "oficial" de la Administración española. En este asunto, nuestros vecinos franceses nos pegan un soberbio y merecido pase de pecho: ellos no sienten complejos a la hora de exhibir una joya con motivos taurinos; nosotros, en cambio, la tendríamos escondida en lo más profundo de un almacén.


Hubert de Watrigant es un pintor, diseñador y escultor nacido en Las Landas en 1954. A partir de 1982, se convirtió en colaborador de "la maison Hermès", para la que creó numerosos pañuelos, como esta "Plaza de Toros". La Tauromaquia suele estar presente en sus obras.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cuando las mujeres empezaron a llevar "minis" y pantalones (1960-1969)

Jacqueline Kennedy fue el ideal de la elegancia durante los primeros años de la década de los 60. Jackie fue una gran conocedora de la costura europea, pero como primera dama de Estados Unidos eligió al americano Oleg Cassini para diseñar su indumentaria. Se le conoció por sus trajes sencillos, sus vestidos de tubo, sus casquetes y sus sobrios pero elegantes vestidos de noche.

 
En la misma época, Audrey Hepburn tenía un estilo juvenil y sofisticado vestida por Hubert de Givenchy en su papel de Holly Golightly en Desayuno con diamantes. El "petite robe noire" había sido introducido por Chanel en 1926, pero la versión glamourosa de Givenchy inspiró el traje de cóctel para varias generaciones de mujeres.

 
La falda con vuelo de la década de 1950 seguía estando de moda, sin embargo, a mediados de los 60 Cardin y Balenciaga introdujeron nuevas formas que modernizaron la silueta femenina. Adré Courrèges lanzó una colección ultramoderna de temática espacial. Úrsula Andress, con un biquini blanco, y Sean Connery, con sus trajes entallados, marcaron tendencia en la primera película de James Bond, 007 contra el Dr. No, de 1962.

 
La moda de la década, como la política, cambió drásticamente su rumbo en 1965. La modelo Jean Shrimpton impresionó a los espectadores del Victoria Derby en Melbourne (Australia) al aparecer con falda corta y sin guantes. Mientras, los 3.500 marines recién llegados a Vietnam señalaban el comienzo oficial de un conflicto que pronto dividiría a la nación. Ese mismo año, se fundó la Organización Nacional para la Mujer en Estados Unidos y el musical Hair debutó en Broadway. Twiggy, con su delgadez y su corte de pelo andrógino, comenzó su carrera de modelo en Londres como la cara del "Swinging Look" y la diseñadora inglesa Mary Quant introdujo las faldas que llegaban a unos 15 centímetros por encima de la rodilla en una boutique londinense, Bazaar.

 
La película de 1965 Doctor Zhivago inició una tendencia de moda rusa en la que las mujeres se ponían grandes abrigos tres cuartos, sombreros de piel y botas militares, que pasaría sin transición a las tendencias gitanas y renacentistas. Los peinados femeninos ahuecados y con las puntas hacia fuera dieron pie a estilos más largos y naturales. Por otro lado, los hombres jóvenes optaron por llevar el pelo más largo y dejarse crecer el pelo facial.

 
Si bien la segunda parte de la década estuvo dominada por un mercado juvenil y una moda inspirada en la calle, los grandes diseñadores continuaban redefiniendo el mercado de lujo. En 1966, Yves Saint Laurent, protegido y sucesor de Christian Dior, introdujo "Le Smoking", es decir, el corte de esmoquin para señora, al que pronto seguiría su colección safari. Sus populares trajes facilitaron la liberación de las mujeres, que ahora llevaban pantalones, y muy a gusto.

Anuncios de moda en la década de 1960-1969:

martes, 11 de noviembre de 2014

Givenchy... ¡torero!


El conde Hubert de Givenchy nació en Beauvais, un municipio francés situado en la región de la Picardía, muy al norte del país. Sin embargo, el maestro del diseño mantuvo cierta vinculación con la cultura española en general, y con la tauromaquia en particular. Amigo y discípulo de otro genio, Cristóbal Balenciaga, Givenchy tiene creaciones profundamente inspiradas en la fiesta de los toros, como puede comprobarse en la exquisita retrospectiva que ha presentado el Museo Thyssen.

 
Casualmente, con Monsieur Hubert retirado de la firma desde 1995, la casa Givenchy fichó al torero José María Manzanares junior para la campaña primavera/verano de 2013. Todo un horror, por cierto. Con razón, Hubert de Givenchy, un auténtico gentleman, declaró recientemente que la pasarela de ahora es muy vulgar. "Balenciaga es mi religión. Me apoyó y me asesoró. Era una excelente persona", afirmó en una ocasión.
 
 
"Nací el 20 de febrero de 1927 en Beauvais, localidad de la Picardía que es famosa por su magnífica catedral y también por sus tapices, ligados a la Manufactura de los Gobelinos. Mi abuelo materno, Jules Badin, administrador de la Manufactura de Tapices de Beauvais,  era un gran coleccionista no sólo de muebles y otros objetos sino también de trajes antiguos y telas preciosas, como los bordados que atesoraba entre sus piezas. Tuve por este motivo el gran privilegio de crecer rodeado de cosas bellas, algo que influyó sin duda en mi futura vocación. Cuando sacaba buenas notas en el colegio, como premio me dejaba acceder a esos tesoros, tocarlos un poco, admirarlos y así soñar...
 
 
Decidí que un día sería modisto debido a la admiración que me producía el corte impecable, la elegancia y la modernidad de las creaciones de Cristóbal Balenciaga. Tuve la gran oportunidad de entrar a trabajar con Jacques Fath, diseñador joven y de gran talento, y un año más tarde continué mi formación con Robert Piguet. Por entonces conocí a Christian Dior, que estaba preparando la apertura de su propia casa, y me propuso que trabajara con él más adelante. Mientras tanto, hice un breve stage en la firma de Lucien Lelong y después me ocupé de la tienda de la diseñadora Elsa Schiaparelli. Esta última experiencia me reafírmó en la idea de hacer una línea propia y de abrir mi propia casa de moda con esa nueva fórmula de un prèt-à-porter de lujo. Decliné así la invitación del Sr. Dior y su generosa propuesta de trabajar con él.
 
 
En 1952 nacía la Maison Givenchy con una primera colección a la que llamé Separates, que fue presentada por las más bellas modelos de París. A mi lado, Bettina Graziani se ocupó con gran entusiasmo de la prensa y el acontecimiento fue todo un éxito, aunque creo que mi fórmula era demasiado nueva para la época [...] Dos figuras icónicas me ayudaron desde el principio a crear la Maison Givenchy. Una fue Jackie Kennedy Onassis, y la otra, claro está, Audrey Hepburn. Ambas me dieron su confianza. Hubo a partir de entonces muchas clientas americanas que querían parecerse a aquellas dos mujeres excepcionales.
 
 
Vestir a la Sra. Kennedy en su viaje oficial a Francia, en el que apareció junto al General De Gaulle, supuso un gran éxito para nuestra casa. La juventud, la belleza y el encanto de la Sra. Kennedy pedían la imagen de un estilo sencillo, despojado de artificios y elegante como era ella misma. Con su aspecto más juvenil, y con un estilo distinto tanto por su encanto como por su marcada personalidad, Audrey Hepburn hizo también mucho por el éxito de nuestra firma. Durante años, Audrey me pidió que la vistiera en películas suyas, como Sabrina, Desayuno con diamantes, Una cara con ángel y muchas otras, con lo que fue creciendo nuestra amistad. Y la alegría de trabajar juntos nos fue deparando momentos inolvidables.
 
 
En 1995 decidí que había llegado la hora de retirarme. Además, los tiempos habían cambiado. Fue una decisión que me produciría una gran nostalgia, pero sé que fue acertada. Mis sueños infantiles se habían cumplido".
 
Hubert de Givenchy (septiembre 2014)
 

martes, 21 de octubre de 2014

Estilo rebelde, con y sin causa (1950-1959)


Con un rompedor pelo rojizo, marcados pómulos y cejas arqueadas, la modelo Suzy Parker fue el rostro de la década de 1950. Se convirtió en el icono de Chanel y fue fotografiada por Richard Avedon para Dior, cuyo "nuevo look" definió la moda femenina de toda una generación. Esta silueta se abrió paso en las grandes y pequeñas pantallas: el vestido de noche blanco palabra de honor de Elizabeth Taylor para la película Un lugar en el sol, de 1951, fue el más copiado en todas las fiestas. Las faldas con vuelo fueron claves en el armario de Lucille Ball en el debut, en 1952, de Yo amo a Lucy, en ese nuevo medio, la televisión.


Los veteranos procedentes de la guerra en el Pacífico habían llevado al continente camisas hawaianas y la cultura del surf, pero fueron la serie Gidget y las proezas de la surfera Kathy Gidget Kohner en Malibú las que consolidaron la fama de California como lugar de culto para la juventud. James Dean y Natalie Wood ofrecieron otro ejemplo de la vida adolescente en Rebelde sin causa en 1955, y en 1956 el Heartbreak Hotel de Elvis Presley llevó el rock and roll hasta la primera plana. El estilo rebelde de Dean y Presley, y de Marlon Brando en Salvaje (1953), incluía vaqueros, camiseta blanca y chupa de cuero.

 
Además de la falda con vuelo de Dior, la moda femenina de la década de 1950 incluía faldas tubo, trajes a medida y vestidos con recatados escotes redondos o sexys modelos palabra de honor para la noche. En 1954, Coco Chanel volvió al negocio. Su línea de trajes con chaqueta cuadrada adornada con galones dorados y acompañada con accesorios de perlas se convirtió en el distintivo de la casa.

 
Si bien la moda de la década era principalmente conservadora, ya se observaban ciertos indicios de cambio. En 1947, el ingeniero civil francés, Luis Réard, introdujo el  biquini en un desfile de moda en París. Un año después, el italiano Emilio Pucci creaba su primera colección estadounidense para la cadena de tiendas Lord&Taylor. En 1951, la finlandesa Armi Ratia fundó una empresa que, con el tiempo, se convertiría en la fuente inagotable de estampados textiles de Marimekko. Cristóbal Balenciaga introdujo las chaquetas tipo globo, los abrigos envolventes, los vestidos saco y camiseros, y Pierre Cardin creó el vestido globo cuando la década de 1960 estaba a la vuelta de la esquina.

 
Anuncios de moda en la década de 1950-1959: